miércoles, 31 de agosto de 2011

Querido Líder. Vivir en Corea del Norte

Querido Líder. Vivir en Corea del Norte .

Barbara Demick
Turner, 2011
382 pp.

Bienvenidos los libros de lugares de los que hay poco escrito. Por eso, Querido Líder resulta atractivo y promete al lector llevarle noticias que le interesarán ...



Barbara Demick
Turner, 2011
382 pp.





Bienvenidos los libros de lugares de los que hay poco escrito. Por eso, Querido Líder resulta atractivo y promete al lector llevarle noticias que le interesarán y que tendrán la frescura de la novedad. Corea del Norte es el tema que nos trae Barbara Demick y la opacidad que rodea al país, unida a la singularidad de su sistema y de sus dirigentes es motivo de curiosidad que se espera ver satisfecha.

Advierte Barbara Demick de la dificultad de escribir sobre Corea del Norte. Cerrado a cal y canto a los extranjeros y rodeado de una muralla propagandística que crea una realidad artificial complicada de disolver, la tarea de llegar a la superficie de las cosas es poco menos que imposible y obliga a utilizar artificios propios de una 'literatura de excepción'.

Barbara Demick es periodista de Los Angeles Times y picada por el propósito de llevar la luz al reino de la oscuridad visita el país y pregunta a la gente. Por supuesto el resultado es la imagen de un lugar que más que un lugar es un ‘estado’. Estado en mayúscula como institución que articula hasta el detalle todos los aspectos de la vida y de las cosas y estado en minúscula como podría ser una enfermedad que afecta al cuerpo entero del país y lo tiene postrado. Y justamente este enfoque negativo cualquiera que sea el ángulo por donde se mire arrastra el libro entero y no deja ver más allá.

Querido Líder se sostiene sobre relatos de vida de diversos: de vida vista en su conjunto -la historia pasada, la familia, las aspiraciones, el transcurso del tiempo- y de vida estrictamente cotidiana -la vivienda, el trabajo, el cine, los amores-. Distintas personas con quienes la autora entra en contacto sirven para ir abriendo experiencias del país y confirmando la deriva del régimen y de su gente hacia el más rotundo de los fracasos. Es probable que el lector no tenga ninguna duda acerca de los males que padece Corea del Norte. Un país que recuerda a las inquietantes utopías de Orwell y sometido a una propaganda que a quienes la vemos de fuera nos parece cuando menos tronada, forma parte de la idea que tienen los lectores antes de empezar la lectura del libro.

Barbara Demick confirma esta visión. Pero da la impresión de que lo hace desde el lado de la propaganda, menos excesiva por supuesto que la del líder coreano, pero algo tronada también porque recuerda al discurso de la guerra fría. Los personajes de los que se habla en Querido Líder están tristes, físicamente castigados por la penuria incluso cuando tienen buen aspecto, mohínos porque están atenazados por el miedo, avergonzados si sus familias tienen alguna mancha ideológica, amedrentados ante el riesgo de cometer un desliz que los señale como infieles al régimen. Una auténtica galería de miserias adorna la vida cotidiana e impide al texto elevarse un poco más allá de la negrura para pasar de la descripción al análisis y abrir un espacio más amplio a la comprensión, que no significa en modo alguno a la justificación.

¿Por qué este vuelo tan raso? Tal vez porque los detalles onerosos de la vida, la penuria, los temores, el peso de la arbitrariedad resultan de alguna manera ejemplares y llaman la atención de quien, viviendo en Occidente, puede mirar por encima del hombro y notar la distancia que le separa de un mundo peor. Pero no hay duda de que esta deficiencia, que consiste en haberlo visto todo negro, refleja a la propia Corea del Norte porque la autora deja bien claras las dificultades que se levantan frente a cualquiera que quiera escribir sobre el país. Es cierto que pudo conseguir un visado de la República Popular, pero la visita fue una gira de propaganda limitada a lugares que funcionan como escaparates para la prensa extranjera y sin posibilidad de contacto con la población. Y tuvo que vencer los obstáculos ingeniándoselas para seguirles la pista a personas huídas a Corea del Sur y allí entrevistarlas para reconstruir en la distancia la vida tal como debió ser mientras vivieron en Corea del Norte.

La 'muestra' de la población entrevistada tiene evidentemente el sesgo de quienes en su oposición al régimen se han sentido empujados a abandonar el país. Y el artificio seguido por Barbara Demick el inconveniente también de que la obliga a novelar los relatos de sus informadores para construir historias de vida donde los sentimientos se recrean y se vuelven melosos para envolver la realidad y darle un sentido.

