Javier Gozálbez
Altair, 2011
559 pp.
Javier Gozálbez a buen seguro protestaría si se le presentara como una de las personas que mejor conoce Etiopía. Insistiría en que lo suyo es más el resultado de una inclinación vocacional que de un trabajo profesional y que por ello no tiene la importancia de lo bendecido por el rigor académico o por alguna institución de postín.
Pero lo cierto es que Javier conoce Etiopía en profundidad, ocupa un lugar relevante entre los estudiosos del tema, ha recorrido el país en todas direcciones desde hace muchos años, se ha convertido en un estudioso de su historia, de su geografía y de su cultura y ha acreditado su profundo saber en un libro imprescindible para quien esté interesado en el tema como es "Etiopía. Un rostro con tres miradas".
Pero Etiopía parece ser un pozo sin fondo, cuya historia se pierde en una nebulosa y cuyo presente hereda del pasado trazos que conviene explicar y que exigen una reflexión detenida. Situada en África, Etiopía es un mundo aparte y enlaza con un pasado de complejidad extraordinaria. De aquí que Javier Gozálbez dé un paso atrás y para tomar perspectiva primero, pero también dejándose seducir por el enorme peso que ha tenido en la historia y que tiene en el presente, ponga la mirada en el Nilo y haga de él el eje alrededor del que gira su nuevo libro.
Da la impresión de que el conocimiento de Javier Gozálbez es enciclopédico. Pero es al mismo tiempo crítico y busca reafirmarse en la realidad. De aquí que los viajes que Javier emprende para escribir su libro sean viajes de comprobación. Quiere asegurarse de que lo que sabe es cierto y de que sus lagunas pueden rellenarse si pregunta a las gentes o si se mueve lo suficiente como para recoger la información que le falta. Javier Gozálbez trabaja como un explorador de la época dorada y así lo transmite al lector en su libro. Un lector que sigue los pasos del viajero y que comparte con él –además del calor, el cansancio, los sentimientos de afecto y de admiración, y a veces el mal humor- las dudas y las certezas que surgen en torno a lo que busca y a lo que ve.
Y por qué tantas dudas y tanta necesidad de confirmar lo que han dicho otros viajeros o lo que dice la tradición. Porque la historia de estos territorios por los que transita el Nilo Azul es tan larga y enmarañada y ha sido reescrita tantas veces a la medida de pueblos, de linajes o de poderes con intereses que defender, que hoy resuena a los oídos de forma confusa y necesita aclarase para poner a cada cosa en su sitio. Y porque el conocimiento es poder y un país como Etiopía necesita desvelar su pasado. La historia, avisa Javier Gozálbez, no es inocente y la que rodea al Nilo Azul es la que afecta a pueblos que siempre estuvieron “en la parte perdedora”.
“Mi intención –dice el autor- es rastrear el presente de los pueblos (que habitan junto al Nilo Azul) teniendo en mente su pasado, pasa así poder rescatar del olvido el universo que los envuelve. El río iba a ser mi hilo conductor y sus aguas también tenían una memoria que ha permanecido, y que pervive, olvidada bajo la losa del silencio o las argucias de la manipulación”.
El Nilo Azul es en realidad el resultado de varios viajes, en buena parte realizados en coche, pero muchas veces también a pie, en pequeñas expediciones con algún amigo local, un guía y a veces un miliciano armado prestado por las autoridades como protección y seguramente también como cortesía. La intención del autor es seguir el recorrido del Nilo Azul desde su nacimiento cerca del lago Tana hasta su encuentro con el Nilo Blanco en Sudán. Y su principal interés es hablar con quienes viven a sus orillas, ver cómo viven y escarbar en su memoria. Los paisajes, las plantas, los árboles, los cultivos… aparecen en las páginas del libro, lo mismo que el trabajo cotidiano de los campesinos, de hombres y mujeres esforzados en extremo –sobre todo ellas. Las costumbres, los rituales de la hospitalidad, los alimentos, los vestidos y mil detalles más muestran de primera mano la vida de pueblos que siguen las tradiciones y las rigurosas exigencias del mundo en el que les ha tocado vivir.
La historia está en una parte del origen de este rigor. Una historia que parece de novela y que Javier Gozálbez cuenta tan sucinta como admirablemente para acercar al lector a las raíces de una tierra cuyas semillas germinaron hace miles de años. La religión, en manos de la iglesia ortodoxa etíope, que Javier encara con mirada sumamente crítica, es también responsable del atraso y de las dificultades que la población tiene para prosperar. El clima, por supuesto, contribuye a los rigores que soportan las gentes. Y también la mano extranjera que a través de viejos tratados ha sustraído el agua del Nilo Azul del control de Etiopía para hacer únicos beneficiarios a Sudán y a Egipto, piezas del imperio colonial británico y fuentes del suministro del algodón que precisaba la industria en la metrópoli.
Crítica profunda, pero también algo de humor se van desgranando a lo largo del curso de este río único. Javier persigue hasta el final sus pesquisas dejando casi su piel en ellas. Busca los orígenes de Santa Arsema –una santa casi desconocida hasta encontrar sus raíces en Armenia- como si le fuera la vida en ello. Pero sabe que se mueve en un medio que no entiende de tanta precisión como él busca. Cuenta con que los etíopes son dados a cambiar de conversación cuando les pregunta por algo que no saben o que les incomoda y le dejarán con un palmo de narices haciendo como que no han escuchado. Sabe que la previsión de los problemas no es su fuerte y que llegado el momento se arruinará el día por no haber tomado las precauciones necesarias y que ese es un mal al que hay que acostumbrarse. Es consciente de que como extranjero comete errores en las cosas más simples que lo hunden en la miseria y que ponen de relieve su torpeza de blanco e inexperto. El ataque de abejas atraídas por el olor de una toallita refrescante o el descalabro de la tienda de campaña instalada en medio de las vacas revela también la componente de absurdo inevitable en la convivencia de mundos tan distintos como el local y el europeo.
Imposible en poco espacio alcanzar todo el abanico de temas, lugares y acontecimientos que aparecen en las páginas de este Nilo Azul. Después de Etiopía se abre el capítulo de Sudán, un país hermanado al etíope por viejas raíces y sin embargo radicalmente distinto hoy. Y con él un montón de asuntos nuevos. Hay que leer El Nilo Azul para seguirlo desde su nacimiento. Sus orillas y sus aguas son la excusa para profundizar en todo lo que rodea a unas tierras cuya historia enlaza con el rey Salomón y con los faraones y nos lleva hasta la actualidad. Javier Gozálbez nos cuenta esta historia y nos habla de las aguas y las orillas que conoce tan bien. Merece la pena seguir su viaje a través del libro y disfrutar leyendo de una aventura tan enriquecedora como singular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario