Pablo Strubell
Niberta, 2009
131 pp.
Quienes valoren los libros cortos, que se leen poco menos que de un tirón, que avanzan de manera fluida y que mantienen despierta la atención del lector durante el recorrido entero por sus páginas encontrarán en ¡Te odio, Marco Polo! un buen motivo para la satisfacción y el entretenimiento.
A mi me gustan los libros cortos, que no se demoran ni se estancan si no hay motivo para ello. Pablo Strubell escribe como viaja. Lo hace con soltura y sin atascos. Y ese es el propósito de su libro. No pretende hacer un relato minucioso sino una selección de escenas, momentos y sensaciones que recojan el larguísimo itinerario que va desde Estambul a Xi’an que lo tuvo ocupado durante cinco meses.
Pero a pesar de la brevedad, el suyo no es un relato descafeinado. Que no esté todo, no significa que vayamos a sufrir por falta de contenido. Todo lo contrario. Pablo Strubell toma una decisión, una más, que es la de evitar un texto enciclopédico. En sus doce mil kilómetros de viaje había materia para hartar. Por eso elige encadenar momentos que desde el inicio hasta el final de su recorrido transmiten al lector continuidad y le hacen sentir los diversos sabores que tiene el viaje, que le dan variedad y que muestran las peculiaridades de la gente y de la atmósfera de lugares distintos.
He dicho que la preferencia por un libro de dimensiones reducidas era una decisión entre otras porque la primera de ellas fue la de dejar el trabajo, un trabajo formal, serio y como Dios manda, para darse el gusto de atender a una vocación: la de viajar. El relato de Pablo Strubell es el de un ser independiente. No es que viaje en solitario, que es como viaja, es que lo hace dándose prioridad a sí mismo. Lo mismo que escucha a su voz interior para dejar su trabajo, y luego la escucha para hacer un relato ligerísimo de un periplo monumental, la sigue en su propio viaje cuyo desarrollo trata de dirigir él a su gusto.
Pablo Strubell quiere perderse por las calles de las ciudades que visita, ir a su aire y a los lugares que le llaman la atención y quiere evitar las interferencias de quienes de buena fe tratan de marcarle el camino. Quien viaja es él y es su intuición o sus propios mitos quienes lo llevan de aquí para allá con determinación, contraviniendo a veces la prudencia pero satisfaciendo siempre su curiosidad.
¿A quién se le ocurre, con la que está cayendo, empeñarse en visitar el mausoleo de Iman Reza en la ciudad de Mashad? Está claro que Pablo Strubell necesita hacerlo y está claro también que extrae de la visita sensaciones profundas que lo conmueven y lo aproximan a la comunidad de hombres y mujeres cuya devoción se desborda a la vista de la tumba del santo. Resulta que Pablo Strubell no es un rebelde que se resiste a pasar por los caminos que más o menos están marcados y que suelen conducir a los viajeros. Lo suyo es la necesidad de sentir la tierra que pisa y lo que le rodea sin intermediarios, de primera mano, sin distracciones y sin nadie que desvíe su atención. Quiere marcar su ritmo. Quiere mirar y escuchar desde su propio punto de vista para comprender más y mejor. Y luego para contarlo.
Quizás lo dicho hasta aquí lleve a pensar que estamos ante un autor arisco y aislado. No es eso. Casi es todo lo contrario. Hace amigos, toma contacto con gente muy diversa, se deja invitar y les sigue la corriente para aprender de ellos. Además, se rinde ante la generosidad que a menudo le demuestran. Pero tampoco quiere que lo abrumen. Como viajero solitario que es, necesita balancear ese espacio propio que cada uno se reserva para sí, con el de las personas con las que conecta y que a veces se le ‘pegan’. Hay quien se empeña en acompañarlo y en marcarle la ruta sin que vea él el momento de darle esquinazo y de recuperar su propio camino. Y hay quien le abre su círculo de amistades y con él un mundo que el viajero de paso jamás podría entrever. Como en todos los libros de viajes, los encuentros son esenciales y abren rendijas desde las que ver, desde ángulos diversos, aspectos distintos de la realidad.
La hospitalidad de gentes humildes y cordiales en Turquía, el contacto con jóvenes iraníes que sufren los efectos de la estricta doctrina del gobierno de los ayatolas y los sortean sin remilgos, el asedio de funcionarios indeseables, los tenderos de los mercados, todo ello compone un mosaico que se va desplegando a medida que el autor avanza por esa ruta que se ha marcado y que no es otra que la antiquísima Ruta de la Seda tan cargada de historia y de historias.
Y lo compone también su encuentro con China, que colma su paciencia y con humor soterrado critica de forma inmisericorde, sin cortarse lo más mínimo y dando rienda suelta a sus humores, para que quede claro que el viajero es humano y que tanto sus pasiones como su educada contención tienen límites, que a veces es bueno traspasar para regocijo del lector.
Cualquiera que sienta el gusanillo del Asia Central y del Oriente debiera empezar a saborearlos con este libro que se desenvuelve a la manera de un trailer de esa película de verdad que es el viaje. Una selección de los mejores momentos, una acertada visión de conjunto y una amplia panorámica sin espacio para un solo momento de aburrimiento es lo que nos trae ¡Te odio, Marco Polo!
Quién sabe si después de la estimulante lectura de ¡Te odio, Marco Polo! no emprenderemos nosotros también el camino de la Ruta de la Seda. Y como la realidad de los viajes es mucho más sacrificada de lo que la mayoría de los relatos sostienen, quién sabe también, si parafraseando al autor, no acabaríamos nosotros diciendo ¡te odio, Pablo Strubell! después de terminar lo que posiblemente sea uno de los viajes más apasionantes que puedan hacerse en la vida.
lunes, 28 de diciembre de 2009
¡Te odio, Marco Polo! Un viaje tras las huellas de la Ruta de la Seda
domingo, 20 de diciembre de 2009
Un grano de trigo
Un grano de trigo
Ngugi Wa Tiong'o
Zanzíbar, 2006
350 pp.
Algunos capítulos de la historia reciente son ignorados por el gran público. Entre ellos quizás el más llamativo es el de la descolonización que afectó a continentes enteros y a millones de personas...
Ngugi Wa Tiong’o
Zanzíbar, 2006
350 pp.
Algunos capítulos de la historia reciente son ignorados por el gran público o se conocen sólo de un modo muy parcial. Entre ellos quizás el más llamativo es el de la descolonización que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XX y que afectó a continentes enteros y a millones de personas.
Por eso Un grano de trigo resulta tan atractivo y su enfoque novedoso. Ngugi Wa Tiong’o está considerado uno de los escritores de mayor relieve del Africa Oriental. Su compromiso social es una de sus señas de identidad y le llevaron a la cárcel y al exilio. Su interés por los efectos profundos de la colonización se convierte en una constante que marca toda su literatura.
Entre la mayoría de los escritores africanos modernos podríamos hablar de una literatura étnica, que enlaza con las culturas tradicionales de las diversas regiones y con su adaptación-transformación al mundo presente. La sociedad tradicional y al mismo tiempo urbana, la visión de quienes tratan de dejar atrás los comportamientos atávicos, el choque cultural de quienes emigraron al extranjero forman parte del abanico de temas que desvelan en la literatura la cotidianidad del continente y el embrollo de contradicciones al que se somete.
Un grano de trigo dirige su mirada a los días en que Kenia luchaba por su indenpendencia. Para los europeos que recibían noticias a través de los periódicos eran días de rebeliones desbocadas y de sanguinarios excesos de auténticos salvajes. Hoy hubiéramos hablado lisa y llanamente de un terrorismo irracional y cruel, de la peor especie.
Pero Ngugi Wa Tiong’o nos enfrenta a otra realidad, la de las personas que vivían la injusticia del expolio y de la humillación, y la de un movimiento organizado, con un proyecto político y una larga experiencia de confrontación con los ingleses. Y también con todas las sombras que acompañan al uso de la violencia.
La de Ngugi Wa Tiong’o es una novela política, sin duda. Pero Ngugi Wa Tiong’o va mucho más allá porque penetra en el alma de los personajes y, en torno a la tensión que crea la situación colonial, desvela el carácter y los sentimientos de quienes sostienen la acción, las complejas relaciones que establecen entre ellos, la degradación que lleva consigo la violencia y el miedo, y las dificultades de todos para acomodarse a sus propias vidas.
Una Kenia diferente, alejada de la de las tribus, aparece en Un grano de trigo a través de un relato de gran intensidad. A lo largo de sus páginas los personajes cobran vida junto a las preocupaciones colectivas que pesan sobre el país y ponen la mirada en una realidad que ha quedado normalmente al margen de la visión de los europeos.
El sufrimiento de la población, la ferocidad de los blancos para defender su dominación sobre los negros, las prácticas inhumanas que utilizaron en la guerra que asoló Kenia durante muchos años emergen con todo el dramatismo en la novela. Como emerge la necesidad de sobrevivir, de escapar al sacrificio, de evitar la lucha y de transigir con el dominio inglés. Y como surge también, paradójicamente, el espejismo de un horizonte esperanzador donde la cultura aportada por Inglaterra puede germinar entre la población negra y crear una hermandad de hombres prósperos que, con independencia de la raza, pueden llegar a compartir, codo a codo los beneficios de la civilización.
