Mo Yan
Seix Barral, 2012
127 pp
La concesión a Mo Yan del premio Nobel de literatura se justificaba porque “Con una mezcla de fantasía y realidad, de perspectiva histórica y social (había creado) un mundo que en su complejidad recordaba a los escritores como William Faulkner y Gabriel García Márquez, tomando al mismo tiempo como punto de partida la tradición literaria china y la cultura narrativa popular”.
Con Cambios, Mo Yan apunta más bajo. Hace de la escritura un pequeño juego, realizado sin esfuerzo y que se lee sin esfuerzo también, con rapidez y con una leve sonrisa a lo largo de las páginas. Cambios es una narración ligera, entretenida y reveladora del discurrir de China en los años recientes, tal y como se propone contarlo el autor.
Por supuesto, el discurrir de China es un tema de complejidad enorme y de unas honduras políticas que admiten las posiciones más diversas. La historia no es nunca neutral y los intereses y la ‘memoria’ de cada cual marcan sin remedio su relato. Pero Mo Yan apuesta aquí por unas pinceladas donde se refleja su propia vida. Habla de la evolución de China a través del pequeño retal de su experiencia. “Lo que describo son básicamente recuerdos –dice-; si en ellos hay alguna creatividad histórica es porque se trata de cosas acontecidas hace muchos años y me falla la memoria”.
Sin duda esta afirmación es un guiño al lector, que sabe que no son tantos los años ni tan pobre la memoria del premio Nobel. Mo Yan nos advierte de que va a tomarse alguna licencia y que se va a sentir libre para colorear su relato dejando un espacio a la creación. Nada como poder darse el capricho de escribir la historia y de matizarla al gusto de uno mismo.
Mo Yan habla de este extraño país que empezó siendo –en su niñez- rabiosamente comunista y terriblemente pobre para volverse, en un abrir y cerrar de ojos, rico y no se sabe muy bien qué en lo que se refiere a la política. La de Mo Yan es una visión irónica de la vida –de la vida oficial de sus años jóvenes- amablemente crítica en asuntos cotidianos siempre marcados por las reglas y las consignas oficiales, pero comprensiva y cariñosa en sintonía con los recuerdos juveniles donde asoma siempre un deje de nostalgia.
Su narración se nutre de historias pintorescas con anécdotas y personajes de sabor costumbrista, como de comedia: el cuadro del partido, el campesino pobre y el menos pobre, los profesores, los ‘técnicos’, los oficiales y los soldados… Unos personajes cuya suma da la imagen de esa China que hoy parece antigua y que fue la de los años que siguieron a la revolución.
Tanto Mo Yan como el lector se sorprenden de la velocidad y la magnitud de los cambios experimentados por China. Pekín y cualquier ciudad de provincias aparecen a los ojos de joven Mo Yan con aspecto pueblerino y dimensiones enanas comparadas con el tamaño y la desbordante vitalidad que tienen hoy. Ni un centímetro de autopista, recuerda, se había construido en todo el país algunos años después de la muerte de Mao. Auténticos desiertos se desplegaban donde ahora aparece un auténtico mar de invernaderos de los que salen hortalizas que los campesinos no habían visto jamás.
Pero no es únicamente la apariencia externa del país lo que cambia. Es, además, la vida de las personas empezando por la suya, que pasa de un humilde campesino a importante hombre de letras, y continuando por la de sus compañeros de escuela con una trayectoria tan sorprendente como la propia. China no para de generar libros y títulos que alimentan las mesas de novedades de las librerías. Está de moda. Entre todas estas novedades Cambios resulta peculiar. Se lee en un momento, es un libro amable y lleno de interés y da un reflejo más de China para ayudar a comprender, disfrutando de la lectura, uno de los fenómenos más importantes del presente.
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