jueves, 22 de mayo de 2008

El antropólogo inocente. Notas desde una choza de barro



Nigel Barley
Anagrama, 2004
237 pp.





Todo viajero -digo viajero y no turista- lleva oculto a un antropólogo o vive con la ilusión de llevarlo. Por eso, la lectura de un libro de antropología no le resulta extraña. Y, por eso, se hace más viva aún la paradoja de que quien se siente extraño en toda esta combinación sea el antropólogo que escribe el libro, este libro, para quien la antropología es la más de las veces un misterio y la ciencia que pretende desarrollar un cúmulo de medio-insentateces cargadas de humor.

Inglés tenía que ser el autor para hacer de algo tan serio y poco proclive a las alegrías del ingenio una lectura jocosa y estimulante, aparte de ilustrativa, a su manera, de cómo los hombres se emplean a conocer otros hombres.

El antropoólogo inocente es un clásico. Por consiguiente, lejos de él cualquiera que espere estar a la última. Pero seguro que es el único libro cargado de humor entre todos los de este blog hasta hoy y probablemente -y es una lástima- en un futuro relativamente largo.

El antropólogo es lo más próximo a lo que podríamos llamar el viajero ecológico. Elige un destino, se mezcla con la comunidad que allí vive, aprende de ella -o le parece que aprende de ella- y trata de pasar como un simple observador sin interferir en el entorno que lo acoge. El antropólogo pretende ser discreto y al mismo tiempo aceptado. Y con ambos objetivos a cuestas se adapta al sitio donde se instala como si fuera su propia casa ajustándose en lo posible a los modos de vida del lugar.

Todas estas pretensiones, impecables desde el estricto punto de vista de la teoría científica, hacen aguas cuando se contrastan con la realidad pura y dura y cuando entre medias se abre un resquicio por donde se cuela esa incómoda sensacion de absurdo que envuelve al actor cuando se desvanece el encanto que producen el escenario y los trajes y se ve en medio de la nada y sin nada que lo arrope.

Para Barley, crítico consigo mismo, con su oficio y con lo que le rodea, el encanto tiene la volatilidad de lo esencialmente endeble y cae al primer tropezón. Su encuentro con el lugar donde espera iniciar su trabajo -ese primer lugar que el resto de antropólogos idealiza con intensidad- no puede ser más desolador:

"La primera impresión que me produjo la ciudad es que tenía pocos encantos. En la temporada seca resulta desagradablemente polvorienta y se convierte en un inmenso cenagal en la húmeda. Sus principales monumentos tienen el atractivo de las cafeterías de las autopistas. Las rejillas rotas de las aceras ofrecen al visitente desprevenido un rápido acceso al alcantarillado municipal y raras veces transcurre mucho tiempo sin que los recién llegados se fracturen alguna extremidad ..."

Los dowayos, la comunidad que pretende estudiar y la cultura que espera sacar del arroyo de la ignorancia, no corren mejor suerte. Pero el lector, entre bromas y veras, le va cogiendo el punto a Camerún, a los dowayos, al disparate de querer entendernos unos y otros y a una forma de vivir que con el testimonio de Bartley cobra realidad e interés.

El antropólogo inocente es una lección sobre el mundo -al menos sobre una parte pequeña del mundo- con el atractivo de documentar una sociedad a punto de desaparecer y con el chispeante sabor de que quien la dicta no oculta su condición heterodoxa y su afición por el humor y por lo poco convencional.

Para que nadie se lleve a engaño, Alberto Cardín, que prologa el libro, lo anuncia en el primer párrafo:

"Pocas veces se habrán visto reunidos, en un libro de antropología, un cúmulo tal de situaciones divertidas, referidas con inimitable humor y gracia, y una competencia etnográfica tan afinada, como las que Nigel Barley ofrece en esta minuta de su trabajo de campo entre los dowayos..."

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martes, 13 de mayo de 2008

La sombra de la ruta de la seda


Colin Thubron
Península, 2007
429 pp.





