Antonio Picazo
Desnivel, 2011
304 pp.
Publicado por Pablo Strubell
Hacer poesía con el retrete más infecto y apestoso que pueda hallarse en una habitación de hotel en toda África y salir airoso de ello no está al alcance de muchos escritores. Llegar a describir lo encontrado en aquel antro como “bellas estelas de vieja y guanera inspiración (…) salpicadas como a soplillo desde los finales de los vientres de un colectivo artístico” es tener una habilidad innata para sacarle punta a las situaciones en las que otros hubiéramos salido corriendo en dirección opuesta. Esa es la especialidad del atípico autor Antonio Picazo y que, para entretenimiento del lector, estará presente a lo largo de todo su libro Latidos de África.
Sin embargo, esta visión morbosa y escatológica resulta anecdótica y, lejos de tomar ese provocador y fácil camino, su mirada ácida e irónica y pluma ágil e ingeniosa, nos regala párrafos de gran estilo y soberbia literaria. Describir la desidia de una comisaría como “(…) unos pocos policías blancos amasan rutina con bostezos y tal mezcla de tedio la van extendiendo como una oblea sobre el mostrador de atención al personal abatido” es magistral. Y como ésta, muchas otras perlas siembran las 302 páginas del libro.
Escrito con humildad y autocrítica (“allí nos quedamos…pasmados en la madrugada como dos gilipollas ventilando los gayumbos al relente del trópico”), el libro empieza con una situación que otros autores más vanidosos hubieran obviado: recién llegados a Johannesburgo él y sus tres amigos son desplumados al pisar el centro de la ciudad. Es el inicio de un libro compuesto de varios viajes que nos llevan por Sudáfrica y Botsuana, que centran el primer capitulo; Etiopía, en dos diferentes momentos, el segundo; Mozambique el tercero y Níger, finalmente, el cuarto.
Lógicamente, se intuyen conforme avanza la lectura los países que más disfrutó el autor. Picazo goza con el mano a mano, con del contacto de la gente y, en sus primeras andanzas, sus compañeros de viaje toman demasiado protagonismo. Es más adelante, cuando recorre la costa del índico o cuando repite en Etiopía, cuando su instinto viajero sale a relucir, para mayor disfrute del lector. Participando en celebraciones, recorriendo pequeños pueblos, acercándose a etnias remotas y, sobretodo, enfrentado a algunas situaciones tan habituales en ese continente es cuando el autor saca su mejor prosa y agudeza y cuando disfrutamos más del estilo personal del autor. “Cuando África se coloca del derecho es aún más chocante que cuando lo hace del revés” afirma, con toda razón.
Picazo no es un viajero al uso. Ni uno políticamente correcto. Obligará al lector a posicionarle, a juzgarle a él y a muchas otras situaciones. Como cuando para evitar pagar las entradas a los parques naturales se cuelan en el maletero del coche; o cuando poco después se dedican a molestar persiguiendo a los animales… Pero también nos planta frente a situaciones claramente africanas sobre las que reflexionar: las constantes peticiones de dinero o de ayuda; la visión paternalista del blanco; la desconfianza mutua; los estereotipos del blanco frente al negro (y viceversa); a la visión del Otro como elemento meramente turístico y, por lo tanto, fotografiable y mercantilizable. En suma, al África más actual.
Picazo es viajero desde que muchos de nosotros aún no habíamos nacido. Desde entonces publica regularmente en las mejores revistas de viajes (ganó allá por 1986 en Premio Nacional de Periodismo Don Quijote para reportaje de viajes) y ha escrito varios libros, entre los que destacan Viaje a las fuentes del sol (Ed. Sirpus, 2008) de sus amplios recorridos por Asia y Un viaje lleno de mundos (Ed. Entrelíneas, 2003) de sus aventuras por América.
Como aspectos menores en Latidos de África cabría mencionar que se echa en falta un mapa que ilustre y sitúe la narración. También, en algunas ocasiones, párrafos más cortos, con frases más limitadas en extensión. Y, tal vez, algunos diálogos, que agilizarían la lectura. Pero esto también forma parte de la impronta que Picazo otorga a sus libros y ahí ya corresponde a cada lector decidir si entra o no en el juego y estilo que el autor propone.
lunes, 4 de julio de 2011
Latidos de África. Viaje por los corazones de un continente
lunes, 27 de junio de 2011
La ciudad del Lucus
La ciudad del Lucus
Luis María Cazorla
Almuzara, 2011
668 pp.
