Destino, 2011
396 pp.
Seguro que se han preguntado ustedes sobre las razones que alimentan las revueltas árabes en los países del Magreb y del Oriente Próximo. Los periódicos andan llenos de explicaciones y el argumento de las redes sociales parece que ha satisfecho a muchos de los que buscaban un por qué. Pero... tampoco conviene dejar todo el peso de la explicación a la revolución de internet, todo y con ser importante.
Permítanme proponer la lectura de Raíces nómadas. Y adelantar que haría esta misma propuesta en cualquier caso, con y sin revueltas de ninguna clase, porque es un libro delicioso, lleno de vida y agradable de leer desde la primera a la última página. Por supuesto, no es un libro que hable de política. La política la pondrá cada cual a lo largo de la lectura y de acuerdo con sus gustos., porque está en la vida cotidiana de cada país y de la gente, que es de lo que trata el libro que nos ocupa.
Pius Alibek, el autor, nos cuenta su vida. Nace en Irak, allá por los años cincuenta, en una familia cristiana y en un pueblo al norte del país. ¿Se trata del fin del mundo? Pues cuando él nos lo cuenta parece que no. Es un lugar normal, donde los chicos van a la escuela y los que pueden aspiran a la universidad, a pesar de que las familias, por no hablar, no hablan ni si quiera árabe. El árabe lo aprende Pius más tarde porque en el pueblo la lengua de la calle es el arameo.
Estamos en un Irak casi eufórico, abierto al desarrollo. Rural todavía, pero activo y animado por los recursos que empiezan a hacerse notar derivados de la explotación del petróleo. El padre de Pius es un funcionario del catastro, un técnico de nivel más que mediano, con coche y con un buen número de hijos que sacar adelante. Pero la voz la lleva Pius que es quien cuenta su vida y a través de ella nos deja a los lectores conocer, además, Irak.
La familia, el colegio, la particularidad de pertenecer a la minoría cristiana, la particularidad de entrar en el seminario, la vida en el seminario, los compañeros, los superiores... Todas las escenas de la vida van discurriendo en el relato de Alibek con naturalidad. Justamente con tal naturalidad que las particularidades de las que hablo se disuelven en una atmósfera multicultural, multireligiosa, multiétnica... que muestran un Irak cohesionado y acostumbrado al ejercicio cotidiano de la convivencia.
¿Cómo crece Pius en esta sociedad de la que conocemos poco pero que nos parece más próxima de lo que hubiéramos esperado? Pues como crecería cualquier joven. Con buen humor, y eso corre a cuenta de su carácter. Pero también con las aspiraciones de cambio y de justicia propias de los jóvenes. Y con el desagrado manifiesto frente a una situación política que controla el partido Baas, con formas dictatoriales y crueles. Aspiraciones y actitudes de rechazo que suenan tanto más inesperadas cuanto que ese adolescente es un seminarista que imaginamos fuera del mundo real.
Pero parece que no es así. Pius y sus compañeros viven con los pies en la tierra, poseen buena formación, exigen justicia, desean la prosperidad de su país, aspiran a estudiar en una buena universidad en Irak y, si no se puede, en la Universidad Americana de Beirut o en la de Oxford.
¿Nos suenan a nosotros estas aspiraciones? Pues claro que sí. ¿Nos parece próximo un país cuyos jóvenes tienen las antenas puestas en la misma dirección en que las ponen nuestros jóvenes? Pues también. ¿Nos parece lógica su protesta hoy cuando aprendemos que no es nueva y que responde a los mismos sentimientos y a la misma hartura que desarrollamos todos frente a situaciones que acaban por hacerse intolerables?
Pius termina contándonos sus aventuras en el servicio militar y la desventura del inicio de la guerra con Irán. En ese momento están a punto de cerrarse las puertas que aún permiten a los civiles salir del país e Irak está al borde de un giro histórico hacia el desastre. Pius, con la carrera recién terminada consigue escapar por los pelos y acaba por instalarse en España. Hoy, dice la solapa del libro, es investigador, escritor y traductor. Ha recibido medallas por su actividad cívica. Y ha abierto un restaurante de éxito.
¿Sorprendente toda esta mezcla en un solo personaje? Si y no. O más bien no para quien lea Raíces nómadas y conozca desde niño a Pius Alibek, comparta su determinación, esté avisado de su poca inclinación al conformismo y sepa de esa afición suya por la actividad que convierte cada tramo de la vida en una aventura.
Un Irak próximo, extrañamente normal y comprensible es el que aparece a través de las páginas de Raíces nómadas. Y es el que se ofrece al lector que desee tener una versión del país humana y fresca, que poco tiene que ver con las noticias que hoy nos llegan de él por los periódicos.
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