Un nuevo libro de Colin Thubron, uno de los mejores y más interesantes escritores que he leído, dedicado a la ruta de la seda, o más exactamente a su sombra. Thubron recorre lentamente el camino por el que, durante cientos de años, otros viajeros le precedieron y, en ese larguísimo recorrido, a pie o en transportes locales, se acerca a la gente y busca las huellas que la ruta ha dejado: canciones, ruinas arqueológicas, costumbres de significado olvidado, leyendas, recuerdos, rumores: de todo eso está hecho el libro. Y también de las palabras de las personas que el autor encuentra en el camino; conocer y comprender a los otros es, según sus palabras, el propósito de sus constantes viajes.

Al contrario que la mayoría de los viajeros, Thubron realiza la ruta desde China hacia occidente, una elección que le da al camino un punto de vista distinto y más interesante. La ruta, que fue tan importante en la edad antigua y medieval, se está reabriendo como potencial camino turístico, y corre el riesgo de convertirse en un tópico manoseado en reportajes y documentales triviales. Este libro es una vacuna contra esa banalización, porque explora con rigor y verdadero interés el presente y el pasado los territorios por los que la seda -y con ella tantas cosas- llegaban desde China hasta el Mediterráneo.

La sombra de la ruta discurre por territorios variadísimos: el norte de China, el desierto de Takla Makan, Kirguizistán, Tayikistán, Afganistán, Irán... Como en los libros de viajes clásicos, las personales aventuras del autor se entretejen con las descripciones de lugares y personajes y también con la narración de lo que allí ocurrió hace mucho tiempo. Lo que hace al libro diferente a otros sobre este tema – y mejor que la mayoría- es la maestría con la que Thubron mezcla estos ingredientes, a los que añade una escritura tersa y limpia, y un genuino interés por las personas.

Sobre el libro la editorial escribe:


"Este autor de trascendental talento es, por supuesto, uno de los dos o tres mejores escritores de literatura de viajes, tal vez el mejor." Jan Morris, Independent


"La literatura de viajes nunca ha sido tan provocativa, profunda o poética." Martyn Auty, Time Out


La sombra de la ruta de la seda describe un viaje a lo largo de la mayor ruta terrestre del mundo. Del corazón de China a las montañas del Asia Central, pasando por el norte de Afganistán, las llanuras de Irán y el Kurdistán turco, Colin Thubron viaja desde la Tumba del Emperador Amarillo (el legendario antepasado del pueblo chino) hasta el antiguo puerto mediterráneo de Antioquía ya sea en autocar, camión, coche, carro o camello. En total cubre más de once mil kilómetros en ocho meses en el que tal vez sea el más difícil y ambicioso viaje que jamás haya emprendido en cuarenta años. La ruta de la seda es un enorme entramado de arterias que se separan y convergen a lo largo y ancho del continente asiático. Durante el itinerario se constata el tránsito no sólo de mercancías y ejércitos sino también de ideas, religiones e inventos. Pero al lado de este rico y sorprendente legado, La sombra de la ruta de la seda también trata del Asia actual: un continente en convulsión. Una de las características de la literatura de viajes de Colin Thubron es la belleza de su prosa; otra es su don para hablar y hacer hablar a la gente. La sombra de la ruta de la seda discurre por países islámicos de muy distinta naturaleza y se ocupa también de los cambios acaecidos en China durante la Revolución Cultural. También versa sobre los falsos nacionalismos y las polémicas divisiones mundiales, en las que los verdaderos límites no son las fronteras políticas sino las tribales, étnicas, lingüísticas y religiosas. En definitiva, se trata de una magnífica visión de un mundo antiguo expuesto a la agitación de los tiempos modernos.

