Carlos Ferreiro Sánchez
Librería Arenas, 2010
247 pp.
El prólogo del libro destaca que no se trata de una guía de viajes ni tampoco de un libro de viajes al uso.
Los libros de viajes suelen pretender descubrirle al lector lugares insólitos o, al menos, ofrecerle miradas insólitas de lugares exóticos. Aquí estamos hablando de cosas más próximas a la normalidad aunque no por ello poco interesantes. El autor tiene la afición de viajar. Ha recorrido multitud de países y nos habla en su libro de sus experiencias a lo largo de numerosos lugares de oriente empezando por Egipto y terminando en Vietnam.
Su tono es más el de un turista que el de un viajero y seguramente es así porque su forma de viajar y de verse a sí mismo en el viaje está más próxima a lo que es hoy habitual en la mayoría de personas que se mueven en sus vacaciones por el mundo que en aquellos que hacen de su viaje una aventura excepcional y la convierten en única.
Los viajes que nos cuenta Carlos Ferreiro son los que podemos hacer todos. Ferreiro hace viajes de ‘agencia de viajes’, con sus vuelos reservados, sus hoteles reservados también antes de salir de su casa, con guía que lo recoge en el aeropuerto y que tiene a su disposición un coche… Y nos lo cuenta porque esos son los mimbres que sostienen sus recorridos por cada uno de los países que visita. Nos habla de los aeropuertos y también de los restaurantes en los que come aquí y allá, y de los hoteles donde se aloja, de lo atento y eficaz del servicio, y de los guías que en los distintos lugares lo atienden.
Dicho esto, que sirve para marcar el tono de la narración, su relato va, por supuesto, mucho más allá. Cuenta un montón de cosas que le llaman la atención porque viaja con los ojos bien abiertos. Y las cuenta con mirada de turista –sin que el término suponga un demérito. En Kenia nos habla de cada parque, de los animales que hay, de cómo se visitan, de quienes los pueblan, de cómo es una aldea masai. Nos habla de los caminos cuando se va en coche de un lugar a otro, de la actividad que se desarrolla a sus orillas, de los rebaños, de los pueblos, de las mujeres y de los hombres que ve y de cómo visten. Y lo mismo en las calles que rodean a la mezquita Jama Masjid en Delhi, con mercadillos y gentes, olores a comida, apretujones…
Si la literatura de viajes acostumbra a ser una literatura 'culta', Viajes hacia el Este caería dentro del género –y voy a tomar prestado el nombre del ámbito musical- de literatura de ‘ambiente’.
Carlos Ferreiro nos lleva a la calle, describe mercados, mezquitas, estaciones y todo aquello por donde pasa con habilidad y con suficiente acumulación de detalles como para hacernos sentir en el mismo lugar del que nos habla. Los campesinos, los animales, el suelo cenagoso, el color, los gestos, las miradas, las calles, los patios, los pasadizos, las esquinas... todo crea un mundo de sensaciones al que se une también la inevitable reflexión que hace el turista cuando viaja y constata las diferencias entre su propio mundo y el que descubre allí donde se encuentra. Ferreiro transmite comprensión por un lado, interpretaciones personales en ocasiones y admiración muchas veces. Y transmite también temor, el temor ante lo desconocido y que se percibe como amenaza, como ocurre en Nairob,i donde los habitantes ociosos, sentados en las esquinas, mirando al extranjero sin disimulo, despiertan el inquietante sentimiento de la inseguridad y apagan la simpatía hacia la gente que hubiera surgido si las sensaciones hubieran resultado más cómodas.
Viajes hacia el Este se ordena como una sucesión de experiencias en países y lugares distintos, parecidas a las que puede tener el propio lector cuando viaja. Por ello es un libro próximo y que se lee con facilidad. Y, porque es variado, se lee también con soltura y con sensación de novedad a medida que se avanza en las páginas y en este viaje que termina en el océano Pacífico. Estamos ante un libro ‘llano’, diferente, entretenido y con información que con seguridad será útil para quien tenga intención de seguir los pasos del autor.
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