lunes, 24 de septiembre de 2012

El viaje a Persia, desde la antigüedad hasta nuestros días

El viaje a Persia

Alfred G. Kavanagh
Olañeta e Indica Books, 2012
330 pp

Kavanagh va a hablarnos en este nuevo libro de los que viajaron a Persia a lo largo de los tiempos, de las noticias que nos trajeron y también del contexto en el que hicieron sus viajes...



Alfred G. Kavanagh
Olañeta e Indica Books, 2012
330 pp





Alfred Kavanagh se estrenó en el tema de Irán con un libro imprescindible para quienes quieran conocer el país, su historia y su cultura. Irán por dentro es un libro enciclopédico y sin embargo manejable. Llamarlo enciclopédico es tanto como disuadir al lector ante la perspectiva de un texto monumental e inabordable. Nada de eso es Irán por dentro, que, sin embargo, abarca un sinnúmero de aspectos, todos ellos de interés, cuya suma, a la manera de un mosaico, retrata a ese Irán complejo, profundo y de larguísima historia, y siempre apasionante para el lector.

Alfred Kavanagh sigue ahora dándole vueltas a Irán con un libro más ligero. Un libro que como objeto es un regalo por su formato y por lo cuidado de una edición que tiene en Olañeta asegurada la atención a los pequeños detalles y al gusto por lo perfecto. El pequeño formato de El viaje a Persia indica, ya, que estamos en algo próximo al juego, es decir, que nos acercamos al territorio del capricho.

Por otro lado, si Irán por dentro centraba la mirada en el mensaje, que en este caso era Irán, en El viaje a Persia lo relevante es el mensajero. Kavanagh va a hablarnos en este nuevo libro de los que viajaron a Persia a lo largo de los tiempos, de las noticias que nos trajeron y también del contexto en el que hicieron sus viajes.

Si El viaje a Persia he asegurado que es un libro más ligero que hermano mayor, Irán por dentro, no quiere decir por ello que sea un libro liviano. Kavanagh se muestra en él como un conocedor exhaustivo del tema, un tema que va desde la Antigüedad, desde Jenofonte o Herodoto, hasta nuestros días lo que significa un arco en el tiempo que cubre la historia entera y que al cubrirla suscita temas variados y complejos.

Para empezar, trae a primer plano el significado de la diferencia entre Europa y Asia que se plantea desde los griegos. Porque esta diferencia, en buena parte real, tiene también mucho de imaginario. Surge desde antiguo en cada viaje tanto a través de los prejuicios que lleva consigo el viajero como de la digestión que hace Europa de las noticias que trae a la vuelta. Las particularidades geográficas, las políticas, las culturales... conforman un relato que se va acumulando a lo largo del tiempo a través de sucesivas idas y venidas. En determinados momentos es el afán de conquista lo que mueve al viajero, en otros el de obtener beneficio a través del comercio, en otros las alianzas políticas que buscan canales diplomáticos para asentarse, en otros el gusto por aventura o la curiosidad intelectual... El foco del viajero se va desplazando y el viaje a Persia se convierte en el fondo en un juego de miradas que como tantas relaciones son miradas a dos, es un juego recíproco que alimentan todas las partes y que se convierte en un ejercicio vivo que sólo en apariencia se ha mantenido igual a lo largo del tiempo.

Con rigor, con información exhaustiva, con pequeños descubrimientos que amenizan la lectura, Alfred Kavanagh nos lleva de la mano en ese viaje en el que aparecen escritores, geógrafos, comerciantes, militares, cortesanos, religiosos... y que termina en el Irán de hoy.

Con tanto viajero como ha ido acumulando la historia, el autor no ha querido olvidar el presente. Y para ello le dedica un espacio al viajero de hoy y en la última parte del libro le trae noticias del Irán actual lo mismo que las trajeron los viajeros antiguos cuando escribieron el relato de su periplo. Un apéndice titulado Guía de Irán para el viajero moderno ofrece indicaciones y consejos de todo tipo. Unos consejos, además, que serán bien recibidos en la medida en que una 'teocracia democrática' constituye un exotismo en el mundo de hoy que requiere claves para su comprensión. Kavanagh ha vivido en Irán y lo conoce a fondo. Lo suyo, además de la historia, es el presente también y acercándose a él, los lectores tendrán ocasión de conocer el país real con informaciones muy diversas y oportunas con las que satisfacer su curiosidad.

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lunes, 17 de septiembre de 2012

Suicidio perfecto

Suicidio perfecto

Petros Márkaris
Tusquets, 2012
400 pp.