Sobre el autor la editorial escribe:
Colin Thubron (Londres, 14 de junio de 1939) es un viajero infatigable y un escritor de prestigio internacional, como lo atestiguan premios tan renombrados como el Thomas Cook Travel Award y el Hawthornden por Behind the Wall: A Journey through China. Sus primeros libros se centraron en Oriente Medio: Damasco, Líbano y Chipre. En 1982 viajó por la antigua Unión Soviética, donde fue perseguido por la KGB. A partir de estas primeras experiencias, empezó a escribir sus grandes libros de viajes acerca de la enorme masa terrestre que conforman Rusia y el continente asiático, todos ellos publicados en esta colección: Entre rusos, El corazón perdido de Asia, En Siberia y ahora La sombra de la ruta de la seda. En este misma colección también se ha aplicado Entre árabes. Colin Thubron también ha escrito varias novelas, entre las que destaca la premiada Hacia la última ciudad (El Aleph Editores). Actualmente reside
En Londres.

Si te interesa conocer mejor a Colin Thubron, puedes leer esta entrevista en El País.

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sábado, 10 de mayo de 2008

Etiopía. Un rostro con tres miradas



Javier Conzálbez y Dulce Cebrián
Altaïr, 2007
432 pp.






La imagen que se tiene de un país es, desde luego, personal. La mía de Etiopía es -o, mejor dicho, era- pésima. Por eso creo que la lectura de Etiopía. Un rostro con tres miradas es poco menos que imprescindible para cualquiera que tenga del país referencias de oídas y de esas referencias haya compuesto una imagen presidida por la idea de una catástrofe.

Etiopía. Un rostro con tres miradas es casi una enciclopedia. Pero, como las buenas enciclopedias, se lee con toda facilidad y con gran interés. El motivo está, de una parte, en el propio tema. Su complejidad, la riqueza de los elementos que confluyen en él y la particularidad histórica y cultural del país contribuyen, sin duda, al interés que suscita en el lector.

Pero otra parte se debe a los autores. Javier Gonzálbez -con quien ha colaborado estrechamente en el libro Dulce Cebrián- es muy probablemente uno de los más profundos conocedores de la realidad etíope hoy. No es etnólogo, ni economista, ni disfruta de rango académico en ningún departamento dedicado a África o a países en desarrollo de alguna universidad. Aunque haya estado en contacto con etnólogos, economistas y académicos en el curso de sus trabajos.

Javier Gonzálbez lleva años estudiando sobre Etiopía -y viajando por el país, muchas veces a pie, con un pequeño séquito de interpretes, porteadores y algún militar incorporado al equipo como en las expediciones antiguas. Es un estudioso y un apasionado de Etiopía. La conoce al detalle y, por ello, ha escrito un libro que destaca en el título 'tres miradas': las de las tres grandes comunidades que componen el país que tienen raíces, culturas, religiones e intereses mezclados unas veces, pero casi siempre distintos.

La primera sorpresa para el lector no versado en Etiopía es saber que su población -65 millones de habitantes- está entre las más elevadas de África. Otra es que su cabaña ganadera es la mayor del continente. Una más es que siendo el mayor manantial de agua dulde de África no ha podido sacar provecho de ella por acuerdos internacionales que se han mantenido desde la época colonial. Y probablemente, la mayor de las sorpresas para el lector no avisado es que Etiopía es un país con porvenir.

Mayor Zaragoza prologa el libro y lo introduce también una alta autoridad del gobierno etíope. ¿Es que Etiopía tiene gobierno con tiempo para ocuparse de escribir en un libro? Sin duda el gobierno y Mayor Zaragoza han tenido tiempo e interés. Y sin duda también, y a pesar de esa contribución con un deje institucional, Etiopía. Un rostro con tres miradas está muy lejos de parecerse al producto de una ONG. La cantidad de conocimientos que acumula, su sabia administración, la diversidad de temas por los que discurre dan lugar a un libro sólido y excelente y convierten la lectura en un ejercicio apasionante.

En una encrucijada de caminos entre África y Asia, en el lugar donde nació el hombre, con culturas tribales africanas, sobrepuestas a la comunidad más antigua del cristianismo y en contacto con una población de tradición musulmana que llegó siglos atrás por el mar, Etiopía encierra todo un mundo sobre el que el libro de Javier Gonzálbez y Dulce Cebrián proyecta la luz para hacerlo comprensible y atrayente.

