lunes, 24 de febrero de 2014

Historia de Rusia

Historia de Rusia

Paul Bushkovitch
Akal, 2013
507 pp.

La lectura de Historia de Rusia no puede ser más interesante y cualquiera que desee visitar el país o simplemente conocerlo algo mejor encontrará en ella a un excelente aliado...



Paul Bushkovitch
Akal, 2013
507 pp.





No se pierdan esta Historia de Rusia, tanto si piensan viajar a Rusia como si no. Los países de Mediterráneo y más los del extremo occidental de Europa hemos visto siempre a Rusia como algo extraño, situado en una esquina del mundo. Resulta curioso que nuestra mirada a Asia transcurre antes por Turquía, por el Oriente Próximo, por la Ruta de la Seda y por el sur del mar Caspio que por ese enorme corredor natural que recorrieron las grandes invasiones de los mongoles y sus parientes, que conecta de lleno con Europa y que sitúa en un lugar estratégico ese territorio que hoy llamamos Rusia.

Los fenicios, los griegos, los romanos, y los árabes están más cerca de nosotros que los lejanos rusos de quienes tenemos conocimientos muy confusos y muy mediatizados por la singular trayectoria que emprendieron en a lo largo del siglo XX y que los convirtió en un mundo excepcional tanto cuando su enorme territorio se convirtió en la URSS como cuando al final del siglo y del experimento emprendió el complejo camino de desmontar el régimen comunista para convertirse en un país ‘normal’.

¿Qué es Rusia además de una potencia emergente de la que se hablará en el futuro tanto como como se habla de China ahora en cuanto se desperece y recupere el lugar que le corresponde?

Paul Bushkovitch, catedrático en la Universidad de Yale cuenta la historia de Rusia desde el principio, o casi. Empieza en el siglo X cuando el país no existe como tal y es la suma de diversos principados más o menos agrupados bajo la tutela de otro príncipe mejor colocado que los demás en la escala de poder y que permite hablar de una cierta unidad política. ¿Apasionante? Pues aunque parezca mentira sí.

Apasionante por la habilidad del autor para contar la construcción de un imperio de manera clara y de conjugar la enorme diversidad de elementos que explican ese complicado proceso. Un proceso que se desarrolla en el interior de esa semilla que empezó llamándose Rus pero que se movió empujado por todo lo que sucedía a lo largo de sus fronteras. Los mongoles, los mismos que se establecerían en Irán o en India, gobernaron Rusia. Más tarde, los polacos, los lituanos y los ucranianos crearon una potencia que marcó los lìmites de la expansión de Rusia hacia occidente, lo mismo que hicieron los cruzados alemanes cuando regresaron de sus aventuras por el Mediterráneo y por el norte se propusieron intervenir en Rusia para cristianizarla.

La construcción de Europa se mueve en paralelo con la de Rusia que, atenta a los riesgos de su frontera asiática, amenazada por los búlgaros –sí, por los búlgaros del Volga- y los tártaros, está en conflicto también con los pueblos turcos y tiene que afrontar en su flanco occidental el empuje de Suecia en el norte, además de Inglaterra, de Francia y de Austria, según el momento, y de esos reinos incómodos que son Polonia o Prusia.

Nada es fácil para Rusia y por ello mismo lo que cuenta Paul Bushkovitch se hace cada vez más interesante. Rusia bascula entre sus rasgos originales y los de una Europa que se mueve a gran velocidad. Debe conjugar el carácter particular de su nobleza, de la iglesia ortodoxa, de una administración mal adaptada a la enormidad de su territorio, del ejercicio del poder sobre población cada vez más diversa y más extensa y al mismo tiempo debe apostar por la modernidad que viene de las ideas de la ilustración primero y luego de las del liberalismo, la industrialización y la intelectualidad que desborda Europa.

Y no queda todo ahí, porque, en medio de las dificultades, en los siglos XVIII y XIX, personajes como Catalina I, Pedro el Grande, Catalina II, Alejandro I… llevan a Rusia el nivel de gran potencia capaz de vencer a Napoleón. Paul Bushkovitch, no quiere sin embargo quedarse en el pasado, quiere llegar hasta hoy o casi hasta hoy. Y por ello entra también en el período en el que se cuece el fermento revolucionario que acabará con los zares en 1917 y sigue analizando los distintos momentos que marcaron la evolución del régimen comunista, los primeros años de la URSS, la segunda Guerra Mundial, la guerra fría, las disensiones, las relaciones con occidente, la sociedad y la cultura soviéticas… hasta el fin de la URSS.

Preguntaba al principio si podía ser apasionante el tema. La respuesta no tiene duda. Lo es y es además extremadamente oportuno, porque la apertura de Rusia hacia occidente y la de occidente hacia Rusia pone a este enorme país en el mapa de nuestros vecinos de Europa. Rusia deja de estar en un territorio de exclusión. La lectura de Historia de Rusia no puede ser más interesante y cualquiera que desee visitar el país o simplemente conocerlo algo mejor encontrará en ella a un excelente aliado.

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lunes, 10 de febrero de 2014

Alma roja, sangre azul. Así me conquistó Corea del Norte

Alma roja, sangre azul. Así me conquistó Corea del Norte

Alejandro Cao de Benós
Editorial Base, 2013
190 pp.