Grecia merece salir a la luz, y es bueno que sea a través de la literatura, para que su imagen recupere el equilibrio...



Petros Márkaris
Tusquets, 2012
400 pp.





Otra vez Grecia y no será la última, porque acaba de aparecer el último libro de Márkaris -La espada de Damocles-, esta vez de artículos que ha escrito para periódicos y que no va a tener desperdicio para situarnos en la Grecia de hoy.

Y esa es justamente la intención –la de situarnos en la Grecia de hoy- que nos lleva a hablar del que hasta el momento era último libro publicado en España que protagoniza el comisario Jaritos. La maltratada Grecia, la que carga hoy con la imagen de poco fiable, la que votó a políticos tramposos, la que vivió de cigarra cuando sus vecinos del norte hacían de hormiga, la que hizo de mangas capirotes a la hora de presentar las cuentas a unos socios que pensaban estar invirtiendo en desarrollo cuando el dinero se evaporaba al sol, esa Grecia merece salir a la luz, y es bueno que sea a través de la literatura, para que su imagen recupere el equilibrio entre puntos de vista encontrados y, sin duda, exagerados.

E interesa hablar de ella cuando Europa empieza a ver España con ojos parecidos a los que ha empleado para Grecia y cuando España empieza a comprender las penalidades por las que pasa su vecina del otro lado del Mediterráneo y observa con incredulidad y en carne propia el repentino discurrir hacia la pobreza.

¿Cómo es Grecia hoy? En realidad quedaba explicado en la anterior novela de Márkaris, que refleja por todos los poros el alcance de la crisis. Con el agua al cuello, en melodía de intriga policiaca, retrataba la cotidianidad del país hundido en los recortes, con manifestaciones y protestas encendidas, con miseria en las calles, con el desasosiego de no poder pagar una buena educación a los hijos, con las quitas en los salarios y en las pagas de trabajadores que cumplían con su trabajo… También mostraba el rencor hacia esta Europa de tinte alemán y maneras dictatoriales, que contribuyó al desaguisado y que mira ahora a los griegos como los únicos responsables sobre los que cargar los platos rotos y la miseria moral que suele acompañar a quien no ha hecho lo suficiente para ser rico.

Dura reprobación hacia los hombres de negro destilaba Con el agua al cuello y también una premonitoria solidaridad con España. La familia Jaritos, apuesta sin condiciones por la Roja que se juega el título en el Mundial y cuya victoria celebra como si a través del fútbol la justicia redimiera a los débiles frente a los poderosos. Y tiene gestos de solidaridad como la compra de un Seat Ibiza por aquello de que, puestos a comprar, que sea el coche de otro de los países en capilla el elegido en lugar de darle negocio a los opulentos de Centroeuropa endiosados e insolidarios.

¿Pero cómo se llegó a esta situación de la que nos habla Con el agua al cuello? Nos lo cuenta Suicidio perfecto. Pero aquí la campaña de prensa de la editorial ha jugado con la confusión interesada, porque este nuevo titulo, que se ha presentado como una nueva incursión de Márkaris en la crisis griega, es en realidad un libro anterior a Con el agua al cuello que no había sido editado en español y del que no había noticias en nuestras librerías.

Y a pesar de ello, es un antecedente, más que interesante, de la Grecia de hoy. Trata de los años previos a los Juegos Olímpicos de Atenas y, por consiguiente, de la época de los grandes negocios, del dinero abundante y de las burbujas que daban vida al país. Es decir, de unos negocios, un dinero y unos despilfarros que daban a unos griegos más vida que a otros y que abren el camino a la situación a la que hemos llegado hoy. Porque si algo tiene la novela negra es la capacidad de desvelar las zonas oscuras que la apariencia superficial no deja ver. La Grecia de Suicidio perfecto es ya una Grecia en crisis. Todo parece ir bien, pero la historia reciente, las sombras de la corrupción, la ficción de las grandes obras olímpicas traslucen una abundancia con pies de barro.

Jaritos es el prototipo del policía mediterráneo. No vive como sus colegas nórdicos en un sórdido apartamento, no madruga ni malvive en una atmósfera fría y oscura, no encuentra por la noche una nevera vacía o un plato insulso que meter en el microondas. Nuestro comisario se asa de calor, maldice el desorden de la ciudad, tiene mujer e hija, le gusta la comida, piensa en las vacaciones… y sufre las deficiencias que conoce bien de la Grecia donde vive.