Sería obvio decir que Etiopía. Un rostro con tres miradas es el mejor libro escrito en español sobre Etiopía. Después de su lectura, se puede sin duda decir que está entre los mejores libros dedicados a este país, escritos en cualquier idioma, que se hayan publicado recientemente.

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viernes, 9 de mayo de 2008

Historias del Calcio. Una crónica de Italia a través del fútbol


Enric González
RBA, 2007
256 pp.





Publicado por María Antonia


Bien venido el fútbol a la literatura de viajes. El fútbol es una pasión colectiva en muchos países, empezando por el nuestro. En algunos -Inglaterra, Brasil o Argentina- tiene tanta importancia que para entenderlos -bien-, no está de más acercarse a esta mezcla de deporte, fiesta popular y fenómeno sociológico que es el fútbol. Y esto es especialmente cierto en Italia, donde el varias veces primer ministro Berlusconi preside uno de los mayores clubes – el Milán- y los casos de corrupción en la competición llegan al Parlamento.

Hay grandes escritores apasionados por el fútbol que han escrito -magníficamente- sobre este tema: Javier Marías, Manuel Vázquez Montalbán, John Carlin, Eduardo Galeano y tantos otros. Uno de ellos es Enric González, que sabe muchas cosas y las cuenta muy bien. Confieso mi debilidad por sus libros -Historias de Londres e Historias de Nueva York- y artículos. Durante sus años en Roma esperaba con impaciencia cada lunes los artículos dedicados al fútbol italiano en El País.

Con sentido del humor e ironía, escribía todas las semanas unos textos estupendos, redondos y sabrosos, en los que presentaba las historias y personajes del fútbol italiano. Hay en ellos personajes inolvidables, dolorosas derrotas y anécdotas muy divertidas. Pero también hay emoción verdadera, brotes fascistas, violencia, implicaciones políticas y negocios oscuros. Reunidos, aquellos artículos forman la estampa más viva y verdadera de Italia que pueda imaginar.

Aquellos artículos están ahora recopilados en este libro, Historias del calcio, que nos permite releerlos y conservarlos y espero que descubra a muchos lectores que en Italia – y también en otros países- el fútbol, por encima de opiniones desdeñosas y apresuradas, es mucho más que un negocio y un tópico tema de conversación. Como antes fue el circo para los romanos, o el palio para los sieneses, es una auténtica fiesta popular, con su propia liturgia y sus especiales ritos colectivos que revela, sin trampa ni cartón, el revés de la sociedad. Como explicita el subtítulo del libro, esta es Una crónica de Italia a través del fútbol.

Reseña de la editorial:
Es imposible hablar de Italia sin hablar de fútbol. Los italianos se consideran los inventores de este deporte, al que llaman calcio (patada), como las batallas campales con balón nacidas en la Florencia medieval, y han desarrollado en torno a él muchas de sus características políticas, económicas y sociales. El calcio contiene altas dosis de violencia, pasión, fraude, dinero y disparate. Pero es también un complejo mecanismo de símbolos, un código social y, en último extremo, un lenguaje con el que un país antiguo y escéptico expresa su vieja sabiduría.

Sobre el autor la editorial escribe:
Enric González (Barcelona 1959) es periodista y ha trabajado como corresponsal del diario El País en Londres, París, Nueva York, Washington Y Roma. Ha publicado en RBA Historias de Londres e Historias de Nueva York. Pese a una incurable afición al fútbol, es seguidor del Espanyol y del Inter.

Para entender por qué miles de personas se muerden las uñas frente al televisor o qué hace que los periódicos deportivos sean los más vendidos, leamos a Enric González. Sabremos mucho más de la Italia real que descifrando las intrincadas maniobras políticas que las páginas de noticias internacionales intentan desentrañar.

Y acercarse a él es acercarse a la manera de pensar y sentir de muchas personas. No se puede entender – bien- Inglaterra sin saber qué significan allí el Arsenal o el Manchester, ni Escocia sin conocer al Celtic y al Rangers. Son los depostarios del imaginario colectivo; en sus partidos están los héroes y los villanos del momento y de su resultado depende la felicidad – aunque sea momentánea- de mucha gente.

