Bret Harte
Navona, 2009
106 pp.
Los Estados Unidos son, por tamaño, casi un continente. Y si además del espacio, le aplicamos la escala del tiempo, podemos pensar que son un mundo. De toda la literatura que se escribe sobre ellos son tantos los puntos de vista y los ángulos desde los que toman posición los autores que parece no haber límites a los enfoques y a las miradas.
Con Cuentos californianos le toca el turno a al Oeste: al Oeste que conocemos por las películas y que nos llega matizado por las exigencias del cine. El Oeste literario del libro que nos ocupa tiene mucho que ver con el de Hollywood. Y se diría que por lo que tiene de caricatura ha sido fuente de inspiración para muchos de los que, a través del celuloide, han querido acercarse al tema. Pero qué duda cabe de que el Oeste de las páginas de Cuentos californianos es un Oeste real, por la época en la que se escribe, aunque deliberadamente exagerado en el deseo de agudizar los caracteres de los personajes, de forzar las aristas de las situaciones y de introducir un fondo de ironía y de humor.
Bret Harte, el autor, fue un escritor de éxito. No de un éxito relativo. Sus historias –las historias que recoge Cuentos californianos- fueron auténticos best sellers y él se convirtió en escritor famoso, reconocido y bien pagado. Su secreto fue el de llevar a la América urbana, las historias lejanas, aunque muy recientes en el tiempo, que hablaban de un país en plena expansión, empeñado en conquistar nuevos territorios con uñas y dientes.
Su visión está llena de picardía y ahí estuvo la clave del éxito. Como todas, la sociedad americana era, desde muchos puntos de vista, rígida, moralista y puritana. Y al mismo tiempo se las arreglaba para construir un futuro sobre las bases totalmente opuestas de la tolerancia, el sentido práctico y el interés de cada cual. Los americanos de la época, rectos y temerosos de Dios, sabían que hay que tomar distancia y a la vez convivir con la realidad y que ese ten con ten se basa en hacer la vista gorda.
Bret Harte con su aproximación sincera, afectuosa, inteligente e irónica podía servir la realidad de las tierras de frontera no sólo de manera aceptable sino bien aceptada. Los personajes de sus historias son tipos duros, poco educados, ásperos y casi todos situados más allá de esa línea que bordea la legalidad de los hombres y la de Dios. Jugadores, mujeres de la vida o simplemente mujeres, mineros, jueces y autoridades… todos están marcados por una especie de ley de la selva que lo mismo sirve para despedazar al otro que para convivir en un mundo inestable y sin embargo cordial y a veces incluso bien intencionado.
Cinco cuentos, componen las historias del libro. Todos distintos y todos parecidos, de modo que el lector se familiariza pronto con los personajes. Bien escritos, de lectura fácil, con una trama ingeniosa son escenas de la vida que parecen congelar anécdotas y situaciones en torno a las que actúan un elenco de personajes que podrían intercambiarse de un cuento a otro.
Y aquí está probablemente la explicación de lo relativamente corta que acabó siendo la gloria del autor. Contemporáneo de Mark Twain, al que conoció y con el que colaboró, Bret Harte a pesar de su extraordinaria fama declinó como escritor y terminó, como hombre inteligente y culto que era, ejerciendo de diplomático. Sus personajes, llamativos por su carácter basto son sin embargo planos. Sus cuentos, llenos de gracia e ingeniosos, acabaron repitiéndose y perdieron con el tiempo el atractivo de la novedad y el favor del público. El brillo inicial de la caricatura que supo dibujar Harte no pudo prolongarse indefinidamente porque personajes y situaciones no alcanzaron a evolucionar para ganar en profundidad y adquirir la energía que les hubiera permitido mantenerse en vida.
Los cuentos que recoge Cuentos californianos pertenecen a los más afortunados del autor y son los que le dieron un éxito extraordinario. Su lectura todavía hoy resulta divertida y aproxima de manera muy informal a las raíces de estos Estados Unidos bipolares donde conviven lo más avanzado junto a la nostalgia del viejo Oeste sobre el que se fundó buena parte del país.
lunes, 26 de octubre de 2009
Cuentos californianos
domingo, 18 de octubre de 2009
Pekín me deslumbró. Crónica hedonista y refinada de los los años treinta en la ciudad
Pekín me deslumbró
John Blofeld
Altair, 2008
325 pp.