Algo tiene Corea del Norte cuando hay tan poco escrito sobre ella. Por eso Querido Líder tiene interés a pesar de las insuficiencias que se puedan encontrar. Es un libro de actualidad que trata de bucear en un mundo opaco y de características muy singulares. Por ello es bien venido y merece una lectura.

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domingo, 21 de agosto de 2011

Hezbolá le desea feliz cumpleaños. Encuentros inesperados en Oriente Próximo

Hezbolá le desea feliz cumpleaños .

Neil MacFarquhar
Turner, 2010
381 pp.

La referencia en el título a la organización radical lleva a pensar en el conflicto del Oriente Próximo y la realidad es que el libro va mucho más allá porque cubre, en alguna medida, el mundo islámico en su conjunto y se refiere a muchos más temas que el que enfrenta a Israel con su entorno...



Neil MacFarquhar
Turner, 2010
381 pp.

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Aunque llamativa, es muy probable que la elección del título no haya sido muy feliz. La referencia a la organización radical lleva a pensar en el conflicto del Oriente Próximo y la realidad es que el libro va mucho más allá porque cubre, en alguna medida, el mundo islámico en su conjunto y se refiere a muchos más temas que el que enfrenta a Israel con su entorno.

El autor es Neil MacFarquhar, periodista norteamericano, con larga experiencia en los países árabes y en puestos muy diversos. Larga experiencia como pocos pueden haber tenido porque se crió en Libia, aunque en un entorno de familias extranjeras y con poca relación con el ‘país real’. Pero suficiente como para haber conocido en el desierto y en las orillas del Mediterráneo oriental el sabor de una tierra y de un mar que le atraerían a lo largo de su vida.

Convertido en periodista, y habiendo aprendido árabe, cubrió guerras y las situaciones más diversas en los países musulmanes. Los conoció a fondo, escribió sobre ellos, conoció también la posición de Occidente en la multitud de acontecimientos que han marcado la historia reciente en la región, estuvo en contacto con colegas locales con quienes compartió información y opiniones, entrevistó a primeras figuras y se hartó de ver televisión –que es lo mismo que decir que bebió de las mismas fuentes de las que bebieron millones de ciudadanos de ese mundo del que ahora nos habla.

Neil MacFarquhar muestra, sin duda, sentido del humor. Y aunque lo que cuenta tiene poco que ver con el jolgorio, en sus crónicas se advierte la soltura y el distanciamiento que permiten aproximarse con ironía a los temas, por trascendentes que sean. Hablamos de crónicas porque el personaje de cronista está siempre presente y porque los capítulos se centran en temas desde los que mirar bajo prismas diversos la sociedad.

Pero el lector descubre pronto que esos ‘temas’ son una excusa para poner en orden las páginas del libro. Que Neil MacFarquhar no pretende agotarlos ni llegar a la verdad en cada uno de ellos. Nada más lejos de su ánimo que pontificar. Al destacarlos y en su papel de cronista lo que busca es abordarlos con distancia, fuera del calor de la polémica, y con la reflexión que se deriva de una experiencia larga en el tiempo y amplia por la diversidad de referencias en las que se apoya. Escrito con anterioridad a las recientes revueltas en los países árabes, la lectura de Hezbolá le desea feliz cumpleaños parece anunciarlas una y otra vez. Quizás por el interés que pone Neil MacFarquhar en señalar la distancia que separa el mundo oficial del mundo de la calle en tantos países musulmanes. Un mundo oficial, que aparece en las páginas de los periódicos a través de los avatares políticos, y un mundo ciudadano del que no se tiene noticia pero que es el de las familias, las mujeres, los hombres y los jóvenes hartos y enfrentados a una cotidianidad marcada por la ineficacia de las administraciones y el descrédito absoluto de los políticos.

Empieza Neil MacFarquhar hablando de Libia. El tema es jugoso, porque Gadafi se presta a la parodia. Todavía no ha habido la revuelta que ha terminado en guerra y que ha puesto en primer plano la tragedia. Todavía hay espacio para conjugar lo serio y el disparate y para presentar al lider de la ‘revolución verde’ como un quebradero de cabeza por sus salidas de madre, sus extravagancias y por el desgobierno que tanta ‘creatividad política’ supone para el país.

La televisión, por sacar otro tema, ocupa la atención de Neil MacFarquhar que examina la aparición de Al Yazzira como el gran éxito en medio del erial de las televisiones oficiales, sin interés para nadie, aburridísimas, previsibles y sin posibilidad de evolucionar, presas por el único propósito de ser el medio de propaganda de gobiernos y de poderosos intereses religiosos.

