jueves, 27 de junio de 2013

Europa en el parabrisas

Europa en el parabrisas

Robert Byron
Confluencias, 2013
296 pp.

Resulta una curiosa experiencia la de enfrentarse a la escritura fresca de un joven de veinte años que decide, con un par de amigos, emprender un gran viaje por Europa. Y más si este joven es Robert Byron...



Robert Byron
Confluencias, 2013
296 pp.






Resulta una curiosa experiencia la de enfrentarse a la escritura fresca de un joven de veinte años que decide, con un par de amigos, emprender un gran viaje por Europa. Estamos en la Inglaterra del primer cuarto del siglo XX, cuando lo de viajar era cosa todavía de pocos, pero era una costumbre entre los jóvenes adinerados. Jóvenes para quienes conocer el mundo formaba parte de las asignaturas que acreditaban una buena formación.

Nuestro joven no es en realidad un miembro de ese selecto club de hijos de familias ricas que corona la élite inglesa. Pero es su amigo porque es brillante y ha crecido como ellos educándose primero en Eton y luego en la universidad de Oxford. Es Robert Byron, en este momento un personaje anónimo todavía pero que iba a convertirse con Viaje a Oxiana, sobre todo, y también con sus escritos sobre Rusia, la India, Grecia y el mundo bizantino, en uno de los más célebres escritores de viajes del siglo XX.

En Europa en el parabrisas Byron muestra ya las maneras de un maestro del género. Empieza el libro con la preparación del viaje y con la presentación de los viajeros porque la narración del periplo es tanto un relato de los países y los lugares que se visitan como de los personajes y las particulares maneras de todos ellos en el curso del recorrido. Difícilmente podía haberse escrito un libro más ‘inglés’, Como corresponde a unos jóvenes salidos de lo más granado de la sociedad de lo que todavía era el imperio británico, tan relevante resultaba dar noticia de los lugares que se visitaban como de los ánimos y ocurrencias de los viajeros. El viaje lleva a Inglaterra en el espíritu e irradia seguridad y poderío en esa aventura de chavales destinados a heredar en algún momento el título de un lord.

Pero para el lector tanta prepotencia, más que hiriente, resulta una curiosidad y añade al viaje por Alemania, Suiza, Italia y Grecia, que es de lo que va el libro, otro viaje, esta vez a una Inglaterra, a punto de desaparecer. Los tres viajeros de los que habla Byron incluyéndose a sí mismo, son un espectáculo porque representan la aristocracia de la cultura, el refinamiento y el dinero frente a una Europa destruida por la guerra –acaba de terminar la Primera Guerra Mundial- pero sobre todo envuelta en el atraso. Malas carreteras, funcionarios inútiles, malos hoteles rodean y forman parte de la aventura del grupo de jóvenes que viajan -en aquella época- en coche propio, se hospedan, cuando los hay, en los mejores hoteles y acuden a la ópera o al teatro en todas las ciudades cuando el espectáculo merece la pena.

Italia, Grecia… son para los ingleses las raíces de la propia cultura y los jóvenes mejor educados –o educados simplemente, recuérdese que el joven Lívingstone, salido de una familia misérrima leía latín- tenían en estos países las referencias sobre las que se habían construido los palacios y grandes edificios que abarrotaban Londres y las mejores mansiones que adornaban la campiña inglesa. Byron forma parte de esta juventud atraída por los clásicos pero con opiniones propias, desplegadas con frecuencia bajo un manto de ironía, que suenan a provocación y también a esa imprudente seguridad que nace la juventud y de la superioridad que se desprende de haber nacido inglés y de pertenecer al club de los mejores.

Europa en el parabrisas es un libro distinto, un libro de viajes y un libro ‘de época’ que se lee con todo el interés y que entretendrá al lector. Es un libro fresco y vital de un autor, casi adolescente todavía, que mereció los mejores elogios de otros de los grandes de la literatura de viajes como Bruce Chatwin o Patrick Leigh Fermor.

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jueves, 20 de junio de 2013

Africa. Historia de un continente

África. Historia de un continente

John Iliffe
Akal, 2013
507 pp.

