Bill Bryson
RBA, 2010
317 pp.
En clave de humor, que convierte la lectura en un fresco pasatiempo, está escrito En las antípodas. Se trata de un libro de viajes –de un viaje por Australia- y se trata de un autor experto en el género.
Pero, a pesar de esta condición de experto, no hay aquí nada del estilo serio que se supone debe acompañar a quien escribe para contar a los demás lo qe ve. Ajustarse a la realidad no supone, al menos para Bryson, ahorrar la sonrisa y de vez en cuando la carcajada.
Bryson viaja a Australia con el propósito de recorrerla de cabo a rabo y también con la intención de dejarse sorprender por este país que enseguida descubre que es completamente insólito. Seguramente la sorpresa sería menor si Australia fuera un lugar, además de exótico, de cultura completamente ajena a la que conocemos como ‘occidental’. Pero justamente lo que no encaja en la lógica de nuestro autor es que estemos en un país de identidad claramente anglosajona y sin embargo tan poco previsible en tantas cosas, tan poco adaptado a sus habitantes y tan distinto a lo que los visitantes pueden esperar… si comparten el espíritu del autor.
A Bryson el primer choque que lo descoloca es que después de viajar a las antípodas -que es donde se encuentra Australia- se dé uno de bruces con gente educada y amable, de aspecto saludable y culto. “Nuestros instintos culturales nos dicen que cuando se viaja tan lejos, se debería encontrar, por lo menos, gente a camello…”. Y no. Se encuentra uno con Sidney o con Canberra, que son ciudades espléndidas con jardines y edificios modernos, limpias y ricas.
Y se encuentra –y esto es lo que le gusta a Bryson- con que a partir de este momento todo puede leerse desde una divertida óptica dominada por el absurdo. Porque Australia, próspera y juvenil, encierra peligros sin cuento, inconvenientes e infortunios que convierten el viaje en una parodia.
El mar está poblado por las especies más venenosas –animales y vegetales- que pueda imaginarse y que supuestamente ponen en riesgo la vida del autor cada vez que pone un pie más allá de la orilla. Los desiertos son un hervidero de serpientes grandes y pequeñas pero mortales todas ellas o peor. Los caminos trazados sobre una tierra de hostilidad insuperable son trampas en las que han dejado la piel quienes en el pasado se aventuraron por ellos y que amenazan aún la vida de quienes los recorren, especialmente si es la del autor.
Pero no es sólo la geografía, el clima, la flora y la fauna. En esta presentación del país francamente inconveniente, incluso la historia , al menos a los ojos de Bryson, es un auténtico disparate y el presente también.
Quienes colonizaron el continente no acertaron ni una. Se equivocaron de costa cuando quisieron descubrirlo, informaron del clima con desacierto absoluto, instalaron los primeros asentamientos en lugares tan poco propicios que no podían ni siquiera mantener a los cuatro gatos que habían desembarcado con la intención de quedarse. Y el presente no parece haber superado la torpeza que acompañó al desarrollo del país entero desde el principio. Incluso los grandes hitos como la Opera House de Sidney o el inmenso puente que cruza su bahía descubren, a poco que se rasque, imprevisiones, errores y contratiempos que harían sonrojar –o mejor, que hicieron sonrojar- a cualquier persona sensata en cualquier país ‘normal’.
¿Es todo negativo en el relato de Bryson? Por supuesto que no. La realidad es que todo es positivo. El relato desprende afecto y admiración por el país y por sus gentes. Y entre bromas y piruetas jocosas cuenta de la forma más amena la experiencia de un viaje muy particular a lo largo y a lo ancho del continente.
Quien quiera conocer Australia a través de una mirada alegre y heterodoxa podrá hacerlo subido a las páginas de En las antípodas en un recorrido por los más diversos rincones, lleno de anécdotas y de ocurrencias inesperadas. Cualquier lector con curiosidad por esa enorme isla-continente debiera apuntarse desde el sillón de su casa a este insólito viaje.
lunes, 27 de septiembre de 2010
En las antípodas
lunes, 20 de septiembre de 2010
Magallanes. El hombre y su gesta
Magallanes. El hombre y su gesta
Stefan Zweig
Editorial Juventud, 2010
272 pp.