La situación de la mujer, lógicamente insostenible, aparece una y otra vez y entronca con otro de los temas con enjundia, el de las fetuas. El asunto da para toda clase de anécdotas divertidas y sorprendentes porque en los países regidos por las normas del Corán, la interpretación a las situaciones de hoy no siempre es clara y obliga a la intervención de los eruditos. Pero en una religión donde no hay una sola cabeza que decida sobre la ortodoxia, el título de erudito se adquiere, a veces, por el fervor que un religioso concita, lo cual no es ninguna garantía de rigor. Así, se emiten fetuas para todos los gustos y aumenta el número de creyentes que en lugar de buscar la luz en la interpretación de los textos sagrados, anda en busca del sabio que emitirá la fetua que se ajuste a sus intereses. Y para colmo, desde que las operadoras de móviles ofrecen fetuas a través de sus líneas y que por Internet se pueden pedir sentencias religiosas lo mismo que antes se pedían al más venerable de los doctores de la ley, la interpretación de la doctrina se ha disparatado y el personaje de a pie vive en medio de un guirigay plagado de absurdos y de escándalo.

Más trascendente es el tema que toca también Neil MacFarquhar, que se relaciona con lo anterior porque tiene que ver con la religión pero que es distinto. Se trata de la conciencia. Y aquí vuelve a aparecer otro de los temas cruciales en las sociedades musulmanas: el de la tolerancia o la intolerancia religiosa que en último grado alimenta el terrorismo. Y el lector no puede menos que preocuparse a partir de los razonamientos que se exponen porque el Islam resulta una doctrina por naturaleza tolerante que hace que los musulmanes no puedan verse a sí mismos más que como ejemplos de la tolerancia en grado superlativo. El Islam habla a las personas, se compadece de ellas, fomenta la caridad, desarrolla los mejores sentimientos, busca la paz … En estas circunstancias el creyente, cuanto más riguroso, más próximo de la bondad se siente y más amante y tolerante con el prójimo se ve. Desde esta óptica, el recurso a la violencia es un mal sobrevenido o una obligación para preservar todas las virtudes que adornan al ser humano temeroso de Dios. ¿Han visto ustedes la cara beatífica de Bin Laden y su sonrisa paciente en las fotos que aparecen en la prensa? No hace referencia a ello Neil MacFarquhar, pero lo que cuenta muestra lo confuso de línea que establece el límite de la lucha frente al infiel. Una lucha para contener la amenaza que afecta a ese mundo bondadoso al que aspira el musulmán.

Uno tras otro va desgranando el autor temas que le permiten referir sus experiencias en Líbano y en Irán, en Siria y en Egipto o en Arabia. En todos los casos, el fracaso de los estados en crear espacios de bienestar y la inoperancia que los caracteriza, aparecen reflejados como aparece también la torpeza, la cicatería y el mal hacer de occidente en su relación con estos estados. La incapacidad de los Estados Unidos y de Europa de crear una relación de confianza basada en una actitud inteligente y efectivamente provechosa para las sociedades de los países musulmanes aparece una y otra vez. Hay en el discurso de ­ Neil MacFarquhar una crítica dura hacia los dirigentes de los países del Próximo Oriente, ineficaces, apegados al poder, corruptos muchas veces y responsables siempre del fracaso de sus respectivas políticas. Pero no se anda el autor con disimulos a la hora de afirmar que los países desarrollados han fracasado también, y con estrépito, en el propósito de crear puentes de entendimiento y en convertirse en aliados de las sociedades de los países musulmanes ayudándolas a prosperar.

Entretenido, divertido a veces, bien informado y cargado de temas de interés, de la condición y la importancia más diversas, Hezbolá le desea feliz cumpleaños da una visión particular del mundo islámico desde la experiencia de uno de los periodistas que mejor lo conoce. Y da la oportunidad al lector de compartir esta experiencia para comprender una situación llena de contradicciones y muy diversa alrededor de la cual se mezclan a partes iguales información y prejuicios.

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martes, 26 de julio de 2011

En mares salvajes. Un viaje al Ártico


En mares salvajes. Un viaje al Ártico
Javier Reverte
Plaza y Janés, 2011
448 pp.

El norte de Canadá, allí donde no hay prácticamente ciudades ni pueblos, donde el frío y la oscuridad reinan durante casi todo el año es el destino de un viaje que emprende en 2007 Javier Reverte...


Javier Reverte
Plaza y Janés, 2011
448 pp.







“Creo que nada hay más alejado de lo humano y más temible que este paisaje de los salvajes mares árticos. ¿Cómo los hombres se han atrevido a retar la ferocidad de un mundo tan inclemente?”

