miércoles, 25 de septiembre de 2013

Silencios en mi Camino. Un peregrino en el Camino Francés

Silencios en mi Camino. Un peregrino en el Camino Francés

Graciano Granja
Bubok, 2013
426 pp.

...un relato distinto, que se agradece por su sencillo discurrir y por la humanidad que desprende. La misma que acaba por apoderarse de Graciano Granja y que resulta el secreto a voces que envuelve el Camino y a tantos peregrinos...



Graciano Granja
Bubok, 2013
426 pp.




Un libro modesto, de intenciones modestas, escrito como para los amigos y para la familia y sin pretensiones literarias, esto es Silencios en mi Camino, un relato sobre el Camino de Santiago que el lector aborda con la pregunta de si será un relato más de los muchos que hay.

Y el hecho es que es un relato más pero no un relato cualquiera. Es un relato más porque el Camino parece que tiene unas propiedades que predisponen a escribir y a contar la experiencia vivida. Pero como les ocurre a gran parte de los relatos sobre el tema es de alguna manera un relato único, como son únicas las experiencias y cada cual las vive de una forma particular, de un modo especial que llama la atención del lector y lo mantiene pegado a esa andadura tan propicia a la reflexión.

Historia, espiritualidad, hondura… parecen mover a gran parte de los peregrinos que cuentan el profundo impacto y la emoción que les acompaña a lo largo del Camino. Pero no es ese el caso de nuestro autor cuando emprende su aventura. Espiritualidad la justa y, en cambio, interés por la historia y por un reto que por fin tiene ocasión de afrontar lo tiene en cantidad más que suficiente para despertar el impulso de tirarse a la piscina y ponerse a caminar.

Graciano Granja está jubilado. Es un jubilado joven, pero ni mucho menos un chaval. Nuestro hombre dispone por primera vez de tiempo suficiente para preparar el camino –el camino y el Camino-, para leer, informarse en Internet, ordenar la información… con el método con que lo haría un profesional más que un peregrino. Graciano Granja quiere pisar el escenario para disfrutar de él y si ha de encarnar el papel de peregrino no tiene inconveniente para participar en una función que forma parte de los pilares de la civilización europea y que lleva representándose durante más de mil años.

Pero, como peregrino más de conveniencia que impulsado por la mística, aborda el Camino con ideas claras porque tampoco hay que hacer excesos a cierta edad: dormirá en hotelitos confortables, se recluirá al cabo de la jornada para preservar la intimidad que pierden los peregrinos en los albergues, comerá a final del día en algún lugar donde pueda disfrutar de la cena cómodamente y dará la conversación justa a sus compañeros de camino para enterarse un poco de quiénes son y de cómo viven la experiencia los demás. Tampoco hay que pasarse.

Sin embargo, no hace falta leer mucho para ver que el impecable planteamiento de nuestro autor se viene abajo por sí solo, sin que ocurran nada más que los pequeños incidentes del camino y empiece a surtir efecto esta combinación casi mágica que consiste por un lado en disponer de mucho tiempo para pensar, mirar y aprender a disfrutar de la vida cuando se desarrolla a un ritmo distinto y por otro descubrir en la cordialidad de los demás y de uno mismo una dimensión humana que empuja a compartir experiencias, a propiciar alegrías en común y a disfrutar de una calidez en el trato con los desconocidos que resulta casi un milagro.

No hay que decir que nuestro Graciano abjura pronto de su fe en la bondad de los hoteles y de las comidas en solitario para unirse feliz a la corriente de peregrinos de las procedencias y las trayectorias vitales más diversas, con los que congenia y con los que descubre el secreto espiritual, aunque no religioso, del Camino.

Por supuesto, el relato de Graciano Granja, con esa humildad que apuntaba al principio, es cualquier cosa menos plano. Emerge en él toda la información que el todavía peregrino de boquilla prepara en su casa para no desaprovechar nada del recorrido. Cuando inicia su caminata, el autor se ha convertido en un experto. Pero no en un experto convencional. No es un historiador ni un académico. Es un curioso interesado en muchas cosas y por eso le suena tan próximo al lector. Además no le hace remilgos a entrar en algunos asuntos esotéricos del Camino, donde se mezclan templarios, viejos canteros medievales celosos por no desvelar los secretos del oficio de la construcción, astrónomos y astrólogos, ritos paganos…

Queda claro que no es esta incursión en lo 'oculto' una deriva importante del libro, pero sí un extremo del extenso arco de intereses que Graciano Granja despliega en su relato que nos habla también de paisajes, de tropezones en el suelo pedregoso, de muchas cuestas, de bodegas y de vinos, de personas y de afectos y de todo cuanto en una larga caminata ocurre y más cuando tiene lugar en un camino tan trascendental como ha sido y sigue siento el Camino de Santiago.

Vuelvo a preguntar ¿se trata de un relato más? Pienso que la respuesta es clara. Se trata sobre todo de un relato distinto y que se agradece por su sencillo discurrir y por la humanidad que desprende. La misma que acaba por apoderarse de Graciano Granja y que resulta el secreto a voces que envuelve el Camino y a tantos peregrinos.

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