Svetislav Basara
Minúscula, 2010
154 pp.
No es probable que nadie que lea este blog decida ir a Mongolia. Y no es porque piense que el tono o la sensibilidad de las reseñas que en él aparecen susciten alguna clase de antipatía sobre el país, que predisponga al lector en contra. Se trata simplemente del hecho de que Mongolia está fuera de la ruta de casi cualquier viajero cabal.
Lo digo para tranquilidad de todos ante esta Guía de Mongolia nada recomendable como fuente de información viajera y poco apropìada para nadie que espere encontrar en ella consejos y conocimiento con los que sacarle provecho a una visita al país.
La Guía de Mongolia que nos ocupa es un disparate de los pies a la cabeza. Un disparate que muestra que en la literatura de viajes también cabe el humor y que en la aburrida espera en la sala de cualquier aeropuerto o en los tiempos perdidos en la habitación del hotel un libro inteligente y desaforado puede sacarle a uno de la miseria y devolverlo al mundo de los vivos.
El autor real del libro Svetislav Basara es un serbio que bebe de un presente en el que existe Internet y de un pasado dominado por la potente imagen de la Unión Soviética. Es decir, que se debate en una mezcla de experiencias extravagantes que le llevan a transitar por un absurdo sabiamente elaborado y que se expande a todos los órdenes de la existencia. El personaje que crea y que lleva a hombros todo el desarrollo de la novela es un periodista socarrón, descreído y alienado por ramalazos de locura que lo arrebatan y lo introducen en realidades medio ficticias en las que asoma siempre el humor.
El encargo de escribir una guía sobre Mongolia es lo que mueve la novela. Pero el mismo encargo, que procede de una revista inexistente y que le cae a nuestro personaje como herencia de un amigo suicida que por supuesto no puede cumplir con la misión, es ya surrealista y anuncia que su ejecución será una cadena de despropósitos que servirá a Svetislav Basara –el autor real del libro- para desgranar sus propias verdades y para aguzar el ingenio de forma animada y sorprendente.
Cutrez, producto de los polvos y los lodos socialistas, situaciones aberrantes, personajes propios de manicomio –Charlotte Rampling entre ellos, y un tal Andreotti que ejerce de psicoanalista- apuntalan la narración donde por aparecer aparece incluso una referencia a Lloret de Mar y donde Mongolia es lo de menos porque todo lo que cuenta el autor es un invento sin disimulo alguno.
¿Estamos ante un libro de viajes? Rematadamente no. Y lo propio sería expulsarlo inmediatamente de este blog. Pero lo salva el título y sobre todo el humor con que está escrito. Los viajeros necesitan también una tregua. Y esta Guía de Mongolia la ofrece para solaz y entretenimiento de cualquier lector.
domingo, 23 de mayo de 2010
Guía de Mongolia
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