martes, 25 de abril de 2017

A Moscú sin kaláshnikov. Una crónica sentimental por la Rusia de Putin envuelta en papel de periódico

A Moscú sin kaláshnikov

Daniel Utrilla
Libros del K.O.
507 pp.

'A Moscú sin kaláshnikov' es un mosaico fresco, en tono ocurrente y distendido, que nos ofrece Daniel Utrilla para que aprendamos a mirar a Rusia con otros ojos.


Daniel Utrilla
Libros del K.O.
507 pp.





Daniel Utrilla la toma con Rusia, pero no la toma en contra sino a favor. Desde la primera página de este A Moscú sin kaláshnikov confiesa que lo suyo es un enamoramiento, que Rusia es como un imán que tira de él desde la infancia y que su atención ha venido orientada por este país exótico y contradictorio. Atención y también trabajo, porque su oficio de periodista le ha dedicado a cubrir noticias del país al menos durante los once años en que ejerció de corresponsal de el diario El Mundo y fijó su residencia en Moscú.

Periodista aunque un periodista un poco particular es como se describe a sí mismo Utrilla. Sus crónicas han cubierto la vida de Moscú cuando era la capital de ese extraño imperio que era la Unión Soviética y cuando el imperio se derrumbó con la desaparición de la URSS, con el terremoto que ello produjo y con la emergencia de una sociedad distinta, con nuevos personajes y nuevas esperanzas y preocupaciones.

Las crónicas son la vida de los periodistas, son lo que el lector recibe de ellos. Pero a Utrilla las sensaciones, lo que acompaña a los hechos y los domestica o los hace humanos le interesan tanto como los hechos mismos que sostienen los relatos que publican los periódicos. Utrilla escribe en paralelo para él. Toma notas que guarda en un cuaderno para no perder lo que no aparece publicado. Y es la mezcla del escritor de crónicas y de recuerdos, de hechos que van al punto y de reflexiones que los envuelven, de historia y de historias lo que compone la masa que se cuece en este Moscú sin kaláshnikov.

Moscú figura como protagonista en el título, pero once y más años con la atención puesta en Rusia dan para ampliar el radio de lo que abarca la mirada hasta mucho más lejos. De entrada Rusia desconcierta por su inmensidad. Una inmensidad a la que Utrilla saca punta porque le gusta juguetear con la inteligencia y desperezar las neuronas buscando un relato nada convencional. El humor acompaña al texto y el deseo de resaltar Rusia como algo tangible e imponente y no como un territorio lejano del que no recibimos más que noticias que poco nos importan llevan al autor a escorarse hacia una caricatura que el lector acepta como parte del juego.

¿Por dónde sacude Utrilla al lector adormecido para llevarlo a su realidad? Pues por todas partes por donde puede asomar una punta de curiosidad y por donde el enorme país se muestra y muestra su temperamento y su disparatada diversidad. A Rusia, nos recuerda, le debemos "desde las enormes novelas de Tolstoi y Dostoyevski que marcaron el rumbo de la literatura universal, hasta la experiencia del comunismo (que mostró a occidente que aquel no era el camino), el Spútnik, la tabla periódica de los elementos, Lolita, la radio (inventada por Alexánder Popov en 1895, y no por Marconi, según dicen por aquí), el Tetris, los tanques T-34, el vodka, Natalie Wood (de verdadero nombre Natalia Zajarensko), la ruleta rusa, la novia de Cristiano Ronaldo, el constructivismo o la organización del mundial de fútbol de 2018."

Como dice en la contraportada "este libro (...) es una guía para perderse. Para perderse por Moscú, por sus calles, barrios e iglesias y torres estalinistas, pero ante todo es una guía para perderse entre sus gentes, entre personajes reales que pasan por literarios (desde el embalsamador de Lenin, al sexólogo que conserva el pene de Rasputin, pasando por taxistas uzbekos forofos del Real Madrid, veteranos de guerra, modelos, oligarcas, inventores locos (...), y entre personajes literarios que pasan por reales (el príncipe Bolkónski, Natahsa Rostova, el doctor Zhivago)."

Un mosaico fresco, en tono ocurrente y distendido es lo que nos ofrece Daniel Utrilla para que aprendamos a ver Rusia desde otro ángulo. Para que esbocemos una sonrisa y relajemos el ceño que corresponde a la versión inquietante a la que estamos acostumbrados. Tal como reza el subtítulo estamos ante una crónica sentimental. Nada mejor que dejarse llevar por ella para mirar a Rusia con otros ojos.

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