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lunes, 5 de mayo de 2008

Flores en la nieve



Gregor Von Rezzori
Anagrama, 1996
344 pp.





Publicado por Rafael Moya

Pocas oportunidades tiene quien ha nacido en España de sentir Centroeuropa y toda la densidad de su historia si no es a través de la literatura. Monumentos, ciudades, regiones cargados de una personalidad inconfundible toman cuerpo en un período de su historia reciente, cuando emerge la Europa moderna en que vivimos hoy. Flores en la nieve acerca al lector a ese momento.

La historia –autobiográfica- se sitúa en Chernowitz capital de la Bucovina rumana y arranca en 1914, año en el que nace Gregor von Rezzori –el autor- en el seno de una familia austriaca, si no aristócrata al menos “cultivada”

Su padre, alto funcionario en la Administración del Imperio Austro Húngaro, estaba destinado en ese alejado lugar con el envidiable trabajo de comprobar el estado arquitectónico y de conservación de los monasterios ortodoxos de la Bucovina y Moldavia.

Dos ejemplos de la privilegiada posición de que disfrutaba su familia son la casi absoluta dedicación del padre a la caza en los bosques de los Cárpatos y los periplos de la madre que, por su delicada salud, veraneaba en balnearios suizos y pasaba los meses invernales en Egipto.

Cinco personajes sirven a Von Rezzori para dar cuenta del fascinante período que le tocó vivir en su niñez y adolescencia entre las dos Guerras Mundiales: padre, madre, hermana, nodriza e institutriz.

De la heterogénea sociedad de la época dice Von Rezzori: “Amaba al país y su belleza, su vastedad y su autenticidad y amaba al pueblo que vivía en él: la multiforme población formada por no sólo una, sino media docena de nacionalidades, con no sólo una, sino media docena de confesiones religiosas, con no sólo uno, sino media docena de idiomas y, pese a todo, un pueblo de personalidad bien definida y común”. Sorprende el rasgo común que destaca de suevos, rutenos, polacos, rusos, armenios y rumanos: “Y todos juntos despreciaban a los judíos, sin menoscabo de que éstos desempeñasen un papel decisivo no solo en la economía sino también en la cultura”.

Acompañando a su padre en sus viajes arquitectónico-cinegéticos, von Rezzori nos traslada las emociones que le producían los frescos de los monasterios de Putna, Dragomirna, Suceavtza y Voronetz, levantados en los siglos XV y XVI en conmemoración de batallas ganadas a los turcos.

Son incontables las menciones a los Cárpatos describiendo paisajes y lugares que ojala se mantuviesen todavía como él cuenta: “Mi padre se había construido una cabaña de caza de madera, a orillas de un veloz río de montaña. En las profundas pozas de las cascadas se acumulaban las truchas…..y las nutrias tenían sus deslizaderos en los taludes de las orillas.....Nos pasábamos semanas enteras al aire libre, buscando y espiando a los ciervos".

Junto a la fascinación que despierta en el lector el contexto histórico, cultural y social que con tanto acierto dibuja, destaca la maestría con la que el autor expresa sus relaciones emocionales con los cinco personajes sobre los que se articula el libro. Es lo mejor. El comienzo del capítulo dedicado a su hermana me impacta cada vez que lo leo: “Ahora, cuando escribo esto, ya lleva cincuenta y seis años muerta, y desde entonces no ha pasado un solo día sin que la haya sentido en una cercanía palpable; no con la vecindad abstracta del recuerdo atesorado con cariño, sino como una presencia casi física, que no siempre, ni mucho menos, me resulta oportuna.”

Flores en la nieve deja en el lector una huella profunda por la maestría con que está escrito, a la vez que, causa sorpresa la discreta presencia del autor entre nosotros, al que prácticamente hay que descubrir. Por cierto, para quienes deseen seguir leyendo a Von Rezzori, quisiera hacer una recomendación: Memorias de un antisemita, será otro gran hallazgo.

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domingo, 4 de mayo de 2008

Londres victoriano



Juan Benet
Herce, 2008
211 pp.





