lunes, 5 de noviembre de 2012
Afganistán. Crónica de una ficción
Mònica Bernabé
Debate, 2012
398 pp.
Se supone que la guerra es una excepción y que los países que la padecen abren una especie paréntesis en lo que debiera ser la normalidad para retornar a ella cuando el conflicto se resuelve. Pero el caso de Afganistán no parece ser ese. Lleva treinta años de guerras y todo hace pensar que la vuelta a este estado natural que debiera ser la paz va para largo.
Seguramente por ello hablar de Afganistán es referirse al conflicto. Si el interés de la literatura de viajes es presentar un país tal como es, en este caso no queda más remedio que hablar de esta variedad del infierno que ha marcado la vida cotidiana durante décadas y que ha modelado a varias generaciones.
Y justamente esto es lo que hace el Afganistán que escribe Mònica Bernabé, periodista, interesada al principio en el país, comprometida luego en iniciativas solidarias y convertida finalmente en testigo de primera fila cuando decide fijar su residencia en Kabul. Es muy probable que el interés de libro –que es mucho- radique en este prolongado interés de Mònica, que se mantiene a lo largo del tiempo, y que le permite desmenuzar la situación a medida que pasan los años.
Cualquiera que haya leído los periódicos tiene una idea cabal de lo que ocurre en Afganistán. La caída de un rey, la llegada de una república, la invasión rusa, la resistencia de los guerrilleros, el ascenso de los talibanes, la intervención americana … Todo es relativamente reciente y todo resulta conocido. Pero la realidad es que, como en tantas cosas, la información ha sido parcial y sobre todo confusa. Confusa porque el paso del tiempo ha ido cambiando los parámetros del conflicto y sin darnos cuenta las imágenes que nos habíamos formado han dejado de ajustarse a la realidad y el conjunto se ha convertido en un embrollo.
De aquí el acierto de Mònica Bernabé que parte de la línea del tiempo como eje de su explicación y nos muestra desde el año 2000 hasta el 2012, capítulo a capítulo, o lo que es lo mismo año a año, la evolución del país, la de la vida de sus gentes y la del frustrante intento de normalizar una situación que permita la convivencia pacífica.
Las mujeres son el colectivo sobre el que pone la mirada la autora para hilar el discurrir del tiempo. ¿Y por qué las mujeres? Porque es el grueso de la sociedad sobre el que cae de repente el peso de la represión que ejercen los talibanes. Es tal el exceso de los musulmanes radicales que toman el poder en Afganistán que deja prácticamente a la mitad de la población encerrada en casa, sin escuelas, sin atención médica, sin trabajo, sin espacio en la sociedad, sin derechos de ninguna clase. Pero esta situación insólita, que nace del mismo radicalismo que lleva a sostener a Al Qaeda y que conduce a la intervención occidental, no se resuelve cuando se expulsa por la fuerza al gobierno de los ‘estudiantes islámicos’. Poco a poco, las fuerzas extranjeras que son recibidas con alegría por la población se van enfangando en una realidad compleja en la que pierden el favor de las gentes y también la legitimidad.
El Afganistán en el que perdieron dos guerras los ingleses, cuando estaban en la cumbre de su poder, el mismo país del que la poderosa Rusia tuvo que retirarse después de desplegar cientos de miles de soldados y de intentar fórmulas de progreso con las que atraerse a la población, vuelve a la escena a pesar de los esfuerzos y de las ingentes cantidades de dinero invertidas en nombre de la democracia.
Los avatares políticos entre señores de la guerra, o entre etnias, las alianza naturales y contra natura que se tejen y destejen a lo largo de los años, el aumento de la inseguridad a pesar de los teóricos progresos de la intervención militar y también de instituciones civiles y de innumerables ongs se van desgranando a lo largo del libro y ayudan a comprender cómo, paso a paso, la situación se envenena en lugar de arreglarse.
Pero no todo es política, la vida en las casas y en los pueblos aparece y llama la atención porque es por donde respira el país entero. Los noviazgos y los casamientos se muestran como una realidad dramática que pesa sobre los jóvenes y que condena literalmente a las mujeres. La corrupción, que se ha instalado en todos los ámbitos debido a las tensiones, a las necesidades y también a las oportunidades que genera la prolongada situación de conflicto, aparece con toda evidencia. La vida de los militares, de los extranjeros y de los nacionales, amenazados por ataques y atentados, la presencia de criminales de guerra en el parlamento o en puestos de responsabilidad en el gobierno dibujan un país áspero por un lado, desasistido por otro y para el que no hay soluciones.
Mónica Bernabé lo conoce bien porque lo ha vivido de cerca y porque en su papel de periodista y en el de colaboradora comprometida con los derechos de las mujeres ha tenido que jugar a distintas bandas y que mirar la realidad con ojos y desde intereses diversos. No es cuestión de hacer turismo hoy en Afganistán, pero ello no quita que sea quizás más necesario que nunca conocer el país y las razones del fracaso de cuanto los países occidentales han hecho. La retirada del grueso de las fuerzas norteamericanas anunciada para 2013 abre un escenario nuevo y lleno de incertidumbre. No estará de más hacer inventario, conocer lo que pasó e imaginar lo que está en puertas. Afganistán, crónica de una ficción servirá para ello y ayudará a abrir los ojos al lector sobre una realidad cada vez más confusa, y también apasionante, para quien esté interesado en la historia de esta complicada región de Asia.
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