sábado, 7 de noviembre de 2009

Piel de perro


Piel de perro
Fatos Kongoli
Siruela, 2009
267 pp.

Es un libro con humor negro, cínico y entrañable porque gira alrededor de un personaje que es al mismo tiempo víctima del pasado socialista y lúcido ...


Fatos Kongoli
Siruela, 2009
267 pp.





El pasado de algunos países es tan denso que el presente sigue gravitando sobre él. Se parece a esos agujeros negros del universo que atraen la materia con tal intensidad que que la luz se desploma en ellos y nada posee la energía suficiente para abandonarlos. Ninguna realidad nueva surge desde su interior para hacerse visible fuera.

Termina Cien años de soledad diciendo que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. Y se diría que la soledad vivida en algunos países socialistas fue tan larga e intensa que quienes sobrevivieron a ella quedaron atrapados en sus redes y su mundo imaginario sujeto para siempre a su mandato.

Piel de perro es obra del escritor albanés Fatos Kongoli. Es un libro con humor negro, cínico y entrañable porque gira alrededor de un personaje que es al mismo tiempo víctima del pasado socialista y lúcido, resistente a lo que ese pasado representó.

Piel de perro es pura ficción. Es el relato personal de Kristo Tarapi, un sujeto desencajado en una nueva Albania de la que no se sabe casi nada, porque la sombra que proyecta el antiguo régimen sigue tiñendo de gris la realidad de hoy.

Kristo, un nombre inoportuno durante la era comunista, se añade a Tarapi, que enseguida se sabe que con un leve cambio fonético significa poco menos que imbécil, y ambos contribuyen a crear una personalidad tan poco solvente que el propio personaje interpreta su desmerecido papel en la vida como el de una piel de perro.

¿Un drama? Bueno, según se mire. Porque el autor lleva el hilo de la historia por la vía de un esperpento de bajo tono que hace sonreír por lo que tiene de absurdo. Las tragedias dependen de cómo cada cual las lleva y nuestro personaje, inhábil y torpe en muchos aspectos, maneja la que le toca representar conscientemente y resignado y la convierte en algo tan normal como es la vida cotidiana.

Un destello de erotismo levanta la sordidez heredada de la experiencia socialista y presta calor al corazón apagado de Tarapi. La vida en una casa inhóspita durante la niñez, la tristeza de una vida familiar sin vida, el trabajo deslucido como guionista en la industria del cine, la pérdida del trabajo y de la autoestima no son el mejor combustible para dinamizar la vida y mirar el entorno con confianza. Pero las mujeres, por supuesto en unas relaciones inconfesables, situadas entre lo imposible y lo clandestino, dan el punto de esperanza y de aliento que falta en el rosario de descalabros menores y mayores en que se ha convertido la existencia. La ilusión de hallar una salida del hoyo viene de la mano de una figura de mujer y de unas fantasías a las que, a pesar de todo, la realidad coloca en el lugar que les corresponde y certifica el destino tan poco bendecido por el éxito de este personaje entrañable y menor.

Un libro humano, una Albania desconocida y unas buenas horas de lectura acompañan a este descenso a la oscuridad donde, sin embargo, luce siempre el tenue resplandor de la vida.

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