Zbigniew Herbert
Acantilado, 2010
281 pp.
Viajar suele ser un ejercicio principalmente en dos dimensiones y si hay montañas en tres. Mas dimensiones –las que corresponden a las costumbres, la gente, el paisaje…- están supeditadas a las primeras porque los lugares son lo que importa y lo que fija las referencias.
Viajar por Europa, sin embargo, tienta a quien escribe a dar prioridad a dimensiones distintas. O al menos eso es lo que ocurre a Zbigniew Herbert cuando nos habla de su deambular por Francia y por Italia. Las ciudades, los pueblos son casi lo de menos. Son en realidad la excusa para profundizar en la historia y en la cultura. Porque es tal su peso, cuando se viaja por el viejo continente, que pararse en cualquier lugar es asomarse a un pasado rico en extremo.
Pero hay que saber mirar, hay que conocer este pasado para saborearlo y para dejarse envolver por sus sonidos y por su aroma.
Nadie contaría mejor que el propio autor lo que contiene Un bárbaro en el jardín.
“¿Qué es para mi este libro? –pregunta- Una colección de apuntes. El relato de mis viajes.
En primer lugar, un viaje real por ciudades, museos y ruinas. En segundo lugar un viaje a través de los libros que tratan de los lugares visitados. Dos visiones, o dos métodos, que se entrelazan.
No he elegido una forma más fácil, como un diario de impresiones, porque podría desembocar en una letanía de adjetivos y de exaltación estética. He creído necesario aportar ciertos conocimientos sobre civilizaciones lejanas, y como no soy un especialista, sino tan sólo un diletante, he renunciado a los encantos de la erudición: la bibliografía, las notas a pie de página o índices. En realidad, mi intención era escribir un libro destinado a los lectores en lugar de a los estudios académicos.”
¿Y qué nos cuenta a los lectores Zbigniew Herbert? La realidad es que aprovecha el lugar donde se encuentra para hablarnos de su pasado, casi como hablaría un sabio. Y digo sabio para evitar la palabra erudito, porque Zbigniew Herbert –aunque rechace el término- es un erudito campechano, próximo al lector y didáctico porque más que profundizar en el conocimiento, profundiza en la vida, que es lo que le une a quien lo lee.
Una parte del libro habla de la arquitectura griega y lo hace mostrando lo que querían los griegos transmitir, lo que les preocupaba cuando apostaban por unas proporciones y no por otras, cuando le daban a la planta de un templo la forma y la distribución que conocemos. Los griegos ocupan una parte del libro.
Los constructores de las catedrales otra. Y aquí también huye el autor del comentario habitual para preguntarse sobre la realidad más física de la construcción: cuántos oficios intervenían, cuanto cobraban unos y otros, dónde trabajaban, cómo movían las piedras, con qué herramientas, de dónde venía la piedra, cuánto costaba…
Tratando de acercarse a la realidad, la vida pasa por estos pequeños ensayos –así los llama el autor- que son los diferentes temas que van componiendo su libro.
Y son pequeños ensayos, todos ellos que despiertan la curiosidad del lector. La vida de los albigenses y la terrible cruzada desatada contra ellos ocupa un buen número de páginas. Las creencias, seguramente venidas de oriente, se mezclan con la tragedia que asola la Provenza y permite todo ello poner en contexto opiniones reveladoras para quien no conoce bien el tema, porque la historia de los vencedores es la que prevalece y está inevitablemente sesgada. Nos plantea Zbigniew Herbert que el Renacimiento germina en la Provenza, en el país de la Lengua de Oc, que se expandió por Europa y en la que Dante pensó escribir la Divina Comedia. Y nos avisa también de que la famosa cruzada contra los albigenses fue en realidad una guerra del norte contra el sur que consolidó a los Capetos en el trono de Francia y permitió crear el reino que conocemos y que hizo historia en Europa. Una tragedia colosal porque era colosal lo que estaba en juego.
También aparecen en las páginas de Un bárbaro en el jardín los hombres prehistóricos que pintaron las cuevas de Lascaux con una inspiración sorprendente y aparecen los templarios y Piero de la Francesca y…. unos cuantos lugares, temas y personajes más.
La edición, cuidada como en todos los libros de Acantilado, añade más gratitud al texto. Viajar por Europa es esto: moverse por su pasado cuando se roza el presente y aflorar el relato en el que cobra vida todo lo que estuvo en el origen de lo que hoy existe. Un bárbaro en el jardín realiza este ejercicio de memoria y de explicación y deja en el lector el gusto entrar, de la mano de un erudito –sin duda- de palabra y de gesto campechano, en las raíces de su propio pasado.
martes, 16 de noviembre de 2010
Un bárbaro en el jardín
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