Neil MacFarquhar
Turner, 2010
381 pp.
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Aunque llamativa, es muy probable que la elección del título no haya sido muy feliz. La referencia a la organización radical lleva a pensar en el conflicto del Oriente Próximo y la realidad es que el libro va mucho más allá porque cubre, en alguna medida, el mundo islámico en su conjunto y se refiere a muchos más temas que el que enfrenta a Israel con su entorno.
El autor es Neil MacFarquhar, periodista norteamericano, con larga experiencia en los países árabes y en puestos muy diversos. Larga experiencia como pocos pueden haber tenido porque se crió en Libia, aunque en un entorno de familias extranjeras y con poca relación con el ‘país real’. Pero suficiente como para haber conocido en el desierto y en las orillas del Mediterráneo oriental el sabor de una tierra y de un mar que le atraerían a lo largo de su vida.
Convertido en periodista, y habiendo aprendido árabe, cubrió guerras y las situaciones más diversas en los países musulmanes. Los conoció a fondo, escribió sobre ellos, conoció también la posición de Occidente en la multitud de acontecimientos que han marcado la historia reciente en la región, estuvo en contacto con colegas locales con quienes compartió información y opiniones, entrevistó a primeras figuras y se hartó de ver televisión –que es lo mismo que decir que bebió de las mismas fuentes de las que bebieron millones de ciudadanos de ese mundo del que ahora nos habla.
Neil MacFarquhar muestra, sin duda, sentido del humor. Y aunque lo que cuenta tiene poco que ver con el jolgorio, en sus crónicas se advierte la soltura y el distanciamiento que permiten aproximarse con ironía a los temas, por trascendentes que sean. Hablamos de crónicas porque el personaje de cronista está siempre presente y porque los capítulos se centran en temas desde los que mirar bajo prismas diversos la sociedad.
Pero el lector descubre pronto que esos ‘temas’ son una excusa para poner en orden las páginas del libro. Que Neil MacFarquhar no pretende agotarlos ni llegar a la verdad en cada uno de ellos. Nada más lejos de su ánimo que pontificar. Al destacarlos y en su papel de cronista lo que busca es abordarlos con distancia, fuera del calor de la polémica, y con la reflexión que se deriva de una experiencia larga en el tiempo y amplia por la diversidad de referencias en las que se apoya. Escrito con anterioridad a las recientes revueltas en los países árabes, la lectura de Hezbolá le desea feliz cumpleaños parece anunciarlas una y otra vez. Quizás por el interés que pone Neil MacFarquhar en señalar la distancia que separa el mundo oficial del mundo de la calle en tantos países musulmanes. Un mundo oficial, que aparece en las páginas de los periódicos a través de los avatares políticos, y un mundo ciudadano del que no se tiene noticia pero que es el de las familias, las mujeres, los hombres y los jóvenes hartos y enfrentados a una cotidianidad marcada por la ineficacia de las administraciones y el descrédito absoluto de los políticos.
Empieza Neil MacFarquhar hablando de Libia. El tema es jugoso, porque Gadafi se presta a la parodia. Todavía no ha habido la revuelta que ha terminado en guerra y que ha puesto en primer plano la tragedia. Todavía hay espacio para conjugar lo serio y el disparate y para presentar al lider de la ‘revolución verde’ como un quebradero de cabeza por sus salidas de madre, sus extravagancias y por el desgobierno que tanta ‘creatividad política’ supone para el país.
La televisión, por sacar otro tema, ocupa la atención de Neil MacFarquhar que examina la aparición de Al Yazzira como el gran éxito en medio del erial de las televisiones oficiales, sin interés para nadie, aburridísimas, previsibles y sin posibilidad de evolucionar, presas por el único propósito de ser el medio de propaganda de gobiernos y de poderosos intereses religiosos.