Novela política, pero sobre todo novela de gran calado es lo que nos ofrece Ngugi Wa Tiong’o, quien nos da, además, una ocasión excelente de conocer la Kenia que antecede a la que encontramos hoy y nos ayuda a explicarla. Y de penetrar en el fondo del alma de los personajes a través de un relato cargado de dramatismo y de humanidad difícil de encontrar en otros autores.
domingo, 13 de diciembre de 2009
Viaje por la Costa Brava. Paisaje, memoria, glamour y turismo
Viaje por la Costa Brava
Xavier Moret
Altair, 2009
281 pp.
La Costa Brava es mucho más que un espacio para el veraneo o que un destino turístico de valor muy singular. Ocupa en el corazón de quienes la aman un lugar profundo que tiene mucho de devoción y de mito también...
Xavier Moret
Altair, 2009
281 pp.
La Costa Brava es mucho más que un espacio para el veraneo o que un destino turístico de valor muy singular. Ocupa en el corazón de quienes la aman un lugar profundo que tiene mucho de devoción y de mito también. La Costa Brava parece contener las esencias del Mediterráneo y por ello está en las raíces mismas de los pueblos del litoral.
El libro de Xavier Moret es el relato de un viaje. Es como una guía sentimental y por consiguiente desordenada. Objetiva y subjetiva a la vez. Y literaria en muy buena medida.
Podría ser una guía porque se ocupa de los pueblos y rincones que encuentra cualquier viajero que la recorra de sur a norte. Y como Xavier Moret no tiene prisa especial en su recorrido ni sistemática a la que deba ajustar su discurso, produce un relato parecido al de los viajeros de antes. A esos libros que ingleses o franceses –los únicos que viajaban- escribían sobre sus andanzas por Portugal, por la Toscana o Sicilia, o recorriendo el Tirol.
Sensaciones, algunos datos, anécdotas, comentarios sobre la gente y sobre su forma de vida y alguna sorpresa que deparaba el camino envolvían al lector en un mundo que se hacía familiar porque el autor se reconocía en los lugares y en las gentes de los que hablaba.
Klaus y Erika Mann cuando escriben El Libro de La Riviera también hablan de un pedazo de la costa mediterránea -la Costa Azul-, turística y privilegiada como es la Costa Brava. Pero ellos son de familia de intelectuales, iconoclastas, atrevidos, casi descarados y con humor para referirse a lo más parecido al paraíso con una visión gamberra.
La Costa Brava no está para eso. Es cosa más seria. Escritores, con Pla a la cabeza, le han dedicado páginas, sentimientos y elogios. Han sufrido por ella también porque la han visto bella y amenazada al mismo tiempo. Y no es cuestión ahora de tratarla desde una pose de trivialidad.
Que conste que Moret se guarda bien de ser, él mismo, un devoto. Quizás porque la Costa Brava que ve deja poco ya para devociones y porque la ha visto cambiar con sus propios ojos y es consciente de a dónde todos hemos ido a parar con eso del desarrollo turístico. La Costa Brava podía haber muerto de éxito si no fuera porque sigue siendo tan privilegiada que tiene todavía de qué presumir y con qué enamorar.
Cualquiera que vaya a la Costa Brava debiera llevar el libro de Moret bajo el brazo. El autor conoce bien los lugares, ha recorrido todos los rincones, habla de fiestas y tradiciones que pueden pasar desapercibidas a quien va solamente de paso. Además, Moret habla con la gente. Gente más joven y menos joven. Los que viven de su trabajo ahora y los que tuvieron los viejos oficios cuando la pesca, la agricultura, una industria precaria y el trabajo artesanal ocupaban a las personas y organizaban la vida de los pueblos.
No es que la Costa Brava ya no sea lo que fue. Es aquello y es lo más nuevo. Es aquella sombra de paraíso donde el agua jugaba con la roca contra la que rompía y con el verde sufrido y espléndido de los pinos, entre calas y pueblos tranquilos. Y es también la hija de esta sombra con la que convive entre autopistas, discotecas, hoteles y manadas de visitantes que se instalan en ella con sus propias maneras, sin perder el contacto con los mundos lejanos y casi siempre inhóspitos de los que vienen.
Viaje por la Costa Brava es un retrato de una de las más bellas zonas del Mediterráneo. Es una invitación a recorrerla de la mano de alguien que la conoce bien. Es el relato, como no podría ser de otro modo, un punto nostálgico y amargo. Probablemente no es ello por culpa del autor sino del lector que hubiera querido parar el paso del tiempo unos años atrás, cuando las cosas parecían más naturales, no tocadas. Pero es la prueba, también, de que sigue habiendo una línea de mar y una región entera dotada por la naturaleza de tantos dones que es imposible no disfrutar con ella por todo lo que es capaz de ofrecer.
Y el libro de Moret pone en nuestras manos la mejor ocasión para hacerlo.
viernes, 4 de diciembre de 2009
Siempre el Oeste. La vuelta al mundo sin avión y sin mapa
Siempre el Oeste
Josep M. Romero
Alatir, 2009
535 pp.
"Siempre el Oeste" nos trae un buen rato de lectura, un viaje poco o nada habitual y una experiencia nueva que mantiene el interés siempre vivo....
Josep M. Romero
Alatir, 2009
535 pp.
Es habitual en los viajes conocer a dónde se va. Y en la literatura de viajes hay casi siempre un destino que centra el relato y que al lector lo orienta para saber el terreno que se dispone a pisar.
Siempre el Oeste es una excepción a esta regla, que es de puro sentido común. Porque el viaje que narra Josep M. Romero tampoco se plantea como suelen plantearse la mayor parte de los viajes. El suyo es un viaje diletante, con un programa perfilado sólo con un hilván, es decir, mínimamente. Y con un empeño tan inseguro que se pergeñó con el propósito de abordar el Este y se hizo realidad apuntando al Oeste, sin remilgo alguno por parte del autor, ni convulsión o queja que afectara al relato.
¿Quiere ello decir que estamos ante un libro vacío y sin voluntad? En absoluto. El autor se propone nada menos que dar la vuelta al mundo. Pero va a darla como en los viejos tiempos. Sin prisa.
El resultado es un libro magnífico. Ojo, es un libro de más de quinientas páginas y una letra minúscula que habrá disuadido a más de un lector. Mi consejo es leerlo a pesar de todo, y si hace falta, comprar una lupa. Porque merece la pena desde el principio hasta el final.
Decía al empezar que el lector se orienta cuando el viaje sobre el que lee propone un destino o un programa claro. Extrañamente aquí, el lector comparte con el autor la sensación de aventura. De aventura tranquila, porque todo se mueve despacio. Y del gusanillo de la improvisación: de saber que el camino dependerá de cómo se vayan despejando las incógnitas de por dónde seguir, o del arranque de ánimo que supone ilusionarse por un recorrido y no por otro.
El relato no puede ser más variado, aunque transita lentamente de un lugar o de una situación a otra. Si hablamos de la lentitud, hay que convenir que es lo que tiene el ir por tierra, o por río, o por mar. Y si nos referimos a la diversidad, es que el mundo es muy grande y muy distinto y J. M. Romero lo recorre, siempre al oeste, de cabo a rabo.
El lector, he dicho, se suma a la aventura. Y comparte con el autor ese ir a ninguna parte que aflora como rara sensación cuando se viaja lento. Es más, comparte esa particular percepción que es la de perder el tiempo, cuando no hay en el viaje un programa fijo y el salto de un lugar a otro se decide sobre la marcha, no por el afán de cubrir distancias, sino por el gusto de quedarse un poco más donde se está o de pensar que llegó la hora de moverse hacia delante.
Se diría que J. M. Romero regresa a la Antigüedad tal como plantea su viaje. Abre un paréntesis en su vida y configura su comportamiento de acuerdo con lo que exige su actuación en el papel de viajero. Pero no va de nostálgico ni de profeta de la ecología. Empieza por embarcarse en un mercante que tiene tanto de barco como de fábrica con la última tecnología. El mar ahora es así. Y en el mar encuentra a personajes de procedencias y profesiones muy diversas, con los que charla y se entiende y de los que aprende que existe un mundo del que no sabemos nada quienes nos limitamos a vivir en tierra.
El viaje continúa por Brasil, Guayana, atraviesa la Amazonia, Perú, Panamá. Surca el Pacífico y recala en las islas de la Polinesia, en Nueva Zelanda, en Australia, en Indonesia, donde no podía faltar Bali. Llega a Bangkok, atraviesa China y Mongolia y Rusia… para regresar finalmente a Barcelona.
J. M. Romero llevaba, sin duda, lápiz y mucho papel para anotar las incidencias de tanto viaje y sobre todo los encuentros que va haciendo, a veces a través de contactos fugaces que dejan algún comentario y alguna leve sensación, y a veces en forma de relaciones pausadas, propias de ese viaje en el que no hay prisas y en el que todo discurre de forma natural. “La falta de expectativas me liberaba de cualquier tipo de presión” dice. Y así es, sin presión, dejando discurrir las cosas a su modo, cómo se suceden los acontecimientos, cómo desfilan los personajes, las ciudades, los paisajes y los momentos. Y cómo llegan todos ellos al lector que los vive también reposadamente pero con intensidad, participando con el autor de cada situación y rememorando todos los instantes.
