Hape Kerkeling
Suma de letras, 2009
416 pp.
Parece que el Camino de Santiago genera adicción y que quienes lo emprenden obtienen de él experiencias profundas. Será la historia que acumula, será la influencia de la vía láctea, será la espiritualidad que lo acompaña y el reto de llegar a pie a Santiago, será una predisposición propia de los peregrinos o será la suma de todo ello.
La cuestión es que paralelamente al Camino, dicen que se abre paso en el caminante una conmoción que tiene algo de iluminación del espíritu. En la conversación de los peregrinos surge cada poco el comentario sobre algún hecho extraordinario, siempre pequeño pero que denota que el Camino es lugar proclive a los prodigios y que a los caminantes se les abre el corazón para reconocerlos.
Sé que el párrafo anterior destila un claro escepticismo. Y deseo señalar que el ´culpable´ de este tono descreído es Hape Kerkeling, el autor de Bueno, me largo. No es que Hape Kerkeling tenga un prejuicio contra el Camino de Santiago que le haga hablar de él con desapego. Al contrario. Lo emprendió por voluntad propia y lo inició sin reservas desde la primera etapa en Saint Jean Pied de Port, una de cuyas características es que exige superar un desnivel de más de mil metros, mochila a cuestas, en una sola jornada.
Lo que ocurre es que Hape Kerkeling es un cómico de los pies a la cabeza y no puede evitar una mirada irónica a la machada de recorrer casi mil kilómetros a pie y a su propia persona, preparada para cualquier cosa menos para estos menesteres. Hape Kerkeling, alemán, como su nombre deja suponer, posee un programa de televisión de éxito en su país y es un personaje famoso. Pero también es un hombre curioso, al que le gusta viajar y despegarse de la rutina y al que le seduce la perspectiva de moverse de incógnito, lejos de los focos y del plató, en solitario, por un país –España- del que conoce el idioma y en una ruta por la que siente atracción.
Hape Kerkeling, como buen humorista, juega con el espíritu humano cuyos recovecos domina y se atreve con la heterodoxia de reconocer que el Camino es un suplicio. Lo hace con exageración y con humor. Lo suyo es una caricatura. Pero sabe bien de lo que habla y no escatima quejas ni lamentos que el lector reconoce como ciertos. No hay poesía en el alma del peregrino sino congoja por su torturado cuerpo:
"... casi no puedo moverme. Anoche casi no me pude dormir de tanto que me dolía todo. Esta mañana, a las nueve, intento levantarme, pero ambas piernas, desde la planta del pie hasta el muslo, están agarrotadas y casi rígidas. me duele todo: las plantas de los pies, los tobillos, las rodillas, las tibias, los músculos."
Hape Kerkeling es un vitalista y entiende que no hay gloria en pasar apuros. Al menos, quiere expresarlo así, de forma clara, con todos los detalles y transgrediendo la norma no escrita de la discreción en las propias penas. Quiere quejarse en público, alto y claro. Y pone en la picota también otro de los mitos del Camino, el de los albergues. Aglomeración, incomodidad, ruidos y ronquidos, sordidez... Una descripción de lo menos favorable acompaña a esos albergues que para tantos caminantes son la sal del camino, el punto de encuentro y el lugar donde unos se comunican con otros y se revive un ritual de descanso y de final de etapa que viene desde siglos atrás.
Sin cortarse un pelo y con todo el desparpajo Hape Kerkeling clama "¡Los albergues! Los albergues son para gente que no tiene dinero. Nada de dinero... ¡Basta! de ahora en adelante volveré a dormir en hoteles. ¿Por qué los demás peregrinos -muchos de ellos no son precisamente pobres- se someten a estos sórdidos hospedajes en los que además suelen tratarte mal?"
Y no es que, libre ya para quejarse, renuncie a los alberques, renuncia también a caminar cuando se ve derrotado y se permite descansar un día entero en cualquier fin de etapa. Y se concede el lujo -máxima transgresión a las normas- de tomar un transporte público alguna vez para ahorrase el suplicio innecesario de ir andando.
