lunes, 17 de septiembre de 2012

Suicidio perfecto

Suicidio perfecto

Petros Márkaris
Tusquets, 2012
400 pp.

Grecia merece salir a la luz, y es bueno que sea a través de la literatura, para que su imagen recupere el equilibrio...



Petros Márkaris
Tusquets, 2012
400 pp.





Otra vez Grecia y no será la última, porque acaba de aparecer el último libro de Márkaris -La espada de Damocles-, esta vez de artículos que ha escrito para periódicos y que no va a tener desperdicio para situarnos en la Grecia de hoy.

Y esa es justamente la intención –la de situarnos en la Grecia de hoy- que nos lleva a hablar del que hasta el momento era último libro publicado en España que protagoniza el comisario Jaritos. La maltratada Grecia, la que carga hoy con la imagen de poco fiable, la que votó a políticos tramposos, la que vivió de cigarra cuando sus vecinos del norte hacían de hormiga, la que hizo de mangas capirotes a la hora de presentar las cuentas a unos socios que pensaban estar invirtiendo en desarrollo cuando el dinero se evaporaba al sol, esa Grecia merece salir a la luz, y es bueno que sea a través de la literatura, para que su imagen recupere el equilibrio entre puntos de vista encontrados y, sin duda, exagerados.

E interesa hablar de ella cuando Europa empieza a ver España con ojos parecidos a los que ha empleado para Grecia y cuando España empieza a comprender las penalidades por las que pasa su vecina del otro lado del Mediterráneo y observa con incredulidad y en carne propia el repentino discurrir hacia la pobreza.

¿Cómo es Grecia hoy? En realidad quedaba explicado en la anterior novela de Márkaris, que refleja por todos los poros el alcance de la crisis. Con el agua al cuello, en melodía de intriga policiaca, retrataba la cotidianidad del país hundido en los recortes, con manifestaciones y protestas encendidas, con miseria en las calles, con el desasosiego de no poder pagar una buena educación a los hijos, con las quitas en los salarios y en las pagas de trabajadores que cumplían con su trabajo… También mostraba el rencor hacia esta Europa de tinte alemán y maneras dictatoriales, que contribuyó al desaguisado y que mira ahora a los griegos como los únicos responsables sobre los que cargar los platos rotos y la miseria moral que suele acompañar a quien no ha hecho lo suficiente para ser rico.

Dura reprobación hacia los hombres de negro destilaba Con el agua al cuello y también una premonitoria solidaridad con España. La familia Jaritos, apuesta sin condiciones por la Roja que se juega el título en el Mundial y cuya victoria celebra como si a través del fútbol la justicia redimiera a los débiles frente a los poderosos. Y tiene gestos de solidaridad como la compra de un Seat Ibiza por aquello de que, puestos a comprar, que sea el coche de otro de los países en capilla el elegido en lugar de darle negocio a los opulentos de Centroeuropa endiosados e insolidarios.

¿Pero cómo se llegó a esta situación de la que nos habla Con el agua al cuello? Nos lo cuenta Suicidio perfecto. Pero aquí la campaña de prensa de la editorial ha jugado con la confusión interesada, porque este nuevo titulo, que se ha presentado como una nueva incursión de Márkaris en la crisis griega, es en realidad un libro anterior a Con el agua al cuello que no había sido editado en español y del que no había noticias en nuestras librerías.

Y a pesar de ello, es un antecedente, más que interesante, de la Grecia de hoy. Trata de los años previos a los Juegos Olímpicos de Atenas y, por consiguiente, de la época de los grandes negocios, del dinero abundante y de las burbujas que daban vida al país. Es decir, de unos negocios, un dinero y unos despilfarros que daban a unos griegos más vida que a otros y que abren el camino a la situación a la que hemos llegado hoy. Porque si algo tiene la novela negra es la capacidad de desvelar las zonas oscuras que la apariencia superficial no deja ver. La Grecia de Suicidio perfecto es ya una Grecia en crisis. Todo parece ir bien, pero la historia reciente, las sombras de la corrupción, la ficción de las grandes obras olímpicas traslucen una abundancia con pies de barro.

Jaritos es el prototipo del policía mediterráneo. No vive como sus colegas nórdicos en un sórdido apartamento, no madruga ni malvive en una atmósfera fría y oscura, no encuentra por la noche una nevera vacía o un plato insulso que meter en el microondas. Nuestro comisario se asa de calor, maldice el desorden de la ciudad, tiene mujer e hija, le gusta la comida, piensa en las vacaciones… y sufre las deficiencias que conoce bien de la Grecia donde vive.

Políticos, hombres de negocios, periodistas, viejos militantes se mezclan en Suicidio perfecto con el minúsculo equipo de Jaritos que debe desentrañar una extraña sucesión de muertes de personajes ilustres, que se producen en vivo y en directo, y que acaban por inquietar al gobierno. La vida cotidiana, el ambiente en Atenas, los temas que preocupan en la calle y las reflexiones certeras unas veces y desconcertadas otras de Jaritos muestran una Grecia de ficción pero más real que la que nos dejan hoy las imágenes que vienen de Berlín o de los portavoces de las instituciones económicas de Europa.

Suicidio perfecto constituye un antecedente que ayuda a poner orden al desconcierto de hoy, a la esquemática e injusta imagen con la que cargan los griegos. Pero es también, y quizás había que haberlo dicho al principio, una divertida intriga con sus correspondientes sorpresas que tendrá al lector entretenido mientras trata de adivinar, de la mano del entrañable comisario Jaritos, el misterio que se oculta tras esa extraña ola de suicidios.

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