Eric Hazan
Errata naturae, 2010
127 pp.
La literatura de viajes toma nota de lo que el viajero observa, de sus reflexiones y del resultado de sus encuentros con lugares y personas a lo largo de su recorrido. Es una forma de dar a conocer el mundo.
Esta simple definición se ajusta bastante bien a la realidad cuando hablamos de la literatura del siglo XVIII o XIX. Es decir, cuando nos referimos a los clásicos, a esos ingleses que volvían con noticias de los lugares más remotos después de sus expediciones y leemos ahora con la mirada llena de curiosidad.
¿Pero qué ocurre con el presente cuando no es la curiosidad o lo exótico lo que emerge del texto porque aquello de lo que se habla sitúa al lector en la esfera de la política? Seguramente deja de ser literatura de viajes y plantea el hecho de que este género no encaja en determinados lugares donde el conflicto suspende cualquier reflexión que no sea en torno al conflicto mismo.
Este es el caso de Viaje a la Palestina ocupada. Sin duda, el título anuncia ya la condición que pesa sobre el país. Una ocupación que tiñe con su dramatismo cualquier otro aspecto de la realidad.
Hazan, el autor, editor en Francia, de raíces palestinas, regresa de un viaje al país y cuenta … Lo hace en tono mesurado. Sin aspavientos. Y se da voz a sí mismo y a los habitantes de las ciudades y pueblos que visita.
Lo que aparece en el libro es, en primer término, la vida cotidiana. Una vida normal y excepcional al mismo tiempo, porque el transcurrir del día es parecido aquí al transcurrir en cualquier otro lugar del mundo: se compra, se vende, se trabaja, se va a la escuela, se mantiene relación con la familia… Pero la manera como todo esto ocurre es absolutamente distinta. Cada acto, cada paso por trivial que sea está supeditado a las condiciones que marca la ocupación. Una ocupación singularísima porque con el tiempo ha ido a peor y ha llevado las condiciones de vida a una situación extrema.
“Es casi imposible vivir en Cisjordania sin móvil –dice Hazan-: la gente no queda, sino que se dice: Cuando pases el control me llamas”. Las barreras impuestas por la política o los ejércitos han modificado la geografía con las líneas de separación que ya no son montañas o ríos y, sobre todo, con el complicado muro de hormigón que con vueltas y revueltas sella el territorio y separa la casa del huerto, la ciudad de la escuela y un pueblo del otro.
Un mundo artificial, llevado al límite, se asienta en Palestina y se transforma en normal porque la vida acaba por convertir lo excepcional en cotidiano. Y una visión radical acaba también por convertirse en la forma natural de adaptarse a la realidad y de hacer compatible la vida con la agresión que día a día sufre.
Sin duda el viajero, menos adaptado, observa, sin acabarla de creer, la realidad. “Soy consciente –reconoce Hazan- de mi lamentable descripción de una geografía compleja: de hecho, circulando por la región, poco a poco dejé de intentar entender la razón de ser de tal muro, de tal carretera, de tal barrera (…) Esto no significa que el conjunto sea irracional: los bucles en el muro, las carreteras reservadas a los colonos y a las tropas de ocupación (…) dividen en zonas la región y transforman el paisaje en un videojuego…”.
Hoy, muy pocos son los que hacen turismo en Palestina. Pero quienes viajan a la región regresan, cuando menos, impresionados. Viaje a la Palestina ocupada da testimonio de la situación y ofrece noticias del país. Unas noticias frescas, humanas también y estremecedoras en cualquier caso.
Ver en El Boomeran información sobre el libro.
domingo, 21 de noviembre de 2010
Viaje a la Palestina ocupada
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