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viernes, 27 de febrero de 2009
Ni de Eva ni de Adán
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viernes, 20 de febrero de 2009
Begiz Begi. Miradas a cámara
Fundación Bilbao Bizkaia Kutxa, 2009
258 pp.
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domingo, 15 de febrero de 2009
El Emperador
Ryszard Kapuscinski
Anagrama, 2008
205 pp.
La reedición casi constante de las obras de Kapuscinski las pone, a ellas y al autor, de actualidad permanente. Llega, pues, el turno de hablar de El Emperador.
El Negus, era una figura excepcional en el oriente africano. Rodeado de una aureola mítica, era también el gran desconocido, porque Etiopía lo era para el gran público europeo y norteamericano. Excepcional, en cuanto se reclamaba de una ascendencia que venía del mismísimo Salomón y por cuanto gobernaba un imperio con profundas raíces en la historia -en un continente como el africano donde la historia parecía no existir-, saltó a la actualidad de los periódicos cuando su poder fue cuestionado a través de revueltas y de golpes de estado.
Un ejército con viejos carros de combate y con soldados que luchaban descalzos a falta de zapatos acabó por dar la puntilla al que teóricamente era el imperio más antiguo de este mundo, y a la continuidad de un linaje de reyes por el que podíamos seguir el rastro de la historia hasta
Y aquí es donde interviene Kapuscinski. Cuando la revuelta comunista se hace con el gobierno del país, el autor, polaco, entonces de detrás del telón de acero, se instala en Addis Abeba y se pone en contacto con el mundo en la clandestinidad de quienes sirvieron en el palacio a Haile Selassie, el Rey de Reyes. Con discreción, introducido por los contactos que pudo hacer en alguna visita previa y eludiendo la implacable vigilancia de la policía y los espías, consigue sentarse con multitud de personajes que estuvieron al cargo de las más diversas responsabilidades en palacio. Y con ellos toma nota del relato que hacen de Su Más Sublime Majestad, pero también del funcionamiento de la corte, del particular modo como discurría el gobierno del imperio y de la situación del imperio mismo y de sus gentes.
Cuentan las malas lenguas, desconozco si bien o mal documentadas, que Kapuscinski trabajaba entonces a favor de la política exterior de
Sea lo que sea, Kapuscinski extrae de los funcionarios del imperio con los que habla relatos llenos de interés. Kapuscinski simplemente anota. ¿O hace más que eso?
Desconozco de nuevo la situación y el lector deberá recomponer por sí mismo la escena. Porque estamos frente a un documental cuyas tomas se disponen en las páginas del libro en un orden que sin duda no fue aquél en el que fueron tomadas y en un formato en el que el ´montador’ –lo mismo que en el cine- tiene un papel decisivo por cuanto elige, corta y pega las secuencias en número y en el orden que él decide y que dará continuidad y contenido al resultado final.
Las confidencias que recibe Kapuscisnki son cuanto menos llamativas. Las hacen gentes próximas al rey y que comulgan con este imperio que está a punto de derrumbarse. Pero son puntos de vista, muy a menudo, guiados por el sentido común. La forma de pensar de estos representantes de
La explicación por parte de un responsable de palacio de cómo evolucionaba la personalidad de quienes eran ‘bendecidos’ con un cargo por la gracia del emperador, de cómo cambiaba su comportamiento, sus gestos e incluso su físico es un ejercicio de irónico distanciamiento divertido y esclarecedor. La angustia de un funcionario de palacio ante la deriva de su hijo universitario que participaba en manifestaciones y el discurso que construye para defender la conveniencia de pensar lo menos posible y de evitar el estéril ejercicio de querer cambiar las cosas por medio de la razón es casi conmovedor.
Estuviera o no Kapuscinski interesado en justificar que el imperio de Haile Selassie tenía los días contados, lo cierto es que El Emperador muestra bien una época y el punto final de una monarquía. La imagen de El León de Judá, el Gran Señor, Su Magnánima Majestad, el Más Extraordinario Soberano… no se empequeñece en el libro porque se enmarca dentro de una historia donde los personajes tienen poco espacio para ser distintos de cómo son.
Etiopía ya es de por sí un mundo aparte. El emperador no lleva registros escritos de nada, todo alrededor suyo discurre por la palabra. El país vive en el pasado. La esclavitud no se abolirá hasta bien entrado el siglo XX. Los clanes aristocráticos buscan a codazos adelantarse unos a otros en el favor de Rey y éste debe maniobrar con astucia para mantener los equilibrios entre todos. La educación es mal recibida por la corte porque parece un capricho injustificado que sólo puede traer desgracias. Y el deseo del Emperador de apuntarse al camino de progreso que han emprendido otros países africanos recibe la mirada escéptica de todos cuando no su explícita reprobación.
El Emperador es un eslabón necesario para conocer
domingo, 8 de febrero de 2009
Diario de un lobo. Pasajes del mar Blanco
Una leve sensación de vértigo embarga al lector en los primeros párrafos de Diario de un lobo porque vislumbra la posibilidad de que en la lectura que ha hecho hasta el momento de numerosos libros de viajes tal vez no haya entendido nada.