Son palabras de Javier Reverte que nos habla de un lugar desconocido para él hasta este momento y, seguramente, para la mayor parte de los lectores. El norte de Canadá, allí donde no hay prácticamente ciudades ni pueblos, donde el frío y la oscuridad reinan durante casi todo el año es el destino de un viaje que emprende en 2007 con objeto de recorrer en barco el paso que une por el mar ártico el Atlántico y el Pacífico.

Hemos leído de Javier Reverte las experiencias de sus viajes por África o por América, por desiertos, por paisajes de selva o a orillas del mar, pero casi siempre con la sensación de encontrarnos en lugares cálidos, o de estar en paisajes –como en el norte de América- donde el frío alimenta a la naturaleza y la convierte en el reino de bosques espléndidos. Pero ahora es justamente el contraste con con esos mundos dominados por el calor o por la vitalidad de la naturaleza lo que sorprende a Reverte cuando tropieza con la literatura que habla del ártico y se deja tentar por la curiosidad.

Un mundo totalmente distinto del habitual, riguroso en extremo, sin concesión a nada que favorezca a la vida es el que se encuentra cerca del polo. Y es el que decide visitar el autor contratando un pasaje en un barco que atraviesa de este a oeste por el laberinto de islas que compone la costa norte de Canadá.

Pero Reverte sabe que el trayecto que hace el buque ruso en el que se embarca, además de brutal por lo que a paisajes y condiciones climáticas se refiere, lleva a sus espaldas una larga historia de exploraciones casi todas con final trágico. Aventuras dramáticas que forman también parte de ese paisaje real y de la desolación que lo acompañan. Y por ello lo que nos cuenta en su libro son en realidad dos relatos que discurren en paralelo: el de su viaje hoy con sus sensaciones, con sus experiencias inmediatas y con la noticia de cuanto ve por los lugares por donde transita y las expediciones anteriores, durísimas, emprendidas con el objetivo de explorar espacios que la naturaleza situaba en el dominio de lo prohibido.

Javier Reverte es un excelente narrador y domina el oficio de contar sus viajes. Su relato de este Canadá que el clima sitúa más allá de la frontera, brumoso, desértico y frío, del que prácticamente no hay noticias porque prácticamente tampoco hay ni población ni facilidades que inviten a visitarlo es revelador de un mundo desconocido. Desconocido y en buena parte artificial porque aprendemos, leyendo a Reverte, que incluso los inuit, los habitantes indígenas, ocupan esas tierras como resultado de una repoblación moderna porque o no sobrevivieron o abandonaron los territorios inhóspitos donde vivieron en el pasado tan pronto tuvieron la ocasión de instalarse en lugares más benévolos.

Pero a este abandono, le correspondió en sentido contrario el interés de Europa por colonizar el lugar y abrir rutas que comunicaran por el norte el Atlántico con Oriente. La competencia con Portugal y con España primero y el temor a la expansión rusa siglos después movió sobre todo a Inglaterra a la conquista de rutas marítimas en aguas polares. Una tras otra, desde el siglo XVI se fueron sucediendo expediciones en busca de un paso navegable. Y una tras otra las tierras árticas fueron devolviendo a los marineros convertidos en héroes o fracasados pero siempre derrotados en el intento de atravesar un mundo hecho de hielo y sufrimiento. La narración de Reverte es en alguna medida la de la historia de la navegación. Una historia concentrada en un espacio pequeño y condensada en sus dificultades y rigores por el frío extraordinario y por la hostilidad y la peligrosidad del entorno.

El lector cree descubrir a través de Reverte una hazaña en la tierra parecida a lo que es hoy la aventura espacial. Porque la aventura en el Ártico suponía abandonar el mundo civilizado y lanzarse a un viaje que podía durar dos, tres o cuatro años, sin contacto con el resto del mundo, sin posibilidad de hacerse con provisiones con las que sobrevivir, sujeto a condiciones imprevisibles y donde un error de cálculo resultaba en muchas ocasiones fatal. El éxito en adentrarse por canales y estrechos para cartografiar el territorio y ayudar a los componentes de la siguiente expedición a avanzar aún más lejos, se convertía en una trampa si llegaba el frío y durante años no se producía el deshielo que permitía regresar o seguir adelante. Los osos, los indígenas, el frío, el temible escorbuto o simplemente el hambre diezmaba expediciones que regresaban con noticias de nuevos descubrimientos o que se perdían para siempre entre los hielos.

