lunes, 31 de mayo de 2010

El olvido que seremos


El olvido que seremos
Héctor Abad Faciolince
Seix Barral, ed. 2010
274 pp.

Continuas reimpresiones y una elogiosa referencia de Vargas Llosa en el diario El País vuelven a poner sobre la mesa "El olvido que seremos". Esto y la realidad de Colombia...


Héctor Abad Faciolince
Seix Barral, ed. 2010
274 pp.





Publicado por Marta Varela

Continuas reimpresiones y una elogiosa referencia de Vargas Llosa en el diario El País vuelven a poner sobre la mesa El olvido que seremos. Esto y la realidad de Colombia, atravesada por la espada de la violencia política.

Colombia hoy no puede entenderse sin llevar la mirada a esa corrupción que mina sin tregua la convivencia pacífica de los ciudadanos y que entra en el ámbito doméstico proyectando sus sombras en familias y personas. Por eso, hablar de Colombia es también hablar del horror.

Lo han hecho grandes maestros. García Márquez se lanzó al ruedo con su impresionante Crónica de un secuestro. Héctor Abad Faciolince, otro de los grandes, nos trae El olvido que seremos. Pone en escena la vida de una familia en la ciudad de Medellín, una familia ilustrada y privilegiada. Pero aquí aunque la historia también se basa en la realidad, como ocurre en el libro de García Márquez, no estamos hablando de otros. El autor se refiere a su propia familia. Reconstruye un drama personal y lo hace con la sensibilidad a flor de piel.

La pasión cruza transversalmente los 3 ejes de la narración: la relación entre padre -su padre- e hijo, la historia de la familia y las luchas político-sociales de los últimos 20 años del siglo pasado.

La relación entre padre e hijo es llamativamente carnal. Transmite muy bien la vulnerabilidad, la necesidad de "padre" que tiene el hijo y la personalidad apasionada y determinada de este padre: su valor y su compromiso en la lucha social.

La familia vive en Medellín y es mayoritariamente femenina. Y es a través del mundo femenino que Héctor Abad nos asoma a las costumbres y creencias de la sociedad burguesa colombiana. Un mundo cultivado y sólido, compuesto por mujeres pías que transitan del papel de ama de casa al de empresaria sin que, aparentemente, haya rupturas bruscas ni discontinuidad en la posición.

Y, en el plano social, la lucha del padre por la salud pública. La pasión determinada por el empeño de conseguir una vida mejor para los colombianos que lleva al padre primero al exilio y, posteriormente, a la muerte por asesinato.

Héctor Abad nos permite vivir de manera muy cercana la desesperanza que le produce esa la fractura sin remedio de la sociedad colombiana. Nos presenta no sólo la ferocidad de los que mataron a su padre –los supuestos ganadores de esta guerra- sino también la generosidad y la entrega de una vida dedicada a ayudar y a proteger a los otros. Y termina diciendo:

"Si recordar es pasar otra vez por el corazón, siempre lo he recordado (a su padre). No he escrito en tantos años por un motivo muy simple: su recuerdo me conmovía demasiado para poder escribirlo….Ahora han pasado dos veces diez años y soy capaz de conservar la serenidad al redactar esta especie de memorial de agravios. La herida está ahí, en el sitio por el que pasan los recuerdos, pero más que una herida es ya una cicatriz. Creo que finalmente he sido capaz de escribir lo que sé de mi papá sin un exceso de sentimentalismo, que es simpre un riesgo grande en la escritura de este tipo. Su caso no es único, y quizá no sea el más triste. Hay miles y miles de padres asesinados en este país tan fértil para la muerte….. "

Una reflexión generosa también y ejemplar, en estos tiempos que corren.

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