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domingo, 1 de febrero de 2009
Hikayat. Relatos de mujeres libanesas
Roseanne Saad Jalaf, editora
Océano, 2009
264 pp.
Pienso que pocas veces la literatura ha reflejado los cambios sufridos por un país en los últimos años como Hikayat ha hecho refiriéndose al Líbano. Y es que, al centrarse en escritos realizados por mujeres, tira de dos hilos particularmente importantes para mostrar aspectos vitales de la evolución del país.
El primero hace referencia a la reciente historia del propio Líbano. Esa especie de Suiza incrustada en el Mediterráneo oriental, moderna y rica parecía un sueño y sin embargo era real antes de que entrara en un rosario de guerras que iban a destruirla. La prosperidad era un tapón que había detenido el tiempo. Había congelado un equilibrio que parecía estable, resultado de una prodigiosa sabiduría que permitía convivir a gentes de religiones y de comunidades muy diversas pero amparadas por una cultura, que parecía innata, de buena vecindad. Fenicios en el origen, trabajadores, hábiles en el comercio, acostumbrados al manejo del dinero, habían creado una sociedad moderna donde sobresalían grandes y bellos edificios, banqueros y potentados y una plétora de profesionales salidos de la prestigiosa Universidad Americana de Beirut. En resumen, un envidiable remanso de paz y de progreso.
El segundo tiene que ver con las mujeres. Aunque en muchos aspectos liberal, la sociedad libanesa vivió presa de sus tradiciones. Probablemente, como un acto reflejo para la propia supervivencia, las distintas comunidades mantuvieron su fidelidad a las raíces y con ella fijaron el papel de la mujer manteniéndolo en el ideal de las viejas costumbres de dedicación a la familia y de sumisión al varón.
¿Por qué Hikajat habla con tanta profundidad del camino recorrido por la sociedad libanesa en los últimos años? Porque la guerra y la pérdida de la prosperidad dieron un vuelco a todos los órdenes de la vida y abrieron un camino que dio presencia a las mujeres en la literatura. El desplome del Líbano feliz discurrió en paralelo al surgimiento de nuevas voces: voces femeninas.
No es que se abriera el abanico de los escritores y fueran por ello mismo más numerosos quienes desearan expresarse a través de la literatura. Lo que se abrió de repente fue un mundo silenciado y con una sensibilidad particular. Son numerosos los ensayos y teorías sobre la especificidad de la literatura escrita por mujeres. Pero en el caso del Líbano, seguramente, hay que hablar de una situación especialísima debido al colapso entero del país y a la experiencia traumática de una interminable situación de guerra y conflicto. La voz de los hombres estaba más próxima al lenguaje de la guerra. La de las mujeres emergió de forma más innovadora y al proponer un discurso lo hizo desde una posición nueva. Y, hay que decirlo, casi siempre doliente después de tanto sufrimiento.
Hihajat hilvana uno tras otro relatos cortos. Hasta veintiséis. Y por supuesto, son todos distintos. Son distintos en la época en que fueron escritos y en la historia y sensaciones que transmiten.
La época de la que surgen y a la que se refieren es en realidad un lapso de tiempo muy breve. Reciente. Pero es que la historia del Líbano ha estado tan marcada por acontecimientos dramáticos que los antes y los después dejan huellas en los tonos de quienes se expresan y determinan experiencias colectivas que sólo los libaneses reconocen. Además de los acontecimientos y los ritmos que definieron el discurrir de la historia libanesa, hubo generaciones distintas, posiciones políticas, sensibilidades religiosas y circunstancias de vida personales que dieron lugar a visiones diversas y también a expresiones literarias diferentes.
No siempre el relato corto es bien aceptado por los lectores, más acostumbrados a la novela. Pero el caso de Hikayat es un caso especial. El prólogo del libro es aleccionador porque introduce en el entorno de la producción literaria femenina en el Líbano y porque da algunas claves que ayudan a comprender lo que el lector hallará en los relatos que dan contenido al libro.
Experiencias de soledad, de quienes se quedaron en las ciudades desoladas y de quienes tuvieron que huir, relatos de quienes vivieron desde el extranjero el conflicto y sintieron fuera de casa su condición libanesa, narraciones escalofriantes de quienes perdieron la razón y cuentos también –y sorprendentes- de quienes hallaron un sentido en la vida en momentos en los que ningún acto era gratuito y la supervivencia era un ejercicio consciente de voluntad de vivir.
Todo un abanico de historias y situaciones compone ese mosaico de emociones que dan vida a Hikayat. Una antología de pequeños escritos de mujeres libanesas, no consagradas en la gran literatura, podría no ser más que un trabajo de edición destinado a lectores curiosos. Hikayat es mucho más que eso y, desde luego, es un libro rico en contenido y lleno de interés para cualquier lector.