La situación de la mujer, lógicamente insostenible, aparece una y otra vez y entronca con otro de los temas con enjundia, el de las fetuas. El asunto da para toda clase de anécdotas divertidas y sorprendentes porque en los países regidos por las normas del Corán, la interpretación a las situaciones de hoy no siempre es clara y obliga a la intervención de los eruditos. Pero en una religión donde no hay una sola cabeza que decida sobre la ortodoxia, el título de erudito se adquiere, a veces, por el fervor que un religioso concita, lo cual no es ninguna garantía de rigor. Así, se emiten fetuas para todos los gustos y aumenta el número de creyentes que en lugar de buscar la luz en la interpretación de los textos sagrados, anda en busca del sabio que emitirá la fetua que se ajuste a sus intereses. Y para colmo, desde que las operadoras de móviles ofrecen fetuas a través de sus líneas y que por Internet se pueden pedir sentencias religiosas lo mismo que antes se pedían al más venerable de los doctores de la ley, la interpretación de la doctrina se ha disparatado y el personaje de a pie vive en medio de un guirigay plagado de absurdos y de escándalo.
Más trascendente es el tema que toca también Neil MacFarquhar, que se relaciona con lo anterior porque tiene que ver con la religión pero que es distinto. Se trata de la conciencia. Y aquí vuelve a aparecer otro de los temas cruciales en las sociedades musulmanas: el de la tolerancia o la intolerancia religiosa que en último grado alimenta el terrorismo. Y el lector no puede menos que preocuparse a partir de los razonamientos que se exponen porque el Islam resulta una doctrina por naturaleza tolerante que hace que los musulmanes no puedan verse a sí mismos más que como ejemplos de la tolerancia en grado superlativo. El Islam habla a las personas, se compadece de ellas, fomenta la caridad, desarrolla los mejores sentimientos, busca la paz … En estas circunstancias el creyente, cuanto más riguroso, más próximo de la bondad se siente y más amante y tolerante con el prójimo se ve. Desde esta óptica, el recurso a la violencia es un mal sobrevenido o una obligación para preservar todas las virtudes que adornan al ser humano temeroso de Dios. ¿Han visto ustedes la cara beatífica de Bin Laden y su sonrisa paciente en las fotos que aparecen en la prensa? No hace referencia a ello Neil MacFarquhar, pero lo que cuenta muestra lo confuso de línea que establece el límite de la lucha frente al infiel. Una lucha para contener la amenaza que afecta a ese mundo bondadoso al que aspira el musulmán.
Uno tras otro va desgranando el autor temas que le permiten referir sus experiencias en Líbano y en Irán, en Siria y en Egipto o en Arabia. En todos los casos, el fracaso de los estados en crear espacios de bienestar y la inoperancia que los caracteriza, aparecen reflejados como aparece también la torpeza, la cicatería y el mal hacer de occidente en su relación con estos estados. La incapacidad de los Estados Unidos y de Europa de crear una relación de confianza basada en una actitud inteligente y efectivamente provechosa para las sociedades de los países musulmanes aparece una y otra vez. Hay en el discurso de Neil MacFarquhar una crítica dura hacia los dirigentes de los países del Próximo Oriente, ineficaces, apegados al poder, corruptos muchas veces y responsables siempre del fracaso de sus respectivas políticas. Pero no se anda el autor con disimulos a la hora de afirmar que los países desarrollados han fracasado también, y con estrépito, en el propósito de crear puentes de entendimiento y en convertirse en aliados de las sociedades de los países musulmanes ayudándolas a prosperar.
Entretenido, divertido a veces, bien informado y cargado de temas de interés, de la condición y la importancia más diversas, Hezbolá le desea feliz cumpleaños da una visión particular del mundo islámico desde la experiencia de uno de los periodistas que mejor lo conoce. Y da la oportunidad al lector de compartir esta experiencia para comprender una situación llena de contradicciones y muy diversa alrededor de la cual se mezclan a partes iguales información y prejuicios.
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