lunes, 29 de noviembre de 2010

Cuentos de Galitzia


Cuentos de Galitzia
Andrej Stasiuk
Acantilado, 2010
125 pp.

Andrej Stasiuk escribe de la gente del campo. De un campo oscuro, cubierto a menudo de nieve y poblado por gente tosca, encerrada en su mundo, hundida por la pesadez de cuanto les rodea....

Andrej Stasiuk
Acantilado, 2010
125 pp.







"… la abundancia tendrá siempre forma de miseria, más grande o más pequeña."

Andrej Stasiuk escribe de la gente del campo. De un campo oscuro, cubierto a menudo de nieve, recorrido por precarios caminos, salpicado de bosques en los que no entra el sol, y poblado por gente tosca, encerrada en su mundo, hundida por la pesadez de cuanto les rodea.

Estamos en Galitzia, esta región agrícola del interior de Polonia, que se extiende por Ucrania y Eslovaquia y se sitúa al margen de la Europa central, más agraciada y rica. Hablamos de una tierra de frontera, demasiado próxima a Rusia para haber podido escapar a su deriva y para que no graviten en ella los pesares del alma eslava.

Cuentos de Galitzia va desgranando sus pequeñas historias en forma de sucesivos relatos dedicados a personajes diversos, todos del mismo lugar. Personajes fosilizados, vencidos por el alcohol y por el abatimiento que parece que atenaza a la región. Todavía está presente la realidad comunista cuya grisura tiñe paisajes, recuerdos y conciencias sin que haya entrado todavía la luz de ese país nuevo que nace de la caída del imperio soviético.

Leñadores, jubilados, acarreadores… pobres diablos todos, nos hablan de una Galitzia encerrada en sí misma. Sin más futuro que el presente, repetido una y otra vez, donde discurre una vida casi onírica y donde todo son oscuridades.

"…los ancianos, como de costumbre, irán muriendo, y la nieve, al retirarse desvelará la lenta gangrena de los campos, las edificaciones y los objetos laboriosamente acumulados en montones que se pudren y se inclinan hasta caer y volver a convertirse en tierra soñolienta y apática".

Pero un panorama tan desangelado como el que se deduce de lo dicho hasta ahora no debe hacernos pensar que Cuentos de Galitzia nos lleva a un territorio de muerte. Al contrario. Nos muestra la sordidez, pero es que la vida es así. La prosa de Andrej Stasiuk es viva, inteligente y aguda. Es pura creación. Su expresión tiene el filo de la hoja de un cuchillo a la hora de elegir palabras, describir momentos, diseccionar sensaciones. Y a la hora de referirse con un sutil humor a todo cuanto compone los escenarios que elige. Hay en su relato esa sabiduría de campesino viejo, poco expresivo pero socarrón por lo distante que está de la vida y de sus miserias. No es ni mucho menos un relato muerto el que nos trae Andrej Stasiuk.

La saga de personajes que compone el libro da forma a una verdadera comedia humana que va más allá de las personas. Da entrada a un viejo templo de madera que desapareció. Una pieza de museo que se llevaron a alguna parte por obra y gracia de una institución de la ciudad, la única noticia que se tiene de la existencia de un espacio exterior. Como un personaje más, el relato habla también de la taberna a la que acuden los hombres a beber y que uno intuye que, a pesar de su ruina, es el único lugar cálido en medio de tanto frío. E incluye también a la noche, helada, que cubre casas y caminos y que no es más que la continuación del día cuando no tiene por objeto procurar satisfacción alguna a los humanos que han vivido demasiados años en un mundo sin luz.

Andrej Stasiuk elige para su libro situarse en el lado oscuro de la realidad, dejarse llevar por el agujero negro de una historia de cuyo fracaso no se tiene ni siquiera noticia, de puro antigua, de puro asimilada que se halla en el alma de las personas.

La contraportada del libro, cuidadosa como todo lo que edita Acantilado, nos pone sobre la pista de aquello de lo que va el libro:

"Ha terminado –dice- un régimen político y ha empezado otro. En este libro, Andrej Stasiuk nos propone, con melancolía enamorada, una visita a los habitantes de un pueblo galitziano a través de una sucesión de pequeños cuadros, en un reencuentro con la memoria que va tejiendo un microcosmos luminoso en el que danzan, cogidos de la mano, lo invisible y lo presente."

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