lunes, 30 de enero de 2012

París insólito

París insólito

Jean-Paul Clébert y Patrice Molinard
Seix Barral, 2011
351 pp.

Estamos ante un libro muy singular, una extraña joya. Eso que ahora se llama un libro ‘de culto’. Además estamos ante un libro que debiera llevar un breve folleto de instrucciones....




Jean-Paul Clébert y Patrice Molinard
Seix Barral, 2011
351 pp.





Estamos ante un libro muy singular, una extraña joya. Eso que ahora se llama un libro ‘de culto’. Además estamos ante un libro que debiera llevar un breve folleto de instrucciones. Imprescindible avisar que hay que leerlo con el ordenador encendido o con la tableta a mano, con google maps abierto y el plano de París bien ampliado en pantalla.

Jean-Paul Clébert es el autor, el autor del texto. Un tipo marginal, bohemio, de aspecto miserable, voluntariamente rebajado a eso que la gente de bien llama pobres y holgazanes. Su foto ilustra la portada del libro. Un tipo interesante, duro, joven aún y de vestir desastrado. Irónico, sabe lo que quiere. “Mi aspecto –dice- me preserva por fortuna de la ofensiva denominación de intelectual o, lo que es peor, de existencialista”.

El París del que Clébert nos habla es el de inmediatamente después de la Guerra. ¿Y qué interés puede tener ese París que tanto ha cambiado después de cincuenta años? De entrada el de la capacidad narrativa del propio Clébert. Clébert es un prodigio de expresividad y lo es también de observación. Y lo es de atrevimiento por elegir el París al borde de la ruina como tema de su libro. París insólito. Podía haber elegido, como singularidad cualquier otro rasgo que no fuera el París más humilde y también el más débil. El primero que caería cuando la ciudad se levantara, curara las heridas del pasado -las de la guerra y otras que llevaba a cuestas- y lavara su aspecto para recuperar el puesto de capital opulenta y moderna comparable a las más ricas del mundo.

Clébert, que de chaval se escapa del colegio y que malvive escondido y fugitivo por las calles de París enrolado en la resistencia, no abandona ya las calles que lo atraen y en las que se siente como en casa. Recorre cada palmo de París, sin más objetivo que el de vagabundear. Con el propósito de no dejarse absorber por la sociedad trabajadora y ordenada que pone obligaciones y límites a la natural aspiración de ser cada cual dueño de sí mismo. Y toma apuntes sin parar, porque no es un hombre amigo de la disciplina, pero sí es un escritor.

“Tengo tantas notas tomadas en dos o tres años de vagabundeo –dice al empezar el libro- tantos rostros, diálogos, decorados de fondo, vistas de los barrios bajos donde la vida es animal, peligrosa, oculta….”  Notas que alcanzan a París entero, barrio por barrio y que nunca se refieren a las grandes avenidas, a los edificios monumentales o al París ‘oficial’. Lo suyo son las calles estrechas, las tabernas, las casas de comida donde se reúne la gente y discurre la vida de una población de la que no habla nadie porque en el discurso de la riqueza y del progreso que anima a una sociedad entera, la miseria, la vieja y tan extendida miseria, tiene poco de ejemplar.

El París subterráneo del que habla Clébert está, en realidad bajo el sol. Está al lado del otro, del que brilla y del que se tiene noticias. Por ello es por lo que el lector conviene que vaya provisto de un buen mapa. Para poder seguir los pasos de su guía y saber en qué rincones se detiene, dónde está el bistrot del que da noticias, dónde paran esas mujeres de mejor o peor vida con las que es encuentra, o esos hombres que se entretienen con él jugando a cartas y charlando o que mira en la distancia con respeto y a veces con temor.

Está claro, como asegura Clébert que su libro está lejos de ser “un Baedeker para el turista”. Mucho más que las piedras, más que las casas le interesan, tal y como reconoce, “sus habitantes, tipos extravagantes, curiosos, insólitos e inesperados”.  Tipos que para él no son la escoria. Son personajes que mueven su afecto y que reivindica como valiosos, depositarios de una sabiduría ancestral, virtuosos a su manera porque lo suyo es vivir y dar vida a un París que desaparece.