¿Qué ha ocurrido en África para que su desarrollo haya sido tan distinto del que ha tenido Europa y su vecina Asia? 'África. Historia de un continente' ofrece algunas respuestas...


John Iliffe
Akal, 2013
507 pp.






Quien más, quien menos, conoce algo de la historia de África: la brillante civilización egipcia, la presencia de los romanos a orillas del Mediterráneo, la llegada del Islam desde tierras de Arabia, la presencia portuguesa tras navegar a lo largo de sus costas, la época colonial y algún otro hito hasta llegar al día de hoy.

Algunas cosas sabemos, pero lo que conocemos peor es la historia de los africanos y, sobre todo, el por qué África ha llegado a ser lo que es. ¿Qué ha ocurrido en África para que su desarrollo haya sido tan distinto del que ha tenido Europa y su vecina Asia?

John Iliffe, profesor de la Universidad de Cambridge y experto en el mundo africano, ataca este problema en un estudio intenso y extenso al mismo tiempo. Empieza desde los primeros pobladores, en un zoom histórico que nos lleva a los orígenes. Pero este retroceso en el tiempo no es simplemente el resultado del deseo de empezar por el principio. Es la mirada original que pone de relieve las condiciones geográficas y de población que marcarán decisivamente el devenir del continente. La falta de un relieve significativo como las grandes cordilleras que atraviesan Asia y Europa, la barrera que supuso la desertización del Sahara, la condición insalubre de muchas de las áreas geográficas, la dificultad de abrirse espacio frente a una vegetación casi invencible son elementos que explican la historia y condicionan el desarrollo de la acción humana y la evolución de la vida en sociedad. ¿Por qué, a diferencia de lo que ocurrió con otros imperios, los poderosos egipcios no penetraron en el corazón de África? ¿Por qué no extendieron hacia el oeste sus fronteras?

Las particularidades del entorno están en la forma como los diversos pueblos africanos aseguraron su supervivencia y organizaron sus comunidades en medio de épocas de prosperidad y épocas de grandes cataclismos. La peste, en el siglo XIV despobló todo el norte de África y a diferencia de lo que ocurrió en Europa estuvo viva durante siglos e impidió que la población y la economía se recuperaran. La mosca tse tse hizo imposible el desarrollo de la ganadería en amplias regiones del continente hasta que el avance de la desertización mermó los arbustos que daban cobertura a los insectos. El comercio de esclavos representó una sangría en vidas que afectó al conjunto de una población que necesitaba crecer para mantener el impulso de desarrollarse.

Un abanico de líneas maestras en la tramoya de la historia africana aparece en el libro y se disponen a modo de cimientos para construir un edificio que se inicia con los primeros humanos y su difícil lucha por la subsistencia hasta hoy, hasta la evolución de los estados independientes nacidos del colonialismo, el impulso del Islam y esa otra enorme catástrofe que sigue siendo el sida.

Tanto contenido supone una enormidad de datos y de información. Del mismo modo que la lectura resulta apasionante, hay que decir que esta historia del continente africano no es un libro fácil. No puede serlo y no es por falta de habilidad del autor. Una buena lectura requeriría papel y lápiz y tomarse uno mismo la lección después de cada capítulo. Además de los primeros pobladores, aparecen los egipcios, luego los romanos, luego el cristianismo del norte africano, luego los árabes en lucha con la población autóctona, luego…

África. Historia de un continente, es mucho más que un libro de divulgación, es un auténtico curso de historia. Un curso magnífico que requerirá un ejercicio de aplicación al lector pero que le dará, también, la satisfacción de abrirle los ojos sobre muchos temas que probablemente no conocía y sobre un modo de aproximarse a la historia sumamente revelador.

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martes, 4 de junio de 2013

Exposición de primavera

Exposición de primavera

György Spiró
Acantilado, 2013
288 pp.

No se podía elegir un comienzo más desolador: una sala en el sótano de un hospital de Budapest mientras en la calle silban las balas, pero el lector sabe que la cosa no va de tragedia y que Exposición de primavera le va a divertir más que preocupar...