Políticos, hombres de negocios, periodistas, viejos militantes se mezclan en Suicidio perfecto con el minúsculo equipo de Jaritos que debe desentrañar una extraña sucesión de muertes de personajes ilustres, que se producen en vivo y en directo, y que acaban por inquietar al gobierno. La vida cotidiana, el ambiente en Atenas, los temas que preocupan en la calle y las reflexiones certeras unas veces y desconcertadas otras de Jaritos muestran una Grecia de ficción pero más real que la que nos dejan hoy las imágenes que vienen de Berlín o de los portavoces de las instituciones económicas de Europa.

Suicidio perfecto constituye un antecedente que ayuda a poner orden al desconcierto de hoy, a la esquemática e injusta imagen con la que cargan los griegos. Pero es también, y quizás había que haberlo dicho al principio, una divertida intriga con sus correspondientes sorpresas que tendrá al lector entretenido mientras trata de adivinar, de la mano del entrañable comisario Jaritos, el misterio que se oculta tras esa extraña ola de suicidios.

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lunes, 10 de septiembre de 2012

Chico zigzag

Chico zigzag

David Grossman
Debolsillo, 2012
381 pp.

En Chico zigzag Grossman presenta a Israel como sería cualquier país del mundo, como si fuera otro país. Y eso es justamente la noticia ...



David Grossman
Debolsillo, 2012
381 pp.





Es tal el peso de la política, del conflicto en que vive, de la violencia sobre la que se ha instalado, que es difícil pensar sosegadamente sobre Israel. Pensar sin que asome y sin que domine el horizonte la particular situación que a los ojos del de fuera hace del país una especie de infierno.

Por ello es relevante lo que en cualquier otro lugar no lo sería. Es importante mostrar el lado humano, un Israel humano donde nada habla de la tensión que enfrenta al país con sus vecinos, ni de la crueldad que acompaña al estado judio.

En Chico zigzag Grossman presenta a Israel como sería cualquier país del mundo, como si fuera otro país. Y eso es justamente la noticia y el punto principal para quien quiere acercarse a Israel tanto como seguir la trama de una narración imaginativa, entrañable y con puntos de gran carga emotiva.

El centro del relato es un niño. Él es quien cuenta la historia, tan poco real que el lector se pregunta si no será un sueño. No lo es. Empieza el libro como una aventura. Nono, el personaje principal, debe ir de Jerusalén a Haifa en vísperas de su Bar-Mitsvá, la gran celebración judía que a los trece años da la bienvenida a los chicos al mundo de los adultos y convierte a los chicos en hombres responsables. El viaje es en tren y todo aparece en contra de los deseos de Nono.

Decir que Nono es hiperactivo es decir poco. Es insoportable para sí mismo, lo siente y lo explicita al lector a través de sus ocurrencias y reflexiones de manera magistral. Pero el viaje se tuerce y despega hacia una aventura alocada en la que nada parece encajar con la realidad. Un personaje sorprendente, un anciano, se entromete en el curso del viaje y con él arrancan una sucesión de sorpresas que empiezan pareciendo juegos atrevidos para la diversión de un chaval predispuesto a cualquier travesura y siguen por vericuetos mucho más profundos que ni el niño ni el lector imaginan.

La vida de Nono, cambia con el encuentro con tan singular personaje. No es la celebración judía la que hace de él un adulto. Es todo lo que va conociendo de su propia vida en una enfebrecida huída hacia delante lo que abre el espíritu de Nono y le hace reconocerse distinto y mucho más rico humanamente de cómo se veía antes.

Chico zigzag no es un libro ‘edificante’ ni dulzonamente moral. Es un libro duro como la vida, además de divertido y sorprendente. Es un homenaje a Nono, insoportable y con una vida que no ha sido fácil, pero agudo, reflexivo, sensible y consciente desde su curiosa marginalidad. Y es un ejercicio literario –uno más- de Grossman que consigue con unos insólitos elementos de ficción armar un relato intrigante y emotivo.

Israel no aparece en el libro. O sí. Aparece tan calladamente, con tanta normalidad, envuelta en aventuras tan humanas y tan ficticias que parece un país distinto del que conocemos por las noticias. Esa es la novedad de Chico zigzag y esa puede ser la excusa para dejarnos llevar a un mundo de aventuras que sin duda nos entretendrá a lo largo de todas las páginas del libro.

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lunes, 3 de septiembre de 2012

La Toscana en tren de vapor

La Toscana en un tren de vapor

Carlo Collodi
Gadir, 2012
167 pp.