Una biografía en buena medida psicológica para rastrear cómo fue posible una aventura que cambió el mundo, en el momento en que el conocimiento de la tierra estaba lleno de lagunas...
Stefan Zweig
Editorial Juventud, 2010
272 pp.
Zweig no es un historiador. De haberlo sido, hubiera investigado en archivos y en documentos del momento en busca de datos e informaciones concretas que dieran noticia exhaustiva de la época y del personaje del que habla. Hubiera ido a los hechos y a su expresión más objetiva.
Pero Zweig resulta que es un novelista. Se debe a la literatura y su afición a Magallanes no nace de una vocación por la historia sino de las horas sin ocupación vividas durante una travesía en barco hacia América. Fue a lo largo de ellas que nació la curiosidad por lo que su personaje debió sentir en el transcurso de otra travesía, de dimensión histórica en su caso, como fue la primera vuelta al mundo en barco efectuada en el siglo XVI.
Un historiador se remite a los hechos. ¿Y Zweig? También, aunque los hechos a los que presta atención son de otra índole y no por ello menos reales. A Zweig le interesa la persona y cuanto la rodea a la hora de explicar la extraordinaria hazaña que fue capaz de emprender. Se trata de una biografía en buena medida psicológica para rastrear cómo fue posible una aventura que cambió el mundo en un momento en que el conocimiento del planeta estaba lleno de lagunas y en que la pretensión de circunvalar la tierra era una tarea poco menos que de gigantes.
Zweig se entretiene en su relato porque lo que quiere es generar sensaciones en el lector. En lugar de información –que por supuesto utiliza y conoce bien- traslada a las páginas de su biografía sentimientos y experiencias, momentos y consideraciones íntimas para recrear el mundo de Magallanes, los retos a los que se debió enfrentar y la tensión que acompaña a las incertidumbres y certezas que envuelven sus decisiones.
Y esa morosidad en el relato que Zweig administra para destacar las dificultades de la tarea de Magallanes va calando y termina por dar tono a un retrato que dibuja un personaje curiosamente poco atractivo. El Magallanes de Zweig no admite la imagen brillante de quien está bendecido por el don de una personalidad arrolladora o de unas gestas que despiertan de inmediato admiración.
Nada de eso es el Magallanes que nos muestra Zweig. El genial marino es un hombre oscuro, poco amigo de sobresalir y poco favorecido por la suerte. Su juventud transcurre en una sombra inexplicable en alguien dotado de la capacidad y arrojo que mostraría en su expedición alrededor de la tierra. Y por ahí, por el resquicio de esa llamativa contradicción, es por donde rastrea nuestro autor en torno a la vida de su personaje. Destaca la discreción de un Magallanes, siempre prudente, poco comunicativo, inhábil en las relaciones con los poderosos y con sus iguales, pero dotado de una paciencia sin límites y de una enorme energía siempre sujeta por la virtud de saber esperar.
En esa labor de recreación del personaje basada tanto en los documentos históricos como en la interpretación de su comportamiento, Zweig desvela a un hombre calculador y firme, constante, experto navegangte, con voluntad de hierro y tan recto y honrado como mal dotado para entenderse con los otros.
Dos son los tiempos en que divide Zweig el libro que escribe sobre Magallanes. El primero de presentación del personaje y de sus andanzas durante la época que dedica a la acumulación de experiencia al servicio de Portugal como navegante y como soldado en la ruta hacia Oriente. Se trata del prólogo de su gran epopeya y por consiguiente de la construcción del escenario en que va a desenvolverse. El segundo tiempo está dedicado a la expedición que duraría meses y meses, llena de penalidades y contratiempos, al servicio del emperador Carlos V y que pasaría a la historia como un paso decisivo para la humanidad entera.
Zweig nos acerca al personaje. Y pone todo su talento en descubrirnos la grandeza de su hazaña, su singularidad y la fuerza del hombre que supo impulsarla. Con Magallanes se marca un antes y un después en el dominio del hombre sobre la tierra. Por primera vez en la historia de la humanidad un grupo de hombres viajan rumbo al oeste y consiguen regresar al punto de partida descubriendo el camino para rodear el planeta. El círculo se cierra y el mar desvela posibilidades inéditas para la navegación.