Relato terrible a veces, novedoso otras y muy interesante siempre es el que compone Javier Reverte en este último libro. Los aficionados a la literatura de viajes lo leerán con deleite, quienes deseen conocer una historia poco divulgada también, quienes se dejen seducir por las grandes hazañas y por la aventura del conocimiento de un mundo tan diverso como el nuestro lo disfrutarán, sin duda. En definitiva, quien quiera pasar un buen rato leyendo sobre viajes pasados y presentes tendrá la ocasión de hacerlo con este libro tan bien documentado como ameno.

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lunes, 18 de julio de 2011

La habitación muda


La habitación muda
Herbjorg Wassmo
Nórdica libros, 2011
388 pp.

Asociamos a los países nórdicos la idea de bienestar. De bienestar económico, de progreso y de abundancia. Y sin embargo, si esto puede tener que ver con la realidad de hoy, no parece que haya sido la tónica hasta épocas recientes. Fuera de las ciudades, en los años cincuenta y sesenta la vida era miserable...

Herbjorg Wassmo
Nórdica libros, 2011
388 pp.





Asociamos a los países nórdicos la idea de bienestar. De bienestar económico, de progreso y de abundancia. Y sin embargo, si esto puede tener que ver con la realidad de hoy, no parece que haya sido la tónica hasta épocas recientes. Fuera de las ciudades, en los años cincuenta y sesenta la vida era miserable, además de extremadamente dura. El clima, inhóspito la mayor parte del año, sin concesión alguna al bienestar, marcaba al mismo tiempo a las personas y a sus relaciones con los vecinos, frías y contenidas como si hubiera que ahorrar también en ellas la escasa energía disponible para mantenerse en vida.

Herbjorg Wassmo sitúa su libro en un pequeño pueblo de pescadores perdido en alguna de las islas que componen las Lofoten. Frente al desdentado perfil del litoral noruego, un pequeño mundo lleva su vida con independencia de cuanto le rodea. Las noticias que llegan por la radio o por los periódicos que descarga en el muelle el barco que sirve de correo son el único contacto con el mundo exterior, que habla de la guerra fría y que se percibe ajeno y amenazador.

Aunque las amenazas están en casa. Están, como en cualquier parte, en los episodios de la vida cotidiana, en las inseguridades que arrastra el propio carácter, en los peligros que encierra la naturaleza, en los enfrentamientos declarados o sordos con los vecinos, en el miedo a lo que pueda ocurrir, en los proyectos inciertos, en sentimientos oscuros…

Es el universo de una niña el que centra el desarrollo del libro. Un libro, el segundo, de una trilogía que recorre la historia de Tora y que nos habla ahora de cuando está a punto de convertirse en una adolescente. Por supuesto, no es una niña con una personalidad y con una vida a la que estemos acostumbrados. Su entorno es difícil y sus responsabilidades grandes. En buena medida su mundo es el de los adultos porque el entorno en el que vive no se anda con sutilezas infantiles y el aislamiento obliga a disponer de autonomía casi con tanta urgencia como a aprender a caminar.

Hay en la narración de Wassmo un resabio de novela negra que llega al lector por el tono de melancolía que envuelve el ambiente, por el sabor a desesperanza que impregna el discurrir de los días, por el peso de sentimientos ocultos que como el viento helado o la falta de sol enfrían el calor de la vida sin apagar los rescoldos que la alimentan.

El relato de Wassmo es magistral. Dice la contraportada del libro que se lee como un thriller. Y es que, efectivamente, capta la atención del lector que, atrapado él mismo en ese pueblo y en esa isla de los que no se da tan siquiera el nombre, necesita conocer un poco más de la historia que sigue sin desvelarse y que obliga a seguir el hilo hasta el final.

Una lista de premios importantes reconoce la calidad de la obra de Wassmo y más concretamente de La habitación muda y del primero de los volúmenes de la trilogía: La casa del mirador ciego (el tercero está a punto de publicarse en español). Quien desee asomarse a un mundo diferente, conocer una Noruega distinta de la que aparece hoy en folletos y noticias, y disfrutar de una novela espléndida encontrará en La habitación muda la mejor ocasión para hacerlo.

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lunes, 11 de julio de 2011

La máscara de África. Un viaje por las creencias africanas


La máscara de África
V.V. Naipaul
Mondadori, 2011
271 pp.

¿Y si hiciéramos un esfuerzo por comprender África? Su pasado tribal, con reinos e imperios indígenas, el encuentro con los primeros europeos y con los comerciantes árabes, la tragedia de la esclavitud, la época colonial ...


V.V. Naipaul
Mondadori, 2011
271 pp.






