Henry James
Sexto piso, 2010
695 pp.
El título no puede ser más explícito. Hablamos de Nueva York. Pero de un Nueva York en segunda o en tercera derivada. Es decir, de un Nueva York esencial, próximo a las raíces que lo animan, que desvela el ámbito profundo de su carácter y el de sus gentes. Lejano, pero real todavía.
Henry James conoció Nueva York de pequeño, una ciudad que nada tenía que ver con la que unos años más tarde creció de forma espectacular para saturar con sus calles y edificios la isla de Manhattan, hasta entonces pueblerina y ‘natural’. Los años centrales del siglo XIX fueron de frenético desarrollo para la ciudad, que cambió de aspecto y de población a medida que los emigrantes llegaban a su puerto de manera continua y aglomerada, animados por una actividad y por una creación de riqueza desbordantes.
Pero James no nos habla directamente de ello. Sus personajes son neoyorkinos de verdad, habitantes de la ciudad y no notarios. Y en consecuencia desarrollan sus vidas con la naturalidad de lo cotidiano, en medio y a pesar de tanto movimiento como se produce a su alrededor.
James es sobre todo un creador de tramas. Inventa historias en cuyo interior se desenvuelven los personajes, arropados por una sociedad que los anima y los justifica. Es un observador de comportamientos que dibujan relaciones, caracteres, formas de vivir y de ocupar un espacio entre otros personajes. Y ahí es donde asoma este Nueva York que da título al libro. Son los particulares neoyorkinos que pueblan los relatos de James quienes reflejan esa ciudad en la que viven. Una ciudad 'antigua' porque los habitantes viven de tradiciones y de fórmulas sociales generadas por el tiempo, pero inédita también porque todo es nuevo y está en la conciencia de muchos que la ciudad crece desaforadamente y que la 'colonización' de las tierras baldías del norte con más calles y edificios es imparable.
Aunque todo ocurre en Nueva York, sólo algunos indicios permiten visualizar la ciudad. En algún momento aparecen en el texto imágenes de guardias vestidos de blanco y con sombrero de paja, de los ómnibus que recorren las calles, del cerco de madera que protege el centro de Washington Square, de las casas color chocolate que hoy llamamos ‘brownstones’... Pero poco más nos conduce a lo concreto, porque este NY que da título al libro no está hecho de accidentes sino de esencias.
Nueva York de Henry James se presenta como una antología. Es una meditada selección de relatos con historias diversas. Relatos vinculados todos ellos y de distintas maneras a la ciudad, de longitud desigual y algunos editados por primera vez en castellano. Ofrece una mirada cargada de sentimiento al Nueva York de ayer y ofrece también la ocasión de aproximarse a la obra de uno de los mejores novelistas norteamericanos. Es literatura y nostalgia. Dicen los críticos que es un ajuste de cuentas entre el autor y la ciudad. Es, desde luego, una buena ocasión para entretenerse en el alma de una capital, de vida intensa, que no ha parado de reinventarse desde que nació.
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