John Blofeld tuvo la ocasión de convivir con los chinos en un momento en que estaba a punto de cambiar la historia del país de forma irreversible. Y en Pekín encontró a personajes del tipo más diverso...
John Blofeld
Altair, 2008
325 pp.
Muchos de los libros que han entrado en la categoría de clásicos en la literatura de viajes han sido escritos hace ya alguna década y hablan de experiencias inalcanzables para el viajero de hoy. El mundo ha cambiado tanto y tan deprisa que aquello que encontró el autor de cualquiera de estos libros y de lo que habla se desvaneció con el paso de los años y poco o casi nada permanece en la actualidad.
Pekín me deslumbró cae de lleno en esta reflexión y acerca de ella habla Miguel Portillo, traductor al español del libro y autor de un excelente prólogo que merece la pena leer con atención. Qué decir de los cambios que ha experimentado China y del vuelco que ha dado Pekín, hasta hace poco de casas bajas, humildes y de construcción precaria y hoy ciudad olímpica donde las excavadoras han allanado el suelo sobre el que se levantan los más llamativos rascacielos. Pero la realidad es que China, con cambios o sin ellos, encierra un mundo que vivió al margen de occidente hasta hace muy poco y que dio lugar costumbres, creencias, tradiciones tan distintas de las nuestras que vale la pena conocer. Para los chinos, los bárbaros fueron los occidentales y ellos mismos, cultos y refinados, siempre atentos a normas y formalidades elaboradísimas, una raza superior a cualquier otra.
John Blofeld tuvo la ocasión de convivir con los chinos en un momento en que estaba a punto de cambiar la historia del país de forma irreversible. Y en Pekín encontró a personajes del tipo más diverso con los que pudo conocer las particularidades de la vida cotidiana, de los pensamientos y de los sentimientos de gente muy diversa. Con la mirada atenta Blofeld cuenta su experiencia en Pekín sorprendente en cada una de las páginas y compone un relato que engancha al lector hasta el final.
Consciente de que este blog sigue siendo minoritario y de que es más que probable que los editores del libro no recalen en él en esta ocasión, voy a permitirme contravenir las reglas del copyright para copiar unos párrafos del prólogo de Miguel Portillo. Son la mejor introducción al libro y contienen ese gusanillo que despierta en el lector el deseo de leer. Seguro que tras ellos Pekín me deslumbró entrará en la lista de los libros que conviene no perderse y que todos llevamos en el bolsillo para cuando se presente la primera ocasión.
"Este libro es una larga carta de amor sobre la ciudad y una manera de estar en el mundo, la mítica Pekín de la década de 1930 y la cultura china que le da vida. John Blofeld (1913-1987) amó Pekín sobre todas las cosas y así nos lo cuenta.
¿Pero de dónde sale Blofeld y qué hace ahí tan joven (veintidós años)? Digamos que nace en Londres y que estudia Ciencias Naturales en la Universidad de Cambridge, carrera que no acaba porque tiene otros intereses más apremiantes: se hace budista. Hay que tener en cuenta que Blofeld y Alan Watts, otro famoso intérprete del pensamiento asiático, son coetáneos, los dos coinciden en charlas y meditaciones que tenían lugar en la Buddhist Society de Londres, un centro, valga la expresión, de “excéntricos” fundado en 1924 por Christmas Humprheys (1901-1983), un juez del Tribunal Supremo, para divulgar el conocimiento primero teosófico y después oriental. Así que decide partir hacia China en busca del saber que está más allá –o más acá, según se mire- de todo conocimiento, de un cambio caleidoscópico de su conciencia que le asiente en el mundo y en él mismo. Es, como si dijéramos un viajero con un 'destino interior', su meta está clara.
Tras dos años en el sur de China en los que entraría en contacto con lamas mongoles, tibetanos y maestros chan, llega a Pekín y pasa en la ciudad tres años -1934-1937- hasta que fue ocupada por los japoneses. Él la considera la época más feliz de su vida. Conocido autor de diversos libros sobre el pensamiento y filosofías orientales, avisa en el prólogo de esta obra a sus lectores habituales de lo inaudito, aparentemente, de su glosa de los placeres de todo tipo de los que disfrutó en la ciudad, afirmando que no se arrepiente de nada de ello y que no puede cambiar lo que fue en esta época (…)".
lunes, 12 de octubre de 2009
El libro de la Riviera
El libro de La Riviera
Erika y Klaus Mann
El Nadir, 2009
127 pp.