Magallanes de Zweig nos hace espectadores de esta aventura. Sin duda, los aficionados a la literatura de viajes sentirán a través de ella la emoción de una gesta que culminó el objetivo que anima a cualquier viajero y que no es otra cosa más que conocer de primera mano el mundo en que vivimos.
lunes, 13 de septiembre de 2010
Irán por dentro. La otra historia
Irán por dentro. La otra historia
Alfred G. Kavanagh
Olañeta/Indica Books, 2010
805 pp.
No se lo pierdan si están interesados en Irán, a pesar de las más de 800 páginas que componen el libro y que pueden disuadir a un lector dubitativo. La cubierta pone ya de relieve que no es texto cualquiera...
Alfred G. Kavanagh
Olañeta/Indica Books, 2010
805 pp.
No se lo pierdan si están interesados en Irán, a pesar de las más de 800 páginas que componen el libro y que pueden disuadir a un lector dubitativo. La cubierta pone ya de relieve que no es texto cualquiera. Está cuidada como acostumbra a cuidar sus libros Olañeta, con un gusto y un toque de exquisitez que avisan sobre la calidad, también del contenido.
Irán por dentro es una pequeña enciclopedia. Pretende hacer un repaso en profundidad del país para comprenderlo desde sus raíces. Pero a pesar de un objetivo tan ambicioso y de la coletilla que acompaña al título ‘Guía cultural de la Persia antigua al Irán moderno’ no es ni mucho menos una pesadez sino todo lo contrario.
La erudición del autor, su expresión precisa y su buena escritura allanan el camino y mantienen el interés del lector a lo largo de tantas páginas. Y posiblemente lo mantiene también una constante no declarada que consiste en ir descubriendo rasgos del Irán de hoy en indicios del pasado que no quedan en simples acontecimientos, incidentes o particularidades sino que aparecen como semillas que germinarán a lo largo del tiempo y que forman parte de la realidad actual.
El prólogo del libro es una declaración de intenciones que busca también la complicidad del lector. Alfred G. Kavanagh, el autor, que a pesar de este nombre escribe en español con una fluidez prodigiosa, insiste en que hay una continuidad entre las distintas culturas y por ello un interés natural recíproco. El suyo, dice, es "un libro escrito desde la fascinación y el convencimiento de que no hay culturas ajenas a nosotros sino lejanas hasta que se produce la seducción, el acercamiento, la búsqueda y un redescubrimiento del otro".
Y para esta búsqueda nos habla de un repertorio de temas casi abrumador. Pero variado y flexible. Lo mismo que hizo Cortázar con su célebre La Rayuela, Kavanagh propone "permitir que el lector pueda elegir entre múltiples recorridos, diseñando los capítulos como las calles de un bazar que, en algún punto, se cruzan con otras, lo que nos permite descubrir itinerarios insospechados."
Y es cierto que el libro se articula como la suma de varios libros y cada libro como un compedio de temas que tienen unidad en si mismos y que pueden leerse –o evitarse- según el interés de cada cual. Irán por dentro empieza por la historia. Más de cien páginas se dedican a ella, pero la historia de Irán es tan extensa y resulta tan jugosa que difícilmente podía haberse resumido más sin perder de vista aspectos fundamentales. Las distintas civilizaciones, imperios y dinastías desfilan a lo largo del relato y nos acercan a realidades que forman parte también de nuestras propias raíces.
Las religiones –zoroastro, los maniqueos, el Islam- siguen a la historia y también el sufismo y la jusrisprudencia y la literatura y siempre poniendo de relieve esos rasgos tan distintivos que han hecho de Irán una especie de isla dotada de estas singularidades que conforman su fuerte personalidad.
El aspecto espiritual es abordado con atención. Lo es a través de la poesía, como expresión de lo más profundo del pensamiento, que tan intensamente ha marcado a la cultura iraní y que tan viva sigue en el presente. Lo es también a través de la corriente sufi en la que se ha expresado la devoción de tantos místicos iraníes y a través de la fuerza de las derivas heterodoxas que han dado músculo a la posición de Irán frente a su entorno.
