Giorgio Ravegnani
Antonio Machado, 2012
278 pp
Venecia, la república de comerciantes, rica, rodeada de lagunas y plagada de palacios forma parte de esas maravillas que nos ha dejado el pasado. Pero ¿cuál es el misterio que se esconde tras ella para conseguir llegar a ser lo que fue, para mantener su prosperidad durante tanto tiempo? ¿Por qué su magnífica catedral de San Marcos está rematada por cúpulas de apariencia oriental, por qué sus mosaicos respiran los aires de una tradición bizantina o ese león alado que ha sido su enseña y mira más a Oriente que a Occidente?
Venecia es una excepción entre los estados de su entorno y buena parte de esta excepción viene determinada porque su historia aparece ligada al imperio bizantino con una intensidad que no ha tenido parecido en ningún otro reino o república del Mediterráneo.
Bizancio y Venecia nos habla de ello en un detallado repaso de los acontecimientos que sucedieron desde la caída del Imperio Romano hasta la de Constantinopla y que nos muestran a Venecia como un estado cuyas políticas desbordaron con mucho el marco de la ciudad y se extendieron al conjunto del Mediterráneo. Milagro no hubo ninguno para explicar el éxito de la república veneciana, más bien al contrario. Lo que hubo fue una interminable sucesión de movimientos para asegurar su supremacía comercial y para convertirse en una auténtica potencia marítima.
Con la mirada puesta en Roma, el occidente mediterráneo perdió de vista este gran imperio que fue el bizantino y que se mantuvo hasta el siglo XV. Venecia, en cambio lo tuvo siempre presente y estableció con él una alianza que duró siglos y que le reportó una enorme riqueza. Los venecianos fueron tan prácticos en su política como poco fiables. Conscientes de su reducido tamaño, defendieron sus intereses comerciales con uñas y dientes y con la eficacia de quien aprovecha todos los resquicios para sacar ventaja de la situación. A pesar del enorme poder de Imperio de Oriente, Venecia supo siempre aprovechar las debilidades de éste y venderle su apoyo al precio más elevado. ¿Y cuál podía ser el apoyo que Venecia podía ofrecer al gigante oriental? Los venecianos, como buenos comerciantes, se convirtieron en maestros de la diplomacia, pero comprendieron enseguida que no había diplomacia sin poder militar. De ahí que crearan una marina de guerra capaz de defender sus propios intereses y de ponerse al servicio de su gran aliado cuando hiciera falta.
Para Venecia la seguridad de la navegación y el acceso a los puertos y a instalaciones sobre las que asentar el comercio era vital. Y no era fácil de mantener cuando la aparición de nuevos actores cambiaba continuamente el reparto del poder a orillas del mar. Por un lado, los musulmanes que hacían su aparición por el norte de África, por otro, los piratas y señores que recalaban en la costa Dálmata, por el de más allá, los normandos asentados en Sicilia y en media Italia y con los ojos puestos en Constantinopla, desde tierra adentro, el Imperio de Occidente ávido de riquezas, desde el conjunto de Europa, los distintos reinos y señoríos asociados en las cruzadas y que no dudaron en apoderarse de las tierras del imperio bizantino, desde oriente, los zares búlgaros que entraron en acción presionando sobre el Mediterráneo, de la propia Italia, las repúblicas de Génova y de Pisa declaradas enemigas … todo convertía al escenario marítimo en el que se asentaba Venecia en un espacio peligroso e inestable donde era preciso mantener las posiciones. Embajadas, maniobras políticas y alianzas unas veces con unos y otras con otros, unidas a una flota de guerra de primer orden fueron las herramientas sobre las que los venecianos basaron su capacidad de convicción.
Venecia, durante siglos, supo manejar los hilos que le permitieron ocupar un espacio privilegiado y con los que consiguió atraer las riquezas que la hicieron una ciudad extraordinaria. Bizancio y Venecia nos cuenta detalladamente el cómo ocurrió todo ello y al hacerlo nos dibuja también una historia del Mediterráneo en buena parte desconocida.
La visita a las magníficas ciudades italianas, guía en mano, acaba reduciendo la mirada a escenarios muy pequeños, urbanos o regionales como máximo. Giorgio Ravegnani, el autor del libro, expande la visión y hace del Mediterráneo entero el teatro donde se mueven los actores y se ventilan los intereses de unos y otros. Intereses vitales por los que transita la Edad Media y que ponen las bases de la Europa del Renacimiento.
Bizancio y Venecia es una lección de historia que sitúa a la ciudad de los dogos y, con ella, a todo el Mediterráneo oriental en contexto. Sin duda, ayudará al viajero a ver con ojos más expertos no solo a Venecia sino a toda esta región que va desde Italia hasta Constantinopla y le permitirá disfrutar más todavía de este conjunto único de ciudades y lugares que reúnen un pasado común y un patrimonio histórico y cultural inigualable.
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