“La vida nocturna que ofrece Toulon se concentra en el Quartier Privé (el barrio de las putas…) que no es tan romántico y magnífico como el de Marsella, pero quizás posee un encanto más íntimo”...
Erika y Klaus Mann
El Nadir, 2009
127 pp.
''La vida nocturna que ofrece Toulon se concentra en el Quartier Privé (el barrio de las putas…) que no es tan romántico y magnífico como el de Marsella, pero quizás posee un encanto más íntimo''.
Klaus y Erika Mann son hijos de Tomás Mann, viven las mieles del mundo intelectual, disfrutan de la libertad de ideas que su medio les permite, son, en la época, ciudadanos de Europa, juegan a enfants terribles y se divierten con el humor a flor de piel que les permite una mirada joven, creativa y lúdica.
Para una colección llamada ‘Lo que no se lee en el Baedeker’ escriben El libro de La Riviera. Y la verdad es que el título de la colección no podía ser más adecuado a lo que ambos hermanos eran y deseaban escribir.
La Riviera es en el período de entreguerras -1931- un mito. La aristocracia acude a los grandes hoteles con toda clase de lujos y de sofisticaciones. La rica burguesía la sigue y presume de lo más moderno y exclusivo al lado del mar. Los ingleses y los alemanes acaudalados y los viajeros sedientos de sol sienten la llamada de la Costa Azul a la que dan un toque de sofisticación exótica. Los atistas descubren el milagro de la luz del Mediterráneo y se dejan llevar por los aires provincianos del Midi….
Todo encaja para que una pareja de mirada aguda, divertida e iconoclasta le dedique al lugar un poco de su atención y escriba sin remilgos lo que no es una guía, sino mitad guía, mitad caja de chismes y de consejos para mejor aprovechamiento de cualquier buen entendedor.
Si hubiera un manual de estilo para orientar a los escritores de guías de viajes seguramente diría que la información debe ser relevante, que debe ser objetiva, que debe evitar las apreciaciones demasiado personales, que es preciso ser prudente con las descalificiones redicales y que los barrios de putas encajan mal a la hora de las recomendaciones o de los comentarios sobre qué cosas son mejores en una ciudad o en otra.
Aquí los dos hermanos, que uno imagina jóvenes –están en torno a los veinticinco años cuando escriben el libro-, parece que se han puesto de acuerdo para bordear la legalidad y para pisar al menor descuido el terreno de lo inconveniente, con tanto aplomo como desparpajo. Y en un tono de gamberrada controlada, para transmitir la idea de que han conseguido que alguien los invite a recorrer La Riviera y a disfrutar de sus lujos espléndidos para hacer luego una lectura artístico-creativa del conjunto en forma de este libro que la sesuda Baedeker nunca se hubiera atrevido a publicar.
Al lector lo tratan con un respeto más que mediocre, poniendo en duda su capacidad económica para pagarse un hotel de los buenos y recomendándole lugares más modestos para los que sí alcance sul presupuesto. A los no muy avezados en la cultura culinaria de la Costa Azul, les aclaran que la bullabesa es esa ‘sopa picante en la que flota todo y si tiene suerte encontrará una langosta’. Sobre los barrios con más sabor de Marsella comentan con especial cariño alguna zona próxima al puerto aclarando, eso sí, que a una señora –una turista, se entiende- le cortaron las orejas para quitarle el bolso o las joyas.
