Dina Nayeri
Alevosía, 2012
459 pp.
Sabor a best-seller, incluso en la encuadernación, es lo que ofrece, nada más empezar, este Lejos de nuestra tierra que nos acerca a Irán justo después de la revolución que terminó con el reinado del shah y llevó al poder a los ayatolas.
¿Debe entenderse como un defecto esta alineación con la literatura de masas? No necesariamente. Hay que verlo, tal y como figura al principio, como un sabor y como un aroma, que los lectores reconocerán, orientados a movilizar sentimientos ampliamente compartidos. Pero el libro va mucho más allá.
La atracción, sin duda, la pone Irán, que es el escenario que tensa la narración y que, en su especial situación, complica y determina la trama que se desarrolla. Una trama femenina en su sensibilidad, condicionada por sentimientos de pérdida, de anhelos de libertad, de inconformismo, de rebeldía, de búsqueda del amor… La autora es evidentemente una mujer, como lo es también la protagonista de la historia, una niña –al principio- que ve cómo su madre deja el país acompañada de su hermana gemela buscando en los Estados Unidos la oportunidad de vivir lejos de la opresión del Irán islámico. La situación, que quizás el lector no sienta en toda su crudeza, se enmarca en un momento agudo de tensión, en medio de la guerra con Irak y se agrava por la ‘mancha’ que marca a la familia y la pone en peligro: es una familia cristiana.
La novela desgrana el sufrimiento de la separación de las gemelas y las fantasías alimentadas por Saba, la hermana que ha quedado en Irán. Y muestra con acierto, cómo al mismo tiempo que se desarrolla la vida vida interior de nuestra protagonista, se desarrolla también la vida exterior, la de la calle y la de los amigos y las mujeres que revolotean en torno a la casa familiar.
Añade sabor al relato el hecho de que transcurre en un pueblo de agricultores, lejos de Teherán, a orillas del Caspio. A través de la mirada de la niña primero y, con los años, de la joven mujer en que se convierte, se descubren costumbres y formas de ser de la sociedad iraní que afloran en la vida cotidiana y marcan el carácter de las gentes. El modo como los de ciudad ven a los habitantes rudos de los pueblos, la forma como trabajan los campesinos, las humildes condiciones en las que viven y la relación entre unos y otros llaman la atención y permiten acercarse a Irán más allá de las apariencias.
Pero esta mirada muestra también los cambios que ha traído la revolución, algunos aceptables, otros aceptados y otros irritantes. Los vestidos oscuros y tapados de las mujeres –más sobrios según la moda de Teherán y más subidos de color para el gusto campesino-, la vigilancia arbitraria de los ‘pasdarán’, la escucha clandestina de la música americana, la lectura de las viejas revistas de época de shah que parecen aire fresco frente al ambiente de censura que impone la obsesión por el recato y la moral forman una losa que pesa sobre las personas y sobre todo sobre las mujeres.
Aunque no todo se origina con el nuevo régimen. La vida de todos los días, muestra también el peso de las viejas tradiciones y de la hipocresía que sostiene a la orgullosa población iraní. Por ello la novela de Dina Nayari, aunque es meridianamente crítica, no es un panfleto contra los ayatolas. Refiriéndose a su gente sentencia ‘mentir bien es esencial en Irán’. Lo es gobierne quien gobierne, porque forma parte del rígido mundo de apariencias sobre el que se basa la convivencia, sobre el que se sostiene el honor de las familias, sobre el que se organiza el amor en los matrimonios, sobre el que se construye la autoridad de los notables.