Una mirada muy especial sobre Marruecos es la que ofrece "La ciudad del Lucus". Estamos ante una novela que podríamos llamar histórica si no fuera porque la historia de la que habla es muy reciente. La acción se sitúa alrededor de 1905...
Luis María Cazorla
Almuzara, 2011
668 pp.

Una mirada muy especial sobre Marruecos es la que ofrece La ciudad del Lucus. Estamos ante una novela que podríamos llamar histórica si no fuera porque la historia de la que habla es muy reciente. La acción se sitúa alrededor de 1905 y hace referencia a hechos que en la lejanía resuenan aún en nuestra memoria.
Resuenan pero mal, porque hemos prestado poca atención a nuestra historia reciente y menos aún a la presencia que tuvo España en el país, en la época en que Europa jugaba en serio la partida de repartirse África y de defender sus intereses coloniales.
Luis María Cazorla sitúa su narración en Larache y sobre el tablero de la acción dispone a un conjunto de personajes muy variados que le permiten mostrar el Marruecos del momento a la vez que trenzar la trama sobre la que se desarrollará la novela. El mundo de Larache es el de una ciudad pequeña con sus mercados, sus oficios y con sus personajes notables. Casi podría ser el de cualquier lugar en el Mediterráneo de la época, cuando se estrenan los primeros años del siglo XX .
Pero el panorama que se observa en la pequeña ciudad es todo menos plácido. Marruecos muestra en seguida su carácter arisco. Deja al descubierto la raíz indómita de país, construido por pueblos y tribus muy diversos, de condición poco dócil, donde es difícil imponer la autoridad y fácil derivar hacia el desgobierno.
Una pequeña colonia de españoles sirve de base al relato que se va complicando a medida que toman cuerpo las noticias amenazadoras que llegan del campo y de otras ciudades. Los desórdenes se adueñan del país y amenazan con extenderse alimentados por pretendientes más o menos legítimos al poder y por las maniobras de las potencias extranjeras.
Franciscanos establecidos desde hace tiempo y bien vistos por el trono, comerciantes levantinos ambiciosos y astutos, artesanos y campesinos del lugar representantes del pueblo llano, judíos amables y al mismo tiempo reservados, diplomáticos desconcertados, militares, caudillos de las partidas más o menos insurrectas son, entre otras, las piezas que dan vida a esta feria donde las cosas transcurren con parsimonia y donde el curso de los acontecimientos va trazando el dibujo de la vacilante defensa que España hace de sus propios intereses.
La ciudad del Lucus es un libro lento que no tiene prisa en ir abriendo caminos a base de encuentros con unos y con otros que aportan datos sobre la situación y inquietudes sobre las que se construye el panorama de un futuro incierto. La ficción se mezcla con la realidad en este inicio del siglo XX en el que se cuecen ya los acontecimientos que marcarán toda una época. España se apresta a extender sobre Marruecos su protectorado y las potencias europeas van preparando el conflicto que acabará en la Gran Guerra.
Un país complejo, inestable y asentado en difíciles equilibrios sostiene la vida cotidiana de los personajes de la novela en un Larache donde el lector descubre una importante presencia española. No es una novedad, pero sí es un asunto olvidado. La ciudad del Lucus trae a la memoria muchos detalles de esta presencia. A través de la ficción habla de la vida cotidiana, de los personajes que pudieron haber existido en la realidad, de sus preocupaciones y de sus ambiciones y del entorno en el que tuvieron que desenvolverse. Habla en definitiva, de un país y de una época que marcaron la vida española con gran intensidad y que son también los antecedentes que ayudan a entender el Marruecos de hoy.
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lunes, 20 de junio de 2011
Raíces nómadas
Raíces nómadas
Pius Alibek
Destino, 2011
396 pp.
Pius Alibek, el autor, nos cuenta en 'Raíces nómadas' su vida. Nace en Irak, allá por los años cincuenta, en una familia cristiana y en un pueblo al norte del país...
Destino, 2011
396 pp.