En resumen, Siempre el Oeste nos trae un buen rato de lectura, un viaje poco o nada habitual y una experiencia nueva que mantiene el interés siempre vivo. Es una invitación a saborear las emociones que nacen de recorrer y de conocer el mundo por caminos y de maneras diferentes a las que se acostumbran. Es decir, es una excelente ocasión para volver a disfrutar de los viajes. No hay que perdérsela.
lunes, 30 de noviembre de 2009
El poder del perro
El poder del perro
Don Winslow
Mondadori, 2009
720 pp.
El poder del perro es un novelón. Un trhiller que mantiene la tensión a lo largo de sus más de setecientas páginas y que en determinados momentos se desboca llevando la adrenalina al máximo ...
Don Winslow
Mondadori, 2009
720 pp.
Dios me libre de decir que México es lo que se cuenta en El poder del perro. Como tampoco sería ajustado a la realidad decir que la sociedad de Sicilia es la que aparece en las escenas de El Padrino. Pero algo tienen que ver unos y otros.
El poder del perro es un novelón. Un trhiller que mantiene la tensión a lo largo de sus más de setecientas páginas y que en determinados momentos se desboca llevando la adrenalina al máximo mientras la acción escala y coloca a los personajes al borde del precipicio.
Pero es un thriller de largo recorrido. Bien cimentado, construido desde atrás de forma que los personajes están bien asentados y no son actores de paso. Y la acción de hoy encuentra raíces en el pasado que la sustentan y la convierten en algo casi inevitable. Todo está bien trabado y discurre por caminos que difícilmente pudieran ser otros. Hablamos de un destino que marca los acontecimientos porque la realidad se impone dirigida con puño de hierro. Como El padrino, El poder del perro no es un episodio. Muestra una extensa realidad. Es un pedazo de historia.
¿De qué trata El poder del perro? ¿Por qué, siendo ficción, se convierte en un relato sobrecogedor? Don Wisnlow se propone escribir sobre el narcotráfico en México. E inventando personajes y historias escarba en los orígenes de esta plaga que se ha convertido hoy en el nudo de la política y del enredo mexicano. Habla pues del corazón del país. Y lo hace después de una larga investigación sobre la que se asienta la novela. Winslow no pretende encadenar una serie de escenas para una película de infarto. Se eleva sobre el terreno y baja también a ras de tierra para explicar los hilos que mueven el curso de una perversión que ha hecho del crimen el centro de una sociedad y la corrupción al corazón de las instituciones y de los hombres.
La acción de la novela se anima cuando a pequeños personajes mafiosos se les añade la presencia de las agencias norteamericanas de represión del narcotráfico. Y cuando a un asunto local que afecta a México se le alimenta con conexiones colombianas y de política regional que hacen saltar por los aires la dimensión estrictamente mexicana del problema y puramente policial para implicar intereses de escala superior cada vez más complicados.
Desde el principio, en los años setenta, se desarrolla la trama que conduce hasta hoy. En el origen estuvo la marihuana y el negocio que vivía del cultivo. Un negocio importante que por supuesto no era para los campesinos, porque en la ilegalidad sólo los poderosos podían protegerse y protegerlo. En definitiva apropiárselo. Y un negocio apoyado en el inmenso mercado norteamericano, al margen de la ley también, y dejado en consecuencia, en manos de las mafias que van a converger con las mexicanas.
Pero ese esquema resulta cosa de niños porque es vulnerable y porque los estrategas del negocio descubren que el poder y el dinero están en la cocaína que nadie busca en México y que Colombia necesita exportar.
Ahí arranca la novela. Y con este planteamiento se desvela una realidad estremecedora cuando las instituciones y no sólo las personas deciden entrar en el juego de las oportunidades que todo ello abre a sus propios intereses chocando unas con otras y deslizándose también fuera de la ley.
Pequeños y grandes maleantes, gente guapa de buena familia, curas, políticos encargados de perseguir el crimen, policías, militares, agentes secretos… todos mezclados nadan en el fango del delito y sus aledaños. Y muestran esa transversalidad que anuncia que la droga ha permeado a todos los sectores y se ha infiltrado en ellos.
Regreso al principio para insistir en lo evidente. El poder del perro no es la realidad de México. Es una pequeña parte solamente del país y retrata además la realidad de otros países y por extensión del mundo actual. Pero es cierto, que lo que cuenta ocupa un lugar central en los problemas a los que se enfrenta México. Y que siendo marginal, muestra un perfil de la sociedad mexicana relevante para comprender el país.
Quien desee entrever la realidad desde una tribuna llena de emociones y de acción, a través de un relato magistralmente construido, donde se hilan tramas diversas y excelentemente construidas, que no ahorra escenas de una brutalidad sobrecogedora y que retendrá su atención y el aliento desde la primera a la última página, encontrará en la novela de Winslow la mejor de las lecturas.
domingo, 22 de noviembre de 2009
Lo que el día debe a la noche
Lo que el día debe a la noche
Yasmina Khadra
Destino, 2009
381 pp.
Yasmina Khadra es un caso insólito y vuelve a sorprender en "Lo que el día debe a la noche". Un seudónimo con nombre de mujer oculta a un hombre que nos ofrece, ahora, una excelente novela lejos de las de género policiaco a las que nos tenía acostumbrados....
Yasmina Khadra
Destino, 2009
381 pp.
Yasmina Khadra es un caso insólito y vuelve a sorprender en Lo que el día debe a la noche.
Un seudónimo con nombre de mujer oculta a un hombre. A un militar hasta que dejó la carrera para dedicarse plenamente a escribir. A un argelino cuando parece que Argelia ha desaparecido del mapa, al menos, del mapa que los viajeros manejan ya sea para sus vacaciones ya sea para expediciones de perfiles más exigentes. A una novela lejos de las excelentes novelas del género policiaco a las que nos tenía acostumbrados.
Yasmina Khadra nos habla ahora de lo íntimo. Se ha despojado de la atmósfera de violencia que acompaña al crimen y al terrorismo que conoce bien. Y que retrata también a la Argelia del hoy. Esa Argelia cuyas heridas desmienten que el fundamentalismo se ceba en occidente y que ahorra al Islam el sufrimiento de su desafuero.
Lo que el día debe a la noche es una larga historia de desgarro, de sentimientos hondos que siguen el curso de la vida argelina, desde la época colonial hasta la independencia. Es el relato que fluye en paralelo mostrando la vida de Younes y la de su país, en una relación compleja y tensa. En definitiva, siguiendo el curso de una historia difícil y contradictoria como acostumbra a serlo la vida real.
Lo que el día debe a la noche tendría interés en cualquier caso. Pero para empezar lo acrecienta por el hecho de estar excelentemente escrita. Desde las primeras páginas da gusto sumergirse en una lectura que envuelve y que crea situaciones que el lector ve con los ojos de su imaginación aunque estén a una distancia infinita.
Younes es un niño expulsado de un medio rural miserable, cuya vida naufraga en un suburbio de Orán donde reina la desesperación. Son los años treinta. Su vida y la de su familia, orgullosa y humillada al mismo tiempo, condenada al fracaso, retrata un mundo marginal y desahuciado. Pero un mundo que con el tiempo se llenará de rencor y también de energía para alimentar la incierta rebelión que terminará dando a luz a la independencia del país.
Porque la realidad es que no se trata de un espacio marginal sino mayoritario. Younes, por un azar, consigue salir de él para asentarse en el mundo oficial: el mundo visible de la colonia, de los extranjeros que se han abierto camino, de los comerciantes que consiguen vivir de su trabajo, de los naturales del país con una profesión o con un puesto de funcionario que los sitúa en un lugar comprensible, en un país viable, en un escenario con futuro.
El nuevo mundo de Younes, quien pasa a llamarse Jonás para acentuar mejor la ruptura entre una vida y la otra, es razonable y esperanzador. Es lo que se espera que sea el mundo. No ha sido regalado. Y ahí a los españoles nos toca un poco el orgullo de haber contribuido a crearlo. El trabajo hercúleo de los que emigraron, convirtió el desierto en vergeles. Alrededor de Río Salado plantaron enormes extensiones de viñas, crearon bodegas y levantaron una ciudad entera y próspera. En Orán eran conocidas sus fiestas religiosas para agradecer haber sobrevivido a la peste y haber podido seguir afincados en una ciudad donde progresaron. Para celebrar sus fiestas habían llevado nada menos que a Xavier Cugat. Y en su plaza de toros triunfaba Dominguín. Eso era también la Argelia de la época.
Pero era la Argelia de una minoría que no podía perpetuarse. A Younes/Jonás le toca en suerte nadar en un agua y en la otra. Ser feliz también en ambas. Pero, al fin, sufrir en su propia persona el desgarro de vivir en un mundo imposible y el dolor del parto que fue el nacimiento de la Argelia de hoy.
En Francia Lo que el día debe a la noche ha sido celebrada con premios y con un gran éxito editorial. Lo que cuenta forma también parte de su historia reciente. Y sin darnos probablemente cuenta nosotros, forma parte también de nuestra historia. Los españoles estuvimos cerca de Argelia y Argelia, aunque la evitemos con la mirada, sigue componiendo nuestro entorno más próximo. Yasmina Khadra nos lo cuenta a través de una historia de sentimientos apasionada y apasionante que cautivará al lector.
lunes, 16 de noviembre de 2009
Un recodo en el río
Un recodo en el río
V.S. Naipaul
Mondadori, 2009
321 pp.