Jocoso, condescendiente con los límites propios de la condición humana y favorable a que la vida sea grata y sonriente, lo cierto es que entre bromas y veras se deja también seducir por el Camino. El subtítulo del libro lo deja claro: "el camino más importante de mi vida". Y pequeños comentarios que entre divertidos lamentos se permite lo muestran al lector. Descubre Hape Kerkeling que sumido en agujetas y calores se produce en él una transformación provechosa que le hace gozar del momento, del paisaje y de las gentes. Entre bromas ácidas se sorprende de que el camino se llene de mariposas y que, en medio de tierra yerma, esté sembrado de amapolas. Le divierte practicar el español y no encuentra para ello mejor método que ir a misa. Y acaba por encariñarse con algunos de sus compañeros de viajes, no sin antes haber aprovechado para deslizar algunas notas picantes a propósito de sus encuentros femeninos e incluso de algunos masculinos.
El Camino de Santiago de Hape Kerkeling es un camino laico y fuera de lo convencional. Pero es también el Camino de Santiago. Nace de una mirada distinta, distante e irónica. Liberada de lo políticamente correcto y abierta a la expresión del cascarrabias que el autor lleva dentro. Visto que en este mismo blog se ha hecho referencia a algún otro libro dedicado al Camino de Santiago, Bueno, me largo es el justo contrapeso para dar a este tema una visión más comprensiva y una dimensión más divertida.
viernes, 31 de julio de 2009
Bueno, me largo. El Camino de Santiago, el camino más importante de mi vida
lunes, 27 de julio de 2009
La explosión de los mangos
La explosión de los mangos
Mohammed Hanif
Salamandra, 2009
381 pp.
La inteligencia es el ingrediente más sólido del humor, y el humor ha acompañado en la literatura alguna de las más inteligentes incursiones por la realidad. Para los aficionados a ambas –al humor y a la inteligencia- es de agradecer La explosión de los mangos ...
Mohammed Hanif
Salamandra, 2009
381 pp.
Al afrontar la reseña de un libro, a veces es difícil de explicar por qué surgen preguntas sobre temas accesorios y que ni vienen a cuento. ¿Cómo es posible, me pregunté después de leer las primeras páginas de La explosión de los mangos que a un militar paquistaní se le ocurra escribir algo como esto?
La respuesta estaba en una lectura más atenta de la que había hecho de la solapa del libro. Resulta que Mohammed Hanif había dejado sus estudios de la carrera militar para dedicarse al periodismo y que lo suyo era el teatro, las series de televisión y las películas de cine. Es decir, que al lado de algo tan real como la guerra, Mohammed Hanif había optado por situarse en el lado luminoso de la ficción. La explosión de los mangos, hay que decirlo ya desde el principio es un disparate. Un espléndido disparate que conviene leer para conocer algo más del mundo en que vivimos.
En Pakistán, y los hechos lo demuestran, la vida tampoco ha sido fácil. El país nació de una traumática secesión de la India, sufrió luego otra dolorosa partición del país cuando se desgajó Bangla Desh, y todo vino acompañado por una ristra de gobiernos a los que la sombra del ejército condicionó de forma más o menos explícita. El ejército, por supuesto, es quien en última instancia tiene el poder. Fue necesario, y bien alimentado por consiguiente, cuando había que asegurar un sólido muro ante la amenaza del comunismo ruso. Era imprescindible para detener la codicia india enseñando los dientes por los riscos de la frontera. Tenía que estar para mantener de forma creíble la reclamación sobre Cachemira. Sirvió a Occidente cuando hubo que batir a los rusos en sus aventuras por Afganistán… Y con tanto protagonismo, y siempre a punto de acudir a un incendio o declarado o inminente, está claro que hablar de lo militar en Pakistán no es cosa pequeña.
Mohammed Hanif lo hace con un desparpajo tan saludable como sorprendente. Lo que no sorprende es que nadie en Pakistán quisiera editar el libro, parece que con la excusa de falto de rigor. Y como era esperable quienes se pusieron a ello con ganas fueron los indios, al otro lado de la frontera, que consiguieron con él un éxito editorial memorable. Tan memorable que los paquistaníes se apuntaron al carro de la maximización de los beneficios y consideraron que bien podían correr el riesgo de publicar un libro ‘menor’.
El disparate –que sólo es justificable por el bendito poder absolutorio que tiene el humor- trata de un hecho real, aunque novelado sin recato. Tiene que ver con la muerte en accidente aéreo del presidente Zia, quien había llegado al poder por un golpe de estado y quien no le ahorró la faena de morir en la horca a su antecesor en el cargo, el ya expresidente Bhutto. El tema se las trae, porque está rodeado de escenas duras a poco serio que se hubiera puesto el autor.
Pero para el afortunado lector Mohammed Hanif elige la vía de construir una ficción en clave de caricatura cuya capacidad de poner en ridículo a todo lo que se mueve no deja de sorprender y de generar la sonrisa constante y, a veces, la risa.