Lejos de nuestra tierra arranca como una novela suave, con los ingredientes para inquietar ligeramente al lector e inducirlo a aceptar una intriga por donde circulan secretos, amores y rencores, peligros, cuchicheos y medias palabras… Pero en paralelo deja ver mucho más y dibuja un Irán poco conocido que cautiva el interés del lector. Un Irán que ya no es de ficción, un Irán exótico porque parece de otro mundo, ese mundo celestial que los guardianes de la revolución se ocupan de imponer en la tierra y que marca la vida entera del país.
lunes, 29 de abril de 2013
Lejos de nuestra tierra
lunes, 15 de abril de 2013
Siria: Guerra, Clanes, Lawrence
Siria: Guerra, Clanes, Lawrence
Jesús Gil, Ariel José James y Alejandro Lorca
Algón Editores, 2012
230 pp.
¿Será culpa de la crisis y del desconcierto que genera? El caso es que este blog se parece cada vez más a un espacio de comentario político que a un lugar dedicado a la literatura de viajes....
Jesús Gil, Ariel José James y Alejandro Lorca
Algón Editores, 2012
230 pp.
¿Será culpa de la crisis y del desconcierto que genera? El caso es que este blog se parece cada vez más a un espacio de comentario político que a lo que inicialmente debía haber sido, es decir un lugar dedicado a la literatura de viajes.
Déjenme hacer una micro-teoría al respecto y divagar un solo segundo. Seguramente parte de lo que ocurre es que la mentalidad de los viajeros ha cambiado y la realidad de los viajes también. Por supuesto, sigue habiendo por el mundo exotismo y escritores dispuestos a trasladarlo a los libros, pero los medios de comunicación, la extensión del turismo a todo el planeta y el acercamiento de unos países a otros han cambiado la sensibilidad del que viaja y la realidad de los lugares a los que se viaja. Los viajeros han perdido cualquier esperanza de parecerse a los que hace unos años escribían artículos en el Nacional Geographic y quienes preparan un viaje ahora empiezan a interesarse más por la actualidad que por la vieja historia y por las tradiciones culturales en vía de desaparición.
Nos toca hablar del presente. Y de un presente inestable, para sorpresa de muchos, porque la caída del imperio soviético y los acuerdos de Dayton hacían pensar en un futuro de paz que iba a superar una era de enfrentamientos. Pero es otra realidad la que se ha impuesto con la extensión de los conflictos a territorios que parecían al margen de las grandes tensiones y tenían aspecto de pacíficos.
Bienvenidos pues a una literatura de viajes aderezada por la política y a una visión que junto a las sensaciones propias del ejercicio de viajar deja un lugar importante a las explicaciones de los conflictos que condicionan el presente.
Siria: Guerra, Clanes, Lawrence indica ya en el título por dónde va la cosa. Y lo que cuenta debiera ser interesante porque la visión que tenemos de los países árabes, lo que vemos tanto cuando viajamos como cuando leemos historia acerca de ellos, no nos desvela una realidad social que resulta muy distinta de la de los países de occidente. La idea de país o de nación, la visión que tenemos de una población compuesta por ciudadanos no se corresponde con una sociedad hecha de clanes o de tribus cuya realidad sigue viva y conforma el comportamiento y el espíritu del país. La retícula de fidelidades y de afinidades que articula a las sociedades de muchos de los países árabes o arabizados no se ve pero explica mucho de lo que sí se ve y atribuimos a las explicaciones más diversas.
Siria: Guerra, Clanes, Lawrence empieza con un interesantísimo prólogo de Rafael Estrella que apunta sucintamente numerosos temas que ponen al lector en estado de atención y le abren perspectivas de largo alcance. Pero lo que es una especie de aperitivo cargado de promesas, pierde brillo cuando emprende su andadura el libro y desarrolla lo que se anuncia al principio. ¿Qué ocurre? Ocurre que el texto es más un informe que un libro. Es más un estudio para asesorar al ministerio de asuntos exteriores o al de defensa que para un lector poco aficionado a las maneras de los dossieres deudores de conceptos académicos, de notas y de referencias que responden a estilos de comunicación poco ágiles y algo pesados.