¿Y si hiciéramos un esfuerzo por comprender África? Su pasado tribal, con reinos e imperios indígenas, el encuentro con los primeros europeos y con los comerciantes árabes, la tragedia de la esclavitud, la época colonial y la de la independencia van marcando etapas que nos acercan al presente y que nos llevan a sociedades modernas, a su modo, que conocemos relativamente bien. O que creemos conocer hasta que la lectura del libro de Naipaul nos abre un espacio totalmente nuevo con el que no contábamos. El de las creencias tradicionales, que suponíamos recluidas en el mundo residual de la superstición y que atribuíamos a un resto de ignorancia que la educación y el camino hacia la modernidad estaba convirtiendo en insignificante.

Naipaul está familiarizado con África. Había vivido, hace más de cuarenta años, en Uganda y recorrido, en esa época, distintos países. Y había escrito su novela Un recodo en el río, a todas luces magnífica. Pero su interés abandona ahora la superficie de la que se acostumbra a hablar cuando se hace referencia a la realidad africana y desciende a las profundidades del alma. Nos lo cuenta él mismo:

“Para mis libros de viajes viajo alrededor de un tema. Y el tema de La máscara de África son las creencias africanas. Comienzo en Uganda, en el centro del continente, voy a Ghana, y a Nigeria, a Costa de Marfíl y a Gabón y acabo en el exremo meridional, en Suráfrica. Mi tema son las creencias, no la vida política o económica”. Y este tema nos enfrenta a los lectores a importantes sorpresas.

La realidad africana se muestra a través de Naipaul impregnada por un modo de ver el mundo ligado a la naturaleza y a las fuerzas primordiales que la tradición imaginó para que las gentes pudieran relacionarse con ella y supieran contener su poder. ¿Cómo podría haber desaparecido un universo entero de creencias en el curso de unas pocas generaciones? Hubiera resultado imposible y por ello tampoco debe sorprender el panorama que se desvela cuando salen a la luz concepciones, prácticas y personas envueltas en un mundo espiritual del que habíamos perdido el rastro y que aparece vivo y plenamente vigente al día de hoy.

La naturaleza, y más concretamente la selva, los grandes ríos y los animales que los pueblan, es la madre de la espiritualidad africana. Y es la materia sobre la que se escribe el relato de una cultura oral, que no conoce de libros ni de monumentos construidos para la eternidad. En África es la vida y su realidad efímera la que marca la esencia de los dioses y de todo lo sagrado. Y lo sigue marcando para los africanos aunque los extranjeros sean incapaces verlo. Los santuarios existen todavía y continúan concentrando la energía de espíritus y de fuerzas que solo los iniciados en las creencias tradicionales pueden reconocer. Y estos iniciados son muchos porque han heredado a través de sus familias la fidelidad a las viejas creencias que siguen siendo sus guías hasta hoy.

“El punto más sacro está en lo alto de la catarata. El espíritu del lugar habita allí y hay una historia tribal que explica el por qué. Allí las aguas arrastran los maleficios. Sin embargo hay que ir descalzo en señal de respeto por un lugar sagrado y lavarse la cara y las manos nueve veces”. La descripción no es la de un explorador del siglo XIX. Corresponde al día de hoy. Como corresponde al día de hoy la existencia de brujos y de sacerdotes a los que la gente acude.

¿Qué clase de gente? Los mismos políticos que se desplazan en limusina y dirigen los gobiernos, los militares que dan golpes de estado y que reclaman la fuerza que los aleje de sus enemigos, los profesionales que trabajan para empresas extranjeras o los altos funcionarios. Personas a caballo entre dos universos y que sufren porque ven en riesgo sus creencias ante la invasión que supone el mundo moderno con el que es difícil competir. “Nosotros tenemos brujas que vuelan por el aire, pero cuando vimos los aviones empezamos a aborrecer lo que era nuestra cultura” se duele una de las personas con las que habla Naipaul.

La pérdida lenta pero inexorable de las creencias tradicionales es para algunos un retroceso porque vivir en África obliga a conectar con sus raíces. Y porque la vieja tradición contiene conocimientos poderosos que ayudan a la vida en un continente donde abundan los peligros. Pero hay un lado oscuro también donde la magia se desliza hacia ritos sangrientos que exigen la muerte de animales y de personas. La energía que alimenta a los vivos obliga a prácticas todavía vigentes que consisten en quitarla a unos para trasvasarla a otros. Por supuesto se trata de prácticas prohibidas, pero suficientemente extendidas como para que en determinadas circunstancias haya que recoger a los niños en casa y evitar que salgan a la calle de donde podrían desaparecer. Un lado oscuro y terrible acompaña a estas creencias que nacieron de la selva y que conectan el mundo de los vivos y el de los muertos con pasmosa naturalidad.