El protagonista, aunque son varios los protagonistas, es un joven militar con algún matiz homosexual, cosa que en aguerrido ejército de Pakistán resulta casi una blasfemia. Concentrado en su trabajo y entregado a la disciplina se ocupa de una modalidad insólita de instrucción que consiste en manejar a los hombres para ejecutar los más difíciles ejercicios con la precisión de un reloj sin decir palabra alguna, a través de una innovadora técnica de control basada en el silencio y que viene a ser un kunfú de eficacia superlativa.
La explicación de los ejercicios, los nombres elegidos remedando la terminología militar llevada al terreno del surrealismo, los compañeros de armas salidos de un manicomio más que de la vida real son campo abonado para mostrar a través del despropósito la realidad. Pero junto a nuestro protagonista, ocupa también un papel principal el propio presidente Zia cuya vida privada, su obsesión por la seguridad, su sensibilidad religiosa y su entorno de servicios secretos lo muestran en una salsa de gobernante tan desmitificadora como divertida.
Pero entre tanto divertimento asoma la realidad. Divertida es, entre muchas otras cosas, la situación de las mujeres en un país que opta –sus gobiernos, me refiero- por regresar al Islam de forma más ferviente. Divertida, pero trágica, la posición del cadi sobre el caso de violación de una ciega a quien ampara la justicia islámica siempre y cuando haya sido capaz de reconocer al violador y a cada uno de los cuatro compinches que necesariamente deben haberlo ayudado a sujetarla, uno por cada extremidad, en el caso en que no haya habido consentimiento.
Entre bromas y veras la denuncia de situaciones y hechos enormemente graves aparece en el libro que se desliza en determinados momentos hacia un tono emotivo y aunque de forma discreta y casi poética hacia contenidos graves que muestran a Mohammed Hanif como un escritor capaz de conjugar el hábil discurso del humor con la literatura seria, lúcida y comprometida.
Aunque a través del mundo estrecho del entorno del presidente, de los servicios de inteligencia o de unos hombres de las fuerzas aéreas, Pakistán está presente en el libro y muestra también que cada vez el mundo es más igual. Estamos en un Pakistán islámico, pero sorprende descubrir en él a un país moderno. Es de ellos pero es de nosotros también de lo que el libro habla. Circula el whisky y la marihuana, se lee a hurtadillas el Playboy, los profesionales viajan al extranjero y se lee también a Rilke y algo tan sorprendente para aquellos lares como Juan Salvador Gaviota. La traición, la violación de los derechos humanos, la corrupción del poder amparada por la religión o por la sagrada defensa de los intereses del país, la injusticia y el sometimiento de los débiles por los poderosos son al final las líneas de fuerza que sostienen el relato disfrazadas de farsa en un discurso que no perdona y construye un alegato de dureza enorme.
De la India nos llegaron aires frescos a través de la divertida lectura de Tigre blanco, otro texto tan recomendable como disparatado. Del bando enemigo, de Pakistán, nos llega esta ‘explosión de los mangos’ que mantiene el nivel de ingenio si no supera a su rival. Bienvenidos los dos títulos.
La inteligencia es el ingrediente más sólido del humor, y el humor ha acompañado en la literatura alguna de las más inteligentes incursiones por la realidad. Para los aficionados a ambas –al humor y a la inteligencia- es de agradecer La explosión de los mangos y con esta explosión el pequeño rayo de esperanza que supone poder hablar de cosas serias con la libertad que ofrece la mirada cuando se atreve a hacerlo desde terrenos próximos a la comedia.
lunes, 20 de julio de 2009
Hacia el Mar Egeo. Memorias de un helenista durante la Segunda Guerra Mundial
Hacia el Mar Egeo
Geoffrey S. Kirk
Gredos, 2009
222 pp.
Hay muchas formas de viajar y hay relatos de viajes efectuados por los más diversos medios. El autor de Hacia el Mar Egeo se inclina por un barco de guerra ...
Geoffrey S. Kirk
Gredos, 2009
222 pp.
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viernes, 10 de julio de 2009
Diario de Kosovo
Diario de Kosovo
Ismaíl Kadaré
Siruela, 2007
215 pp.
Kadaré es el novelista albanés más conocido en Europa y acaba de recibir el premio Principe de Asturias de las Letras. Y él también hizo su incursión por la realidad...