Tanto como un libro de viajes, que lo es, La Toscana en un tren de vapor es una curiosidad. Es, como el subtítulo del libro indica, "Una novela-guía humorística"...



Carlo Collodi
Gadir, 2012
167 pp.





Tanto como un libro de viajes, que lo es, La Toscana en tren de vapor es una curiosidad. El subtítulo del libro, Una novela-guía humorística, indica ya que no es un libro al uso y que sus intenciones van más allá de contar lo que se ve y lo que se siente viajando por la mítica región italiana.

Estamos ante un libro de no demasiadas páginas, 164, hecho así con intención. Para el autor, que escribía hace más de cien años, debía servir de entretenimiento a los lectores durante el viaje desde Florencia a Liborno –o al revés- en un trayecto que, a pesar de que no se efectuaba en un tren de alta velocidad, tampoco daba para una lectura demasiado extensa.

A mediados de siglo, del siglo XIX, por supuesto, se construyó la línea de ferrocarril que unía las dos grandes ciudades de la Toscana. Florencia era la capital de la cultura, pero era una ciudad de interior con lo que ello supone a la hora de relacionarse con el mundo y de estar a la vanguardia de la modernidad. Liborno en cambio, era la vitalidad hecha ciudad, con su puerto importante, su rápido progreso y sus gentes más orientadas a la industria que a la conversación. La línea de tren, conocida como La Leopolda era un prodigio de la ingeniería en los tiempos que corrían y una obra que había costado un montón de dinero. Era un auténtico acontecimiento que había revolucionado la región.

Un librito que entretuviera a los viajeros y les contara sobre el tren, sobre los lugares que pasaba y sobre los demás viajeros resultaba un negocio al que un impresor avispado no podía renunciar. Y un escritor con desparpajo para hacer entretenida la lectura resultaba imprescindible. Debía ser un escritor ocurrente, pero tampoco tan famoso como para que su aportación costara un ojo de la cara.

Carlo Collodi fue el elegido y nadie mejor que él porque ocurrente lo era, irónico también, culto lo parecía y famoso todavía no. Famoso lo sería después de haber escrito el más célebre de los cuentos italianos: Pinocho.

La Toscana en tren de vapor es un libro irregular porque toca todos los palos y los organiza de modo que el lector –el lector de la época- más que un relato, tuviera un entretenimiento entre las manos y no estuviera obligado a mantener durante mucho rato la atención. En algún momento el libro finge ser una guía, pasando muy deprisa sobre los monumentos o los lugares más relevantes de las ciudades y pueblos por los que pasaba el ferrocarril. En otras ocasiones dirige su atención a las características del tren, a las locomotoras, a los ingenieros que lo proyectaron, a las estaciones que hubo que construir. Pero con lo que Collodi se divierte y se propone divertir al lector es hablando de la gente, de los viajeros y de los tipos humanos que viven en la región. Ahí es donde el libro juega a la parodia y con la excusa del tren se atreve a criticar a la sociedad entera y a las manías y las modas del momento.

Como diversión, arremete contra el progreso y amplifica sus malévolos efectos. Afirma con sorna que la sociedad es un campo de batalla y que la modernidad ha llevado a la gente a pertenecer o a la clase de los acreedores o a la de los deudores y que todos son presa de una fiebre universal que es la de la ganancia inmediata. En consonancia con lo moderno ensalza la máquina y lamenta la miserable costumbre de caminar: “no conozco en la faz de la tierra un ser más decaído que el Hombre-peatón”. Con humor hace al mismo tiempo una elegía al progreso y una advertencia sobre sus graves amenazas. Reclama los derechos de la tradición sobre lo que ahora llamaríamos las ‘tendencias’ y se ríe de que a lo bello, los más modernos del momento lo llamen lo ‘chic’ y que lo antes debía ser majestuoso quede reducido a lo ‘confortable’ y que la música, en lugar de ser armónica, discurra a base de chirridos para ir con el signo de los tiempos.

Un entremés de tipos humanos, de chismorreos, de temas de lo más diversos, de costumbres y manías, de historia y de historias, y de pequeñas pullas lanzadas aquí y allá ameniza el libro y el supuesto viaje de aquellos a los que iba dirigido. Hoy la lectura sigue siendo entretenida y ofrece la ocasión de asomarse a una Toscana de finales del XIX, mucho más provinciana de lo que es ahora y cuyos reflejos se encuentran solo en esta literatura curiosa sin pretensiones pero fresca y divertida.

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