Petros Márkaris
Tusquets, 2011
322 pp.
Diez o quince años atrás, si le hubieran preguntado por Grecia es probable que hubiera usted respondido aludiendo a Mikonos, Santorini o a cualquiera de las islas que hacían del país un paraíso de las vacaciones en el Mediterráneo. Y si la pregunta se la hubieran hecho unos años más atrás todavía hubiera hecho referencia al dórico, al jónico y al corintio, a la maravilla del Partenón o a los dioses del Olimpo.
Pero los tiempos cambian y hoy Grecia es otra cosa. Y los griegos están en otra cosa también. La crisis se ha extendido por todas partes y ahora proyecta sus sombras hasta el punto de cambiar el humor entero del país.
De esta Grecia, de la Grecia de hoy es de lo que nos habla Petros Márkaris en Con el agua al cuello. El título no puede ser más explícito. ¿Y desde cuándo la crisis entra a formar parte de la literatura de viajes? Pues seguramente desde siempre, desde que los viajeros prestaron atención a la gente de los lugares que visitaban y consideraron que sus condiciones de vida, sus buenos y malos humores, su comportamiento y su modo de ver la realidad formaban parte de los países lo mismo que los árboles y las montañas. Y lo cierto es que Grecia ha sufrido un vuelco tan inesperado como dramático como resultado de lo que podríamos llamar un grave accidente económico y ha dejado de ser, en muchas cosas, el país que guardamos en nuestros recuerdos.
Por supuesto, Márkaris no ha hecho, para hablar de todo ello, ninguna excursión por las finanzas o por la sociología, al menos en su vertiente científica. Es el inspector Jaritos el que nos pone al corriente de la situación y es a través de una novela policiaca como se revela este país al borde del naufragio.
Una sucesión de asesinatos ponen en marcha la novela que, anticipo ya, se lee gustosamente porque es ingeniosa, escrita con enorme soltura y de alguna manera alegre, a pesar de la situación que presenta y del tema. Márkaris se las compone para eludir la pesadumbre del género negro y situarse en una normalidad más grata, menos teatral y mejor encajada en el mundo. Jaritos ni es el hombre atormentado que suelen ser los detectives ni su mundo es oscuro como resultado del crimen o del aire irrespirable de la comisaría. Su sintonía vital discurre hacia la luz. Pero vive la situación del país, que afecta a todos los órdenes de la vida. Atenas se ha vuelto intransitable. La manifestaciones colapsan el tráfico y convierten en un lío la ciudad. La economía doméstica se resiente porque a los funcionarios les han ‘recortado’ el sueldo una cuarta parte y el futuro está que da miedo. En la calle, muchas tiendas han cerrado y los tenderos que aguantan hablan de presente con pesar y del futuro sin esperanza. Claro que Grecia gastó lo que no tenía y que lo de pagar impuestos era cosa anecdótica, pero uno a uno, cada griego se ha visto de repente al borde de la miseria o en la miseria misma. Y si los polvos de los gobiernos anteriores dieron lugar a estos lodos, el chorreo de los países ricos de Europa lejos de resultar una lección positiva sólo ha servido para hundir al país y no dejarle levantar cabeza.
¿Asoma la política? Cómo no iba a asomar si alrededor de Jaritos discurre la vida misma y se expresa en todas direcciones. El discurso, ficticio, que en la novela hacen las sociedades de calificación de la deuda no tiene desperdicio porque se formula sin pelos en la lengua y aparece con toda su desvergüenza. La prepotencia de los funcionarios europeos frente a los griegos desarmados y culpables es tan llamativa como hiriente. El poder de la banca, encumbrada gracias al dinero de todos –de Jaritos y del resto de la población- y dispuesta a dar lecciones al pueblo llano que sufre la crisis sin haberla provocado pone de relieve la hipocresía de los privilegiados que salen de rositas tras una fiesta ruinosa que acaban por pagar los demás.
La Grecia alegre y soleada deja paso a una realidad nueva y cargada de amenazas. “En este momento hay en el mundo inversores que están apostando fortunas ante la posibilidad de que Grecia se declare en quiebra”. Este es el run run que sobrevuela en el ambiente mientras la vida trata de encontrar huecos por donde seguir y mientras Jaritos trata de desentrañar el misterio de los asesinatos que inquietan al mismo gobierno.
Una cara inédita de Grecia es la que aparece en la última novela de Márkaris. Una cara que el lector conoce por los periódicos pero a la que seguramente no había puesto todavía rostro. La lectura de Con el agua al cuello permite descender del nivel de la noticia al de la calle, o mejor, al del interior de los hogares, al de la conversación entre compañeros, al de la reflexión a la hora del desayuno. Y por ello, porque tiene que ver con las personas que dan vida y sobre las que se sostiene el país, ayuda a ver la Grecia de hoy con una visión más humana y mucho más clara también.
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