Clébert es un poeta, de pluma agilísima y de ‘estar’ generoso. Se siente un privilegiado en cada rincón de su ciudad y con el deseo de abrir los ojos a quienes pasan de largo de este mundo que conoce, incapaces de dejar de mirar a otro lado. “Los parisinos aman pero no conocen su ciudad. La verdadera vida de una ciudad está vedada al publico, reservada para los iniciados, para los contadísimos poetas, para los numerosísimos vagabundos…”.

Poeta, vagabundo, escritor –aunque nunca intelectual-, hombre amable y generoso Clébert se mueve por esta corte de los milagros que se entremezcla con la gran capital. Escribe su libro y para una segunda edición repite sus paseos del brazo de Patrice Molinard que prepara una soberbia colección de fotografías. Fotografías sin concesiones, lo mismo que el texto, en blanco y negro, tomadas al paso, de rincones desolados muchas veces y de la gente humilde que los frecuenta. Extraordinarias todas ellas, sintéticas. Económicas en su expresión pero tan sugerentes y llenas de contenido como el texto de Clébert.

Seix Barral edita ahora este libro que bien se merece el apelativo ‘de culto’, en una edición tan sobria, como cuidadosa. Nadie que busque en París la Ciudad de las Luces debe perderse en este magnífico libro. No es un Baedecker, como dice Clebért. Pero quien sienta admiración por esta capital enorme y con tantas vidas como es París disfrutará con la lectura lenta y extensa y con las imágenes sobre unas gentes y una vida que han quedado en el recuerdo y que forman también parte del mito de la ciudad.

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lunes, 23 de enero de 2012

Egipto: Las claves de una revolución inevitable

Egipto: Las claves de una revolución inevitable

Alaa Al Aswany
Galaxia Guntenberg, 2011
253 pp.

El título ya nos avisa de que no es éste un relato de viajes, al menos no es uno de esos relatos donde el autor nos descubre pedacitos del mundo a partir de descripciones más o menos oníricas y experiencias personales...



Alaa Al Aswany
Galaxia Guntenberg, 2011
253 pp.






Publicado por María Rodríguez

El título ya nos avisa de que no es éste un relato de viajes, al menos no es uno de esos relatos donde el autor nos descubre pedacitos del mundo a partir de descripciones más o menos oníricas y experiencias personales. Egipto: Las claves de una revolución inevitable explica y juzga la situación política y social que ha sufrido el país durante el régimen del dictador Hosni Mubarak. Y lo hace a través de la recopilación de artículos y crónicas periodísticas publicadas en periódicos locales desde el 2009. Su autor, el escritor y periodista Alaa Al Aswany argumenta con una gran claridad expositiva los motivos que hicieron levantarse al pueblo egipcio en la ya emblemática plaza Tahrir el pasado Enero del 2011.

Con sus escritos, Alaa Al Aswany coloca al lector ante el hecho de un pueblo que ha sufrido la atrocidad de un régimen injusto y cruel con sus ciudadanos y para mostrarnos esta realidad utiliza la razón y el arte de la persuasión mediante la palabra. No existe en todo el contenido espacio para manipulación ni más ideología que la defensa del derecho a la libertad.

Dicho esto, por su carácter analítico y su contenido social, podríamos pensar que nos hallamos ante un ensayo político más propio del periodismo de investigación que de la literatura, pero no es así, el autor ejerce con maestría un estilo adaptado al lenguaje del pueblo y al interés del lector. Cada frase está justificada para no perderse entre divagaciones o hechos confusos. Además, cada artículo es independiente del siguiente, con lo que los distintos temas quedan bien delimitados, se van cerrando e incluso permiten una lectura desordenada sin que ello afecte a la comprensión del contenido.

El libro se organiza en tres capítulos: La presidencia y la sucesión, El pueblo y la justicia social y Libertad de expresión y represión del estado. Cada apartado está compuesto por una serie de artículos de opinión que explican hechos relevantes como la corrupción del régimen, la falsa religiosidad, la pobreza, la frustración de los jóvenes o la discriminación de las mujeres. Todos los artículos siguen una estructura recurrente de tipo inductivo, es decir, que el autor plantea un problema y lo argumenta limpiamente, sin juicios categóricos, ni tampoco engaños. Su discurso se basa en un diálogo coherente para buscar la verdad y llegar siempre a una única conclusión: La democracia es la solución. Se mire por donde se mire existe una gran influencia platónica en todo el libro tanto por su retórica argumentativa como por su ideal democrático.

También hay más, un final feliz como en los cuentos para niños.

