Henning Mankell
Tusquets, 2002
336 pp.
Una lectura de verano, fluída, con las intrigas propias de la novela negra y situada en el Báltico es lo que ofrecen Mankell y sus perros de Riga.
Hablamos de puro entretenimiento, de tramas oscuras, de corrupción, de inconfesables intereses que mantendrán entretenido al lector mientras contempla cómo Wallander trata de manejarse por la tela de araña que le envuelve y que cubre el secreto que necesita desentrañar. Como en el resto de novelas de Mankell, Wallander es el policía solitario y humano, dotado de esa normalidad tan palmaria que acaba por convertirse en el rasgo de su personalidad más sobresaliente. Dudas, pequeños afectos, frustraciones, inseguridad, obligaciones... todo un repertorio de sentimientos y de rasgos de carácter acompañan el quehacer del policía de pequeña ciudad que debe enfrentarse a retos aparentemente simples y que crecen a medida que la novela avanza para exponerlo a los mayores riesgos.
Dos muertos, en un bote salvavidas que llega a la costa sueca, llevan a Wallander a Letonia a donde conducen los hilos de la trama. Y Letonia, la Letonia que emerge a través del embrollo policial, es el tema que interesa a la hora de hablar de Los perros de Riga en este momento, más de veinte años después de su publicación.
De las capitales Bálticas poco queda que recuerde al viajero el pasado soviético. Barrios de casas sencillas en la periferia del centro histórico son testigos de una época que duró hasta la caída del muro de Berlín. Pero la mayor parte de las ciudades han sido repintadas, arregladas con esmero, adornadas y rehechas de modo que ya no es fácil reconocer las señas de un pasado oscuro y reciente.
Los perros de Riga es un regreso a este pasado. Pero a un punto muy particular de él. Es un regreso a cuando la Unión Sovíética comienza a desmoronarse y, manteniendo todavía su imperio, empieza a levantar la bota que mantiene sujetos a los países sobre los que ha ejercido su dominio. Letonia es uno de ellos y en ese momento no se ha escrito todavía -del mismo modo que no está del todo escrito aún- el devenir de los países de esa frontera que Churchill bautizó como el 'telón de acero'.
¿Qué vemos en la Letonia hoy que nos parece tan natural? Vemos el resultado de una aventura política que termina con las repúblicas bálticas mirando a occidente y dentro de la Unión Europea. Pero cuando Mankell escribe, casi toda la partida está aún por jugar y las partes mueven sus peones en la sombra. La URSS ha perdido fuelle y en los países de frontera es donde se hallan los eslabones más débiles de su administración, de la fidelidad del pueblo y también de la resistencia frente a occidente. El futuro de Letonia, además, es especialmente lábil y puede ocurrir cualquier cualquiercosa. Ni tiene los lazos de hermandad que tiene Lituania con Polonia, ni tiene los de Estonia con Finlandia. Letonia bascula hacia Rusia con mayor naturalidad y Mankell, desde su observatorio en Suecia aventura una conspiración, en formato de novela negra, que desvela las corrientes que decidirán la deriva de las repúblicas bálticas en una u otra dirección.
Cuando en el sur de la línea que separa históricamente el imperio ruso del resto de Europa se produce un incendio como el que afecta a Ucrania, volver la mirada al norte tiene un indudable interés. Y hacerlo desde la ficción para soslayar por un momento la gravedad del problema es un excelente remedio que asegurará un buen rato de entretenimiento al lector durante el verano y le permitirá hacer volar la imaginación sobre lo que fue y lo que pudo haber sido.
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