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domingo, 5 de julio de 2009
Negro sobre negro. Irán, cuadernos de viaje
Negro sobre negro. Irán, cuadernos de viaje
Ana M. Briongos
Laertes, edición 2009
203 pp.
Una edición tras otra -vamos ya por la sexta- vuelve a poner de actualidad Negro sobre negro, el libro de mayor éxito sobre Irán en español, de la misma manera que de forma sistemática se pone también de actualidad Irán con noticias que causan desasosiego ...
Ana M. Briongos
Laertes, edición 2009
203 pp.
Una edición tras otra -vamos ya por la sexta- vuelve a poner de actualidad Negro sobre negro, el libro de mayor éxito sobre Irán en español, de la misma manera que de forma sistemática se pone también de actualidad Irán con noticias que causan desasosiego y que contradicen la realidad de un país hospitalario, culto y dinámico que le corresponde.
Con regularidad, Irán nos vuelve a parecer incomprensible y moviliza en nosotros los prejuicios nacidos de nuestra visión acerca del radicalismo islámico y también de la desesperanza de que los cambios puedan ser posibles.
Y sin embargo, conviene recordar que Irán pertenece de pleno derecho al primer mundo, sus jóvenes se han educado en buena parte en universidades, las universidades tienen más mujeres que hombres entre sus alumnos y el espejo en que se mira la población es el de las cadenas iraníes que emiten desde California, que poco o nada tiene que ver con la imagen oficial que transmite el país.
Por eso es oportuna la reedición de Negro sobre negro, un libro amenísimo, esclarecedor y equilibrado sobre Irán y sobre sus gentes. Algo debe tener Negro sobre negro cuando lo ha traducido y editado en inglés la celebrada Lonely Planet.
Para empezar, Negro sobre negro da un corto paso atrás en el tiempo para ofrecer claves fundamentales que ayudarán a aproximarse y a comprender Irán. No es que retroceda en la historia, simplemente sitúa la mirada en los últimos años del siglo XX al objeto de contar los porqués y los qués de la revolución de los ayatolás. Y arrancando en este punto, para hacer un relato de la vida y del carácter de las gentes en entornos muy diversos (personales, domésticos, colectivos) y dar una visión de conjunto, a la vez que ayudar a desvelar las particularidades y las numerosas contradicciones que envuelven la situación del país.
Desvelar la complejidad es siempre un atractivo y Ana Briongos puede hacerlo porque conoce bien Irán. Después de haber vivido en Teherán antes de que cayera el Shah y haber dejado allí experiencias y amigos, regresa cuando se ha producido ya la revolución islámica y analiza los cambios ocurridos.
Irán, antes de la revolución, era ya un país singular. En una región de influencia árabe, mantuvo siempre su esencia persa en la lengua, las tradiciones, la cultura, en sus aspiraciones nacionales y políticas... Y el vuelco que significaba la revolución islámica añadió nuevas y llamativas componentes de singularidad difíciles de digerir para una mirada occidental y, a menudo, motivo de escándalo.
No hay en el libro de Ana Briongos ningún tono que suene a profesoral o a diagnóstico de experto. Y ese es, seguramente, uno de sus grandes atractivos, entre muchos otros. Ana Briongos introduce los distintos asuntos de los que trata con la mirada de quien regresa a casa, con la familiaridad de quien conoce aquello de lo que habla, con la facilidad de quien tiene las llaves para penetrar en los hogares, acogerse a la hospitalidad de las familias y participar de sus sentimientos y de sus confidencias.
Sin duda, la mirada de Ana Briongos es la de una occidental, y los temas por los que transcurre su relato son los que sorprenden o aquellos por los que se pregunta cualquier lector. Pero esta mirada está cargada de afecto. Y en ello descansa el mayor valor de su libro, porque a su disposición curiosa y a la vez crítica, añade una visión humana y comprensiva que compensa la marea de descalificación que el tema iraní suscita en occidente y coloca la cuestión en un punto sereno y equilibrado que da mucha más voz al interés por la compresión que a la estridencia.
Con toda su riqueza de contenidos, Negro sobre negro queda en las antípodas de un ensayo de análisis político o de investigación social. Lleno de temas y de situaciones distintas, su envoltura es la de un relato de viajes. Tal como reza el subtítulo del libro, es un cuaderno de viajes: un cuaderno enormemente entretenido, emocionante en muchas ocasiones, revelador de numerosos apectos de la vida y casi, casi imprescindible para trazar un camino que ayude a comprender el Irán de hoy.