Pero todo ello no impide que la lectura del libro ofrezca información, puntos de vista e ideas que por venir de expertos resultan esclarecedores y abren los ojos a una realidad tan compleja como confusa. Tanto como Siria, los protagonistas del libro son el conjunto de países musulmanes del Magreb y Oriente Próximo y la llamada primavera árabe. Y el hilo conductor del libro es averiguar el por qué de los movimientos sociales que han roto las costuras de los estados de una forma imprevista por los analistas de los países de occidente.
Pillados por sorpresa, y liderados por las opiniones improvisadas de su prensa, los occidentales enfocaron las revueltas acudiendo a la explicación de las nuevas tecnologías en manos de la población joven. Una explicación que los autores aseguran que airearon también, y a su favor, los regímenes corruptos de los diversos países afectados. Pero algunos habían previsto ya la explosión de descontento que debía producirse cuando el aumento del precio internacional de los alimentos empujó a una población empobrecida hasta el borde del hambre. La chispa del desabastecimiento puso en marcha, según los autores, una marea con la que los gabinetes de análisis no contaban, basados en el cálculo de un comportamiento social orientado hacia la búsqueda de un beneficio.
Desencantadas y humilladas, las sociedades árabes dieron la espalda al beneficio y se refugiaron en ‘valores sagrados’, en elementos que sostenían la dignidad individual y colectiva basados en las tradiciones, y que sin importar el coste alentaban la rebelión. “En el mundo ´árabe’ los lazos de sangre y hermandad son mucho más poderosos que la autoridad del Estado, las instituciones políticas o religiosas”, sostienen los autores. Y así, desengañados del Estado, los protagonistas de las distintas primaveras rompieron el consenso que había permitido que ejercieran el poder reyes, presidentes y autoridades varias y pusieron en crisis la obediencia que hasta el momento había sostenido a los estados totalitarios.
¿Y cuál es el futuro? Pues el libro lo anuncia muy incierto, porque a la crisis de los gobiernos se une la de un modelo que Europa diseñó tras la caída del imperio Otomano, dibujando fronteras y creando países que nunca antes habían existido. Renacen, nos dicen, las fidelidades tribales y cobran relieve los diversos pueblos que ignoraron quienes crearon estados basados en una racionalidad que nada tenía que ver con la realidad de esos lugares. Las guerras civiles en Siria, en Irak, las tensiones tribales en la nueva Libia, la situación difusa del Kurdistán anuncian una especie de balcanización que mantuvieron congelada las distintas dictaduras y que renace cuando la mano de hierro de los autócratas pierde la fuerza y emergen las discordias entre las viejas comunidades étnicas, religiosas o ambas cosas a la vez.
Siria: Guerra, Clanes, Lawrence por su tono puede parecer poco estimulante para el lector y sin embargo resultar también enormemente interesante. La mezcla es curiosa y servirá para acercarse a unos temas de máxima actualidad, de desarrollo incierto y de una importancia primordial para esa enorme región que abarca desde el Mediterráneo hasta el Índico.
lunes, 8 de abril de 2013
Patologías
Patologías
Zajar Prilepin
Sajalín, 2012
377 pp.
Si la mayor parte de la literatura que nos llega sobre Chechenia es directamente crítica hacia Rusia, con Patologías entramos en un enfoque distinto....
Zajar Prilepin
Sajalín, 2012
377 pp.
A ojos occidentales hay manchas en otros países difíciles de borrar. El régimen chino carga a sus espaldas con el grave episodio de la plaza de Tiannanmen del mismo modo que Rusia carga en las suyas con la guerra -las guerras- de Chechenia y las atrocidades que allí se cometieron.
No es que Chechenia suponga en número de habitantes o en superficie una fracción importante de Rusia o que su influencia haya marcado la cultura o la vida rusa de forma significativa. Chechenia es la periferia, fue un territorio conquistado en la frontera del extenso imperio ruso. Es un país extraño y un espacio de fricción histórica con un mundo ajeno, poblado de gentes cuya alma nada tiene que ver con el alma eslava, levantiscas, aisladas y con la mirada puesta a medio camino entre Asia y una Europa que, como en el caso de Turquía, siempre ha quedado lejos.