Y se abordan también los pilares más sólidos de la cultura: la música, la arquitectura, la literatura, el arte con meticulosidad, para llegar por extensión a los elementos básicos de esa otra cultura que es la popular, que rige la vida cotidiana y que da a la sociedad iraní tantas particularidades.
Con una mirada al Irán de hoy, a sus instituciones y a las grandes polémicas que suscita termina este libro intenso y extenso, inteligente y profundo. Trata de dar una visión global y por ello toca tantos y tantos temas que se añaden como capas de pintura unas a otras para hacer un retrato complejo y rico en matices y texturas.
Quien quiera profundizar en uno de los países más apasionantes, como es Irán, tiene ahora, con la lectura de Irán por dentro, la mejor oportunidad para hacerlo.
martes, 7 de septiembre de 2010
Diario de Oaxaca
Diario de Oaxaca
Oliver Sacks
RBA, 2010
159 pp.
Sacks nos sorprende con su "Diario de Oaxaca" que no es otra cosa que un divertimento donde vuelve a poner de relieve su soltura a la hora de narrar y su buen hacer de escritor...
Oliver Sacks
RBA, 2010
159 pp.
No es precisamente una combinación habitual la de la novela y la neurología. Y sin embargo Oliver Sacks es célebre por ello. Con El hombre que confundió a su mujer con un sobrero llegó al gran público y se acreditó no sólo como un escritor de éxito sino como un gran escritor.
Su perfil es el de un hombre con curiosidad por todo, con pasión y con capacidad para entrar en territorios de lo más diversos llevado por el gusto intelectual de conocerlos y de disfrutar de ellos.
Ahora nos sorprende con su Diario de Oaxaca que no es otra cosa que un divertimento donde vuelve a poner de relieve su soltura a la hora de narrar y su buen hacer de escritor.
El Diario de Oaxaca cuenta la excursión del autor a la histórica ciudad mexicana en compañía de otros miembros de una sociedad de aficionados a los helechos. El objetivo es recolectar –con el debido respeto a la naturaleza-, conocer y ver sobre el terreno las casi infinitas variedades de este tipo de plantas que se desarrollan en el lugar.
El asunto es, cuando menos, particular. Por un lado, pone de relieve ese gusto por lo insólito que suele acompañar a los genios y, por otro, ofrece al lector la oportunidad de entrar en uno de esos mundos -el de los helechos- reservados a los especialistas y centrados en algo tan especial que llama por sí mismo la atención y sorprende por la cantidad de registros y por la fascinación y el entusiasmo que son capaces de suscitar.
El diario no es un texto penosamente trabajado y pulido. Es el resultado de una escritura casi improvisada. Cuaderno en mano y sobre la marcha, Sacks escribe sobre lo que ve y sobre todo lo que piensa. Y es esa expresión acerca de lo que piensa donde el lector conoce al autor y se familiariza con su llamativa personalidad.
¿Pero no se trataba de un viaje a Oaxaca? Si, pero es más bien un viaje de Sacks, rodeado de lo que llamaríamos ‘freaks’ de los helechos para trotar y encaramarse por sendas y a árboles, piedras y riscos en busca de una felicidad en forma de planta en algún lugar más o menos próximo a Oaxaca.
Estamos –y es prueba del ramalazo de sabio despistado que nos ofrece Sacks de sí mismo- ante la peor trangresión que puede hacerse a las normas más elementales que rigen la literatura de viajes. Estamos ante el relato de un viaje en grupo. Y para más deshonra de un grupo de la tercera edad. Pues bien, Oliver Sacks está encantado con él. Y lo está porque los compañeros de viaje son todos apasionados, cultos, expertos y desinteresados. No es un viaje entre competidores. Al contrario es un viaje en el que prima el placer de compartir y de transmitir generosamente conocimiento como sólo los aficionados –cualquiera de ellos más dotado que un profesional- son capaces de hacer.
