viernes, 11 de enero de 2019

Viaje al interior. 80 días en furgo por la España olvidada

Viaje al interior. 80 días en furgo por la España olvidada

Fran Zabaleta
Los libros del salvaje, 2018
363 pp.

Ochenta días por la España olvidada dan mucho de sí y contados por Fran Zabaleta, a bordo de su furgo y envuelto en un mundo de consideraciones que tiene a bien compartir con el lector, se convierten en el mejor de los entretenimientos.

Fran Zabaleta
Los libros del salvaje, 2018
363 pp.






Lo que le ocurre a Fran Zabaleta, el autor del libro, corre el riesgo de ocurrirle al lector después de unas pocas páginas de este viaje en ‘furgo’ que es un retrato de la Península Ibérica pero distinto del que suele ser el habitual. Un retrato a ras de suelo, más tranquilo y menos apresurado del que discurre por el cielo en avión o por las autopistas. Y más sensible -lo reconoce el autor- a lo que echaba de menos Steinbeck: el olor de la hierba, el hablar de la gente en cada lugar, los distintos ambientes de las distintas regiones…

Lo que le sucede al autor es que ha caído bajo la seducción de la idea de comprarse una furgoneta y ponerse a viajar en solitario, sin prisas, para hacer realidad un anhelo que va ganando terreno en su interior.  Y lo que corre el riesgo de sucederle al lector es enamorarse sin darse cuenta de la misma idea y del goce que el autor, medio en broma, medio en serio, va sembrado a lo largo del relato con el que presenta el antes y el después de su viaje. Un viaje por tierra que supone también un viaje al interior de sí mismo.

“El título Viaje al interior -dice- , no es casual: este es un diario de viaje y como tal encontrarás en él anécdotas, historias y reflexiones relacionadas con los lugares que he visitado. Pero también encontrarás algo más. Todo viaje es, de alguna forma, un viaje al interior. Salir de nuestra zona de confort nos obliga a mirar a la vez hacia fuera y hacia dentro, para tratar de orientarnos al tiempo que nos descubrimos”.

Podríamos estar ante un viaje a lo ‘hippy’ -jipi, dice él acudiendo al diccionario de la RAE- pero la cosa tiene más vueltas de lo que se podría esperar a un lanzarse al mundo sin plan, dejado a la improvisación y proyectado a mayor gloria de la vida natural.

Para empezar Fran Zabaleta es gallego y su discurso en lugar de lineal es quebrado, además con cincuenta años a sus espaldas ya no es un chaval y, por fin, dedicado como se dedica a la literatura, utiliza recursos convincentes que empiezan por hacer del lector un cómplice con el que dialoga de tú a tú y lo asocia del modo más natural a su proyecto.

Las dudas sobre el viaje ocupan las primeras páginas del libro convertidas en un desenfadado ejercicio de introspección y reconocimiento de las limitaciones reales e imaginarias de emprender una aventura como la proyectada.

Pero pronto el horizonte se despeja y pueblos, paisajes y gentes empiezan a desfilar ante sus ojos y los del lector que descubren a un viajero erudito, nada pesado y con suficiente opinión como para poner a caldo a los enemigos que se cruzan por su camino, tanto por el de asfalto -con los eucaliptos, por ejemplo- como por el de la historia -donde se ceba, por ejemplo, con los carlistas sin compasión.

Amores declarados y algunos porrazos -resultado de una ira más fingida que real- salpican lo que se convierte en un relato divertido, lleno de derivadas a las que contribuyen tanto la memoria sobre cosas ocurridas como alguna búsqueda por internet que efectúa el autor y que devuelven las escenas al presente, a lo que es un viaje a pie de carretera, incierto como corresponde a una gran aventura y sin embargo cómodo y grato como debe ser cuando la aventura tiene en realidad todos los cabos bajo control y ella misma es un juego con el que se divierte el autor.

El viaje, a medida que avanza se va nutriendo de incursiones en temas varios que abren un mundo de reflexiones. Desde los tartesos, pasando por la caza mayor y la conquista de América, por poner sólo unos pocos ejemplos, el horizonte que se le abre al lector parece no tener límite y vuelve a ser un reflejo de lo que el viaje significa: ensanchar la mirada, ampliar el universo mucho más allá del estricto paisaje del camino que se recorre. Ochenta días por la España olvidada dan mucho de sí y contados por Fran Zabaleta, a bordo de su ‘furgo’ y envuelto en un mundo de consideraciones que tiene a bien compartir con el lector, se convierten en el mejor de los entretenimientos.

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