Lo importante, visto desde fuera, es que a través de Chechenia Rusia ha expresado su ferocidad en grado superlativo y ha mostrado, con su enorme fuerza, sus peores defectos. Chechenia ha ayudado a conformar una imagen de Rusia y ha moldeado, en la realidad y a miles de kilómetros, en las grandes capitales rusas, un agudo sentimiento de hostilidad hacia todo lo que tiene que ver con las tierras del Cáucaso.
Si la mayor parte de la literatura que nos llega sobre Chechenia es directamente crítica hacia Rusia, con Patologías entramos en un enfoque distinto. Dejamos el enfoque político, la censura al origen colonial del conflicto y el alineamiento en favor de la posición más débil que es la chechena. Dejamos el panorama estremecedor de una Grozni arrasada y de las mafias aupadas al poder a la sombra del paraguas ruso para 'empotrarnos' -la palabra se ha puesto en circulación desde la guerra en Irak- en un destacamento de las fuerzas especiales rusas.
El cambio de punto de vista, el salto al otro lado de la línea, da paso a otra sensibilidad y el adusto oso que tradicionalmente representa a Rusia empieza a cobrar sentido y a parecer humano. No es que la guerra se dulcifique, es simplemente que en lugar de ver ejércitos vemos a personas. Junto a los blindados y a las partidas armadas salidas a la caza de 'terroristas' se mueven hombres jóvenes con sus sentimientos, sus miedos , sus historias y también sus razones.
Hemos leído sobre Chechenia, pero hemos visto poco y en proximidad de lo que es esta guerra. De cómo la han vivido desde el lado ruso, de cómo se ve desde el ejército, desde el puesto de un soldado de a pie. "Cada segundo parece que estén a punto de disparar por todas partes, de cada ventana, desde los tejados, de entre los arbustos, de las zanjas, desde los parques infantiles... Y que nos van a matar a todos". El pánico es inevitable.
Para las fuerzas especiales, esta no es una guerra de frentes estables, como las demás. Es una guerra de emboscadas, difusa, con un enemigo disuelto entre la población. No es una guerra contra un invasor externo, es una guerra agotadora de la que hay que salir vivo. La alerta sobre la propia seguridad, la prudencia, el cálculo del riesgo, la buena ejecución de las operaciones ocupan la mente, son las condiciones para vivir un día más y se desarrollan en paralelo con una extrema crueldad donde se mezcla el espíritu de venganza frente al enemigo y el instinto de supervivencia.
El lector se moverá entre las borracheras de vodka y las minas que en cualquier momento pueden segar la vida a un compañero o a uno mismo. Percibirá la dureza de la guerra: el peso del chaleco antibalas, el del casco y el cansancio de mantener el cuello erguido, el sueño, el calor, el tiritar que nace de la tensión, la humedad, el paisaje lunar de las casas destruidas, de las fachadas en pie de edificios sin entrañas... Patologías es, tanto como una novela, un testimonio. Su autor, periodista, fue oficial de las fuerzas especiales rusas en territorio checheno, además de activista en favor de los derechos humanos y de la democracia y militante del Partido Nacional Bolchevique. Una compleja mezcla para un escritor de éxito que nos muestra un lado en sombra de la realidad en Rusa y en Chechena.
lunes, 1 de abril de 2013
Jóvenes talentos
Jóvenes talentos
Nikolai Grozni
Libros del Asteroide, 2012
344 pp.
Estamos en la Bulgaria socialista, pero lejos de la desolación de un país acabado y gris, por que el protagonista de esta novela está lleno de vida y es un auténtico quebradero de cabeza para sus profesores y para 'el sistema'...
Nikolai Grozni
Libros del Asteroide, 2012
344 pp.
Estamos en Bulgaria, en la Bulgaria socialista. Una Bulgaria que ya no es, pero que es tan reciente que pesa todavía sobre el país que conocemos y que está viva en la experiencia de buena parte de la población.
