lunes, 21 de junio de 2010

Historias de Roma


Historias de Roma
Enric González
RBA, 2010
123 pp

Roma no es una ciudad cualquiera. Seguramente tiene más probabilidades que casi todas las demás ciudades de enamorar. Las tiene la ciudad, con una historia tan larga y las tienen los romanos...


Enric González
RBA, 2010
123 pp.





Enric González nos tiene habituados a pequeñas crónicas costumbristas, bien aderezadas con sal y pimienta, con la frescura que da la experiencia de primera mano y la mirada ágil de quien conoce bien aquello de lo que habla.

Escribió Historias del Calcio que viene a ser, a través de ese cimiento para la globalización que es el fútbol, una crónica de Italia. Escribió también Historias de Londres e Historias de Nueva York. Y le toca ahora Historias de Roma.

No es que el autor sienta una especial pasión por las series. Es que vive del oficio de corresponsal de prensa en el extranjero y esta actividad y el ir y venir de una ciudad a otra le va enfrentando a las diferentes experiencias de sus nuevos destinos y a la necesidad de enterarse de qué van y de contarlo luego.

Enric González, destinado ahora en Jerusalén, abre su corazón para contar su última experiencia: la de Roma.

Roma no es una ciudad cualquiera. Seguramente tiene más probabilidades que casi todas las demás ciudades de enamorar. Las tiene la ciudad, con una historia tan larga y con tanta belleza en sus calles. Y las tienen los romanos, que al fin y al cabo son italianos, chispeantes y socarrones, que saben jugar con la vida con esa habilidad y desenfado que deben ser resultado de tanta historia como llevan a sus espaldas y que dejan boquiabiertos a los forasteros sin excepción.

Enric González es un experto en auscultar el pulso de las ciudades. Práctica no le falta. Y desde el día a día se pone a hacerlo en Roma a ras de suelo, allí donde confluyen el pasado imperial y la anécdota mundana, el oropel que rodea a la dignidad del papa y los desconchones que los siglos dejan en los muros de las calles donde los romanos viven con picardía y amor a la vida.

Salen en la crónica de Enric González todos los personajes habidos y por haber. Es como estar en el cine y con la sonrisa siempre a punto. Mina, la cantante, Fausto Coppi, Agneli, Adriano Celentano, Togliatti, Fellini, Andreotti, De Sica, Berlusconi. Todos ellos en el espacio de tres o cuatro páginas. Y es que el libro está vivo y los conocimientos de Enric Gonzalez desbordan las líneas del texto y parece que se empujan unos a otros para asomarse al relato, para darle de una manera aproximada esa abrumadora riqueza que bendice la ciudad.

Y no sólo son personajes. Enric González nos habla de rincones que debiéramos apuntar en alguna parte para no perdérnoslos en la próxima ocasión que vayamos a Roma o para verlos, esta vez, a través de sus ojos. Nos recomienda cafés que sólo quien ha vivido en la ciudad aprecia en lo que valen. Y nos cuenta historias de su cosecha que sería una lástima perderse por no leer el libro.

Dedica un ramillete de páginas a Berlusconi, tan divertidas como implacables. Páginas esclarecedoras que retratan al personaje y en las que aprovecha para reconocer ese sentido práctico que tantos éxitos le proporcionan: "Berlusconi no ve a sus enemigos como enemigos, sino como futuros socios... Conoce el precio de la gente".

Y de esta falta de escrúpulos que atraviesa la ficción de la política salta a la ficción de esos otros personajes que tanto marcaron al cine italiano como pudo ser Alberto Sordi cuyas escenas romanas llenan una antología y definen ese carácter mezquino y alegre al mismo tiempo, proclive al chanchullo, poco airoso en el fondo pero chulo en lo aparente en el que se sienten reflejados los romanos.

Uno tras otro se suceden temas, lugares, personajes y anécdotas por el libro de Enric González. Pero hablando de Roma lo que no podía faltar es alguna referencia al Vaticano. El autor le dedica un capítulo. Un capítulo sabroso al que le saca punta con buen humor recurriendo a la historia, complicada y poco edificante muchas veces, y recurriendo a muchos personajes llamativamente adaptados a esa misma historia por lo complicados y poco edificantes que fueron también en muchas ocasiones. Lo mismo que con Berlusconi, el autor se pone crítico y no se corta en sus manifestaciones: "El catolicismo –dice- es una religión monoteísta (a pesar de la filigrana trinitaria) dirigida por un poder centralizado y literalmente despótico; la parte del poder y el despotismo está en el Vaticano; la religión en sí, la fe, los atributos morales se encuentran con mayor facilidad en cualquier otra parte."

Y esa otra parte la componen las calles y la gente de Roma por quienes –calles y gentes- siente Enric González predilección aunque trate de disimularla a veces haciendo como que desvela sus debilidades. "Los romanos carecen de facilidad para la abstracción: ¿para qué la necesitan, rodeados de tanta belleza?"

No es cuestión de seguir desgranando las interioridades del libro en una reseña que se iba a quedar corta necesariamente. Hay que leerlo. No es una recomendación interesada. Es un consejo de amigo para quienes quieran divertirse un rato y conocer los entresijos de una de las ciudades más apasionantes del mundo.

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