domingo, 22 de marzo de 2015

Abecedario de pólvora

Abecedario de pólvora

Yordán Radíchkov
Automática editorial, 2014
244 pp.

Héroes sin serlo, personajes ingenuos, pequeñas tradiciones y fantasías del mundo rural de los Balcanes componen un relato que nos acerca a las raíces de Bulgaria y de sus gentes en tiempos de la 2ª Guerra Mundial.




Yordán Radíchkov
Automática editorial, 2014
244 pp.





Yordán Radíchkov es una celebridad en las letras búlgaras. Lo era en época de la Bulgaria socialista y lo sigue siendo ahora.

Abecedario de pólvora se publicó en 1969. Y, sin serlo, se diría que es una colección de cuentos, cada uno centrado en un personaje distinto y cada uno contado en primera persona. Lo que ocurre es que el lector se da enseguida cuenta de que el personaje que habla y centra el relato en cada uno de estos cuentos es uno de los personajes que apareció en los cuentos anteriores y que el juego que este artificio permite es mostrar una parte de la realidad que los otros personajes del relato no sabían o no podían ver.

El juego de Radíchkov estimula enseguida la curiosidad porque el lector es consciente de que cada escena es parcial y que los distintos acontecimientos se desarrollarán más adelante bajo miradas diversas y tomarán tonalidades y significados diferentes. El juego es entretenido como lo es el tema y el lenguaje del que echa mano el autor para desarrollarlo.

La Bulgaria rural es el territorio que ha elegido Radíchkov para hablar de su país. Y su gente la que da vida a esta pequeña novela. Gente natural, bondadosa como si de una Arcadia hubieran salido, y además humilde y envuelta en penalidades que no transforman su carácter en maldad, sino, a lo más, en sencilla malicia.

Y no es fácil mantener el tono calmado cuando el momento en que todo ocurre es en plena Guerra Mundial, con Bulgaria invadida por los alemanes y los personajes de Radíchkov enredados en la resistencia.

Radíchkov, nadando en lo más humano del mundo campesino de Bulgaria, interesado en la picardía de la gente de campo y en su resignación inteligente a caminar entre las dificultades de la vida con ánimo paciente y buena cara, perdió la oportunidad de haber hecho un relato heroico. Y se ganó el reproche de la crítica oficial -estamos hablando de la época socialista- empeñada en que no hubiera literatura que no fuera para ensalzar las virtudes populares y proletarias sin matices y voz en grito.

Del grito es justamente de lo que huye Radíchkov, como huye también de las virtudes radicales. En sus personajes todo parece ligero y discreto, todo es frágil y humano, y todo está teñido por el tono irónico de quien bordea la miseria y sabe que vive de prestado. A la autoridad hay que respetarla por si acaso, venga de donde venga, y a la posibilidad de engañarla hay que considerarla también porque para vivir hay que buscar atajos que no están en el reglamento y que dan un poco de aire a la vida de quienes lo tienen casi todo en contra.

Héroes sin serlo, personajes ingenuos, pequeñas tradiciones y fantasías del mundo rural de los Balcanes siembran de vida y de pequeñas emociones este Abecedario de pólvora. Un relato que nos asoma a las raíces de Bulgaria y de sus gentes y del que Magris comenta que "excava la sabiduría en el fondo del candor cotidiano, la inteligencia oculta bajo las apariencias de la simpleza, la locura poética disfrazada de sencillísimo sentido común y áspera tozudez".

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martes, 3 de marzo de 2015

El dios del desierto

El dios del desierto

Wilbur Smith
Duomo, 2015
434 pp

'El dios del desierto' es un entretenimiento. Bien fundado históricamente y en tono de aventura, busca mantener viva la atención del lector en un Egipto que sólo conocemos por la arqueología.


Wilbur Smith
Duomo, 2015
434 pp





Egipto es para el viajero al 50% un país real y al otro 50% un país anclado en el pasado. Dos mil años de imperio faraónico, una sólida civilización que se mantuvo en época romana y un legado arqueológico desbordante hacen de este país remoto algo real, al alcance de nuestras miradas y que podemos tocar aún hoy con nuestras propias manos.

Pero ese algo real resulta ahora parte de la arqueología, dominio de los estudiosos encargados de mantener y de revisar las teorías sobre un viejo patrimonio atrapado en el pasado. El Egipto faraónico es sobre todo un Egipto muerto. Y sin embargo se hace inevitable preguntarse ¿cómo fue la vida de quienes construyeron todo aquello?¿Cómo fue realmente ese imperio y cómo lo vieron quienes vivieron en él?¿Qué sentido tuvo, al margen de esa visión arqueológica que parece haberlo congelado en un pasado lejano y haber ocultado el lado humano que sin duda tuvo?

Wilbur Smith es un clásico de la novela histórica convertida en bestseller y ha encontrado en Egipto una fuente de inspiración. Su libro, El dios del desierto, es propiamente un libro de acción que se sitúa en torno al siglo XVIII a.C. Relata las aventuras que se desarrollan con ell objeto de recuperar el dominio del norte de Egipto del que ha sido expulsado el pueblo egipcio tras la invasión de los hicsos. No estamos ante un relato de vida cotidiana. El foco que dirige la mirada del autor no es el del pueblo. Es el del entorno del faraón, después de su derrota frente a un pueblo extranjero más poderoso pero menos culto y a ojos de los egipcios inferior. Los asuntos de estado, que vienen a ser la diplomacia y la guerra, alimentan el desarrollo de la aventura que capta enseguida el interés del lector. Y la perspicacia y aguda personalidad de quienes mueven los hilos de la trama dan sabor a la historia y añaden intriga a la continua sucesión de acontecimientos.

El dios del desierto es un entretenimiento. Bien fundado históricamente, busca mantener viva la atención del lector creando para él una entretenida aventura. Pero es también un relato vivo y lleno de personajes que sin duda añadirán a ojos de quien lo haya leído una dimensión humana al espectáculo espléndido pero impersonal que ofrecen los magníficos restos que se conservan de la antigua civilización egipcia.

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