El socialismo fue esa especie de manto que se extendió sobre los países del este de Europa y que para los países del oeste representó el mundo del más allá, la miseria y la desolación encerrada tras esa línea brutal que Churchill bautizó como el 'telón de acero'.
¿Pero creían ustedes que ese mundo socialista era gris en su totalidad, que era un fracaso absoluto, un lugar donde era imposible despuntar, que no tenía fisuras y espacios donde pudiera lucir el sol? No era del todo gris. O al menos no lo era para todos porque tenía -y tiene en los lugares donde se mantiene- espacios de excelencia para gimnastas sobresalientes o científicos superdotados, ajedrecistas de primera, músicos o bailarines singulares donde podían tocar el paraíso con los dedos porque nada faltaba con tal de cultivar a los mejores y derrotar con ellos al perverso imperialismo de occidente.
Jóvenes talentos apunta en esta dirección, se centra en una escuela de élite para músicos donde el personaje principal, Konstantin, un auténtico superdotado para el piano, estudia mimado y exigido hasta el extremo porque la excelencia es sacrificio y el sistema exige llegar a lo más alto, sin desfallecimientos ni concesiones a la imperfección.
Dicho así, podría pensarse que estamos ante un libro dramático y ante una historia tan gris como ese tono gris que cubre a los países socialistas. Pero nada más lejos de la realidad. Porque ni siquiera esta escuela privilegiada para jóvenes talentos se libra de las pesadillas del país real, una de las cuales es nuestro joven 'talento', rebelde, crítico, nada adicto al sistema y que busca en todo momento vías de escape para evitar la disciplina y la uniformidad del mundo que lo rodea.
Nikolai Grozni construye así una historia divertida en medio de ese aparente desierto que es la Bulgaria socialista. Una historia disparatada y que despierta la risa muchas veces, porque no hay nada como que, en un mundo supuestamente ordenado, uno de los personajes se aparte del guion para que todo se descomponga y lo que hubiera debido ser pura armonía quede convertido en un ridículo espectáculo lleno de fracasos. Nuestro 'estudiante' es un gamberro incorregible, un marginal genético y para el 'sistema' una auténtica carcoma. Pero es un espíritu libre y, además, un adicto a la música, un genio. Y Nikolai Grozni aprovecha esta doble vertiente para articular su relato conjugando al mismo tiempo el espacio áspero de la rebeldía y el de la excelencia y la perfección propio de la música.
La angustia que siente Konstantin de vivir en un mundo cerrado se suma a la que surge de la adolescencia y al impulso de romper con cualquier clase de disciplina impuesta por un sistema inhumano. A la falta de un sentido que dar a la vida, le sigue la sensación de que todo vale, la necesidad de huir hacia adelante y la tentación de destruirse a sí mismo. Pero también, en el otro extremo de este túnel dominado por la desesperación, brilla con fuerza el poder arrebatador de la música, la fascinación por la sublime inteligencia que se esconde tras ella, el placer de extasiarse ante su asombrosa perfección, y el apasionamiento de vencer, en el duro aprendizaje de cada partitura, las exigentes sutilezas que permiten llegar a lo más alto.
Junto al placer espiritual que destila la música, se amontonan los restos de un naufragio en un mar hecho de sorna implacable hacia los profesores, crítica mordaz hacia las materias de estudio consideradas un insulto a la inteligencia, desprecio mayúsculo hacia la mayoría de compañeros tan inútiles como los mismos profesores, condena sin paliativos a la obediencia ciega de ese rebaño compuesto por quienes siguen las directrices oficiales y confían en las fatuas promesas del Partido. No queda títere con cabeza tras la implacable crítica de Konstantin, aguda y demoledora, ácida y ocurrente, para la diversión del lector y para poner en su sitio a un sistema fracasado y absurdo, y para hacer desde la ficción la crónica de un país que bien pudiera extenderse a todo lo que fue la llamada ‘Europa del Este’.