Seguro que se han preguntado ustedes sobre las razones que alimentan las revueltas árabes en los países del Magreb y del Oriente Próximo. Los periódicos andan llenos de explicaciones y el argumento de las redes sociales parece que ha satisfecho a muchos de los que buscaban un por qué. Pero... tampoco conviene dejar todo el peso de la explicación a la revolución de internet, todo y con ser importante.
Permítanme proponer la lectura de Raíces nómadas. Y adelantar que haría esta misma propuesta en cualquier caso, con y sin revueltas de ninguna clase, porque es un libro delicioso, lleno de vida y agradable de leer desde la primera a la última página. Por supuesto, no es un libro que hable de política. La política la pondrá cada cual a lo largo de la lectura y de acuerdo con sus gustos., porque está en la vida cotidiana de cada país y de la gente, que es de lo que trata el libro que nos ocupa.
Pius Alibek, el autor, nos cuenta su vida. Nace en Irak, allá por los años cincuenta, en una familia cristiana y en un pueblo al norte del país. ¿Se trata del fin del mundo? Pues cuando él nos lo cuenta parece que no. Es un lugar normal, donde los chicos van a la escuela y los que pueden aspiran a la universidad, a pesar de que las familias, por no hablar, no hablan ni si quiera árabe. El árabe lo aprende Pius más tarde porque en el pueblo la lengua de la calle es el arameo.
Estamos en un Irak casi eufórico, abierto al desarrollo. Rural todavía, pero activo y animado por los recursos que empiezan a hacerse notar derivados de la explotación del petróleo. El padre de Pius es un funcionario del catastro, un técnico de nivel más que mediano, con coche y con un buen número de hijos que sacar adelante. Pero la voz la lleva Pius que es quien cuenta su vida y a través de ella nos deja a los lectores conocer, además, Irak.
La familia, el colegio, la particularidad de pertenecer a la minoría cristiana, la particularidad de entrar en el seminario, la vida en el seminario, los compañeros, los superiores... Todas las escenas de la vida van discurriendo en el relato de Alibek con naturalidad. Justamente con tal naturalidad que las particularidades de las que hablo se disuelven en una atmósfera multicultural, multireligiosa, multiétnica... que muestran un Irak cohesionado y acostumbrado al ejercicio cotidiano de la convivencia.
¿Cómo crece Pius en esta sociedad de la que conocemos poco pero que nos parece más próxima de lo que hubiéramos esperado? Pues como crecería cualquier joven. Con buen humor, y eso corre a cuenta de su carácter. Pero también con las aspiraciones de cambio y de justicia propias de los jóvenes. Y con el desagrado manifiesto frente a una situación política que controla el partido Baas, con formas dictatoriales y crueles. Aspiraciones y actitudes de rechazo que suenan tanto más inesperadas cuanto que ese adolescente es un seminarista que imaginamos fuera del mundo real.
Pero parece que no es así. Pius y sus compañeros viven con los pies en la tierra, poseen buena formación, exigen justicia, desean la prosperidad de su país, aspiran a estudiar en una buena universidad en Irak y, si no se puede, en la Universidad Americana de Beirut o en la de Oxford.
¿Nos suenan a nosotros estas aspiraciones? Pues claro que sí. ¿Nos parece próximo un país cuyos jóvenes tienen las antenas puestas en la misma dirección en que las ponen nuestros jóvenes? Pues también. ¿Nos parece lógica su protesta hoy cuando aprendemos que no es nueva y que responde a los mismos sentimientos y a la misma hartura que desarrollamos todos frente a situaciones que acaban por hacerse intolerables?
Pius termina contándonos sus aventuras en el servicio militar y la desventura del inicio de la guerra con Irán. En ese momento están a punto de cerrarse las puertas que aún permiten a los civiles salir del país e Irak está al borde de un giro histórico hacia el desastre. Pius, con la carrera recién terminada consigue escapar por los pelos y acaba por instalarse en España. Hoy, dice la solapa del libro, es investigador, escritor y traductor. Ha recibido medallas por su actividad cívica. Y ha abierto un restaurante de éxito.
¿Sorprendente toda esta mezcla en un solo personaje? Si y no. O más bien no para quien lea Raíces nómadas y conozca desde niño a Pius Alibek, comparta su determinación, esté avisado de su poca inclinación al conformismo y sepa de esa afición suya por la actividad que convierte cada tramo de la vida en una aventura.