No es un libro para quien desee encontrar una guía de monumentos, barrios o calles construidos en la capital inglesa a lo largo de la mayor parte del s. XIX. Pero sí será la lectura indicada para quien -como parte de una visita a Londres o para satisfacer su curiosidad- quiera asomarse a un pasado reciente y conocer muchos de los elementeos que dieron a Londres la personalidad y la grandeza de la que presume hoy.

Londres victoriano goza, de entreda, de un atractivo especial. Su autor, Juan Benet, es un escritor sobresaliente que marca con su estilo y su personalidad el libro desde la primera página. Probablemente es este rasgo de escritor el que le permite tomar distancia respecto a los hechos e interpretarlos de forma que el lector reconoce tan certera como poco complaciente con lo que acostumbra a conocerse como la "versión oficial".

Bonet avisa para no llevar al lector a engaño:
"Me reconozco culpable de no haber hecho un plan previo, de no haber ponderado la importancia de los diferentes acontecimientos y personajes, para dar cuenta solamente de los más sifninficartivos y haberme atenido, a la falta de una regla más rigurosa, a mis particulares conocimientos y preferencias. El resultado puede ser muy arbitrario y muy poco formativo pero me conformaría con que fuese ameno, una virtud que rara vez logro conseguir."

Benet lo consigue: consigue ser ameno. Y , por supuesto, consigue ser formativo aunque en una línea no del todo ortodoxa. En todo caso, y con esta declaración de principios, el lector se acerca a Londres y al reinado de la reina Victoria sabiendo que la voz irónica de Juan Benet lo alejará de las alabanzas sin fisuras a la ciudad y a la más grande de las reinas modernas, para ajustar a ambas las cuentas con una realidad menos gloriosa y más humana también de lo que se ha escrito.

Para empezar, se entera el lector de que Londres, a principios del s. XIX era poco menos que una aglomeración pueblerina, desordenada, carente de atractivos para los propios ingleses y donde las dificultades para vivir eran mucho mayores que cualquiera de las ventajas.

Empezar desmitificando a Londres es el mejor tributo a la ciudad que antes de terminar el siglo se ha convertido en la capital del mundo. Y recorrer esta trayectoria insólita siguiendo el hilo del reinado de Victoria supone ir dosificando los acontecimientos y las razones que hacen posible esta evolución mucho más allá que una historia contada como acumulación de riqueza y de colonias.

La compleja evolución de la política en la época victoriana la administra Benet con soltura para hacerla explicativa y no confusa. Pero sobre todo la salpica de personajes, sucesos y anécdotas que la bajan de las alturas para ponerle el contrapeso de realidad y de humildad que convierten en medio-caricatura lo que desde la versión oficial aparece como cosa de dioses.

La evolución de los movimientos artísticos y de algunos de los personajes que anduvieron tras ellos, sin aura alguna de mitificación, la construcción casi heróica de las grandes obras públicas, la hipocresía de una sociedad sujeta a normas tan absurdas como imposibles, las diversiones, las grandes aspiraciones de la sociedad, las distintas guerras... forman un sinnúmero de escenas y de temas que pasan frente al lector y que componen una historia convincente y curiosa para explicar con mucho más acierto que cualquier tratado histórico lo que se cuece en el Londres y en el mundo de la época.

Londres victoriano ayuda a conocer Londres, pero también hace un retrato a base de reflejos de la reina Victoria. Un retrato que resulta favorecedor. Un Juan Benet sin deudas ni tributos hacia la reina podía haber compuesto un personaje más próximo a la imagen mohina, encorsetada y falta de atractivo que ha prevalecido en España y con la que se la mira en la actualidad. Pero no ha sido así. La reina que se va dibujando en el curso de la lectura es un peronaje sólido, prudente, merecedor de respeto y de afecto. Es, en última instancia, la artífice de este Londres majestuoso e inigualable que sobreponiéndose a pequeñas historias y a realidades indignas se convirtió en la capital del mundo y sigue, hasta el día de hoy, causando admiración.

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