Hoy Corea del Norte es quizás el lugar más cerrado y exótico del mundo. En Alma roja, sangre azul Alejandro Cao de Benós cuenta por qué y cómo se enamoró del país...



Alejandro Cao de Benós
Editorial Base, 2013
190 pp.






Cuando digo que hemos hablado en ocasiones de Corea del Norte lo hago consciente de que lo hemos hecho de una manera muy particular. Nos hemos referido más a la situación política y a ese sistema en apariencia insostenible que es el único régimen comunista a la vieja usanza, que a las montañas, los valles, los pueblos y las gentes que acostumbra a ser el tema que corresponde a la literatura de viajes.

Hemos hablado de libros y todos ellos han sido críticos sin compasión con la deriva del país y con ese extraño sistema lleno de secretos y de amenazas. Hoy Corea del Norte es quizás el lugar más exótico del mundo, pero no porque sus gentes vistan los viejos trajes regionales y en sus mercados o en las calles de algunos pueblos se conserve el mismo ambiente que hubo muchos siglos atrás. Hoy el exotismo exagerado procede de algo construido en los últimos cincuenta años y que no tiene parangón en ningún otro país.

Lo que se desprende de los libros que nos llegan y que dan noticias de Corea del Norte es que el país es una especie de parque temático nacido de un delirio y regido por la más férrea de las dictaduras.

Pero hagamos un esfuerzo para cambiar de punto de vista. Para no dejarnos llevar por prejuicios ni por una actitud crítica en una sola dirección. Bajemos nuestras defensas y con los ojos limpios acerquémonos a la realidad. Después de todo lo que sabemos y tras haber perdido la confianza incluso en los nuestros, no nos dé apuro reconocer las cosas tal como son. Como se dijo hace tiempo de Rusia, y como nos cuenta el libro del que hablamos, no les demos la espalda a los hechos y convenzámonos, nosotros también, de que Corea es buena. La del norte, me refiero.

Para hacer este giro radical, que los que estudiaron ciencias dirían de 180 grados y a mi me parece que al menos es de tres o cuatro veces más, hay que escuchar a Alejandro Cao de Benós, el personaje que hizo la andadura desde la Tarragona de su infancia hasta Corea del Norte de la que se ha convertido en portavoz y sobre todo de la que se ha enamorado.

Es importante situar al autor, porque cualquier disparate puede encontrar a un chalado que lo sostenga. Pero el caso de Alejandro Cao no es el de un chalado, ni parece que Corea del Norte sea un país al que se pueda tomar el pelo aunque se descuelgue uno escribiendo un libro. Nuestro autor tiene un lugar en el escalafón de las autoridades coreanas, tiene un puesto reconocido en su ejército y entra y sale del país como si fuera su casa para promover su imagen internacional. ¿Sorprendente? Sin duda. Y por ello tiene interés lo que explica.

¿Se han enamorado ustedes alguna vez?¿Han sentido o alguien les ha contado lo que es un flechazo? Pues bueno, lo de Alejandro Cao es una historia de amor sustentada en una capacidad de iniciativa absolutamente extraordinaria y en un afán sin límites de justicia y de hacer realidad los ideales socialistas.

Empieza Alejandro siendo un joven extraordinariamente precoz, un joven radical si por ello entendemos alguien que va a la raíz de las cosas y que es ahí donde pone su corazón. ¿Se deja ganar por la propaganda de los pérfidos coreanos? Qué va. Su mundo es un mundo de afectos. Quien lo gana es un diplomático medio camuflado que lo recibe como a un hijo y que es paciente y dedicado con él. Un hombre que le muestra que existe una sociedad solidaria, compasiva, trabajadora, rigurosa y empeñada en no perder sus valores cueste lo que cueste. Con el que aprende –y tendrá ocasión de comprobarlo- que la condición para ascender en la cadena de mando es ser a cada escalón más benevolente, porque quien manda lo que debe, sobre todo, es ser un padre. Que le abre la puerta a una sociedad modesta, pero igualitaria, alejada de la intoxicación del consumo, feliz y trabajadora y sufriente también por el coste que soporta bajo la inhumana agresión imperialista.

Alejandro Cao se explica con sencillez y sinceridad al mismo tiempo. Y se explica en un lenguaje que a los españoles nos parecerá absolutamente normal. Es de los nuestros. ¿Vendido al oro de Pyongyang? Ni por asomo. Por dejar las cosas claras, ni siquiera cobra.  Enamorado, repito. Y consciente él mismo de que es el afecto el que decanta la vida de las personas. El que le hace sentir a los coreanos del norte sus hermanos y al Gran Líder también su padre. Y el que explica que un país entero salga a la calle desconsolado cuando se queda huérfano.

Creo que he cumplido con mi intención de no ser crítico y creo que el mayor valor del libro es que ofrece la ocasión escuchar una voz que viene del otro lado, con tono amable y próximo. Tras la lectura cada cual hará su propio juicio. Me da la impresión que no van a ser muchos los lectores que se lancen a los brazos de la amada Corea. Y sin embargo sí creo que la mayoría verá en el país matices que no había visto antes y quizás entenderá un poco mejor algo que, como la demostración de la conjetura de Fermat, está sólo al alcance de unos pocos.

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