Un Irak próximo, extrañamente normal y comprensible es el que aparece a través de las páginas de Raíces nómadas. Y es el que se ofrece al lector que desee tener una versión del país humana y fresca, que poco tiene que ver con las noticias que hoy nos llegan de él por los periódicos.
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miércoles, 15 de junio de 2011
Las tribus de Israel. La batalla interna por el Estado judío
Las tribus de Israel
Ana Carbajosa
RBA, 2011
279 pp.
¿Son ustedes de los que piensan que el conflicto que enfrenta en Israel a judíos y palestinos puede tener solución si no a corto, al menos a medio plazo? Pues lamento decirles que no va a ser así...
Ana Carbajosa
RBA, 2011
279 pp.

“Me di cuenta de que tenía un país y de que este país era Israel (…) y que tenía volver a la tierra de la que nos echaron los romanos”
¿Son ustedes de los que piensan que el conflicto que enfrenta en Israel a judíos y palestinos puede tener solución si no a corto, al menos a medio plazo?¿O incluso a un largo plazo que llegarán ustedes a ver con sus ojos o van a ver sus hijos? Pues lamento decirles que no va a ser así, a menos que ocurra un auténtico milagro. Y me temo que van a ser ustedes de la misma opinión después de leer el libro de Ana Carbajosa.
Las tribus de Israel es, sin duda, un libro imprescindible. Y no porque la mayoría de cosas que cuenta no se sepan y constituyan una revelación. Los periódicos están llenos de noticias sobre Israel que hablan del país y de sus conflictos desde los más diversos ángulos. Lo que hace Ana Carbajosa es poner en orden las ideas y acudir a personas de la calle, dándoles voz, evitando el discurso de los grandes políticos para que sea la población la que se exprese y la que muestre el complejísimo entramado, lleno de contradicciones y de los intereses más distintos que componen la sociedad israelí.
Lo mismo o parecido podría afirmarse de cualquier otro país, dirán ustedes. Pues seguramente no. Porque Israel es una experiencia inédita. Es el resultado de crear un Estado ‘artificial’ y un país poblado por gentes de las ideologías y las procedencias más diversas. Judíos todas ellas. Pero ni todas creyentes o practicantes con igual devoción, ni todas motivadas por ideales parecidos, ni todas llegadas al país en el mismo momento, ni todas con el mismo mérito en la construcción del país, ni todas recibidas con la misma hospitalidad y con el mismo afecto.
Bajo el paraguas difuso de la religión, de la certeza ampliamente compartida de haber regresado al suelo que dios prometió a su pueblo se extiende una población de alubión, asentada en muy poco tiempo, con experiencias vitales y expectativas de lo más diverso, envuelta en el formidable conflicto que la enfrenta a los palestinos cuyas tierras ocupan y traumatizada por la sombra del Holocausto cuyo recuerdo constituye una práctica que se repite a modo de mantra y está presente en todos los órdenes de la vida.
Ana Carbajosa, periodista ha vivido durante años en Jerusalén. Y su libro nace de entrevistar a un abanico muy amplio de personas singulares todas ellas por representar posiciones y puntos de vista que definen aspectos críticos de la sociedad israelí.
He dicho entrevistar y lo más apropiado hubiera sido decir que Ana Carbajosa conversa, pregunta, escucha y ejerce de espectadora ante situaciones de las que ella misma es testigo y que ilustran los temas que le cuentan aquellos con los que habla.
¿Y qué le cuentan? Le cuentan sobre los asuntos críticos de la vida de Israel –un país donde casi todo está contaminado por el conflicto- pero desde puntos de vista opuestos e irreconciliables dependiendo de quien tenga la palabra.
Empieza Ana Carbajosa hablando de los judíos de religiosidad radical, de los ultraortodoxos, enemigos del Estado de Israel, pero embarcados en el juego parlamentario a través de organizaciones y partidos que condicionan fuertemente la política nacional. Y nos hace ver su vida cotidiana y la miseria material en la que viven. Habla también de la ocupación y de cómo piensan quienes sostienen ese juego perverso de los asentamientos en espacios que la comunidad internacional no reconoce como israelíes y que ponen, por la vía de los hechos irreversibles, cada vez más difícil una solución al conflicto palestino.