Es, para muchos, la mejor novela de Naipaul. Pero es, sobre todo, África. Un África real e inaprensible, inquietante, hecha de incertidumbres, condenada a sus propios demonios y apasionante también....
V.S. Naipaul
Mondadori, 2009
321 pp.
Es, para muchos, la mejor novela de Naipaul. Pero es, sobre todo, África. Un África real e inaprensible, inquietante, hecha de incertidumbres, condenada a sus propios demonios y apasionante también.
Un solo personaje, sobre el telón de fondo de una familia del oriente africano, vertebra la historia y, sobre el universo tan reducido de una experiencia individual, Naipaul consigue construir un panorama donde el lector es capaz de vislumbrar la profunda complejidad que da vida al continente entero: a un mundo contradictorio y desgarrado por fuerzas poderosas y destructivas.
Naipaul conoce bien África y en su capacidad por describir situaciones y sentimientos aprovecha, sin duda, el hecho de haber vivido él mismo en su hogar el recuerdo de una situación colonial y la experiencia de una familia desplazada del medio de donde surgieron sus raíces.
Un recodo en el río habla de una derrota, pero no refleja al hombre resentido que caracteriza al perdedor. Salim, el protagonista, es originario de alguna ciudad de la costa del Índico. Y la primera sorpresa para el lector es que no es un africano. Su familia lleva siglos en África, pero el mundo de los africanos es el de tierra adentro y el de la familia de Salim se ve todavía ligado a oriente y está en decadencia, amenazado por ese resurgir de África que, en lugar de dispensar el orden y la convivencia, ha desatado las tensiones entre tribus y pueblos y extiende el caos sin remedio.
Salim no es un hombre derrotado. Pero está herido por un presente amenazador porque, en el horizonte, lo que se anuncia es desorden y violencia. La vida de comerciante, que ha sido la de su familia durante generaciones, basada en la palabra y en la confianza, se enfrenta a un mundo descompuesto que no comprende nada de lo que le está ocurriendo. Es difícil evitar un recuerdo a ese Corazón de las tinieblas sobrecogedor y denso, a pesar del tiempo transcurrido entre las escenas de un relato y otro.
Un África antigua perdura en los detalles. Los niños de las aldeas siguen doblando la rodilla ante los adultos en señal de respeto. Pero los secuestros y las muertes violentas desbordan las viejas tradiciones y se apropian de ellas en una extraña combinación que justifica toda clase de desvaríos.
Para Salim/Naipaul es lógica la senda de declive por la que discurre África. Y es inevitable el desasosiego que atormenta al protagonista. Nadie entiende nada, ni quiere entender. La situación es tan fluida que sobrevivir exige acumular riqueza hoy sin esperar a mañana. Exige matar, antes de que lo señalen a uno mismo como la próxima víctima. Y huir a la selva o a la ciudad porque la razón se ha desquiciado y lo mismo se basa en el cálculo que en viejas creencias mágicas. Los viejos espíritus se convierten en signos de afirmación africana y se alían con la cólera frente a la influencia diabólica de las ideas que vinieron de occidente.
La ignorancia es el motor de tanto desvarío y de la construcción del mundo artificial en el que viven los africanos. A cualquier lugar recóndito llegan pilas eléctricas fabricadas en el otro extremo del mundo. Pero los africanos, a diferencia del swahili Salim, no están interesados en saber de dónde vienen, ni cómo se fabrican, ni por qué funcionan. Su imaginario pasa de la selva a la actualidad más plana y, para casi todos, de la miseria en mitad de la naturaleza a la miseria más desarraigada aún en ciudades podridas donde la vida transcurre en medio de la degradación.
Los funcionarios son corruptos y los ejércitos peligrosos para los conciudadanos y para el propio gobierno que los maneja como perros de presa y que sabe que a la menor oportunidad abandonarán la disciplina para convertirse en bandas que aterrorizarán a quienes tengan a mano.
África, poderosa y llena de oportunidades, ofrece en la novela de Naipaul la desesperada imagen de una huérfana. Abandonada por Europa ha perdido el contacto con quien le dio una administración eficaz, un idioma con el que entenderse, los productos con los que se abastecía y no ha encontrado el camino para sustituirlos por sus propios medios y para crear otros, si no mejores, al menos iguales.
Extraordinaria, Un recodo en el río mantiene al lector pegado al libro del principio hasta el final. Se convierte en una lectura apasionante. Bucea en el mundo de los sentimientos y también en el de la realidad exterior. Y dibuja un África extrañamente vívida, que alcanza mucho más allá de la aventura por la que transitan los personajes que componen la historia. Es, sin duda, una lección sobre todo el continente, apoyada en la ficción, pero también sacada de una realidad que los no africanos conocemos mal o muy mal y a la que Naipaul nos acerca.
sábado, 7 de noviembre de 2009
Piel de perro
Piel de perro
Fatos Kongoli
Siruela, 2009
267 pp.
Es un libro con humor negro, cínico y entrañable porque gira alrededor de un personaje que es al mismo tiempo víctima del pasado socialista y lúcido ...
Fatos Kongoli
Siruela, 2009
267 pp.
El pasado de algunos países es tan denso que el presente sigue gravitando sobre él. Se parece a esos agujeros negros del universo que atraen la materia con tal intensidad que que la luz se desploma en ellos y nada posee la energía suficiente para abandonarlos. Ninguna realidad nueva surge desde su interior para hacerse visible fuera.
Termina Cien años de soledad diciendo que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. Y se diría que la soledad vivida en algunos países socialistas fue tan larga e intensa que quienes sobrevivieron a ella quedaron atrapados en sus redes y su mundo imaginario sujeto para siempre a su mandato.
Piel de perro es obra del escritor albanés Fatos Kongoli. Es un libro con humor negro, cínico y entrañable porque gira alrededor de un personaje que es al mismo tiempo víctima del pasado socialista y lúcido, resistente a lo que ese pasado representó.
Piel de perro es pura ficción. Es el relato personal de Kristo Tarapi, un sujeto desencajado en una nueva Albania de la que no se sabe casi nada, porque la sombra que proyecta el antiguo régimen sigue tiñendo de gris la realidad de hoy.
Kristo, un nombre inoportuno durante la era comunista, se añade a Tarapi, que enseguida se sabe que con un leve cambio fonético significa poco menos que imbécil, y ambos contribuyen a crear una personalidad tan poco solvente que el propio personaje interpreta su desmerecido papel en la vida como el de una piel de perro.
¿Un drama? Bueno, según se mire. Porque el autor lleva el hilo de la historia por la vía de un esperpento de bajo tono que hace sonreír por lo que tiene de absurdo. Las tragedias dependen de cómo cada cual las lleva y nuestro personaje, inhábil y torpe en muchos aspectos, maneja la que le toca representar conscientemente y resignado y la convierte en algo tan normal como es la vida cotidiana.
Un destello de erotismo levanta la sordidez heredada de la experiencia socialista y presta calor al corazón apagado de Tarapi. La vida en una casa inhóspita durante la niñez, la tristeza de una vida familiar sin vida, el trabajo deslucido como guionista en la industria del cine, la pérdida del trabajo y de la autoestima no son el mejor combustible para dinamizar la vida y mirar el entorno con confianza. Pero las mujeres, por supuesto en unas relaciones inconfesables, situadas entre lo imposible y lo clandestino, dan el punto de esperanza y de aliento que falta en el rosario de descalabros menores y mayores en que se ha convertido la existencia. La ilusión de hallar una salida del hoyo viene de la mano de una figura de mujer y de unas fantasías a las que, a pesar de todo, la realidad coloca en el lugar que les corresponde y certifica el destino tan poco bendecido por el éxito de este personaje entrañable y menor.
Un libro humano, una Albania desconocida y unas buenas horas de lectura acompañan a este descenso a la oscuridad donde, sin embargo, luce siempre el tenue resplandor de la vida.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Beber para contarla
Beber para contarla
VV.AA.
Recopilación de Peter Haining
Norma/La otra orilla, 2009
264 pp.
Peter Haining es el autor de esta antología y para ella ha elegido textos de Joyce, Becket, Synge, Flann O'Brian... En total doce autores y doce pequeños relatos...
VV.AA.
Recopilación de Peter Haining
Norma/La otra orilla, 2009
264 pp.
El tono de piel sonrosado, cuando no rojo, la jarra de cerveza, negra, casi siempre, y la animada jarana parecen ser la imagen de marca de los irlandeses. Así los ven a menudo los de fuera y así se ven ellos mismos si hay que hacer caso a Beber para contarla.
Sea el clima, poco amigable la mayor parte de año, o una jovialidad natural que adorna a los irlandeses, el hecho es que los pubs han sido tradicionalmente, y son todavía ahora, el escenario donde gravita la vida. Ahí tienen lugar los encuentros entre parroquianos convertidos en amigos y ahí es donde la conversación toma rienda suelta y se abre al cotilleo, al ingenio, a la discusión y a todo aquello que reúne el uso de la palabra y el trato con los demás.
El pub se convierte en el patio de vecinos que da juego a la vida irlandesa y por consiguiente se presta al sainete y al humor, con que los propios irlandeses comulgan. Una jarra de Guiness, un vaso de whiski -perdón de whiskey- y un animado círculo en un pub componen la escena que para algunos mejor retrata lo más sólido del sentir y el vivir en Irlanda.
