Carlos Rubio
Aguilar 2012
560 pp.
Si el mundo sigue así, en poco tiempo habrá que tener una finísima sensibilidad para distinguir un país de otro. La desaparición de las fronteras, al menos en lo cultural, la globalización que nace de la fluidez con que circula la información de un lugar a otro, la uniformidad en el consumo convierten a los individuos de los lugares más lejanos en próximos, los igualan y borran las diferencias que se podrían esperar del hecho de nacer en culturas distintas. Éste es el punto de arranque de El Japón de Murakami y el hilo que conduce a Carlos Rubio cuando fija la atención en el autor japonés para descubrir a través de él el Japón de hoy.
Y cabe preguntarse ¿por qué un procedimiento tan abigarrado? ¿Por qué buscar en el espejo de la ficción las señas de identidad del mundo real? Y la respuesta vendría dada porque el Japón actual, el de Murakami, el de los personajes de sus novelas, es tan moderno que el lector –como un viajero- podría pensar que está referido a cualquier otro país que no fuera Japón. Y sin embargo, en medio de la aparente falta de identidad que pudiera afectar a cualquier escena de cualquier relato de Murakami laten, no sólo en el fondo sino también en la superficie, los rasgos de carácter de un Japón que no han desaparecido pero que hay que saber encontrar.
El autor sabe bien de lo que habla. Profesor durante cinco años en la universidad de Tokio conoce las profundidades del mundo japonés y sobre todo la dificultad que tienen los occidentales de ‘leer’, desde fuera, un universo construido sobre conceptos que nada tienen que ver con los propios. Por ello, recorre en el libro ‘espacios’ de explicación muy diversos que irán sentando las bases que marcan las diferencias del carácter japonés y que mostrarán al mismo tiempo cómo el Japón de hoy –el de Murakami, si se quiere- expresa en sus llamativas formas de modernidad las herencias de una sólida cultura enraizada en un lejano pasado.
En Murakami se encuentra el lector, y también Carlos Rubio, con el Japón de la década de 1980, el de la juventud a tientas y vacía, tan distinta de la generación anterior sacrificada, obediente y confiada en el mundo de las viejas tradiciones. Se encuentra con el Japón de los niños ya desquiciados en medio de la abundancia y el consumismo exacerbado. Encuentra también con el de la década de los 90, el de los importantes cambios en valores sociales, el de la violencia soterrada, el de la crítica acerba al sistema. Y ve el Japón de la primera década del siglo xxi con los reajustes, los sobresaltos y las esperanzas del nuevo siglo. ¿Qué pasó con el Japón de los samurais, de las geishas y los kimonos?
Carlos Rubio hace en su libro una excursión por la geografía, por la historia y también por la política de Japón, busca en profundidad en la escritura y la lengua que tanto han marcado la trayectoria del país, se refiere a la literatura como expresión de una civilización entera y se detiene en la naturaleza y en la religión como facetas de un fenómeno conexo que sostiene la actitud de los japoneses ante el mundo. La sociedad, las costumbres, la comida… pasan bajo la mirada de Carlos Rubio que busca mucho más allá de la superficie todo lo que hay detrás y da sentido a comportamientos, a formas de entender y a fenómenos de la vida japonesa que, sin unas claves cuidadosamente elaboradas, resultan incomprensibles para el occidental. Cada uno de estos temas componen, dentro del libro, un pequeño libro y son para el lector una lección magistral.
Dice Carlos Rubio que “este libro tiene dos destinatarios principales, los que gustan de Japón y los que gustan de Haruki Murakami. Y, en consecuencia, dos fines: llevar a Murakami a quienes gustándoles o interesándoles Japón no conocían este autor japonés, y llevar Japón a quienes habiendo leído alguna o todas las novelas de nuestro autor desean saber más de Japón”.
Y déjenme por mi parte decir que no esperen ni un minuto más y lean El Japón de Murakami si desean una inmersión en el país, en su cultura, en el espíritu de sus gentes, en la herencia de sus viejas tradiciones y en los horizontes que el presente ha abierto rompiendo con el pasado. Léanlo con atención porque la información y el detalle meticulosamente encajado y acopiado desde los múltiples ángulos que componen la realidad exigen una lectura pausada y cuidadosa. Una lectura que compensa al lector abriéndole un panorama sobre Japón riquísimo y estimulante en cada una de las páginas del libro.
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