Los activistas que se oponen a la política agresiva de los sucesivos gobiernos hacia los palestinos ocupan también una parte importante del libro, porque en su exigua minoría representan una importante corriente ética con peso internacional y con la trascendencia de mantener viva la conciencia y los principios humanos de una sociedad endurecida por la costumbre de no utilizar más solución que la fuerza para resolver cualquier amenaza que vislumbre en su entorno.
Y, por fin, los palestinos también tienen su espacio. Palestinos israelíes, nacidos en Israel, de nacionalidad israelí y pasaporte israelí, teóricamente provistos de los derechos de ciudadanía propios de los nacionales y, sin embargo, vistos como enemigos del Estado judío, discriminados y sometidos a un acoso constante por quienes consideran que en este Estado judío los derechos deben asistir a los judíos y no a quienes proceden de un pueblo inferior, sospechoso de ser poco fiel y que reclama derechos en una tierra que dios prometió, casi desde el origen de los tiempos, a los judíos.
Descorazonadora y al mismo tiempo llena de interés es la lectura de Las tribus de Israel. No es un libro político, aunque la política está presente en casi cada párrafo. No es un libro que se proponga tomar partido, aunque del discurso de unos y de otros el lector tomará seguramente partido y pensará que la autora tomó partido también. Y sí es un libro que agradecerán quienes sientan interés por el conflicto de Oriente Próximo y quienes quieran conocer Israel y a los israelíes bastante más de cerca de cómo se conocen a través de las noticias que llegan de los periódicos o la televisión.
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martes, 7 de junio de 2011
Testamento mortal
Testamento mortal
Donna Leon
Seix Barral, 2011
318 pp.
Le toca a Venecia bajar al nivel más plano de la cotidianidad para entrar, de la mano de Donna Leon, en el género de la novela negra....
Seix Barral, 2011
318 pp.

Venecia está presente desde todos los ángulos en la literatura de viajes. La fascinación por la ciudad se muestra en los escritores románticos, en los viajeros clásicos y en los modernos que no pudieron resistir la tentación de destacar su personalidad única, sus encantos y sus muchas particularidades -no siempre merecedoras de elogio.
Le toca ahora a Venecia bajar al nivel más plano de la cotidianidad para entrar, de la mano de Donna Leon, en el género de la novela negra. Donna Leon es una experta en el tema. Su comisario Burnetti protagoniza una larga serie de novelas ambientadas en la ciudad y que rezuman sabor a Italia, país que la autora –norteamericana- conoce bien. Y con el que se identifica. Su gusto por lo italiano recuerda esa afición de los anglosajones por el exotismo mediterráneo y se refleja en las palabras. El texto entero está salpicado por términos en italiano que pretenden situar al lector en primera fila frente al escenario y por vía del lenguaje acercarlo a la realidad. La novela negra es justamente lo que pide. Necesita que se pueda escuchar la respiración de los personajes y transmitir la atmósfera de la calle o del bar donde transcurre la vida. Y esto es lo que hace Donna Leon hablando de Venecia.
Venecia baja aquí del pedestal de lo sublime porque para lo que se presta es para sostener una historia de delincuencia sorda poco en línea con la gloria que envuelve a la ciudad.
Donna Leon habla de las calles, de los vaporettos, de las plazas… con la naturalidad con que los ven los venecianos, dedicados a sus menesteres diarios. Y aunque, según dictan los cánones del género negro, todo debiera discurrir en los términos de desgana que acompañan a la rutina –la rutina del trabajo, la rutina de la familia, la rutina de la relación con los compañeros- la realidad es que Donna Leon no resiste, de vez en cuando, a caer en el elogio que el extranjero no puede reprimir ante tanta belleza como acumula la ciudad y que delata al admirador.
Estaríamos ante una novela negra contenida en cuanto a negrura y respetuosa con el escenario y con sus habitantes que, como buenos latinos, están cerca de la vida y muestran una sabiduría natural admirable.
