Goran Vojnović
Libros del Asteroide, 2017
365 pp.
Con humor, y con un tono que bordea todo el tiempo el absurdo, Goran Vojnović nos lleva a Yugoslavia. Nos lleva a una Yugoslavia que ya no existe si se busca en el catálogo de estados hoy reconocidos, pero que sigue en la conciencia, o al menos en el recuerdo, de quienes la conocieron.
Como ha ocurrido en tantos países que vivieron duros y dramáticos momentos de sombra, la literatura de los Balcanes no se ha desprendido de lo que fue la época socialista ni de lo que supuso la guerra que incendió la región a su término. Pero la novedad del libro del que hablamos es la frescura y el desenfado con que mira al pasado y el contradictorio lastre que este pasado supone para el presente.
El absurdo es el modo más conveniente de situarse en una realidad que, vista con mirada sensata, parece de comedia y, sentida con el corazón, está del lado de la tragedia. Y es también el recurso más eficaz del que el autor dispone cuando elige a un personaje como protagonista del relato y como única voz que el lector escucha para hilvanar una ristra de acontecimientos que unen presente y pasado.
Nuestro personaje descubre que su padre, militar, fallecido en circunstancias confusas durante la cruenta guerra que desangró al país, vive oculto, como criminal de guerra que fue, para huir de la justicia. Oculto pero protegido por una oscura trama en un entorno que todavía considera héroes a los condenados por las matanzas y miserables a los jueces y a las instituciones extranjeras que les parece no tienen más interés que el de aplastar a quienes defendieron los más altos valores del espíritu de su nación.
Croacia, Eslovenia, Serbia, Bosnia... siguen siendo el reflejo de lo que fueron tiempo atrás. Y ese tiempo pasado resulta ahora incomprensible e inapropiado por igual. ¿Cómo puede nuestro hombre digerir con seriedad y con cordura su pasado de hijo de un general desaparecido en combate, modesto en el vivir, como era modesto y sacrificado todo lo que lo rodeaba, con el descubrimiento a estas alturas de su resurrección en clave clandestina e inconfesable? ¿Cómo puede juzgar el presente con un pasado tan engañoso y cómo puede manejarse hoy sin el desvarío a que le lleva la experiencia y la desconfianza sobre cuál es la parte de la realidad en la que situarse?
Esta vez nos asomamos a los Balcanes sin sentir el peso abrumador del drama que ha vivido porque el autor decidió elegir la botella medio llena y ha querido prescindir de reproches y de dolor en su novela. No es que los oculte, se diría que le deja al lector la tarea de descubrirlos y de administrarlos a su medida. Y le deja también acercarse a un presente donde las heridas existen a pesar de todo y conforman una realidad nueva que con todos los matices no es la misma que la del pasado.
La Yugoslavia de hoy, esa que ya no existe, pero que todos reconocemos cuando se habla de ella, regresa a través de la 'aventura' personal del protagonista de la novela para mostrarnos otro ángulo de la realidad en un racimo de países vinculados por una historia con raíces mucho más lejanas de las que nacieron en la época del mariscal Tito. Alrededor de la trama que recuerda la infancia del personaje principal de la novela, el presente y todos los fantasmas acumulados a lo largo del tiempo, vemos desde la ventanilla del relato en el que fingimos viajar los paisajes de unas Croacia, Eslovenia, Serbia, Bosnia... de nuevo diseño, que han cambiado, que se separaron, que desconfían unas de otras cuando no se desprecian, pero que continúan unidas por lazos de familia que el tiempo no ha conseguido borrar como viejas hermanas.
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