Aitor Sáez
Círculo de Tiza, 2018
380 pp.
Como no puede ser de otro modo, las situaciones traumáticas dejan en la literatura de los países una huella que perdura y aflora a la superficie una y otra vez. En el caso de Colombia, el conflicto, en forma de guerra abierta, que ha mantenido durante más de cincuenta años, ha marcado el país. No sólo ha dejado su impronta en las conciencias de los colombianos sino que modificó la realidad del país entero.
Para los visitantes, el paisaje y las ciudades siguieron siendo las de la Colombia de siempre, pero para la población la cotidiana cosecha de cadáveres transportada por el agua de los ríos, la inseguridad en los caminos, la constante aparición de noticias en los periódicos o la televisión relativas al conflicto y la contaminación de la política como consecuencia del mismo creó una realidad distinta y mucho más dura.
Trescientos mil muertos y siete millones de desplazados no son cosa que permita mirar hacia otro lado o que deje libre de salpicaduras a nadie. Pero esas salpicaduras no fueron iguales para todos, no generaron una posición común en la población respecto a la guerra y respecto a la paz. Unos vivieron el conflicto arriesgando diariamente sus vidas, con el miedo de quienes están en primera línea, y otros desde el análisis lejano, desde el fastidio, a veces, de quien asiste a una situación absurda e incómoda, costosa en términos económicos, impuesta desde fuera a la que hay que derrotar.
El libro de Aitor Sáez nace en este punto, en el momento en que se han firmado unos acuerdos de paz que el país, en referéndum, ha tardado pocas semanas en rechazar para sorpresa de casi todos. ¿Qué pasa en Colombia, cómo es el país que rechaza el fin de una guerra que el ejército ha sido incapaz de terminar después de varias décadas?.
“Colombia siempre ha sido un manojo de contradicciones, una paradoja en forma de república (…)”, cuenta en un periódico el escritor Juan Gabriel Vásquez. “En el último medio siglo, este país que ha vivido en estado de guerra permanente ha sido también el único de su vecindario que ha sabido evitar las autocracias y las dictaduras (…) con su cultura de corrupción y su mentalidad mafiosa, es también un país de instituciones que misteriosamente han seguido funcionando, y que han logrado, aun en los momentos más críticos, producir sus propios anticuerpos”.
Es más, y ahora quién lo dice es el autor del libro: “Colombia había sufrido el conflicto interno más extenso y uno de los más sangrientos de todos los tiempos. Sin embargo los colombianos aparecían siempre en las primeras posiciones de los países más felices”.
Para acercarse a la Colombia del hoy, para desvelar lo que el viajero o el simple lector de periódicos no puede ver y sin embargo conforma la realidad del país, es para lo que Aitor Sáez emprende la aventura de escribir su libro. Porque Colombia sobrevive es una aventura que seguramente desborda al propio autor. Y ojalá sea así. Porque la posición de Aitor Sáez sobre el presente y el futuro de Colombia es poco halagüeña, está cargada de amenazas y el lector va a desear que sea la dureza de lo que ha sido el pasado lo que empaña el optimismo del autor más que el peso de los retos que el país afronta en la nueva etapa de empeño a favor de la paz. El subtítulo del libro, Crónica de una paz incierta, destaca las dudas del autor sobre un final feliz en el proceso de pacificación emprendido.
La situación de quiebra de Colombia como estado ‘normal’ viene de lejos. Viene de los tiempos cuando América Latina entera estaba envuelta en guerras alimentadas por los distintos bandos de la guerra fría. Y la investigación de Aitor Sáez, pues de eso se trata, se apoya en testigos que vivieron los diversos episodios de la violencia y en el análisis de la situación de cada uno de los momentos. No es nada sencilla esta aventura de la que hablamos.
Las víctimas más directas del conflicto muestran la brutalidad escalofriante de lo sucedido y ponen números a lo que ha resultado ser una matanza que nunca pudo ser perseguida en los tribunales internacionales porque la ‘desaparición’ de los muertos libraba de pruebas y de cargos con que acusar a los asesinos. Pero no son sólo las víctimas las que aparecen en ese panorama del horror. Aitor Sáez se introduce en los vericuetos de los violentos y rebeldes y consigue entrevistar a paramilitares que cuentan su punto de vista lo mismo que a miembros de las FARC, a campesinos, a soldados, a secuestrados, a políticos….
Y penetra en el crisol donde se amalgaman -o se confunden- la violencia y la vida en apariencia limpia de la política y los negocios, con personajes de corbata que resultan la punta de un iceberg cuyas profundidades albergan un mundo dantesco.
El tema del ‘narco’ es casi un libro dentro del libro porque, conectado con las raíces de la violencia y convertido en su alimento principal, nace de un negocio tan singular como el de la droga, lejos de la selva, en las ciudades, y se desarrolla hasta apoderarse, si no del todo sí de una buena parte, del estado. Sus personajes, con la increíble vida de Pablo Escobar en primer término, su estrategia y el éxito de su proyecto componen la base de una atalaya más desde la que mirar a Colombia y desde la que prestar atención a voces que hablan en el mismo idioma que el lector como la del sicario que cuenta, de primera mano, la experiencia de una vida hecha a base de muertos.
Aitor Sáez termina su libro contando algunos detalles de la negociación entre el gobierno y las FARC y de la implantación por las partes de las condiciones pactadas en el proceso de paz. Detalles escamoteados al público, sumamente interesantes y sustentados, como en el resto de temas, en entrevistas -que no debió ser fácil conseguir- y que muestran una cara oculta en la labor de muchos de los protagonistas. El autor muestra una realidad llena de contradicciones donde el empeño humanitario de conseguir la paz se envuelve en una atmósfera espesa propia de jugadores de un póker endiablado, desconfiados de sus compañeros de partida y dispuestos a ir de farol en compromisos y propuestas sin mover un músculo de la cara.
Excelente es el libro de este periodista joven e incansable perseguidor de la realidad. Y sumamente interesante para el lector, que a lo mejor recuerda aquella ‘Noticia de un secuestro’ que escribió García Márquez, y que no había vuelto a tener ocasión de retomar el contacto con el detalle para darse cuenta de cómo sucedieron las cosas en Colombia.
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