Pasan por el libro, a rebufo de los helechos, comentarios sobre botánica sesudos y también sabrosos. La historia del cacao y la del chocolate con sus raíces en el imperio azteca tiene ocasión de asomar la cabeza. Las frutas en el mercado, con su enorme variedad, lo mismo que la inacabable lista de chiles de color, tamaño, forma y nombres distintos que acaban en el guiso de las casas oxaqueñas llaman la atención de Sacks, que se detiene igualmente en las legumbres y sobre los que echa alguna reflexión científica propia de un erutito en casi cualquier cosa que se ponga delante de sus ojos.
La mirada de Sacks no puede reprimir la admiración por casi todo. Se trata de una mirada penetrante que se sitúa enseguida en el corazón de la complejidad de las cosas y que por ello mismo le parecen sorprendentes sea cual sea el ángulo por donde se las mire. Hay en Sacks una constante fascinación por la sabiduría de la naturaleza, por la filigrana que es la vida incluso en manifestaciones todavía tan primarias como son los helechos y sin embargo tan inesperadas.
Haciendo una concesión al viaje, Sacks encuentra también el momento, para hablarnos de Oaxaca. Bien es verdad que para ello tiene que desengancharse del grupo que lo acompaña, aprovechar para sentarse en un café en el Zócalo y dejar pasar el tiempo mirando la catedral, la gente que pasa y reflexionando sobre un país cuya historia se inició con quienes lo poblaron procedentes de Asia, después de atravesar el estrecho de Bering, y volvió a empezar -me refiero a la historia- después de que Cortés llegara desde Europa y con la derrota del singular imperio azteca diera entrada a unos nuevos tiempos.
La personalidad tan excéntrica de Sacks de vida a su diario de viaje. Es capaz, a base de innumerables comentarios de hablarnos de cuanto lo rodea y de todo cuanto burbujea en su cerebro. La naturaleza, en un tono que sugiere lo que debió ser para Humboldt o para Darwin, y su erudición están siempre presentes. El lector que quiera acompañarlo en esta corta travesía por valles y montes que rodean a Oaxaca está más que invitado a través de este singular relato.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
La flecha del dios
La flecha del dios
Chinua Achebe
Debolsillo, 2010
313 pp.
En La flecha del dios es África la que habla. Lo escribe Chinua Achebe, a quien todos los que conocen bien la literatura africana consideran el primer novelista...
Chinua Achebe
Debolsillo, 2010
313 pp.
En La flecha del dios es África la que habla. Lo escribe Chinua Achebe, a quien todos los que conocen bien la literatura africana consideran el primer novelista. Él es quien encabeza la saga de autores africanos que se adentra en este género que en occidente se entiende como una novela.
Chinua Achebe, de etnia y de lengua ibo, escribió en inglés y eso es lo que permitió que sus libros se vendieran por millones, fueran traducidos a los más diversos idiomas y traspasaran en África las fronteras para convertirse en signo de identidad frente al colonialismo. Tal como cuenta Mandela, Chinua Achebe fue "el escritor en cuya compañía cayeron los muros de la prisión".
La flecha del dios habla de un mundo en trance de desaparecer. Relata la vida en una aldea de Nigeria hace bien poco tiempo, cuando él era pequeño. En una aldea parecida a tantas otras, porque el país era eso, un conglomerado de pequeñas comunidades esparcidas en el espacio y en contacto profundo con la naturaleza.
Se habla de Chinua Achebe como novelista, pero en sus personajes hay poco espacio para los héroes. La trama no necesita para sostenerse de individuos con grandes singularidades ni de acciones de gran mérito. Quienes aparecen son personas llanas, y sin embargo notables todas ellas. Lo que ocurre forma parte de la vida cotidiana y refleja el fluir de los días en la comunidad, con sus tensiones, sus incidencias y sus incidentes, con los acontecimientos que marcan el paso del tiempo y el precario equilibrio que sostiene la convivencia.
