Rafael Chirbes
Anagrama, 2008
159 pp.
Chirbes lleva escribiendo del Mediterráneo desde hace mucho tiempo, porque el Mediterráneo es el lugar del que procede: es su país. Por eso, él mismo reconoce que el que escribe de lugares que descubre lo hace mirando hacia fuera porque necesita avanzar. Pero él, por lo que al Mediterráneo se refiere, tiene que mirar hacia adentro, volverse hacia sí mismo, porque el objeto de su atención está en su interior, en su propia raíz.
Será el resultado de esta exploración íntima o será su extraordinaria calidad como escritor, pero el lector se encuentra en Mediterráneos casi frente a una obra poética. Cuidado. Nadie debe tomar al pie de la letra lo que acabo de decir. Es un exceso y debo aclararlo ante el poder disuasorio que tiene el género poético para la mayoría de lectores, y sospecho que aún más para los lectores inclinados a los quehaceres viajeros. Pero no puede hablarse de Chirbes in destacar su deleitosa y cuidadísima prosa que tanto comunica y tanto habla al alma del lector.
Creta. “Olía a mar, a salitre, a sentina de barco, a mazmorra, a piedra mojada, yodo y humedad, y a él –al viajero al que se refiere Chirbes- aquel olor le parecía importado del otro extremo y pensó que el Mediterráneo es un mar redondo como una circunferencia. Se acordó el viajero de las lejanas noches en Tánger, en Alejandría, en Djerba, en Porto Fino, en Estambul. Y supo que es casi imposible elegir entre cualquiera de los infinitos puntos que componen una circunferencia.”
Mediterráneos es el libro de un viajero. Un viajero en primera persona que habla de Creta –ya se ha dicho- y también de Valencia, de Estambul y de Génova, de Venecia, como no podía ser de otra manera, y de Alejandría y otra vez del Mediterráneo más próximo: de Denia …
Tantas ciudades, tantos puertos en un solo libro no pueden pretender una presencia que permita aparecer a cada una en detalle. No pueden aspirar a verse reflejadas del modo como lo haría una guía dedicada a ellas en exclusiva. Pero no es esa la intención del libro ni algo que el lector eche de menos, porque Chirbes apunta a las sensaciones que se despiertan en el viajero y con ello consigue un destello de intensidad seductora que se apodera del lector.
¿Por qué será que Chirbes parece llegar a la esencia de estas ciudades y condensar su alma para mostrarla en forma de palabras a quien lee?
El de Chirbes es un relato hecho desde la sensibilidad. Una sensibilidad íntima y profunda que enlaza con esa raíz mediterránea del autor a la que me refería al principio. Esa mirada sobre Creta, los paisajes, la tierra, las plantas, su mar, el ocaso… es la que se hunde el lo profundo de una historia que nos hace a todos herederos de un Mediterráneo original. Ese deambular por el mercado en Valencia, por las calles de Venecia, por la cubierta de un ferry en Estambul despierta resonancias que llevan al lector a un mundo que no le es ajeno y que recupera como un tesoro perdido en alguna parte de la memoria la magia de las palabras.
Mediterráneos no es una guía de lo concreto, pero un vez leído lo calificaría yo de libro imprescindible para viajar a cualquier lugar relacionado con este mar tan ligado a nuestra propia existencia. Un libro imprescindible para abrir el espíritu del viajero y ponerlo en disposición de disfrutar de todo cuanto contiene el más bello y profundo de los mares.
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