Naipaul bucea en el mundo poco visible de las creencias. No le es fácil hacerlo. No siempre aquellos con los que habla son claros en su expresión ni tampoco el autor se siente con ánimos de forzar el diálogo. Escucha, se deja llevar, pregunta y trata de leer entre líneas en lo que le cuentan sus interlocutores. La máscara de África es un libro inquietante e irregular en su intensidad y en la naturaleza de sus contenidos. Enfrenta al lector a un mundo desconocido, sujeto a otras reglas, nacido de una cultura de orígenes distintos. Pero le descubre una realidad a la que no habría que cerrar los ojos, que está ahí y que seguramente le ha pasado desapercibida. Nos habla de una dimensión de África distinta, insondable de alguna manera y que resulta imprescindible para quien quiera conocer un poco mejor el continente.

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lunes, 4 de julio de 2011

Latidos de África. Viaje por los corazones de un continente


Latidos de África
Antonio Picazo
Desnivel, 2011
304 pp.

Hacer poesía con el retrete más apestoso que pueda hallarse en una habitación de hotel en toda África y salir airoso de ello(...)es tener una habilidad innata para sacarle punta a las situaciones en las que otros hubiéramos salido corriendo ...



Antonio Picazo
Desnivel, 2011
304 pp.





Publicado por Pablo Strubell

Hacer poesía con el retrete más infecto y apestoso que pueda hallarse en una habitación de hotel en toda África y salir airoso de ello no está al alcance de muchos escritores. Llegar a describir lo encontrado en aquel antro como “bellas estelas de vieja y guanera inspiración (…) salpicadas como a soplillo desde los finales de los vientres de un colectivo artístico” es tener una habilidad innata para sacarle punta a las situaciones en las que otros hubiéramos salido corriendo en dirección opuesta. Esa es la especialidad del atípico autor Antonio Picazo y que, para entretenimiento del lector, estará presente a lo largo de todo su libro Latidos de África.

Sin embargo, esta visión morbosa y escatológica resulta anecdótica y, lejos de tomar ese provocador y fácil camino, su mirada ácida e irónica y pluma ágil e ingeniosa, nos regala párrafos de gran estilo y soberbia literaria. Describir la desidia de una comisaría como “(…) unos pocos policías blancos amasan rutina con bostezos y tal mezcla de tedio la van extendiendo como una oblea sobre el mostrador de atención al personal abatido” es magistral. Y como ésta, muchas otras perlas siembran las 302 páginas del libro.

Escrito con humildad y autocrítica (“allí nos quedamos…pasmados en la madrugada como dos gilipollas ventilando los gayumbos al relente del trópico”), el libro empieza con una situación que otros autores más vanidosos hubieran obviado: recién llegados a Johannesburgo él y sus tres amigos son desplumados al pisar el centro de la ciudad. Es el inicio de un libro compuesto de varios viajes que nos llevan por Sudáfrica y Botsuana, que centran el primer capitulo; Etiopía, en dos diferentes momentos, el segundo; Mozambique el tercero y Níger, finalmente, el cuarto.

Lógicamente, se intuyen conforme avanza la lectura los países que más disfrutó el autor. Picazo goza con el mano a mano, con del contacto de la gente y, en sus primeras andanzas, sus compañeros de viaje toman demasiado protagonismo. Es más adelante, cuando recorre la costa del índico o cuando repite en Etiopía, cuando su instinto viajero sale a relucir, para mayor disfrute del lector. Participando en celebraciones, recorriendo pequeños pueblos, acercándose a etnias remotas y, sobretodo, enfrentado a algunas situaciones tan habituales en ese continente es cuando el autor saca su mejor prosa y agudeza y cuando disfrutamos más del estilo personal del autor. “Cuando África se coloca del derecho es aún más chocante que cuando lo hace del revés” afirma, con toda razón.

Picazo no es un viajero al uso. Ni uno políticamente correcto. Obligará al lector a posicionarle, a juzgarle a él y a muchas otras situaciones. Como cuando para evitar pagar las entradas a los parques naturales se cuelan en el maletero del coche; o cuando poco después se dedican a molestar persiguiendo a los animales… Pero también nos planta frente a situaciones claramente africanas sobre las que reflexionar: las constantes peticiones de dinero o de ayuda; la visión paternalista del blanco; la desconfianza mutua; los estereotipos del blanco frente al negro (y viceversa); a la visión del Otro como elemento meramente turístico y, por lo tanto, fotografiable y mercantilizable. En suma, al África más actual.

