Xavier Moret
Alba, 2011
252 pp.
29635001
"…había algunas cifras preocupantes: la Bolsa multiplicó por nueve su valor entre 2003 y 2007 y se triplicó el precio de los pisos. Vivíamos en una burbuja."
Un capítulo de introducción, titulado La revolución silenciada, abre el libro de Xavier Moret, el segundo que dedica a Islandia y que es, de alguna forma la continuación del primero. Con Islandia, isla secreta, Moret ganó el premio Grandes Viajeros, pero sobre todo, nos trajo noticias de un país tan poco conocido por nosotros como singular. Un país a todas luces extraordinario y ejemplar en casi todos los sentidos. Culto, rico, trabajador, atento a la conservación de la naturaleza y, además, extraordinariamente bello.
Pero con el tiempo se había producido un cataclismo que justificaba volver a hablar de él, no para contar lo que había quedado pendiente en la redacción del primer libro, sino los acontecimientos nuevos que parecían poner en cuestión la imagen de Islandia. Para hablar de lo que los islandeses denominaron kreppa y que significa la catástrofe.
La introducción a la que me refiero centra enseguida la atención del lector y lo pone frente a una visión general de la situación nacida de la quiebra económica, que se produce casi de un día para otro. Una quiebra que pone en cuestión el modelo de país y que plantea el reto formidable de recuperar la senda de progreso comprometida por el hundimiento del sector financiero. Islandia era el primer eslabón de la cascada de países en caída libre que iba a producirse a continuación. Y como primer episodio de esta serie de descalabros, un acontecimiento tempranamente olvidado, superado como noticia por la amenaza de quiebra de economías mucho más grandes.
Dispuesta a modo de prólogo, la introducción de la que hablamos resulta una pastilla concentrada del caldo que va a venir después. Tan concentrada que, saboreada al principio, deja un poco insulsas las páginas que vienen a continuación. Esto es, obliga al lector a adaptarse al ritmo que toma el libro una vez adquiere su velocidad de crucero, mucho más pausado, más descriptivo, dedicado a los detalles del discurrir cotidiano de la vida en la Islandia de hoy, y a distancia de esas grandes cuestiones que tienen que ver con la crisis y disparan la adrenalina que acompaña al vértigo de una economía en caída libre.
Pero que el relato se calme y descienda a un plano más pegado a tierra, no significa que pierda contenido. La vida diaria se abre paso a lo largo de las páginas a través de conversaciones, de encuentros y de situaciones que permiten al autor mostrar las particularidades de Islandia, que son muchas y muy llamativas.
Tres son los ángulos que Moret elige para mirar a esta Islandia que vive la entrada en la segunda década del siglo en una especie de régimen de excepción. El primero hace referencia al volcán Eyjafiallajökull cuya erupción puso patas arriba al tráfico aéreo en Europa. Una erupción que replica en términos geológicos la sacudida económica que sintieron los islandeses, pero que sirve sobre todo para mostrar que la vida en Islandia no ha sido nunca fácil. Sus habitantes han tenido que desenvolverse siempre en un entorno peligroso que ha forjado su carácter. Todo ha sido difícil en Islandia desde que hay memoria de los primeros pobladores y por ello mismo ninguna catástrofe se afronta como un hecho insuperable. El pueblo islandés es duro, está acostumbrado a los sustos y por ello mismo a enfrentarse con ánimo a la adversidad.
El segundo de los aspectos en los que Moret fija la atención es el respeto por la naturaleza, una naturaleza indómita y peligrosa, pero al mismo tiempo precaria y que obliga a los seres vivos que dependen de ella cuidarla con esmero. Poco ayuda al desarrollo de la vida en un entorno tan hostil. Frío extremo, volcanes, un paisaje desértico hecho de hielo y de lava soporta a una población que tradicionalmente cree en los espíritus que nacen de las entrañas misteriosas de la tierra y que ven en el entorno natural un delicado equilibrio que hay que conservar. El desarrollo de la cultura, el de la economía y el de la sociedad entera deben ajustarse a la conservación de la naturaleza si se pretende que tengan duración en el futuro. “Vender nuestra naturaleza –dice un personaje con los que habla Xavier Moret- a cambio de dinero no puede traer nada bueno.”
Y finalmente la crisis económica aparece como tercera de las patas que sostienen el relato que sobre Islandia hace el autor. Un país feliz, avanzado, con más escritores por metro cuadrado que ningún otro en el mundo, con innumerables músicos clásicos y de vanguardia, con las costumbres más progresistas, tolerante, trabajador, emprendedor… se enfrenta al derrumbe de su economía y aun panorama que parece de ficción. De repente, el país amanece en la ruina y descubre que las noticias que hablaban de una economía que estaba a punto de comerse el mundo eran en realidad puro espejismo y que alguien –banqueros, políticos…- había mantenido una ficción que llevaba sin remedio al naufragio.
Islandia, revolución bajo el volcán es una crónica del presente. Habla de hoy y de unos temas que para todos son de la mayor actualidad. Y lo hace poniendo la mirada en un pequeño país, de poco más de trescientos mil habitantes, extraordinariamente singular, escuchando a los personajes más distintos –escritores, granjeros, políticos, músicos, empresarios o simplemente gente de la calle- para dar una visión viva, actual e interesante a lo largo de todas las páginas.
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