Gabriel Magalhaes
RBA, 2012
186 pp.
Nos hemos acostumbrado tanto a ver en el mapa a Portugal pegado a España, que ni lo vemos. Y hemos prestado además tanta atención a Europa, que nuestra mirada se dirige hacia Francia o hacia Alemania como si el continente terminara en nosotros y no existiera ese vecino que se llama Portugal.
“Para una parte de España, Portugal es un ‘no lugar’, un sitio que existe sin existir….” y esa evidencia es lo que hace a Gabriel Magalhaes poner hilo a la aguja con la que nos invita a redescubrir Portugal y desempolvar una historia de vecindad llena de encuentros y también de desencuentros que muestra a dos países con personalidades muy marcadas y muy diferentes en muchos aspectos.
Los secretos de Portugal es un libro sorprendente. Sorprendente, polémico, lleno de interpretaciones y de asuntos en los que el lector puede no estar de acuerdo. Y llama la atención que ello sea así, porque Gabriel Magalhaes tiene una escritura amable y propone un relato razonable, agudo y sumamente interesante. Lo que salta a la vista muy pronto es que su punto de vista no es nada ingenuo y que su narración desde la Europa globalizada de hoy da entrada a una perspectiva polémica que él convierte en militante.
¿Y en qué se puede militar a estas alturas cuando uno habla de Portugal? Pues de entrada en eso: en el derecho de los países pequeños a seguir siendo grandes, en la necesidad de confiar en que hay espacio para ellos en el futuro, en la conveniencia de mirar atrás y descubrir que su historia fue espléndida a pesar de la pequeñez y la exigencia de construir un discurso que dé la vuelta a ese otro que ha enseñado a los países que hoy pasan por el peor momento a pensar contra sí mismos.
“Cuando escuchamos ciertas declaraciones de responsables políticos de la actual Alemania, nos sorprende el modo en que nos vamos acercando a algo que todavía no es, pero que empieza a ser una suerte de Reich financiero.”
¿Estamos ante un libro político? Todo es político, según se mire, pero la respuesta debiera ser no. Estamos ante un libro reflexivo, muy ágil, abierto a muchos temas y por ello mismo inesperado a veces por lo que cuenta y por el modo de contarlo. Pero también es un libro ortodoxo en muchas cosas. Habla de la historia, como no podía ser de otro modo. Pero como Gabriel Magalhaes es crítico y poco sujeto a convencionalismos, su historia no es la de rancias glorias ni de hondos sentimientos nacionales. Sorprende un poco leer que Portugal nació de la nada, o de la pura ambición de un noble, que por más señas era extranjero. Ningún destino histórico iluminó el nacimiento de la nueva nación, ni tampoco su crecimiento. Para Gabriel Magalhaes las cosas fueron ocurriendo y con el tiempo se fueron también consolidando maneras de ser, intereses y circunstancias que acabaron por dar cohesión al país y hacerlo una entidad distinta de lo que era la vecina España.
Unas maneras de ser amables, suaves de natural, poco aficionadas al conflicto porque los portugueses no son gente radical, como pueden ser los españoles, más inclinados a las esencias. Los portugueses, como bien muestra el estilo manuelino, gustan de entretenerse en lo accesorio, cultivan la decoración y la convierten en el centro de su interés con una exquisitez sublime que lleva a olvidar que detrás de ella lo que hay es una ventana o un torreón convertido en fuerte.
Gabriel Magalhaes conoce bien España donde vivió durante toda su infancia y con la que no ha perdido contacto. Y ello le permite establecer comparaciones desde dentro de cada uno de los países y a no tener que competir en ninguno de los dos bandos porque aunque se reconoce portugués, se siente también lo suficientemente enraizado en España como para encontrarse en ella como en casa. Así, y de la misma manera que defiende a Portugal frente a los depredadores de la globalización y también a las clases medias que son en la sociedad los portugales de la vida, no ve la necesidad de ocultar errores de Portugal que, más que ser el resultado de decisiones políticas, son la suma de ‘inclinaciones’ que han hecho derivar el rumbo del país en la mala dirección.
“En territorio lusitano, todo lo que se consideraba motivo de desarrollo se tranformó en causa de retroceso. Nos hemos subdesarrollado desarrollándonos”.
No se puede hacer mejor diagnóstico ni se puede expresar de forma más inteligente. La comparación con España, sujeta sin duda a crítica, muestra cómo Portugal ha ido perdiendo el tren de la modernidad que España sí supo ver. En un arriesgado ejercicio que se atreve a bordear –muchos dirán que cae en- la incorrección política habla de los años ‘positivos’ de Salazar frente a su etapa más negativa cuando perdió el tren del progreso. Y en paralelo advierte de cómo la España de Franco sí supo aprovechar los años de opulencia europea para modernizarse y salir robustecida de su enorme atraso y de la guerra civil.
Muchos son los temas que dan sentido a estos ‘secretos’ que Portugal encierra y que resultan tan interesantes de desvelar. Primero nos hablan de un gran país que de tanto tenerlo al lado habíamos olvidado, pero también –y por contraposición- hablan de España, vista desde los ojos de nuestros vecinos, y de un presente que nos concierne a todos. Menos de doscientas páginas son pocas para contar tanto, y por eso mismo se agradece que Gabriel Magalhaes haya tenido en cuenta a un lector interesado que huye del sopor de los libros enormes, de insoportable lectura. Los secretos de Portugal es un libro ligero, de éxito y tan ameno como recomendable. Seguro que el lector disfrutará de un buen rato con él.
lunes, 11 de marzo de 2013
Los secretos de Portugal. Peninsularidad e iberismo
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