Alaa Al Aswany se acerca al pueblo egipcio por la vía racional del entendimiento y es que razones no le faltan. Sus artículos son un ejemplo de valentía, una batalla por esclarecer las injusticias en un país donde la libertad de expresión sufre graves restricciones.

Esta obra constituye un viaje al interior de una civilización, se adentra en la piel de los ciudadanos egipcios y alza sus voces para que podamos escucharles. Nos recuerda que hoy por hoy alcanzar derechos básicos como la libertad de expresión o el respeto a la dignidad todavía constituye una lucha.

De la mano de Alaa Al Aswany conoceremos una parte mucho más real de Egipto que la que se muestra en algunos folletos turísticos. Leer Egipto: Las claves de una revolución inevitable es un paso hacia la comprensión de su cultura, de su historia, de su situación actual, es decir, supone la realización de un auténtico viaje al corazón del país. Es una invitación a que no nos quedemos solo con el sabor de un apacible paseo por el Nilo o con la impresión que deja en el viajero la imponente majestuosidad de sus pirámides.

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lunes, 16 de enero de 2012

Vagabundeando en el Eje del Mal. Un viaje a dedo por Irán, Irak y Afganistán

Vagabundeando en el Eje del Mal

Juan Pablo Villarino
RBA, 2011
304 pp.

Parece que los Estados se han puesto de acuerdo en hacernos creer que determinados países son la cuna del terrorismo, de dictadores... y que el Islam no puede aportar nada humano a Occidente. Pues bien, este libro desmonta esa idea....


Juan Pablo Villarino
RBA, 2011
304 pp.






Publicado por Almudena Sánchez Fernández


Desde la pasada década parece que los Estados se han puesto de acuerdo en hacernos creer a través de los medios de comunicación que determinados países son la cuna del terrorismo, de dictadores…y que el Islam no puede aportar nada humano a Occidente. Pues bien, este libro desmonta esa idea.

Juan Pablo Villarino sitúa su periplo en el llamado Eje del Mal. Una travesía por algunos de los países más peligrosos del mundo cargada de poesía y humanidad, donde el lector podrá disfrutar del placer de la lentitud del viaje, de las esperas en carreteras desoladas, de la hospitalidad musulmana...
       
El autor, un argentino de tan sólo 27 años, decide colgarse la mochila a la espalda en Irlanda y partir con el propósito de llegar, haciendo autostop, hasta Afganistán. Un viaje que le llevará más de un año.

Desde el primer capítulo del libro el lector descubre la firme convicción del autor en la bondad de las personas. Confía en que no le faltará transporte, techo ni alimento, y nos sorprende con reflexiones como esta: “un hotel debe de costar unos tres dólares, pero sería una solución indignantemente fácil”.

¿Se puede viajar por lugares teóricamente inhóspitos con buena cara? La respuesta es sí, la simpatía es la llave que le abre todas las puertas: “siempre pensé que quien sonríe da la impresión de estar seguro de sí mismo y de sus actos”.

Así nos narra fugazmente cómo atraviesa Europa hasta Turquía, su breve paso por Siria y Jordania hasta llegar a Egipto. Y se detiene con delicadeza en Irán, Irak y Afganistán. Sin duda el eje central del libro.

La lectura aparece cargada, si se me permite, de argentinismos. Un viajero que se deleita con largas conversaciones, desde lo político a los devaneos amorosos. Dos extremos quizá vertiginosos para otro autor, que Villarino sabe resolver con soltura. Una narración que hace profusos guiños poéticos, que hace soñar. Es también un libro de viajes que realmente hará viajar al lector, cosa que no todos los libros de este género consiguen.

Juan Pablo Villarino es un aventurero de los de antaño, no por el hecho de viajar haciendo dedo, sino lo que implica hacerlo de esta manera: conociendo a gente, empapándose de sus creencias, costumbres y tradiciones. El texto invita constantemente a la reflexión de la mano de párrafos sencillos pero llenos de contenido: “el Islam tiene un repertorio de códigos morales que hace que la austeridad no devenga en violencia, patotas armadas, robos u homicidios. Nadie va a apuñalarte por un teléfono celular”. Nos hace creer que uno mismo puede coger su mochila y aventurarse a explorar un país como Afganistán dejando de lado a los talibanes. Esto es, sin duda, el lado más bucólico del libro.

