Don Winslow
Mondadori, 2009
720 pp.
Dios me libre de decir que México es lo que se cuenta en El poder del perro. Como tampoco sería ajustado a la realidad decir que la sociedad de Sicilia es la que aparece en las escenas de El Padrino. Pero algo tienen que ver unos y otros.
El poder del perro es un novelón. Un trhiller que mantiene la tensión a lo largo de sus más de setecientas páginas y que en determinados momentos se desboca llevando la adrenalina al máximo mientras la acción escala y coloca a los personajes al borde del precipicio.
Pero es un thriller de largo recorrido. Bien cimentado, construido desde atrás de forma que los personajes están bien asentados y no son actores de paso. Y la acción de hoy encuentra raíces en el pasado que la sustentan y la convierten en algo casi inevitable. Todo está bien trabado y discurre por caminos que difícilmente pudieran ser otros. Hablamos de un destino que marca los acontecimientos porque la realidad se impone dirigida con puño de hierro. Como El padrino, El poder del perro no es un episodio. Muestra una extensa realidad. Es un pedazo de historia.
¿De qué trata El poder del perro? ¿Por qué, siendo ficción, se convierte en un relato sobrecogedor? Don Wisnlow se propone escribir sobre el narcotráfico en México. E inventando personajes y historias escarba en los orígenes de esta plaga que se ha convertido hoy en el nudo de la política y del enredo mexicano. Habla pues del corazón del país. Y lo hace después de una larga investigación sobre la que se asienta la novela. Winslow no pretende encadenar una serie de escenas para una película de infarto. Se eleva sobre el terreno y baja también a ras de tierra para explicar los hilos que mueven el curso de una perversión que ha hecho del crimen el centro de una sociedad y la corrupción al corazón de las instituciones y de los hombres.
La acción de la novela se anima cuando a pequeños personajes mafiosos se les añade la presencia de las agencias norteamericanas de represión del narcotráfico. Y cuando a un asunto local que afecta a México se le alimenta con conexiones colombianas y de política regional que hacen saltar por los aires la dimensión estrictamente mexicana del problema y puramente policial para implicar intereses de escala superior cada vez más complicados.
Desde el principio, en los años setenta, se desarrolla la trama que conduce hasta hoy. En el origen estuvo la marihuana y el negocio que vivía del cultivo. Un negocio importante que por supuesto no era para los campesinos, porque en la ilegalidad sólo los poderosos podían protegerse y protegerlo. En definitiva apropiárselo. Y un negocio apoyado en el inmenso mercado norteamericano, al margen de la ley también, y dejado en consecuencia, en manos de las mafias que van a converger con las mexicanas.
Pero ese esquema resulta cosa de niños porque es vulnerable y porque los estrategas del negocio descubren que el poder y el dinero están en la cocaína que nadie busca en México y que Colombia necesita exportar.
Ahí arranca la novela. Y con este planteamiento se desvela una realidad estremecedora cuando las instituciones y no sólo las personas deciden entrar en el juego de las oportunidades que todo ello abre a sus propios intereses chocando unas con otras y deslizándose también fuera de la ley.
Pequeños y grandes maleantes, gente guapa de buena familia, curas, políticos encargados de perseguir el crimen, policías, militares, agentes secretos… todos mezclados nadan en el fango del delito y sus aledaños. Y muestran esa transversalidad que anuncia que la droga ha permeado a todos los sectores y se ha infiltrado en ellos.
Regreso al principio para insistir en lo evidente. El poder del perro no es la realidad de México. Es una pequeña parte solamente del país y retrata además la realidad de otros países y por extensión del mundo actual. Pero es cierto, que lo que cuenta ocupa un lugar central en los problemas a los que se enfrenta México. Y que siendo marginal, muestra un perfil de la sociedad mexicana relevante para comprender el país.
Quien desee entrever la realidad desde una tribuna llena de emociones y de acción, a través de un relato magistralmente construido, donde se hilan tramas diversas y excelentemente construidas, que no ahorra escenas de una brutalidad sobrecogedora y que retendrá su atención y el aliento desde la primera a la última página, encontrará en la novela de Winslow la mejor de las lecturas.