Y así lo deben haber visto los mejores escritores irlandeses -y los ha habido muchos y muy reconocidos- cuando las escenas creadas alrededor de un pub o ligadas a una generosa dedicación a la bebida han ocupado en su obra un lugar relevante.
Beber para contarla destaca este hecho y da la oportunidad al lector de hacer una selecta excursión por la literatura irlandesa en pos de este rasgo de carácter con aroma a alcohol que lejos de un defecto se observa con benevolencia y ironía, porque se acostumbra a entender que parte de las raíces de las que ha surgido el país entero.
Peter Haining es el autor de esta antología y para ella ha elegido textos de Joyce, Becket, Synge, Flann O'Brian... En total doce autores y doce pequeños relatos escritos a veces como cuentos o piezas cortas, otras como novelas, de las que Haining extrae unos pasajes, otras como teatro. Se trata casi siempre de relatos con un deje costumbrista, que refleja historias muy variadas, algunas situadas en un escenario de época que bien podría estar a principios del siglo XX y otros mucho más actuales. Algunos más dramáticos y otros claramente desenfadados. Y todos fáciles de leer.
Haining ha elegido, escarbando en lo mejor de la literatura irlandesa, y acompaña a cada una de las piezas con una pequeña introducción que sitúa al autor, para mejor entendimiento del lector, y con él al texto para ofrecer algunas claves que ayudan, sin duda, a sacar todo el jugo a la lectura.
lunes, 26 de octubre de 2009
Cuentos californianos
Cuentos californianos
Bret Harte
Navona, 2009
106 pp.
El Oeste de Cuentos californianos es un Oeste real, aunque deliberadamente exagerado en el deseo de agudizar los caracteres de los personajes, de forzar las aristas de las situaciones y de introducir un fondo de ironía y de humor....
Bret Harte
Navona, 2009
106 pp.
Los Estados Unidos son, por tamaño, casi un continente. Y si además del espacio, le aplicamos la escala del tiempo, podemos pensar que son un mundo. De toda la literatura que se escribe sobre ellos son tantos los puntos de vista y los ángulos desde los que toman posición los autores que parece no haber límites a los enfoques y a las miradas.
Con Cuentos californianos le toca el turno a al Oeste: al Oeste que conocemos por las películas y que nos llega matizado por las exigencias del cine. El Oeste literario del libro que nos ocupa tiene mucho que ver con el de Hollywood. Y se diría que por lo que tiene de caricatura ha sido fuente de inspiración para muchos de los que, a través del celuloide, han querido acercarse al tema. Pero qué duda cabe de que el Oeste de las páginas de Cuentos californianos es un Oeste real, por la época en la que se escribe, aunque deliberadamente exagerado en el deseo de agudizar los caracteres de los personajes, de forzar las aristas de las situaciones y de introducir un fondo de ironía y de humor.
Bret Harte, el autor, fue un escritor de éxito. No de un éxito relativo. Sus historias –las historias que recoge Cuentos californianos- fueron auténticos best sellers y él se convirtió en escritor famoso, reconocido y bien pagado. Su secreto fue el de llevar a la América urbana, las historias lejanas, aunque muy recientes en el tiempo, que hablaban de un país en plena expansión, empeñado en conquistar nuevos territorios con uñas y dientes.
Su visión está llena de picardía y ahí estuvo la clave del éxito. Como todas, la sociedad americana era, desde muchos puntos de vista, rígida, moralista y puritana. Y al mismo tiempo se las arreglaba para construir un futuro sobre las bases totalmente opuestas de la tolerancia, el sentido práctico y el interés de cada cual. Los americanos de la época, rectos y temerosos de Dios, sabían que hay que tomar distancia y a la vez convivir con la realidad y que ese ten con ten se basa en hacer la vista gorda.
Bret Harte con su aproximación sincera, afectuosa, inteligente e irónica podía servir la realidad de las tierras de frontera no sólo de manera aceptable sino bien aceptada. Los personajes de sus historias son tipos duros, poco educados, ásperos y casi todos situados más allá de esa línea que bordea la legalidad de los hombres y la de Dios. Jugadores, mujeres de la vida o simplemente mujeres, mineros, jueces y autoridades… todos están marcados por una especie de ley de la selva que lo mismo sirve para despedazar al otro que para convivir en un mundo inestable y sin embargo cordial y a veces incluso bien intencionado.
Cinco cuentos, componen las historias del libro. Todos distintos y todos parecidos, de modo que el lector se familiariza pronto con los personajes. Bien escritos, de lectura fácil, con una trama ingeniosa son escenas de la vida que parecen congelar anécdotas y situaciones en torno a las que actúan un elenco de personajes que podrían intercambiarse de un cuento a otro.
Y aquí está probablemente la explicación de lo relativamente corta que acabó siendo la gloria del autor. Contemporáneo de Mark Twain, al que conoció y con el que colaboró, Bret Harte a pesar de su extraordinaria fama declinó como escritor y terminó, como hombre inteligente y culto que era, ejerciendo de diplomático. Sus personajes, llamativos por su carácter basto son sin embargo planos. Sus cuentos, llenos de gracia e ingeniosos, acabaron repitiéndose y perdieron con el tiempo el atractivo de la novedad y el favor del público. El brillo inicial de la caricatura que supo dibujar Harte no pudo prolongarse indefinidamente porque personajes y situaciones no alcanzaron a evolucionar para ganar en profundidad y adquirir la energía que les hubiera permitido mantenerse en vida.
Los cuentos que recoge Cuentos californianos pertenecen a los más afortunados del autor y son los que le dieron un éxito extraordinario. Su lectura todavía hoy resulta divertida y aproxima de manera muy informal a las raíces de estos Estados Unidos bipolares donde conviven lo más avanzado junto a la nostalgia del viejo Oeste sobre el que se fundó buena parte del país.
domingo, 18 de octubre de 2009
Pekín me deslumbró. Crónica hedonista y refinada de los los años treinta en la ciudad
Pekín me deslumbró
John Blofeld
Altair, 2008
325 pp.
John Blofeld tuvo la ocasión de convivir con los chinos en un momento en que estaba a punto de cambiar la historia del país de forma irreversible. Y en Pekín encontró a personajes del tipo más diverso...
John Blofeld
Altair, 2008
325 pp.
Muchos de los libros que han entrado en la categoría de clásicos en la literatura de viajes han sido escritos hace ya alguna década y hablan de experiencias inalcanzables para el viajero de hoy. El mundo ha cambiado tanto y tan deprisa que aquello que encontró el autor de cualquiera de estos libros y de lo que habla se desvaneció con el paso de los años y poco o casi nada permanece en la actualidad.
Pekín me deslumbró cae de lleno en esta reflexión y acerca de ella habla Miguel Portillo, traductor al español del libro y autor de un excelente prólogo que merece la pena leer con atención. Qué decir de los cambios que ha experimentado China y del vuelco que ha dado Pekín, hasta hace poco de casas bajas, humildes y de construcción precaria y hoy ciudad olímpica donde las excavadoras han allanado el suelo sobre el que se levantan los más llamativos rascacielos. Pero la realidad es que China, con cambios o sin ellos, encierra un mundo que vivió al margen de occidente hasta hace muy poco y que dio lugar costumbres, creencias, tradiciones tan distintas de las nuestras que vale la pena conocer. Para los chinos, los bárbaros fueron los occidentales y ellos mismos, cultos y refinados, siempre atentos a normas y formalidades elaboradísimas, una raza superior a cualquier otra.
John Blofeld tuvo la ocasión de convivir con los chinos en un momento en que estaba a punto de cambiar la historia del país de forma irreversible. Y en Pekín encontró a personajes del tipo más diverso con los que pudo conocer las particularidades de la vida cotidiana, de los pensamientos y de los sentimientos de gente muy diversa. Con la mirada atenta Blofeld cuenta su experiencia en Pekín sorprendente en cada una de las páginas y compone un relato que engancha al lector hasta el final.
Consciente de que este blog sigue siendo minoritario y de que es más que probable que los editores del libro no recalen en él en esta ocasión, voy a permitirme contravenir las reglas del copyright para copiar unos párrafos del prólogo de Miguel Portillo. Son la mejor introducción al libro y contienen ese gusanillo que despierta en el lector el deseo de leer. Seguro que tras ellos Pekín me deslumbró entrará en la lista de los libros que conviene no perderse y que todos llevamos en el bolsillo para cuando se presente la primera ocasión.
"Este libro es una larga carta de amor sobre la ciudad y una manera de estar en el mundo, la mítica Pekín de la década de 1930 y la cultura china que le da vida. John Blofeld (1913-1987) amó Pekín sobre todas las cosas y así nos lo cuenta.
¿Pero de dónde sale Blofeld y qué hace ahí tan joven (veintidós años)? Digamos que nace en Londres y que estudia Ciencias Naturales en la Universidad de Cambridge, carrera que no acaba porque tiene otros intereses más apremiantes: se hace budista. Hay que tener en cuenta que Blofeld y Alan Watts, otro famoso intérprete del pensamiento asiático, son coetáneos, los dos coinciden en charlas y meditaciones que tenían lugar en la Buddhist Society de Londres, un centro, valga la expresión, de “excéntricos” fundado en 1924 por Christmas Humprheys (1901-1983), un juez del Tribunal Supremo, para divulgar el conocimiento primero teosófico y después oriental. Así que decide partir hacia China en busca del saber que está más allá –o más acá, según se mire- de todo conocimiento, de un cambio caleidoscópico de su conciencia que le asiente en el mundo y en él mismo. Es, como si dijéramos un viajero con un 'destino interior', su meta está clara.