Como única objeción debo decir que en ocasiones convierte hechos puntuales en aseveraciones radicales, como cuando expone su desacuerdo con la manera de viajar de algunos franceses con frases tan insustanciales como esta: “estos franceses que recorren el mundo con el dinero de la seguridad social cobrando a través de cualquier cajero automático”. Del mismo modo, cada vez que el autor cruza una nueva frontera intenta poner en situación histórica al lector de manera fugaz, con párrafos que claramente desentonan con la narrativa ligera del libro.

Para finalizar, un consejo: ¡léalo! Puede ser que, después de las 300 páginas que componen el libro, mañana sea usted el que esté explorando el mundo...

“Quien arroja una moneda debe conformarse a destilar lo eterno de lo efímero. Sólo la distancia, cruza centaúrica entre voluntad y sentencia, acaricia los pies del caminante”.

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martes, 10 de enero de 2012

El ruido de las cosas al caer

El ruido de las cosas al caer

Juan Gabriel Vásquez
Alfaguara, 2011
261 pp.

Antonio es el personaje principal, su voz acompaña al relato. Refiere al lector la vida allá en Bogotá. Un Bogotá de hoy, que actúa como telón de fondo en apariencia, pero que es mucho más que parte del escenario...



Juan Gabriel Vásquez
Alfaguara, 2011
261 pp.






Desde el principio hasta el final, Antonio le cuenta al lector. Le habla directamente. Es el personaje principal de la novela. Joven, profesor en la universidad, preocupado o despreocupado como suelen ser los jóvenes que han encontrado ya un trabajo, a los que la vida no les pesa todavía con sus obligaciones y que disponen de ella con comodidad.

Su voz, en primera persona, acompaña al relato. Refiere al lector la vida allá en Bogotá. Un Bogotá de hoy, que actúa como telón de fondo en apariencia, pero que es mucho más que parte del escenario. Porque Bogotá –Colombia, al fin y al cabo- están atravesados por los finos hilos de una violencia que marca a las personas y lastra el peso de los días. Unos hilos que ni se ven porque la cotidianidad disuelve el escandaloso exabrupto de la muerte y de los atentados que se mezclan con la vida diaria y los convierte en un elemento más del paisaje.

Pero no es cierto que la vida de Antonio sea tan liviana como aparenta en las primeras páginas de la novela. La complica un incidente violento y la obsesión por seguir el rastro a un casi desconocido del que necesita saber, desvelar su misterio, conocerlo todo hasta el final.

Un enigma envuelve trama de la novela como envuelve también a esta Colombia de personajes y realidades impredecibles. Una Colombia entendible y otra confusa y oscura. En el mapa de Bogotá Antonio distingue espacios diferentes que reflejan ese juego de sombras de la novela. “Aquí –dice del barrio de la Candelaria- la realidad se ajustaba –como no suele hacerlo a menudo- a la memoria que tenemos de ella”.  Pero hay otros lugares que resultan ajenos, que no se reconocen ya porque un velo opaco impide comprender los cambios que pudieron haber sufrido.

Algunos indicios son un preludio de esta oscuridad: la difícil comunicación con el pueblo llano, con el campesino, con gentes acostumbradas a entenderse con una botella de alcohol en las manos. El ambiente mediatizado por la intervención americana en el contexto de la llamada lucha contra la insurgencia en Latinoamérica. Viejos y nuevos accidentes de avión, confusos y llenos de muertos.

Pero estas pinceladas de inquietud no son más que un acompañamiento al problema de fondo que acaba por aparecer. La poderosa mano del narcotráfico emerge en la novela casi de forma natural. Con las anécdotas extravagantes de la ostentosa vida de Escobar y con la noticia de un tiro para ajustar cuentas en plena calle. Y con esa obsesión de Antonio por penetrar en la historia de su desconocido amigo, por la que asoman también los flecos que van tomando cuerpo de ese negocio que marcaría la vida del país entero.

El ruido de las cosas al caer recibió el Premio Alfaguara de Novela de 2011. La contraportada indica que “es la historia de una amistad frustrada. Pero también es una doble historia de amor en tiempos poco propicios, y también una radiografía de una generación atrapada en el miedo, y también una investigación llena de suspense en el pasado de un hombre y de un país”. Muchas cosas, y todas ellas ciertas, para pasar de largo sobre este libro, que entra en la categoría de los que atrapa al lector y le obligan a terminarlo casi de un tirón.

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