Y para mantener la distancia respecto a las guías serias y dejar clara su independencia de criterio, evitan los habituales superlativos que tratan de convencer al lector que cada monumento o lugar son extraordinarios para dejar muchas de las apreciaciones en el confuso territorio de lo ‘mediano’ y de los calificativos que no se sabe muy bien si caen del lado del elogio o del ridículo: unos lugares bastante lindos…, unas vistas especialmente monas…, un bar de esos que llaman un sitio ameno…
No está claro, si es Klaus o si es Erica quién está escribiendo. Pero los dos, o uno de los dos, tienen un impagable gusto por lo teatral. Las escenas fingidas en el casino de Cannes o en la tienda de Hermés merecen por sí dolas la lectura del libro. Y el canto lleno de ironía al consumo de lujo que coquetea con el culto por la escasez, en ese escaparate que exhibe una solitaria bufanda con una única botellita de perfume, es un derroche de ingenio y de humor que no se olvidan fácilmente.
Por supuesto, la costa Azul, o la Riviera, de la que hablan Erika y Klaus Mann no es la misma de la que podríamos hablar hoy, después de transcurridos un montón de años. Pero la ‘guía’ de ambos aplicada a este momento resulta tan inconveniente como lo fue en su tiempo. Y la lectura del libro –de poco más de cien páginas- sigue siendo tan refrescante como pudo serlo entonces y sigue despertando admiración.
Quien disponga de un poco de tiempo para la lectura no debiera perderse este Libro de La Riviera, tanto si ha pensado en visitar el lugar como si no. A pesar de los dones con que la naturaleza ha dotado a este paraje privilegiado, nuestros autores han decidido no rendirse al culto a su belleza y resistirse a la devoción que suele ser la norma general. Y al hacerlo consiguen un libro que ofrece entretenimiento y diversión sobrados como para hacerse un hueco bajo el sol -ese sol tan celebrado de La Riviera- por méritos propios.
domingo, 4 de octubre de 2009
Mapa de los sonidos de Tokio
Mapa de los sonidos de Tokio
Isabel Coixet
Tusquets, 2009
119 pp..
En Mapa de los sonidos de Tokio, Coixet, escritora, muestra un Tokio fugaz y duro que llega al lector en forma de thriller y que se desarrolla sin concesiones a lo superfluo de manera magistral. ...
Isabel Coixet
Tusquets, 2009
119 pp.
Tokio. Y un libro. Es Isabel Coixet quien escribe y es un libro porque se compone de páginas de papel sobre las que está impreso el texto.
Pero al lector la sensación de la lectura le resulta nueva y le lleva necesariamente a la conclusión de que está viendo una película.
Mapa de los sonidos de Tokio yo diría que en lo esencial no es un libro. Lo que el lector tiene entre las manos es un relato visual extremadamente poderoso. No hay en él retórica alguna. Todo es preciso y cortante. Lo son las frases, las situaciones, el perfil de los personajes y sus palabras.
Siendo un relato visual, lo material cobra relieve y necesita hacerse explícito. Es lo que desvela el trasfondo de la acción. Se describen los movimientos, se indica la posición de los personajes en la escena. Hay que verbalizar el gesto. No es el sentimiento el que permite deducir ne aspecto de un semblante. La cara o el gesto son los que dibujan los sentimientos. Y son la textura del aire y el color los que construyen la atmósfera. Y, con ellos, el sonido.
Mapa de los sonidos de Tokio es un libro impresionante. Riguroso en la expresión. Minimalista en la forma, (sostenida por el incierto personaje de un narrador), desarrollada en tiempo presente y con frases incisivas y cortas.
La Coixet explica al final el por qué de su libro. Nace, dice, "de mi fascinación por la cultura japonesa contemporánea y por la atmósfera de las novelas de Haruki Murakami y de Banana Yoshimoto, por mi confesa adicción al wasabi y por la vibración casi material que emite la ciudad de Tokio durante la noche: una especie de expectación, misterio, sombra y dulzura que deja una huella imborrable".
Es una pequeña historia de la vida en Tokio lo que aparece en el libro, extraída -casi destilada- del guión de la película que la misma Isabel Coixet ha escrito y dirigido con el mismo título.
Rozando esa vida de Japón que a los occidentales nos parece opaca, apoyada en una trama que se construye sobre indicios, ordenada en una sucesión de escenas cuya levedad las convierte a veces en simples fotogramas, la narración cobra intensidad a medida que avanza y absorbe la atención del lector.
En Mapa de los sonidos de Tokio, Coixet, escritora, muestra un Tokio fugaz y duro que llega al lector en forma de thriller y que se desarrolla sin concesiones a lo superfluo de manera magistral.