Picazo es viajero desde que muchos de nosotros aún no habíamos nacido. Desde entonces publica regularmente en las mejores revistas de viajes (ganó allá por 1986 en Premio Nacional de Periodismo Don Quijote para reportaje de viajes) y ha escrito varios libros, entre los que destacan Viaje a las fuentes del sol (Ed. Sirpus, 2008) de sus amplios recorridos por Asia y Un viaje lleno de mundos (Ed. Entrelíneas, 2003) de sus aventuras por América.

Como aspectos menores en Latidos de África cabría mencionar que se echa en falta un mapa que ilustre y sitúe la narración. También, en algunas ocasiones, párrafos más cortos, con frases más limitadas en extensión. Y, tal vez, algunos diálogos, que agilizarían la lectura. Pero esto también forma parte de la impronta que Picazo otorga a sus libros y ahí ya corresponde a cada lector decidir si entra o no en el juego y estilo que el autor propone.

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lunes, 27 de junio de 2011

La ciudad del Lucus


La ciudad del Lucus
Luis María Cazorla
Almuzara, 2011
668 pp.


Una mirada muy especial sobre Marruecos es la que ofrece "La ciudad del Lucus". Estamos ante una novela que podríamos llamar histórica si no fuera porque la historia de la que habla es muy reciente. La acción se sitúa alrededor de 1905...




Luis María Cazorla
Almuzara, 2011
668 pp.





Una mirada muy especial sobre Marruecos es la que ofrece La ciudad del Lucus. Estamos ante una novela que podríamos llamar histórica si no fuera porque la historia de la que habla es muy reciente. La acción se sitúa alrededor de 1905 y hace referencia a hechos que en la lejanía resuenan aún en nuestra memoria.

Resuenan pero mal, porque hemos prestado poca atención a nuestra historia reciente y menos aún a la presencia que tuvo España en el país, en la época en que Europa jugaba en serio la partida de repartirse África y de defender sus intereses coloniales.

Luis María Cazorla sitúa su narración en Larache y sobre el tablero de la acción dispone a un conjunto de personajes muy variados que le permiten mostrar el Marruecos del momento a la vez que trenzar la trama sobre la que se desarrollará la novela. El mundo de Larache es el de una ciudad pequeña con sus mercados, sus oficios y con sus personajes notables. Casi podría ser el de cualquier lugar en el Mediterráneo de la época, cuando se estrenan los primeros años del siglo XX .

Pero el panorama que se observa en la pequeña ciudad es todo menos plácido. Marruecos muestra en seguida su carácter arisco. Deja al descubierto la raíz indómita de país, construido por pueblos y tribus muy diversos, de condición poco dócil, donde es difícil imponer la autoridad y fácil derivar hacia el desgobierno.

Una pequeña colonia de españoles sirve de base al relato que se va complicando a medida que toman cuerpo las noticias amenazadoras que llegan del campo y de otras ciudades. Los desórdenes se adueñan del país y amenazan con extenderse alimentados por pretendientes más o menos legítimos al poder y por las maniobras de las potencias extranjeras.

Franciscanos establecidos desde hace tiempo y bien vistos por el trono, comerciantes levantinos ambiciosos y astutos, artesanos y campesinos del lugar representantes del pueblo llano, judíos amables y al mismo tiempo reservados, diplomáticos desconcertados, militares, caudillos de las partidas más o menos insurrectas son, entre otras, las piezas que dan vida a esta feria donde las cosas transcurren con parsimonia y donde el curso de los acontecimientos va trazando el dibujo de la vacilante defensa que España hace de sus propios intereses.

La ciudad del Lucus es un libro lento que no tiene prisa en ir abriendo caminos a base de encuentros con unos y con otros que aportan datos sobre la situación y inquietudes sobre las que se construye el panorama de un futuro incierto. La ficción se mezcla con la realidad en este inicio del siglo XX en el que se cuecen ya los acontecimientos que marcarán toda una época. España se apresta a extender sobre Marruecos su protectorado y las potencias europeas van preparando el conflicto que acabará en la Gran Guerra.

Un país complejo, inestable y asentado en difíciles equilibrios sostiene la vida cotidiana de los personajes de la novela en un Larache donde el lector descubre una importante presencia española. No es una novedad, pero sí es un asunto olvidado. La ciudad del Lucus trae a la memoria muchos detalles de esta presencia. A través de la ficción habla de la vida cotidiana, de los personajes que pudieron haber existido en la realidad, de sus preocupaciones y de sus ambiciones y del entorno en el que tuvieron que desenvolverse. Habla en definitiva, de un país y de una época que marcaron la vida española con gran intensidad y que son también los antecedentes que ayudan a entender el Marruecos de hoy.

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