Mariangela Paone
Libros del K.O., 2014
159 pp.
Tras las primeras páginas, el lector no puede evitar la sensación de haberse equivocado de libro. Al menos de libro para un blog de literatura de viajes. Un prólogo sobre la crisis en la que entró Grecia y un análisis no exhaustivo, pero riguroso del tema, llevan a pensar que ese será el tono y el enfoque que ocupará las páginas del libro y que su contenido va a ser más propio de un análisis económico y político que de un relato que nos hable de Grecia y nos aproxime a cómo es hoy el país y cómo vive su gente.
El prólogo, es de Joaquín Estefanía y, dado el cambio que se ha producido en el país heleno, lo que busca es poner en contexto lo ocurrido y anotar no sólo las causas y los resultados inevitables que se derivaron de ellas, sino también las consecuencias para la población inevitables en muchos aspectos y evitables en otros.
Viajar a Grecia es de algún modo viajar a un país enfermo. El comisario Jaritos, el entrañable policía de las novelas de Markaris, ha mostrado a los lectores desde la ficción, la profundidad de estos cambios. Lo de Grecia no estaba previsto en Europa. La Unión Europea era un proyecto de futuro. Era, al fin, tomar asiento en un tren que iba a llevar a todos por igual por el camino del progreso. Era hacer causa común con Europa y ser aceptado en un proyecto compartido.
Pero los colegas de Jaritos ya no son de esta opinión. Saben que no podrán pagar el máster a sus hijos cuando terminen la universidad. Saben que les bajarán el sueldo de manera drástica. Y saben que incluso su trabajo se verá afectado por los recortes, por lo difícil que se ha vuelto el día a día y por el nacimiento de una nueva delincuencia que es el signo de los tiempos.
Las cuatro estaciones de Atenas sin acudir a la ficción pero fijándose también en la vida de las personas viene a contar lo mismo. Por supuesto, la lente por la que mira la autora es otra. Lo que cuenta es pura realidad, como si se tratara de un reportaje, pero el país es el mismo y el relato que nos hace Mariangela Paone sigue siendo un modo de conectar con esa Grecia real que es la de la calle. Una Grecia que parece no tener nada que ver con el relato de la Grecia clásica con la que sueña el turista o con el paraíso mediterráneo de atmósfera luminosa y de mar azul y transparente que la propaganda -y la realidad también- atribuyen a las virtudes esenciales del país heleno.
La calle de Atenas es el mejor escaparate de un cambio de tendencia que ha quebrado la euforia de los griegos que vieron en sus juegos olímpicos la prueba de que estaban en el camino del progreso. Ahora los jóvenes viven de contratos basura y sin perspectivas de salir del bache. Los mayores que perdieron su empleo gastan en el día a día sus ahorros porque las pensiones de miseria que les quedan no son suficiente ni para llevar la vida más humilde. Y todos explican y se explican cuál es la situación y los porqués que la alimentan cuando Maiangela Paone los aborda y les pregunta.
Gente normal, gente que ha trabajado toda la vida o jóvenes que esperaban hacerlo cuentan cómo es el universo que hoy los envuelve. Como lo cuentan también profesionales que se enfrentan a su trabajo en condiciones penosas para ellos y para quienes dependen de ellos. Los médicos con jornadas laborales cada vez más largas y con medios cada vez más escasos son víctimas de la crisis tanto como los enfermos que acuden a ellos en busca de alivio.
Y en ese universo maltrecho prosperan interpretaciones de todos los colores y recetas que aspiran a poner orden y a recuperar lo perdido, incluida la dignidad. ¿La violencia? Por qué no, cuando no queda otra salida. El reproche a la Europa rica se hace inevitable y se extiende por la sociedad con fuerza cuando resulta que entre todos, Alemania a la cabeza, contemplaron la catástrofe y participaron en su 'construcción' mientras dio beneficios y luego cargaron sin piedad los costes en el pueblo llano. Y la búsqueda de una causa inmediata y visible, como son los inmigrantes que han dejado a los griegos sin trabajo y acaparan los servicios sociales, cobra carta de naturaleza y genera un discurso xenófobo al que se apunta cada vez más gente convencida de que sin extranjeros Grecia recuperaría la salud perdida.
Cuatro estaciones, primavera, verano, otoño e invierno, reflejan cuatro viajes efectuados a lo largo de un año para pulsar el ambiente de Atenas en cuatro momentos distintos. En cada uno de ellos, Mariangela Paone va al encuentro de sus informantes, gente distinta, con puntos de vista variados y en situación diversa frente a lo que ella denomina la Gran Depresión. Y como si dispusiera también el decorado necesario para cada escena, se refiere además al entorno político europeo, a las exigencias de la famosa troika y a los partidos nacionales que trapichean en la situación buscando sus propios intereses o tratando de salir del embrollo.
Seguramente hoy entender Grecia pasa menos por conocer la mitología clásica o las mejores islas que por conectar con la calle. Las cuatro estaciones de Atenas buscan esto último. Y lo consiguen en un libro corto, claro y de lectura tan ilustrativa como entretenida. Leer más…