Un mundo desconocido se abre a los ojos del lector. Todo resulta nuevo, porque empezando por las convenciones que marcan la relación entre personas, nada es lo mismo en una aldea africana que en una ciudad europea. Estamos en el África más tradicional, la que vive de las cosechas que se repiten sin cambios desde tiempo inmemorial, la que se sostiene en tradiciones que vienen de un íntimo contacto con el mundo natural con el que se mantiene una relación antigua y respetuosa.
El encuentro entre personas, vecinos o parientes, se enmarca en una ceremonia de saludos que se desarrolla en medio de una curiosa formalidad y en la que no faltan gestos y ritos para propiciar la salud y la buena suerte. Las afirmaciones sobre temas importantes se apoyan en la autoridad de los mayores o de principios éticos que ayudan fundamentar la razón sobre bases sólidas y compartidas por la comunidad entera y que llaman la atención de los lectores que se asoman a este mundo desde perspectivas de la vida muy distintas. Los espíritus, por ejemplo, son figuras familiares, forman parte de la vida y son tanto el sostén frente a amenazas que acechan a los hombres, como el origen de peligros y desgracias cuando su naturaleza es maligna y no se ha conjurado adecuadamente su poder mediante ceremonias, ritos o jaculatorias.
La vida en la aldea discurre en torno a la vida de Ezeulu, el personaje principal, el sumo sacerdote de un pequeño grupo de pueblos que tienen a Ulu como el dios más importante, aquel del que dependen las cosechas y por consiguiente la prosperidad y la vida de la comunidad entera.
Pero en medio de espíritus o de ceremonias desconocidas la escena que se desarrolla ante el lector, con ser exótica, no le es ajena porque todos los acontecimientos son los mismos que afectan y que han afectado siempre a la vida de los hombres. La relación con los hijos es tan humana en la comunidad de Ezeulu como puede serlo en cualquier parte del mundo, la relación con las esposas –más de una en la familia-, las obligaciones de cada una y las envidias y celos, el temor al extravío de los hijos, el respeto entre unos y otros, el difícil papel del padre cuando los hijos reclaman la libertad y salen de su tutela… en definitiva, la vida misma aparece en el mundo que recrea Chinua Achebe y conecta con el lector por distante que esté de este mundo.
Pero la intención del autor va más allá de la presentación de un repertorio de costumbres hilvanadas por la trama de la novela. Tiene un contenido político ligado a la necesidad de superar la etapa colonial. En sus propias palabras “hasta que los leones creen a su propio historiador, la historia de la caza sólo glorificará al cazador”. Y este es el gran propósito de Chinua Achebe: preservar la voz africana para que suene viva y sin intermediarios.
De entrada, el texto está lleno de términos en idioma ibo que no son un simple capricho. Los días de la semana, el nombre de la casa, el de los objetos de uso cotidiano, las herramientas, las plantas o las comidas aparecen muchas veces en la lengua original y colocan al lector en medio de la comunidad ibo que marca el territorio con sus palabras y no en un lugar sin identidad ninguna. Además, la visión del mundo, por ejemplo, a través del duro trance de la enfermedad, se conserva a través de la relación con los espíritus que lo envuelven todo y contra los que el hombre forcejea con éxito incierto y con dudas acerca del remedio de los hechiceros.
Las bases sobre las que se ha sostenido una cultura a lo largo del tiempo se conservan en la literatura de Chinua Achebe que las reivindica frente a la irrupción del hombre blanco con sus dioses, sus herramientas, su administración y su enorme poder. El choque entre el mundo ibo tradicional y la poderosa influencia de Europa abre un espacio a la arbitrariedad y al dolor y anuncia la herida que acabará por deshacer el entramado de creencias, costumbres y modos de vida que florecieron en un universo genuinamente africano.
Chinua Achebe rescata a través de Ezeulu el viejo mundo ibo y relata al mismo tiempo la difícil transición, llena de claroscuros, hacia esta realidad que compone la Nigeria de hoy. Con una voz muy personal e inconfundiblemente africana nos ofrece la ocasión de acercarnos con los ojos del león y no con los del cazador a una historia muy reciente y desconocida. Chinua Achebe es por ello un clásico y esta nueva edición de La flecha del dios, corregida por el propio autor y publicada ahora en español, nos da la oportunidad de conocerlo mejor.