jueves, 3 de octubre de 2013

Entre amigos

Entre amigos

Amos Oz
Siruela, 2013
154 pp.

¿Pero cuándo se jodió Israel? La culpa de este principio tan abrupto es de Vargas Llosa y de ese personaje de su Conversación en la Catedral que se hizo famoso preguntando ¿Cuándo se jodió el Perú?...


Amos Oz
Siruela, 2013
154 pp.






¿Pero cuándo se jodió Israel? Me disculparán un principio tan abrupto para hablar de un libro de Amos Oz que es todo contención y delicadeza. La culpa es de Vargas Llosa y de ese personaje de su Conversación en la Catedral que se hizo famoso preguntando ¿Cuándo se jodió el Perú?

La pregunta, la que se refiere a Israel, no es retórica porque en sus inicios ese nuevo estado, nacido en 1948, en el que tantas ilusiones se depositaron y en el que tan poco lastre del pasado se oponía a construir en él lo mejor, alumbró la esperanza de una sociedad nueva, justa, solidaria y fraternal que podía haber dado lecciones al mundo para mostrar que otra forma de vida, más humana, era posible.

De eso va Entre amigos, un libro delicioso, aunque no alegre, lleno de humanidad que habla de la vida en un kibutz. De la vida normal, sin conflicto con el entorno, sin que la guerra pese sobre las conciencias de los personajes, con el trabajo y con la vida basada en la ética como gran objetivo y la convivencia entre los miembros de la pequeña comunidad y las manías y particularidades de cada uno como argumento.

Entre amigos es un libro de relatos cortos. Conectados unos a otros por el mismo escenario, por ese kibutz ficticio en el que se desarrolla la vida y en el que los personajes, que se van haciendo conocidos del lector, dan pie a pequeñas historias donde priman los sentimientos, casi siempre la soledad y la melancolía que resulta de alguna pérdida, y un punto de sacrificio por parte de uno y de incomprensión por parte de los demás.

La vida en el kibutz pretende ser humana. Ese es el fundamento que justifica su existencia. Pero aparece siempre matizada por las limitaciones y por la carga de los pequeños sufrimientos de cada uno de los miembros de la comunidad a los que Amos Oz presta atención. Una carga que parece inevitable en cada escena y que se arrastra como una confusa condena, como formando una parte necesaria de la condición humana. Una carga en la que resuena esa historia difícil del pueblo judío hecha de pequeñas alegrías, de sacrificios y de esfuerzo constante por superar las adversidades.

Pero todo es sutil en el libro de Amos Oz. Sus pequeñas historias no son ni mucho menos  tragedias. Son casi enredos, enredos en los que los personajes se ven envueltos y que atraen al lector curioso, que espera ver cómo se desarrollan y cuál va a ser su desenlace.

Pero personajes aparte, para el lector la vida del kibutz o mejor el kibutz mismo es también motivo de interés. Tanto como las discretas pasiones, los deseos o las pequeñas penalidades cotidianas de quienes pueblan las historias, el propio kibutz resulta un fenómeno insólito repleto de matices y que suscita toda clase de reflexiones. Un fenómeno que el autor ve condenado al fracaso y muy probablemente el lector lo verá también.

Con el tiempo, las virtudes del experimento del socialismo israelí sufren el desgaste del roce diario con la realidad. El proyecto se convierte en utopía y quienes más se implicaron en él acaban por perder la frescura revolucionaria de los orígenes y sucumben bajo el peso demoledor del dogmatismo. “Los miembros veteranos –señala Amos Oz a través de uno de sus personajes- son creyentes que abandonaron la religión y en su lugar adoptaron una nueva religión llena de culpas y pecados, llena de prohibiciones y de férreas normas.” En eso acaba el kibutz que construye Amos Oz para la ficción y que es un reflejo del resto de aventuras que nacieron con la misma ilusión. Y en su misma deriva es una imagen de la cuesta abajo por la que se desliza el Israel real, el gran experimento que sucumbe también a la degradación que nace de olvidar los principios.

¿Cuándo Israel extravió su camino?¿Cuándo dejó de ser un ejemplo? ¿Cuándo se convirtió en una tierra yerma y abandonó su condición de país fértil en ideas y en realizaciones? De nada de ello habla Amos Oz aunque sobre todo ello pensará inevitablemente el lector de este magnífico Entre amigos, un libro tan corto como agradecido que nos habla de personas y de una ocasión perdida para construir un mundo, en Israel, que no pudo ser.

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