György Spiró
Acantilado, 2013
288 pp.





No se podía elegir un comienzo más desolador: la sala provisional de enfermos en el sótano de un hospital de Budapest mientras en la calle silban las balas que reprimen la revolución de 1956. Pero como no hay situación que el humor no atempere, el lector sabe que la cosa no va de tragedia y se hace la composición de lugar de que la Exposición de primavera que está leyendo le va a divertir más que preocupar.

Estamos en la Hungría socialista, a la que los azares de la gran política pusieron en manos soviéticas. ¿Y Austria? Austria, lo mismo que Hungría fue liberada por los rusos, pero de ella los libertadores se marcharon sin objeción y de Hungría no. La arbitrariedad tiene esas cosas y el mundo de nuestro protagonista parece regido por esta suerte de azar que ridiculiza el ideal socialista de un trabajo meditado y riguroso para construir una sociedad eficaz y justa, además de armónica.

Nuestro héroe –así lo trata el autor en la novela, con evidente sorna- es un ingeniero que nunca pudo trabajar de ingeniero, un buen hombre pero fuera de los engranajes que conducen al éxito dentro del partido, y marido de una mujer malhumorada, aunque no está claro quién ha contagiado el malhumor a quién. Pero por primera vez la vida parece haberse puesto del lado de él y el doloroso trance de la operación de hemorroides que lo llevó al hospital le libra de cualquier sospecha de haber participado en la revuelta contra los rusos y resulta la garantía de un expediente limpio a ojos de las autoridades. Nuestro hombre es legal en un país donde los gatos son pardos y cualquiera puede caer en desgracia por un desafortunado desliz.

Como no podía ser de otra manera, la crítica a la aventura socialista es feroz y divertida al mismo tiempo. Desmonta todos los tópicos y desde la vida más cotidiana vierte toda clase de argumentos sobre su absurdo y su rematada ineficacia. Nuestro protagonista muestra algunos fogonazos de autismo en su atención a los detalles más nimios e innecesarios. Detalles propios de un desvarío que despiertan en el lector la sospecha de que algo no funciona bien en su cabeza y en la de todos, o lo que es lo mismo, en el país entero.

La vida en Budapest es el colmo de la grisura, puro aburrimiento envuelto en el problemático regreso a la normalidad tras la revuelta y al que pone color algo tan intrascendente como una exposición de artistas que se prepara para la primavera. Intrascendente en teoría o en cualquier otro país. Pero cargada de amenazas y de trampas porque las ‘fuerzas’ que se movilizan tras ella –los jerifaltes del partido, los censores, los jurados, el aparato entero, las envidias, las sospechas… - la convierten, al igual que todo lo demás, en un campo de minas donde se juega una oscura batalla por el poder y donde nadie está a salvo.

¿Nuestro héroe se veía en el bando de los inocentes debido a la afortunada intervención de una enfermedad? Pues ni con esas. También para él las cosas se complican porque la inseguridad y la dirección de los vientos que soplan lo mismo le favorecen a uno que lo ponen contra las cuerdas de un sistema donde cada cual trapichea y se busca la vida aprovechando la astucia o las rachas de suerte.

György Spiró convierte la tragedia en soterrada comedia y hace un retrato agudo de su país. Todo es desencanto, nada es lo que parece. Si con los nacionalistas de la época nazi todo iba mal, con el socialismo no ha ido mejor. No es que lo del comunismo fuera mala idea, todo lo contrario. El fervor estaba ahí, los ideales seguían lo mismo de inspiradores. Lo que pasaba es que los comunistas con puesto y con mando en plaza ‘eran también fascistas, aunque fueran rojos’. En resumen, todo era un camelo.

La Hungría de mitades del siglo XX y la que llegó hasta la caída del muro de Berlín emerge con la excusa de la exposición que se prepara en primavera. Quienes olvidaron como era o no llegaron a tiempo de conocerla tienen ahora la ocasión de hacerlo con una media sonrisa y con la sensación de incredulidad sobre cómo pudieron ser las cosas.

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