Tras dos años en el sur de China en los que entraría en contacto con lamas mongoles, tibetanos y maestros chan, llega a Pekín y pasa en la ciudad tres años -1934-1937- hasta que fue ocupada por los japoneses. Él la considera la época más feliz de su vida. Conocido autor de diversos libros sobre el pensamiento y filosofías orientales, avisa en el prólogo de esta obra a sus lectores habituales de lo inaudito, aparentemente, de su glosa de los placeres de todo tipo de los que disfrutó en la ciudad, afirmando que no se arrepiente de nada de ello y que no puede cambiar lo que fue en esta época (…)".
lunes, 12 de octubre de 2009
El libro de la Riviera
El libro de La Riviera
Erika y Klaus Mann
El Nadir, 2009
127 pp.
“La vida nocturna que ofrece Toulon se concentra en el Quartier Privé (el barrio de las putas…) que no es tan romántico y magnífico como el de Marsella, pero quizás posee un encanto más íntimo”...
Erika y Klaus Mann
El Nadir, 2009
127 pp.
''La vida nocturna que ofrece Toulon se concentra en el Quartier Privé (el barrio de las putas…) que no es tan romántico y magnífico como el de Marsella, pero quizás posee un encanto más íntimo''.
Klaus y Erika Mann son hijos de Tomás Mann, viven las mieles del mundo intelectual, disfrutan de la libertad de ideas que su medio les permite, son, en la época, ciudadanos de Europa, juegan a enfants terribles y se divierten con el humor a flor de piel que les permite una mirada joven, creativa y lúdica.
Para una colección llamada ‘Lo que no se lee en el Baedeker’ escriben El libro de La Riviera. Y la verdad es que el título de la colección no podía ser más adecuado a lo que ambos hermanos eran y deseaban escribir.
La Riviera es en el período de entreguerras -1931- un mito. La aristocracia acude a los grandes hoteles con toda clase de lujos y de sofisticaciones. La rica burguesía la sigue y presume de lo más moderno y exclusivo al lado del mar. Los ingleses y los alemanes acaudalados y los viajeros sedientos de sol sienten la llamada de la Costa Azul a la que dan un toque de sofisticación exótica. Los atistas descubren el milagro de la luz del Mediterráneo y se dejan llevar por los aires provincianos del Midi….
Todo encaja para que una pareja de mirada aguda, divertida e iconoclasta le dedique al lugar un poco de su atención y escriba sin remilgos lo que no es una guía, sino mitad guía, mitad caja de chismes y de consejos para mejor aprovechamiento de cualquier buen entendedor.
Si hubiera un manual de estilo para orientar a los escritores de guías de viajes seguramente diría que la información debe ser relevante, que debe ser objetiva, que debe evitar las apreciaciones demasiado personales, que es preciso ser prudente con las descalificiones redicales y que los barrios de putas encajan mal a la hora de las recomendaciones o de los comentarios sobre qué cosas son mejores en una ciudad o en otra.
Aquí los dos hermanos, que uno imagina jóvenes –están en torno a los veinticinco años cuando escriben el libro-, parece que se han puesto de acuerdo para bordear la legalidad y para pisar al menor descuido el terreno de lo inconveniente, con tanto aplomo como desparpajo. Y en un tono de gamberrada controlada, para transmitir la idea de que han conseguido que alguien los invite a recorrer La Riviera y a disfrutar de sus lujos espléndidos para hacer luego una lectura artístico-creativa del conjunto en forma de este libro que la sesuda Baedeker nunca se hubiera atrevido a publicar.
Al lector lo tratan con un respeto más que mediocre, poniendo en duda su capacidad económica para pagarse un hotel de los buenos y recomendándole lugares más modestos para los que sí alcance sul presupuesto. A los no muy avezados en la cultura culinaria de la Costa Azul, les aclaran que la bullabesa es esa ‘sopa picante en la que flota todo y si tiene suerte encontrará una langosta’. Sobre los barrios con más sabor de Marsella comentan con especial cariño alguna zona próxima al puerto aclarando, eso sí, que a una señora –una turista, se entiende- le cortaron las orejas para quitarle el bolso o las joyas.
Y para mantener la distancia respecto a las guías serias y dejar clara su independencia de criterio, evitan los habituales superlativos que tratan de convencer al lector que cada monumento o lugar son extraordinarios para dejar muchas de las apreciaciones en el confuso territorio de lo ‘mediano’ y de los calificativos que no se sabe muy bien si caen del lado del elogio o del ridículo: unos lugares bastante lindos…, unas vistas especialmente monas…, un bar de esos que llaman un sitio ameno…
No está claro, si es Klaus o si es Erica quién está escribiendo. Pero los dos, o uno de los dos, tienen un impagable gusto por lo teatral. Las escenas fingidas en el casino de Cannes o en la tienda de Hermés merecen por sí dolas la lectura del libro. Y el canto lleno de ironía al consumo de lujo que coquetea con el culto por la escasez, en ese escaparate que exhibe una solitaria bufanda con una única botellita de perfume, es un derroche de ingenio y de humor que no se olvidan fácilmente.
Por supuesto, la costa Azul, o la Riviera, de la que hablan Erika y Klaus Mann no es la misma de la que podríamos hablar hoy, después de transcurridos un montón de años. Pero la ‘guía’ de ambos aplicada a este momento resulta tan inconveniente como lo fue en su tiempo. Y la lectura del libro –de poco más de cien páginas- sigue siendo tan refrescante como pudo serlo entonces y sigue despertando admiración.
Quien disponga de un poco de tiempo para la lectura no debiera perderse este Libro de La Riviera, tanto si ha pensado en visitar el lugar como si no. A pesar de los dones con que la naturaleza ha dotado a este paraje privilegiado, nuestros autores han decidido no rendirse al culto a su belleza y resistirse a la devoción que suele ser la norma general. Y al hacerlo consiguen un libro que ofrece entretenimiento y diversión sobrados como para hacerse un hueco bajo el sol -ese sol tan celebrado de La Riviera- por méritos propios.
domingo, 4 de octubre de 2009
Mapa de los sonidos de Tokio
Mapa de los sonidos de Tokio
Isabel Coixet
Tusquets, 2009
119 pp..
En Mapa de los sonidos de Tokio, Coixet, escritora, muestra un Tokio fugaz y duro que llega al lector en forma de thriller y que se desarrolla sin concesiones a lo superfluo de manera magistral. ...
Isabel Coixet
Tusquets, 2009
119 pp.
Tokio. Y un libro. Es Isabel Coixet quien escribe y es un libro porque se compone de páginas de papel sobre las que está impreso el texto.
Pero al lector la sensación de la lectura le resulta nueva y le lleva necesariamente a la conclusión de que está viendo una película.
Mapa de los sonidos de Tokio yo diría que en lo esencial no es un libro. Lo que el lector tiene entre las manos es un relato visual extremadamente poderoso. No hay en él retórica alguna. Todo es preciso y cortante. Lo son las frases, las situaciones, el perfil de los personajes y sus palabras.
Siendo un relato visual, lo material cobra relieve y necesita hacerse explícito. Es lo que desvela el trasfondo de la acción. Se describen los movimientos, se indica la posición de los personajes en la escena. Hay que verbalizar el gesto. No es el sentimiento el que permite deducir ne aspecto de un semblante. La cara o el gesto son los que dibujan los sentimientos. Y son la textura del aire y el color los que construyen la atmósfera. Y, con ellos, el sonido.
Mapa de los sonidos de Tokio es un libro impresionante. Riguroso en la expresión. Minimalista en la forma, (sostenida por el incierto personaje de un narrador), desarrollada en tiempo presente y con frases incisivas y cortas.
La Coixet explica al final el por qué de su libro. Nace, dice, "de mi fascinación por la cultura japonesa contemporánea y por la atmósfera de las novelas de Haruki Murakami y de Banana Yoshimoto, por mi confesa adicción al wasabi y por la vibración casi material que emite la ciudad de Tokio durante la noche: una especie de expectación, misterio, sombra y dulzura que deja una huella imborrable".
Es una pequeña historia de la vida en Tokio lo que aparece en el libro, extraída -casi destilada- del guión de la película que la misma Isabel Coixet ha escrito y dirigido con el mismo título.
Rozando esa vida de Japón que a los occidentales nos parece opaca, apoyada en una trama que se construye sobre indicios, ordenada en una sucesión de escenas cuya levedad las convierte a veces en simples fotogramas, la narración cobra intensidad a medida que avanza y absorbe la atención del lector.
En Mapa de los sonidos de Tokio, Coixet, escritora, muestra un Tokio fugaz y duro que llega al lector en forma de thriller y que se desarrolla sin concesiones a lo superfluo de manera magistral.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Irán. Recetas y hábitos gastronómicos
Irán. Recetas y hábitos gastronómicos
Quico Alsina y Ana Briongos
Edición 2009 2009
55 pp.