Es verdad que Venecia representa sólo el decorado. Que presta nombres de calles y de lugares que podían haber sido los de cualquier otra ciudad de Italia. Pero el solo hecho de que el lector sabe que es en ella donde ocurre la trama da a la historia un color especial y nos lleva a la Venecia de hoy, más humana y real que la que nos viene a la memoria idealizada cuando sólo mira a iglesias, museos y palacios.
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martes, 31 de mayo de 2011
Leche derramada
Leche derramada
Chico Buarque
Salamandra, 2011
187 pp.
Chico Buarque es una de las estrellas del panorama cultural de Brasil. Leche Derramada es su última obra y en ella vuelve a demostrar su talento...
Chico Buarque
Salamandra, 2011
187 pp.

Chico Buarque es una de las estrellas del panorama cultural de Brasil. Músico aclamado, se lanzó a la literatura donde ha cultivado poesía, teatro y novela con éxito. Leche Derramada es su última obra y en ella vuelve a demostrar su talento.
El escenario es Brasil y la historia sigue el devenir de una vieja familia de patricios, asentados en la política, ricos propietarios y a punto de extinguirse porque el relato se sostiene sobre la memoria de un hombre, anciano y sin futuro ya.
Un Brasil que se fue, opulento, melancólico muchas veces, se despliega en una sucesión de recuerdos que se solapan, se contradicen ligeramente a veces, tratan de sobreponerse a las sombras que todo pasado encierra y que van descubriendo el mundo en que vivieron varias generaciones.
Es el mismo Brasil que del que nos habla Jorge Amado, por poner un ejemplo. Pero nada es más distinto. No hay aquí la voluptuosidad mestiza que transpira la presencia de una mujer, su piel, su voz, sus movimientos. Poco transmite al lector esa temperatura que nace del erotismo que envuelve el ambiente de raíces africanas. Nada despierta la sensación de confusa vitalidad del trópico que sostiene el desarrollo de otras novelas.
Leche derramada es una novela blanca y urbana. Se ordena en una sucesión de capítulos cortos que son para el lector pequeños sorbos de realidad que unen pasado y presente. Pasado hecho de recuerdos, de escenas de familia, de emociones, de excesos… y presente incómodo, sin esperanza alguna, que se permite el reproche y que, desde la altura que supone llegar al final de la vida, permite también hablar sin vergüenza y sin la obligación de atenerse a convenciones.
Un hilo de humor está presente en todo el relato y aparta la novela de cualquier sentimiento trágico, porque resulta que la mente es astuta y el soliloquio de ese viejo desahuciado tiene muchas más vueltas que las que la situación hace suponer. Eulálio, en la cama de un hospital decrépito habla con su hija casi tan vieja como él. Pero con quien habla en la realidad es consigo mismo. Y de lo que habla es de un pasado y un presente que hace a su medida, lo adapta y moldea para encajarlo en un guión que no tiene por qué ser fiel del todo a los hechos. ¿No es cualquier realidad una construcción mental? Pues la de Eulálio lo es también y juega maliciosamente con ello para hacer un discurso socarrón, desesperado y vital al mismo tiempo y que se precipita a veces, para regocijo del lector, en un mundo de fantasía que va alimentando el disparate y permitiendo incorrecciones del más diverso orden.
Buena literatura, éxito de crítica y lectura amenísima es lo que ofrece Leche derramada. Sin duda, merece la pena dejarse llevar por esta particular visión de Brasil y de ese mundo aristocrático y arruinado que nos propone.
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lunes, 23 de mayo de 2011
Torres de piedra
Torres de piedra
Wojciech Jagielski
Debate, 2011
350 pp..
Torres de piedra es un libro esclarecedor en un conflicto no cerrado y confuso que mira a Chechenia pero alcanza mucho más allá: a toda la región. Es un libro estremecedor ...
Debate, 2011
350 pp.

Entre el mar Caspio y el mar Negro una barrera natural obstruye un camino igualmente natural que une Asia y Europa. Por él pasaron invasores y entre valles y montañas se asentaron pueblos diversos agarrados a la tierra con uñas y dientes, celosos de su espacio, amenazados por sus vecinos y protegidos por una geografía complicada, dividida en parcelas donde tradiciones y particularidades fueron creando culturas y naciones diferentes.
