Asán
Vladimir Makanin
Acantilado, 2015
509 pp.
Asán es una excelente novela, llena de humor, sobre una historia terrible: la guerra de Chechenia
Vladimir Makanin
Acantilado, 2015
509 pp.
El desarrollo de Rusia no se entiende sin sus fronteras, convertidas siempre en zonas de fricción, e incluso, en tiempos de paz, en áreas de potencial enfrentamiento. Ucrania ahora, Crimea ayer, Osetia un poco antes, Abjacia como aperitivo de Osetia y Chechenia. Una Chechenia que dio para dos guerras y que sigue latente como conflicto sofocado aunque no enfriado del todo.
¿Serán los países Bálticos los próximos, como ha sugerido Putin con la boca pequeña?
El asesinato del líder opositor Boris Nemtsov ha vuelto a levantar la liebre sobre el viejo conflicto en el Cáucaso cuando las primeras sospechas han abierto el melón de la pista chechena y, de nuevo, el díscolo país caucásico ha vuelto a la primera página de los periódicos y ha recuperado su puesto destacado en la lista de las peores amenazas de Rusia.
¿Pero cómo fue el conflicto checheno, esa guerra relegada al olvido y cuyos rescoldos siguen amontonando interrogantes acerca de cómo va a terminar? Vladimir Makanin regresa al tema con una novela totalmente alejada del análisis político. Aunque con horizontes suficientemente amplios para que el lector pueda dar rienda suelta a sus propias interpretaciones y llegar por sus medios a conclusiones entre interesantes y sabrosas.
Makanin no vuela en la elevada atmósfera de la geoestrategia ni en la interpretación del laberíntico proceder del Kremlin. Va directamente a tierra, a un microcosmos dentro del ejército federal (es decir el ruso) a través del relato de un oficial de graduación media. Habla de la guerra. Y, como todas las cosas que se alargan en el tiempo, habla de ella como algo cotidiano donde, lo mismo que en el mundo en tiempos de paz, los hay que prosperan y se buscan la vida y los hay que la sufren dentro de ese pelotón de los torpes compuesto por quienes no se han sabido espabilar.
Makanin evita el horror. Y apuesta por la caricatura, por ese juego donde, siguiendo las mismas convenciones de las películas de dibujos animados, los muertos bien muertos no causan dolor sino más bien risa y se añaden, como la leña al fuego, al cúmulo de despropósitos que componen la historia que se cuenta.
Nada hay en el relato de Makanin de la angustia de los soldados amenazados de muerte por continuas emboscadas ni de los partisanos chechenos enfrentados al ejército de una potencia a la que no podrán vencer. Su mirada se centra en los tejemanejes de unos cuantos oficiales que se dedican al trapicheo con gasolina o con armas en una especie de suplantación de la guerra por un reflejo de la vida civil donde lo importante es el negocio y el sacar provecho de cualquier cosa que se mueva.
La verdad es que Asán resulta una novela divertida y totalmente amoral. Pero el enfoque de Makanin no parece un azar. Seguramente, su versión despiadada de las trapacerías que cuenta resulta la única manera de hacer digerible el horror de la guerra y de volver a hablar de ella y de su absurdo. La verdadera protagonista de la novela es la corrupción, una corrupción que según se mire es casi una bendición porque engrasa los engranajes del sistema. Permite que la guerra fluya.
En la ficción de Makanin la realidad es que nada funciona. Toda la maquinaria de guerra, la aviación, los helicópteros, los vehículos blindados, las comunicaciones componen una madeja de incompetencia absoluta donde la corrupción ayuda a poner orden. Desde fuera del sistema -o desde dentro, según se mire- la corrupción echa una mano para resolver lo que el ejército no consigue. Aporta combustible, hace favores y actúa casi de ong con la población chechena que necesita para sobrevivir lo mismo que el ejército ruso: gasolina y armas.
En el tejido de ese disparate que es la guerra en lugar del horror Makanin tira de los hilos del humor. Y confunde los papeles de los personajes que se convierten o en ridículos o en unos delincuentes contumaces que dominan el oficio de nadar en las aguas más revueltas. Los 'chechis' son los enemigos, o los amigos según se tercie, el compadreo es la relación entre los oficiales demasiado resabiados para ceñirse al torpe sistema de la jerarquía, la picaresca contribuye al juego de farol al que obliga la guerra para hacer tratos, tanto con los amigos como con los enemigos.
Asán es una excelente novela, apta para no sufridores, sobre una historia terrible. Y es una novela que a pesar de los años transcurridos desde la guerra de Chechenia sigue siendo actual. Cuenta de Chechenia y también de Rusia y, por ello, atraerá el interés del lector que se verá arrastrado por la curiosidad de hasta dónde llegará todo ese absurdo.
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