Ana Briongos junto a Quico Alsina concentran su mirada en la cocina de Irán y así sacan a la luz los secretos de los platos que más celebran en el país...
Quico Alsina y Ana María Briongos
Edición 2009
55 pp.
Versión PDF
Ana Briongos continúa hablando de Irán, pero esta vez da un giro a su relato. Junto a Quico Alsina concentra su mirada en la cocina y los dos sacan a la luz los secretos de los platos que más celebran los iraníes.
No es un libro para extranjeros ávidos de la cocina exótica, porque no hace falta que lo sea. En realidad es la extensión de esa proximidad a la vida doméstica que Ana Briongos maneja con soltura cuando habla de Irán y que acompaña a las celebraciones, a la convivencia familiar, a la vida entre las mujeres y a las viejas tradiciones que sustentan el gusto por unos alimentos y por su preparación.
Más que de un libro, estamos hablando de un pequeño cuaderno que empieza, justamente, por explicar el entorno que rodea al rito de comer. Como no podía ser de otra manera, el libro comienza por la cultura, que es lo mismo que decir que empieza por explicar cómo los iraníes desarrollan el gozo por la comida. Y también se detiene en contar brevemente el papel que juegan, y las variedades que ofrecen, alimentos tan centrales en los hábitos y para la vida como son el pan, el arroz, el azúcar o las especias.
Las recetas vienen a continuación. Y en este caso son recetas de verdad, salidas del buen hacer de las abuelas, que han heredado las madres y que las hijas, de gafas modernas y pantalones provocativos debajo de la tímida bata que las adecenta, están a punto de olvidar. No hay nada en ellas de los ingredientes de las recetas que aparecen en internet después de pasar por el filtro de algún maestro de la cocina francesa. Nada de nata líquida para suavizar la textura, ni de cualquier otra concesión a la autoridad culinaria de ningún chef. El arroz es arroz y las especias las mismas que utilizaron desde antiguo en esta cocina mediterránea que llega hasta oriente con el aroma del clavo y el color del azafrán.
Berengenas, cebollas, espinacas, lentejas, naranjas son las protagonistas vegetales que acompañan al arroz y a la merluza, el pollo y el cordero con los que contribuye el reino animal. Algún toque exótico -los pistachos, el zereshk o el kashk - matiza o realza los sabores y nos hace pensar en una cocina familiar pero lejana al mismo tiempo.
Nada como guardar un ejemplar de Irán. Recetas y hábitos gastronómicos entre los libros de cocina y echar mano de él cuando tengamos el capricho de innovar. Pero los autores han puesto a disposición de los cocineros y de los curiosos de la gastronomía su libro en formato pdf para que puedan acudir a él en caso de urgencia. Basta con un click, para tenerlo en pantalla, pero si vale de algo mi opinión he de decir que la versión en papel posee un aroma propio y en materia de gatronomía los aromas son la esencia del paladar.
Web Ana Briongos
domingo, 20 de septiembre de 2009
A cien millas de Manhattan
A cien millas de Manhattan
Guillermo Fesser
Punto de lectura, 2009
495 pp.
Estados Unidos forma hasta tal punto parte de nuestra vida que hablar de lo que pasa en el país suena parecido a hablar de lo que nos pasa a nosotros. Pero de vez en cuando salta la sorpresa...
Guillermo Fesser
Punto de lectura, 2009
495 pp.
Estados Unidos forma hasta tal punto parte de nuestra vida que hablar de lo que pasa en el país suena parecido a hablar de lo que nos pasa a nosotros. Son tantas las escenas de películas, o de episodios que aparecen en revistas y periódicos que suceden en los EEUU que no puede uno evitar la sensación de tener información de sobra sobre el tema y que pocas novedades puede aportar un libro más para que la lectura no sea un ‘dejà vu’.
Pero de vez en cuando, salta la sorpresa y éste es el caso de A cien millas de Manhattan. Una sorpresa que tiene que ver con lo que el libro cuenta y que nace de quien lo cuenta: Guillermo Fesser.
Guillermo Fesser –lo cuenta muy bien en el prólogo- formó parte de Gomaespuma y durante años no paró de hablar, con humor, de todo lo que se le ponía por delante para mantener su exitoso programa de radio. Hasta que dijo: basta de hablar. Se propuso cerrar la boca y pasar al otro lado del flujo de la comunicación para escuchar. Cogió el portante y se marchó al norte de la ciudad de Nueva York a vivir un año y a ejercer de oyente de cuanto sucedía a su alrededor.
El resultado es, por supuesto, este A cien millas de Manhattan, inteligente, vivo, informado, sagaz y recomendable en todos los sentidos para quienes tengan el propósito de conocer algo mejor la vida cotidiana de los americanos, para quienes deseen tener unas cuantas de esas claves que no cuenta nunca nadie de un país por obvias y que con frecuencia pasan desapercibidas al forastero o simplemente para quien quiere tener un buen rato de entretenidísima lectura con un montón de historias y anécdotas todas interesantes, bien escritas y a menudo divertidas.
Guillermo Fesser es hábil en la escritura y rápido. Cuenta con facilidad y con fluidez sus experiencias. Y en esa simplicidad que impregna el relato ni siquiera se complica en organizar su narración por temas. Los capítulos del libro se llaman como los meses y en cada uno de ellos aparecen tanto los hitos más convencionales que marcan la vida del pueblo donde vive –las celebraciones, las fiestas, el paso de las estaciones- como las historias sorprendentes que aprende de personajes que por vecindad o por casualidad pegan la hebra con él y le cuentan sus vidas, sus trabajos o sus teorías.
No hay duda de que Fesser resulta tan buen comunicador cuando habla como cuando escucha. Sorprende lo bien que escucha, lo bien que entiende y –claro está- lo bien que cuenta luego todo aquello de lo que ha sido receptor.
Sin tratar de abarcar todo el libro y por picotear solamente el los primeros capítulos, la explicación que hace sobre las zapatillas de deporte y sobre la preparación de los atletas es soberbia y merece por si sola la lectura del libro. La lección de historia sobre la adquisición a Francia de la Luisiana por parte de los EEUU, con tratados de por medio que afectaban a España, es esclarecedora y un ejercicio ejemplar de síntesis. La explicación sobre esos escapes de vapor que en las películas expresan la decrepitud y el misterio de Nueva York la agradecemos todos los que nunca supimos a ciencia cierta de donde venían ni a dónde iban esas nubes que escapaban del asfalto. Y el interrogatorio a que es sometido por la camarera cualquier comensal al que se le ocurra pedir una hamburguesa sobre el punto de cocción, el tipo de pan, la salsa, la ensalada que acompaña la salsa, las patatas que se sirven con la ensalada y demás accesorios que componen al supuestamente inocente plato de hamburguesa, es un despliegue inteligente y magistral de humor.
Lo dicho. ¿Un libro divertido, ameno, descubridor de América incluso para quienes la tienen de sobras descubierta?: A cien millas de Manhattan. Entretenimiento asegurado, pero también conocimiento sobre un montón de asuntos, contados muchas veces –y para sorpresa de lector- con la precisión de un técnico y siempre con la soltura de un excelente escritor.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Verano griego. 4.000 años de Grecia cotidiana
Verano griego. 4.000 años de Grecia cotidiana
Jacques Lacarrière
Altair, 2009
376 pp.
Atenas no suele gustar a los viajeros que la visitan. Le faltan largas avenidas, espacios nobles, las perspectivas armónicas que caracterizan al urbanismo de las capitales europeas. Y le sobra desorden. Es ese desorden el que disgusta al viajero y por el que empieza, sin hacerlo explícito, Jacques Lacarrière en su Verano griego.
Jacques Lacarrière
Altair, 2009
376 pp.
Atenas no suele gustar a los viajeros que la visitan. Le faltan largas avenidas, espacios nobles, las perspectivas armónicas que caracterizan al urbanismo de las capitales europeas. Y le sobra desorden. Es ese desorden el que disgusta al viajero y por el que empieza –sin hacerlo explícito- Jacques Lacarrière en su Verano griego.
El desorden de Atenas que inquieta al visitante, la desorganización en el dibujo de las calles, la falta de unidad en la secuencia de las fachadas, el barullo que invade las aceras, la sensación de caos es en realidad la esencia de la ciudad y no es para ella un defecto. La realidad es que Atenas es una capital oriental.
Puede parecer discutible que Lacarrière empiece su libro por el monte Atos y podría pensarse que es una concesión al exotismo. Pero Verano griego resulta un libro mucho más sabio de lo que parece a primera vista.
Grecia es para Lacarrière un país oriental. Bajo la luz de la cultura clásica que inunda la mirada de los visitantes, se olvida que Grecia es hija también del mundo bizantino. Y el monte Atos es el lugar por el que seguir el hilo que nos lleva al ovillo de Bizancio.
Una buena parte del libro se dedica a este lugar, que es, sin duda, una excepción en la propia Grecia. Es un entorno cerrado, detenido en el tiempo y convertido en un gueto. Es un lugar tan pintoresco como irreal. Pero Lacarrière descubre en él la misma tierra mediterránea, los mismos árboles, la misma luz que en el resto de Grecia. Y sobre todo la raíz de la que surgen tantas cosas que explican el presente. El mundo de Atos es en sí mismo materia para un libro y Lacarrière lo desmenuza con detalle.