Avaros, lezguinos, osetios, chechenos, abjacios, ingusetios … quedaron entre fronteras de repúblicas a las que dieron nombre otros pueblos que se mezclaban con los primeros y que daban lugar a una sopa de comunidades imposible de recordar: daguestanos, kabardinos, cherkesios, balkarios, karachais y rusos, también rusos. Hablamos, por supuesto, del Cáucaso.
Al igual que los Balkanes, el Cáucaso ha sido -es- tierra de fronteras y ha heredado hoy el dudoso privilegio de lidiar con la fragmentación de los pueblos y sobre todo del suelo donde se asientan. La imagen convulsa de la tierra producida por el movimiento de su corteza y por los terremotos que genera sirve para visualizar el Cáucaso donde el colapso del imperio soviético y los movimientos en el mundo musulmán han roto el precario equilibrio en el que se sostenía, con réplicas sucesivas, todas ellas cruentas e inciertas.
La guerra, las guerras, en realidad, en Chechenia han sido el gran drama en la región, el volcán de violencia extrema que ha conmovido los cimientos de toda el área, ha movilizado toda la capacidad destructiva de rusos y chechenos y ha abierto el bote donde los viejos y peores demonios de todas las partes enfrentadas se habían encerrado bajo el modelo de convivencia sostenido por Rusia.
¿Quién llevaba razón en el conflicto? ¿Quién prendió la cerilla? ¿Quién impidió una solución pacífica? ¿Por qué la bulliciosa y activa Grozni quedó tan hecha añicos, tan arrasada, que su imagen sólo es comparable a la Hiroshima después del desastre nuclear?
Wojciech Jagielski se atreve con el tema porque justamente no da respuesta a tantas preguntas. Es un periodista estrella del más prestigioso periódico polaco. Y ser polaco, en un entorno con fuerte presencia rusa, da, sin duda, ventajas a la hora de asomar la cabeza y enterarse de lo que pasa. He dicho periodista estrella para referirme a un hombre con prestigio, bregado en temas difíciles. Nada que ver con un señorito, porque su testimonio sobre Chechenia durante los tiempos de guerra, colado de matute por las fronteras, con aviones y artillería pesada bombardeando y con tropas corruptas y crueles habituadas al secuestro, incluso de periodistas, para sacar tajada, era todo menos sencillo.
Wojciech Jagielski lo dice con claridad: “Conseguir ser testigo de un suceso de principio a fin no resulta nada fácil y menos aún contemplarlo desde ambos lados de la barricada, tener una visión completa del hecho.” Al autor le preocupa más que su supervivencia la neutralidad, el no dejarse llevar por las razones de uno de los lados de la contienda. Y seguramente lo consigue porque su mirada apunta más hacia el lado humano que hacia el político o el histórico. Procura no dejarse llevar por la lista de cuentas pendientes de unos sobre otros e intenta reflejar la guerra en su presente, en lo que ve, en cómo vive la gente, en cómo ha visto a los líderes a quienes toca gobernar y decidir, a lo que cuentan de los guerrilleros, a los atropellos que sufre una población civil donde maridos, padres e hijos están en la montaña pegando tiros a los mismos pelotones rusos con los que hay que pactar para que hagan la vista gorda y dejen que la vida siga.
Una excelente explicación de lo que fue para los pueblos del Cáucaso la caída del imperio soviético, del cambio que para la juventud supuso la desaparición de Rusia como espejo de la modernidad, la llegada de los valores islámicos patrocinados por el radicalismo árabe, el desconcierto de los viejos musulmanes desacreditados por esos radicales que llegaron de la campaña en Afganistán, la dificultad de distinguir entre amigos y enemigos y finalmente la explosión de la violencia son los temas que introducen a una guerra y que dibujan desde distintos ángulos una realidad empujada hacia el desastre.
Torres de piedra es un libro esclarecedor en un conflicto no cerrado y confuso que mira a Chechenia pero alcanza mucho más allá: a toda la región. Es un libro estremecedor como todos los que entran en el corazón de la violencia y la exponen con claridad. No es un libro de buenos y malos, es en buena parte un libro de malos porque nadie tiene las manos limpias. Hubiera sido fácil decantarse por los más débiles, pero hasta ellos, además de víctimas, aparecen como responsables de su trágico destino. Es un libro, en definitiva, que hay que leer y que invita a la reflexión.
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