miércoles, 11 de junio de 2014

Viaje al Tíbet

Viaje al Tíbet

Robert Byron
Abada editores, 2013
287 pp.

"Viaje al Tíbet", además de un viaje al corazón de Asia, es también el viaje a una época de viajeros heroicos y románticos que terminó hace tiempo. Es sin duda un libro para pasar un buen rato.




Robert Byron
Abada editores, 2013
287 pp.





Apetece de vez en cuando regresar a la literatura de viajes clásica, que viene a ser lo mismo que decir inglesa, con ese aroma de un poco antigua y con un escribir irónico de quien desde lo alto relativiza las cosas y sabe echar gotas de humor incluso a las penurias.

Nos ocupamos de Byron de nuevo, de quien se siguen reeditando textos a cargo de editores cuidadosos, amantes de su oficio y de los libros. Éste del que hablamos ahora vuelve a ser un libro cuidado, de formato pequeño y letra, para quienes nos gustan ya los tipos grandes, también pequeña. Como pensada para lectores jóvenes.

Aclaro que no me refería a lord Byron, que se fue a Grecia con la curiosidad de fisgonear en el mundo otomano y de echar una mano en la lucha por la independencia de los griegos. El Robert Byron, del que hablamos ahora, procede de una familia modesta, aunque su paso por Eaton y por Oxford le ha enseñado qué es eso de vivir como un aristócrata y nos cuenta que entre viajar a lo rico, que no puede, o a lo pobre, que no quiere, lo suyo es buscarse la vida para que las cosas se pongan a favor de viajar a lo rico.

Y es con ese argumento tan impecable como organiza el viaje que lo llevará a la India, a Sikkim y al Tíbet, en una época en que los europeos que habían pisado estos lugares no eran más que cuatro gatos. Byron es todavía jovencísimo pero no ha parado de moverse a la sombra de sus amigos potentados, aunque también por méritos propios porque se ha convertido en un narrador perspicaz y ha sabido sacar de sus viajes conocimientos y relatos con los que ha sabido mantenerse. Mantenerse bien, porque como creo que ha quedado claro, lo suyo no es la bohemia.

El viaje al Tíbet que ahora se edita, no es en realidad un libro. Es el compendio de algunos artículos que Byron escribió en ese viaje para el Daily Express en cumplimiento del acuerdo con el editor por el que éste se comprometía a patrocinarlo generosamente a cambio de que nuestro hombre escribiera sobre su singular periplo. El editor, por supuesto era un lord, encantado de seguirle la corriente a un joven atrevido y educado en las mejores escuelas.

El viaje hasta la India interesará ya al lector, porque los preparativos y la forma de viajar son de otra época y contienen dosis importantes de exotismo. No hace falta llegar al Tíbet para gozar de lo extraordinario, porque Byron se apunta a los primerísimos vuelos que desde Inglaterra van a la India. Tan primerísimos que, cuando nuestro hombre hace el viaje, la Imperial Airways lleva solamente una semana operando la línea y el recorrido obliga a aterrizar y a amerizar cada dos por tres. Se trata del primer servicio de correo aéreo, que emplea una semana en hacer su recorrido, y que debe detenerse en bases tan precarias como perdidas en la geografía para repostar e ir cubriendo las numerosas etapas que necesitan los aviones de la época.

Por supuesto, la descripción del vuelo -de los muchos vuelos, en realidad- está llena de interés, porque la altura y la velocidad de su aeroplano son tan escasas que se distinguen desde el aire las huellas de los camellos que andan por la arena del desierto. Tanto como un viaje en avión parece que lo que Byron cuenta es un viaje en globo a baja altura.

El plato fuerte del viaje es, sin embargo, Oriente, ese mundo casi de fantasía que se pierde en las faldas del Himalaya y en los valles de clima inhóspito que se adentran en la cordillera para dar cabida a estos reinos, prohibidos del todo o medio prohibidos, que son Sikkim y Tíbet. El viaje de Byron y los amigos que lo acompañan es una auténtica expedición y si las cartas de recomendación que le permiten acceder a gobernadores, altos oficiales del ejército y funcionarios importantes allanan la obtención de permisos y de contactos, de  poco sirven para enfrentarse al frío y a la extrema dureza del camino.

Distancias enormes, llanuras de piedra entre montañas coronadas por glaciares, decenas de kilómetros a caballo por caminos remotos, colores sorprendentes envolviendo el paisaje, pequeños pueblos en el camino, otros viajeros y un sentimiento indefinido de haber hecho realidad lo que para el resto de los humanos es sólo una mancha de color en el mapa van dibujando una experiencia extraordinaria para la época, pero sobre todo para un amante de los viajes que puede al fin conocer una parte de mundo que está fuera del alcance de cualquiera que no sea un privilegiado.

Viaje al Tíbet es todo eso. En un alarde de atrevimiento, el responsable de esta edición, se hace eco de quienes advierten que Robert Byron no es un escritor dotado para la mejor literatura. Es cierto y nadie le pidió ni en su época ni ahora que lo fuera. Porque su capacidad para el relato, su forma de contar, su humor cuidadosamente administrado, su perspicacia, su extensa cultura sobran para retener el interés del lector y mantenerlo pendiente de todos los episodios hasta el final.

Viaje al Tíbet es, además de un viaje al corazón de Asia, también el viaje a una época de viajeros heroicos y románticos que terminó hace tiempo. El lector pasará un buen rato escuchando su voz y entretenido en este libro divertido y lleno de noticias que nos ayudarán también a entender el presente.

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