domingo, 30 de enero de 2011

Nueva York


Nueva York
Henry James
Sexto piso, 2010
695 pp.

El título no puede ser más explícito. Hablamos de Nueva York. Pero de un Nueva York en segunda o en tercera derivada. Es decir, de un Nueva York esencial, próximo a las raíces que lo animan...


Henry James
Sexto piso, 2010
695 pp.





El título no puede ser más explícito. Hablamos de Nueva York. Pero de un Nueva York en segunda o en tercera derivada. Es decir, de un Nueva York esencial, próximo a las raíces que lo animan, que desvela el ámbito profundo de su carácter y el de sus gentes. Lejano, pero real todavía.

Henry James conoció Nueva York de pequeño, una ciudad que nada tenía que ver con la que unos años más tarde creció de forma espectacular para saturar con sus calles y edificios la isla de Manhattan, hasta entonces pueblerina y ‘natural’. Los años centrales del siglo XIX fueron de frenético desarrollo para la ciudad, que cambió de aspecto y de población a medida que los emigrantes llegaban a su puerto de manera continua y aglomerada, animados por una actividad y por una creación de riqueza desbordantes.

Pero James no nos habla directamente de ello. Sus personajes son neoyorkinos de verdad, habitantes de la ciudad y no notarios. Y en consecuencia desarrollan sus vidas con la naturalidad de lo cotidiano, en medio y a pesar de tanto movimiento como se produce a su alrededor.

James es sobre todo un creador de tramas. Inventa historias en cuyo interior se desenvuelven los personajes, arropados por una sociedad que los anima y los justifica. Es un observador de comportamientos que dibujan relaciones, caracteres, formas de vivir y de ocupar un espacio entre otros personajes. Y ahí es donde asoma este Nueva York que da título al libro. Son los particulares neoyorkinos que pueblan los relatos de James quienes reflejan esa ciudad en la que viven. Una ciudad 'antigua' porque los habitantes viven de tradiciones y de fórmulas sociales generadas por el tiempo, pero inédita también porque todo es nuevo y está en la conciencia de muchos que la ciudad crece desaforadamente y que la 'colonización' de las tierras baldías del norte con más calles y edificios es imparable.

Aunque todo ocurre en Nueva York, sólo algunos indicios permiten visualizar la ciudad. En algún momento aparecen en el texto imágenes de guardias vestidos de blanco y con sombrero de paja, de los ómnibus que recorren las calles, del cerco de madera que protege el centro de Washington Square, de las casas color chocolate que hoy llamamos ‘brownstones’... Pero poco más nos conduce a lo concreto, porque este NY que da título al libro no está hecho de accidentes sino de esencias.

Nueva York de Henry James se presenta como una antología. Es una meditada selección de relatos con historias diversas. Relatos vinculados todos ellos y de distintas maneras a la ciudad, de longitud desigual y algunos editados por primera vez en castellano. Ofrece una mirada cargada de sentimiento al Nueva York de ayer y ofrece también la ocasión de aproximarse a la obra de uno de los mejores novelistas norteamericanos. Es literatura y nostalgia. Dicen los críticos que es un ajuste de cuentas entre el autor y la ciudad. Es, desde luego, una buena ocasión para entretenerse en el alma de una capital, de vida intensa, que no ha parado de reinventarse desde que nació.

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viernes, 21 de enero de 2011

Ilustrado


Ilustrado
Miguel Syjuco
Tusquets, 2010
382 pp.

Miguel Syjuco, el autor del libro, se muestra en ésta, su primera novela, como una revelación de las letras filipinas. Porque lo cierto es que Syjuco es un personaje tan brillante como difícil de clasificar y que su novela, moderna donde las haya, obtuvo dos galardones de primerísimo nivel...

Miguel Syjuco
Tusquets, 2010
382 pp.





Miguel Syjuco, el autor del libro, se muestra en ésta, su primera novela, como una revelación de las letras filipinas, o quizás mejor de las letras en lengua inglesa y de raíces filipinas. Porque lo cierto es que Syjuco es un personaje tan brillante como difícil de clasificar y que su novela, moderna donde las haya, obtuvo dos galardones de primerísimo nivel: el Man Asian Literary Prize y el Palanca Award, el más importante premio literario de Filipinas.

No me ando por las ramas hablando del autor. De familia de emigrados a Canadá –emigrados políticamente ilustres- estudia en Manila, pasa por la universidad de Columbia en Nueva York, por la de Adelaida en Australia, reside en Montreal… Es un hombre de todas partes, pero filipino. Y en medio de esta mezcla de lugares y países que parecen desdibujar su personalidad, se convierte, él mismo, en personaje de su propia novela, porque el protagonista se llama también Miguel Syjuco, estudia en Nueva York y despliega en la ficción un conjunto de características que lo asemejan al personaje real.

La novela de la que hablamos es Ilustrado y es un reflejo, distorsionado por una trama de fantasía, de la realidad de unas Filipinas donde los intelectuales tienen mal encaje, han emigrado al mundo sajón y se enfrentan en su vida diaria a una sociedad contradictoria, desordenada y caótica.

Miguel Syjuco, el autor, y, por un efecto de cascada, el protagonista de la novela, ejerce de enfant terrible. Y lo transmite en su narración, desarrollando frentes diversos, que parecen crear un coro a distintas voces, tratando de hacerse hueco cada una de ellas entre las otras y generando una especie de griterío que sostiene discursos diversos pero relacionados. Griterío que no nace sólo de la diversidad de voces, sino, y sobre todo, de una especie de incontinencia verbal que acumula ideas, pensamientos, asuntos y situaciones que se van amontonando y crean una atmósfera de desorden hiperactivo que define la marcha de la ficción.

El protagonista es, sin duda un disparatado. Disparatado dentro de un orden, porque es un personaje de familia bien, educado, joven promesa y bohemio. Bohemio porque su vocación de escritor pasa por ajustarse al cliché del inconformismo y de cierta marginalidad. Y también "ilustrado", porque es un vivo ejemplo de esa plétora de burgueses filipinos que fueron a educarse a España, a Francia y ahora a América, para regresar al país de origen con la formación y las ideas aprendidas en los lugares donde se cuece la cultura y se adquieren las herramientas del poder.

La trama es, lo mismo que el protagonista, disparatada. Trata de un escritor de éxito, pero provocador e incómodo, que deja Manila y se instala en Nueva York con la amenaza de escribir un libro que denunciará la corrupción de políticos y de las grandes familias y pondrá patas arriba a la sociedad filipina. La muerte de este personaje peligroso pone en marcha las pesquisas de nuestro Miguel Syjuco, que intuye una mano criminal y decide buscar el manuscrito del libro que el muerto llevaba entre manos y descubrir los intríngulis del asesinato.

Filipinas, la Filipinas de hoy y también la del pasado, transita por el libro como transita el paisaje por la ventanilla del tren a medida que éste sigue su camino. Es la Filipinas de los expatriados, de gentes de la cultura, de personajes singulares. La Filipinas que se deja ver a través de un protagonista que procede de la mejor sociedad, que vive su propio país con distancia, pero que no puede separarse de él, al que regresa y al que se aferra.

Ilustrado forma parte de los raros libros de la literatura filipina contemporánea que alcanzan las librerías españolas. Y, en este caso, que viene precedido de un éxito singular y de las mejores críticas. Para el Washington Post la novela "desenfrenadamente entretenida, (…) logra un tono muy personal, gran sofisticación literaria y un humor satírico". Quien se sienta tentado por estas palabras sabe que en Ilustrado encontrará un buen rato de lectura y el reflejo de unas Filipinas que sólo llega a los lectores en lengua española con cuenta gotas y muy de tarde en tarde.

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viernes, 14 de enero de 2011

Mayombe


Mayombe
Pepetela
El Aleph Editores, 2010
313 pp.

La guerra domina esta novela, y la política. Pero una guerra y una política que nada tienen que ver con la obsesión del recuerdo que afecta a la literatura que nace en los Balcanes o en Oriente Próximo. En Mayombe es un escenario distinto el que se abre y un tono distinto también, esperanzado, reflexivo...



Pepetela
El Aleph Editores, 2010
313 pp.







De nuevo es la guerra la que domina esta novela, y la política. Pero una guerra y una política que nada tienen que ver con la obsesión del recuerdo que afecta a la literatura que nace en los Balcanes, en Oriente Próximo o en Chile donde no hubo guerra abierta pero sí la profunda herida de una durísima represión militar.

En Mayombe es un escenario distinto el que se abre y un tono distinto también, esperanzado, reflexivo, liberador… Porque la guerra que sostiene el relato es la de la lucha por la independencia de Angola y por el nacimiento, a partir de esta vieja colonia portuguesa, de una nueva nación.

Y es la guerrilla la que envuelve la trama de la novela y la que se abre al lector, que seguramente no habrá tenido muchas ocasiones de conocer sus interioridades. Choca la precisión con que el autor retrata a esta especie de familia que compone un grupo de combate instalado en la selva. Y llama la atención también el juego que este pelotón de guerrilleros da a la hora de ir descubriendo temas que afectan a la política, a los hombres, a la guerra y en definitiva al país.

La guerrilla sostiene la trama y está todo el tiempo presente, pero no es el ambiente cuartelario el que domina la atmósfera. Casi al contrario. El protagonista, Si Miedo, es un intelectual maduro y alejado de todo fanatismo. Es el jefe militar del comando, riguroso y al mismo tiempo comprensivo y sabio. Un jefe de operaciones, un comisario político, un maestro forman con el comandante la élite del grupo guerrillero y los personajes cuyos puntos de vista y cuyas sensibilidades permiten explorar un mundo de sentimientos, de prejuicios y de fidelidades en los que se refleja el futuro de esta Angola que lucha por su liberación.

Por supuesto se trata de una guerrilla de corte marxista y de raíz netamente africana. Y se trata, en el discurso que aflora a través de cada personaje, de un llamativo retrato de la forma de enfrentarse a la acción y al pensamiento, marcada siempre por la fidelidad a la ortodoxia política. Puro marxismo que suena a agua pasada desde la realidad de hoy.