Verano griego es el libro de un viajero profundamente conocedor del país, de su historia y de su cultura, y el resultado de sucesivos viajes. Lacarrière acude por primera vez a Grecia cuando acaba de terminar la universidad, en autostop, con una mochila y a la aventura, enamorado de antemano del país. Y regresa en varias ocasiones, cada vez con ideas más formadas y cada vez con mejor conocimiento del griego, lo que le permitirá desenvolverse con soltura y tratar con la gente con la familiaridad de quien comparte la misma lengua. Así, su libro recoge tanto la sorpresa inicial de su primer encuentro con el país como sus impresiones más elaboradas que resultan de hablar con la gente y de haber dispuesto del tiempo para sedimentar sus ideas. Pero la base de todo cuanto cuenta el autor no está tanto en sus conocimientos como en sus sensaciones. El relato de Lacarrière recoge en primer término la huella que Grecia deja en un espíritu todavía virgen, atento al entorno, alerta a todo lo distinto y abierto a lo que ese mundo tan especial que es la Grecia que lo rodea puede enseñarle.
Escena a escena, encuentro a encuentro, lugar a lugar, Lacarrière va desgranando ese verano griego con el que titula su libro en pequeños episodios. Los que transcurren en el monte Atos por los que comienza el texto sorprenden porque abren al lector una ventana a un mundo oculto, muy singular y que forma los cimientos sobre los que se construye el carácter de Grecia.
Luego desfilan por el libro otras regiones de la Grecia continental, del Peloponeso, de esa Creta que el autor ve tan poco europea, de las islas menores… Y al tratar de todas ellas siempre son las reflexiones de Lacarrière las que están presentes y las que dan pie a destapar nuevos temas y a llegar más allá de lo que es puro viaje. Las reflexiones a veces nos llevan a un registro más intelectual y nos acercan a un Lacarrière más culto y académico conocedor de la mitología, de la lengua o del teatro clásico. Otras, se desarrollan en un tono más a flor de piel tras el encuentro con pescadores, campesinos, marineros o con las mujeres.
El tema de las mujeres aparece repetidamente en el marco de una reflexión tensa donde la cultura tradicional –sensata, luminosa, hospitalaria, cordial- ahoga la libertad de las esposas y de las hijas y deja su vida reducida a un espacio sometido, estrecho y sin perspectivas.
Y junto a ello aparecen diseminados a lo largo de libro muchos más asuntos referidos a las costumbres, a la vida cotidiana, a las relaciones y ritos que rigen la vida en los pueblos y en las familias, que dan una extensa visión de ese mundo griego compacto y periférico en relación a Europa.
El primer viaje de Lacarrière a Grecia se produce en 1950 recién terminada la Segunda Guerra Mundial que ha afectado gravemente al país. Otros viajes transcurren cuando Grecia sufre una dolorosa guerra civil o en la época de la dictadura de los Coroneles. Poco aparece en el libro de estas circunstancias políticas, que sin embargo condicionan la vida del país, porque el autor busca más en la esencia que en los avatares políticos, pasajeros por su propia naturaleza.
Cuando ha transcurrido largo tiempo después de estos momentos a los que se refiere el libro, cuando Grecia forma parte de la UE y se han producido cambios sustanciales en el país y en todos los órdenes de la vida surge necesariamente la pregunta de cuánto queda en la realidad de esa Grecia de hace años de la que hablan las páginas de Verano griego.
Supongo que la respuesta es mucho y también poco. Y que, al final, resulta indiferente una cosa o la otra. Grecia es hoy, sin duda, otro país. La construcción de los países no se hace a corto plazo. Y comprender Grecia hoy y saberla mirar e interpretar tanto a través de las grandes obras de la época clásica como de sus signos más triviales requiere dar ese paso atrás que Verano griego proporciona con la frescura de la experiencia directa y la lucidez de un conocedor profundo y enamorado del país.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Magallanes. El hombre y su gesta
Magallanes. El hombre y su gesta
Stefan Zweig
Debate, 2005
240 pp.
Lo confiesa Stefan Zweig en el prólogo: lo escribió por vergüenza. Sintió que apenas conocía de la vida de uno de los personajes "más extraordinarios en la historia de los descubrimientos geográficos".
Stefan Zweig
Debate, 2005
221 pp.
Publicado por Pablo Strubell
Lo confiesa Stefan Zweig en el prólogo de este libro: lo escribió por vergüenza. Sí, por vergüenza. Porque no le quedó más remedio, afirma. Sintió que apenas conocía de la vida de uno de los personajes “más extraordinarios en la historia de los descubrimientos geográficos”. Magallanes.
A raíz de un viaje a Sudamérica, empezó a investigar, a leer y juntar historias y, para ordenar sus ideas, dejó escrita una brillante biografía del navegante portugués, que encontró la manera de dar la vuelta al mundo navegando sin interrupción. No es ésta la primera biografía que Zweig que escribió. Antes vinieron las de Fouché, María Antonieta, Balzac, Erasmo entre otras. A todas ellas les une la facilidad que tiene el autor para hacernos entrar en el mundo del personaje y para contar las cosas de tal manera que consigue que nos sintamos allí, pegados a la escena.
Ésta biografía que ahora reseñamos sigue manteniendo el estilo y precisión del autor. Publicada por primera vez en 1938, nos llegó en su versión traducida al español por Random House Mondadori, dentro de su sello editorial Debate, en 2005. A Fernando de Magallanes y, especialmente, a la vuelta al mundo que protagonizó están dedicadas las 221 páginas de este libro. Desde su nacimiento a su lamentable fallecimiento en las Filipinas que él “descubrió”.
No es ésta una sesuda y densa biografía. Todo lo contrario. Aún siendo un libro riguroso, el mayor logro es, sin duda, la sencillez con la que el autor nos traza un retrato que va aún más allá de la propia vida de Magallanes: en apenas unos capítulos logra sintetizar la historia del descubrimiento, ambientarnos en esa época en la que el nuevo mundo empezaba a tomar forma. A lo largo de todo el libro va desgranando sutilmente la lucha comercial que se desarrollaba entre España y Portugal, la división del mundo hecha a raíz de dichas tensiones, las estrategias de unos y otros. Pero también nos habla con detalle del día a día de la gran expedición, de las condiciones de navegación en los barcos, de las intrigas, motines y sufrimientos que la tripulación pasó en un viaje que duró, para todos aquellos que consiguieron terminarlo, tres años. A través de Magallanes aprendemos de la historia, de la navegación y del comportamiento humano.
Leer este libro hoy resulta inquietante o, más bien, impactante. Acostumbrados como ya estamos al uso exhaustivo de la tecnología y la información en cada uno de nuestros viajes o desplazamientos, conocer los detalles de la odisea que supuso este viaje, el contexto y los medios con los que se realizó y lo que realmente significó en aquella época nos deja sin más opción que la admiración hacia una persona que partió a corroborar lo que para él no era más que una simple sospecha: la existencia de un paso que unía España con las Indias navegando hacia el Oeste. No es difícil imaginar la gesta: entonces, los mapas apenas habían esbozado la existencia de América. No se conocía la extensión real de ese continente, ni, sobre todo, cómo llegar a aquel mar que Núñez de Balboa divisó (y que Magallanes bautizó como Pacífico) y que no fue sino la constatación de que Colón no había llegado a las anheladas indias.
No se cierra el libro sintiendo especial simpatía por Magallanes, pero sí, en cambio, una profunda admiración. A lo largo de las páginas del libro sale a relucir un carácter poco amable, arisco, casi prepotente. Poco amigo de dar explicaciones ni de hacer partícipe al resto de su tripulación de sus decisiones, sí era, en cambio, un hombre osado, con una determinación férrea y capacidad de sacrificio altísimo. Fueron, sin duda estas cualidades, unidas a su excelente conocimiento de la orientación y la navegación lo que permitió culminar el logro a quienes le sobrevivieron. Llegar a Las Molucas, cargar las bodegas de los barcos supervivientes y regresar a la Península Ibérica siguiendo rumbo oeste fue responsabilidad de Elcano, quien se llevó la fama y riquezas de tan prodigiosa gesta. 265 hombres partieron a la aventura y la mayoría de ellos murieron en el trayecto. Un trayecto de sufrimiento y hambre. De dolor. De enfermedades. Y de gloria para los 18 tripulantes de la única nave que consiguió regresar para contarlo: la nao Victoria.
En suma, este libro es una excelente aproximación a la figura de Magallanes, de lectura amena, sencilla, didáctica. No se necesitan especiales conocimientos de historia o un interés profundo en ese momento de la historia: Zweig consigue enganchar al lector desde la primera página, y lo embarca inexorablemente en uno de los viajes que más han representado para el conocimiento geográfico de nuestro mundo. Con él se demostraba que había un paso al Sur de eso que se vino a llamar América. Se demostraba que a través de la vía recién descubierta se podía llegar al océano Índico navegando siempre hacia el oeste. Se demostraba al fin, prácticamente, que la tierra era redonda (fue la primer prueba fehaciente de este hecho). Y se constató que la tierra giraba sobre sí misma, cuando al circunvalarla ininterrumpidamente en el mismo sentido, los expedicionarios comprobaron que habían 'perdido' un día en relación a lo que marcaba el calendario. Ahí es nada.