Orhan Pamuk
Mondadori, 2013
654 pp.
Muy pocas son las ciudades que pueden aspirar al selecto club de las que reciben el nombre de ‘eternas’. Estambul es una de ellas. Las culturas griega, romana y musulmana, la capitalidad del imperio de Oriente y del Otomano, su condición de puente entre Europa y Asia, su asentamiento a las puertas del Bósforo hacen de ella una ciudad única, cargada de historia y de secretos también. Estambul es inagotable.
Pamuk escribió su primera novela situando la escena en la ciudad, en un Estambul todavía otomano al principio del siglo XX. Luego seguirían otras novelas, pero esta quedó sin publicar en español. Ahora se publica y esta es la razón de que se hable de ella.
¿Es la mejor novela del celebrado Nobel turco? Sin duda no. Pero no por ello es menos interesante. Estambul, poco antes de la primera Guerra Mundial que certificaría la muerte del 'enfermo de Europa', es una ciudad viva y atravesada por toda clase de contradicciones. Pamuk habla con toda seguridad de un mundo del que ha oído noticias a través de sus abuelos y de los más mayores de su familia. Habla de un mundo que en el momento de escribir ha cambiado ya pero cuyos ecos no se han extinguido todavía.
La historia -la de la ciudad y la del imperio- se abren camino a través de la trama que muestra cómo es la sociedad y cómo era el mundo en aquel momento. Cevet, joven, salido de una familia de lo más modesto, va a casarse con la hija de un bajá. Es un comerciante ambicioso y de éxito. Ha levantado su tienda de la nada. Y es una excepción, porque los comerciantes -no los tenderos de tres al cuarto, sino los comerciantes, los que pueden mirar a Europa y sobre los que se va a construir una ciudad moderna- son judíos, armenios y rumíes pero no musulmanes. Esa sola noticia introduce ya al lector en el ambiente de un mundo distinto.
El hermano es militar. Es un funcionario que vive dentro de los entresijos de ese estado atrasado e ineficaz a cuya cabeza, inabordable y sordo, está el Sultán. Es militar pero desafecto, crítico con el atraso del país e imbuido de las ideas renovadoras de sus colegas revolucionarios a las que se ha aficionado cuando ha vivido en París.
Cada personaje aporta su propio bagaje, ilustrativo de una época y de una sociedad con una identidad tan fuerte como la de Estambul. Pamuk va colocando paso a paso las piezas de un mosaico que cobran relieve y ganan en complejidad y en significado a medida que el relato avanza. Desde el ambiente de los comerciantes, la novela escala hasta la alta política y, desde el bazar, a las relaciones internacionales cuando se perciben las primeras sombras que anuncian la Gran Guerra.
Estambul resulta inagotable y siempre interesante. En ella se refleja un universo entero compuesto de innumerables luces. Y son estas luces las que aprovecha Pamuk para narrar una historia que no conocíamos y que nos ofrece ahora un buen rato de grata lectura.
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