¿Estamos ante un panfleto? Ni de lejos. Hay que avisar que este discurso ortodoxo, que parece hoy casi teatral, en ningún momento va a empachar al lector. La novela es profunda pero resulta ligera, incluso con temas tan duros como los que trata. Y el autor es hábil a la hora de domesticar el discurso político de los personajes y la tensión militar que podrían lastrar el relato hasta hacerlo naufragar.

Pepetela –pseudónimo de Artur Pestana-, el autor, escribió la novela estando él mismo en la guerrilla. La escribió en medio de este paisaje africano de matorral, bosque y montaña donde transcurre la ficción, al borde de la frontera con el Congo. La escribe siendo responsable militar e importante cargo político del Movimiento para la Liberación de Angola. Y con ella -con la novela- consolida una carrera que cosecha los más importantes premios de la literatura en lengua portuguesa. Mayombe hace honor a estos reconocimientos porque es una novela magnífica. Resulta un relato excelente, con tensión desde la primera a la última página, y una ocasión singular para el lector de asomarse a una Angola poco conocida y que es hoy lo que en la novela no es más que un proyecto lleno de esperanzas y de incertidumbre.

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viernes, 7 de enero de 2011

El botones de Kabul


El botones de Kabul
David Jiménez
La esfera de los libros, 2010
278 pp.

Dos personajes forman los hilos con los que se teje esta novela que transcurre en el Afganistán de la época de los talibanes, hace muy pocos años. Uno es un botones de hotel. El otro un extranjero...


David Jiménez
La esfera de los libros, 2010
278 pp.







Dos personajes forman los hilos con los que se teje esta novela que transcurre en el Afganistán de la época de los talibanes, hace muy pocos años. Uno es un botones de hotel. El otro un extranjero, de mentalidad práctica, que asume el papel de mercenario de los negocios para una ‘haliburton’ cualquiera, dispuesto a dar un pelotazo vendiendo lo que sea que los talibanes quieran comprar. Nada que reprocharse, porque al fin y al cabo se trata de comercio y de estrechar relaciones entre el régimen islámico y América.

La novela discurre en un terreno de ansiedad, porque la vida en Afganistán es dura. Lo es el clima y lo es el país sometido a una dictadura cruel. Ni siquiera nuestro vendedor, acostumbrado a faenar en plazas poco cómodas, casi siempre a la sombra de duros conflictos, lleva bien la pesadumbre excesiva que impone el régimen de los clérigos. Todo es abrupto y todo acaba por contaminarse en la realidad de un país a cuyo rigor no escapan ni los extranjeros que van a hacer su trabajo sin más preocupación que terminar cuanto antes y volver a las comodidades de la vida en occidente.

David Jiménez, el autor, conoce bien el tema. Es periodista, ha sido corresponsal en Asia y ha cubierto las guerras que durante años se han cebado con las regiones más conflictivas de continente. Afganistán ha estado en su campo de acción y ha buscado en la novela el modo de sacar a la luz la realidad cotidiana y la vida de la gente.

No hay poesía en el texto, ni recompensa por la vieja cultura del país o por la solidez de sus tradiciones, recias, antiguas y admirables. Kabul, no está para florituras porque lo que aparece a primera vista es la desolación. Es la vida cotidiana hecha ruinas, y soportada por personas que se esfuerzan por seguir viviendo en medio del desorden, en un entorno miserable. El extranjero, un norteamericano joven, empuja el desarrollo de la novela con las escenas que va abriendo su actividad comercial y con su mirada de turista como llegado de Marte a una tierra en la que es difícil entender casi todo.

El botones es el contrapunto indígena que el autor desdobla como para dar más oportunidades al país a expresarse y al lector a enterarse de lo que se cuece en él. Primero este botones es un hombre mayor que ha conocido épocas de esplendor en el mejor hotel de la ciudad. Luego es su hijo quien hereda el puesto y deja espacio a una voz joven para cubrir así una diferencia generacional, igualmente sometida y desgarrada.

Con todo su dramatismo, El botones de Kabul es una suerte de novela de aventuras que en cualquier momento podríamos ver en el cine. El guión tiene los aderezos de un relato de intriga, que deja en el lector esa inquietud melancólica de los paisajes sobre los que planea la desgracia. Desasosiego, remordimientos, ambición, amistad son los sentimientos contradictorios que van orientando la acción que aproxima a personajes tan dispares como el vendedor y el botones. Y son las lentes a través de las cuales el lector se asoma a ese Afanistán inhóspito y peligroso.

No es habitual encontrar a un autor español en un tema de ficción que nos parece lejano y más propio de escritores de países con más tradición en asuntos relacionados con el Oriente Medio. David Jiménez que publicó con éxito Hijos del monzón se ha atrevido a ello y ha conseguido una novela que se lee casi de un tirón. Intriga, por un lado, y también un conocimiento sobre Afganistán desde un ángulo poco corriente es lo que encontrará el lector en este libro, además de un buen rato de entretenimiento.

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