Xavier Moret
Altair, 2013
254 pp.
Para la literatura, Hong Kong es una ciudad hecha a la medida de la novela policíaca o a la de espías. Su emplazamiento parece que obliga a imaginar algún enredo en el que la política, el dinero o el juego son la gasolina que mueve la acción. O al menos están presentes en el relato como parte de las señas de identidad de la ciudad.
Pero el caso es que estos Días de Hong Kong de los que habla Xavier Moret tienen otros aires. Primero tienen el sabor de un documental y segundo un indiscutible tono mediterráneo. Y en ambas sensibilidades radica el secreto del libro al que se une, no hace falta decirlo, el interés que despierta la ciudad y el particularísimo encaje que tiene en ese auténtico encaje de bolillos que es China.
Documental he dicho aunque no del estilo de los del National Geographic, intensos y rigurosos. El estilo de Xavier Moret es más televisivo, menos académico y mucho más humano, más orientado a las sensaciones y al disfrute. Está más en la línea de alguien a quien no le importaría quedarse en el lugar y saborear cada rincón, atento a lo que sucede alrededor, con el ánimo de encontrar argumentos para irse enamorando de la ciudad.
Y me he referido al tono mediterráneo porque en lo anterior late la misma campechanía de quien escribió ‘Viaje por la Costa Brava’ con ese gusto por el ‘estar’ y el disfrutar del ambiente, sin tensión y con espíritu abierto.
La realidad es que el Mediterráneo está en el origen de estos Días de Hong Kong. El libro nace de la invitación que una universidad hongkonesa hace a Moret y a unos cuantos escritores más con objeto de organizar una semana de conocimiento del Mediterráneo y de su cultura para los estudiantes. Una invitación cómoda para Moret que le permite durante un par de meses disponer de tiempo en cantidad para moverse de un lugar a otro y conocer al detalle la ciudad. Y que le permite también palpar la distancia que separa nuestra cultura y nuestra sensibilidad de las chinas.
Moret es un hombre curioso, acostumbrado a dejarse llevar por el momento y perderse en las calles y rincones de los lugares que visita. Es decir, un viajero que busca exponerse a sensaciones y a ambientes que no están siempre a primera vista. Aunque aquí, con tiempo, con una residencia fija y con un trabajo, aunque sea temporal, lo de viajero quizás no es el término más apropiado. El suyo no es el relato de quien está de paso. Ni es un relato en solitario, porque en sus paseos y descubrimientos se apoya en el recurso literario de encontrar a alguien con quien dialogar y dar mayor frescura a lo que cuenta. Para dar vida a su narración Moret se asocia en sus escapadas nada menos que con un sirio que le acompaña y con quien consiente y disiente en todo lo que se les pone por delante.
Nada más estimulante para el relato que ir de la mano de un sirio, mediterráneo como nuestro Moret, pero con Damasco como punto de referencia, bohemio y provocador en una ciudad y en medio de una cultura donde el comedimiento y el respeto a las formas no acaban de encajar con las despreocupadas expresiones de vitalidad de ese Zorba que en esta ocasión no es griego sino sirio. Y que es ni más ni menos que Khaled Khalifa, el autor de ese excelente Elogio de odio, del que hemos hablado aquí mismo no hace mucho tiempo.
Capítulos cortos descomponen, unas veces para hablar de lugares y otras para abordar diferentes temas, ese mundo complejo que es Hong Kong. Un Hong Kong que va más allá de la ciudad porque se refiere también a un fenómeno singular de crecimiento incontenible, de conquista continua de nuevos territorios al mar, de regreso a la madre China de la que se desgajó como colonia inglesa hace ya mucho tiempo, de entidad en todos los aspectos excepcional dentro de esta fórmula que se decidió llamar Nuevos Territorios y que hace de China ese país con frontera única pero con dos sistemas.
Paseos en barco, copas en bares, recorridos por los barrios más diversos, por mercados, por calles anchas y estrechas, visitas al hipódromo y a los lugares más sórdidos, una corta excursión para conocer China, la China de verdad, el placer de los dim sum, esas empanadillas que pueden ir desde lo más delicioso hasta el auténtico horror, la experiencia de la playa y de este mundo artificial que es ahora Macao saturada de casinos y convertida en faro de una sociedad en la que el azar y el juego están enraizados en lo más hondo de la cultura, todo ello y mucho más encuentran hueco en este libro que nos habla del Hong Kong de hoy y al que hay que prestar atención porque asegura un buen rato de buena y agradable lectura.
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