lunes, 21 de marzo de 2016

Cinco esquinas

Cinco esquinas

Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2016
272 pp.

'Me gustó la idea -dice Vargas Llosa- de que la historia se llamase Cinco esquinas como un barrio que, de alguna manera, es emblemático de Lima, de Perú y también de la época en que está situada la historia'


Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2016
272 pp.





En la cresta de la ola, Vargas Llosa publica su nueva novela, acompañada de un potente marketing editorial. Por supuesto, es un éxito y es que, marketing aparte, el maestro escribe de maravilla y tiene oficio para trabar una historia de ficción, que se apega a la realidad, y que mantiene al lector entretenido.

¿Una novela más? Tal vez, pero por lo que a viajes concierne tenía un aliciente: entre intrigas, idas y venidas, como dice la presentación del libro, la novela se convierte en una especie de 'mural de la sociedad peruana en los últimos meses o semanas de la dictadura de Fujimori y Montesinos'. 'Me gustó la idea -dice Vargas Llosa- de que la historia se llamase Cinco esquinas como un barrio que, de alguna manera, es emblemático de Lima, de Perú y también de la época en que está situada la historia'.

Lima, la Lima de cielos grises y de barrios apartados como si de ciudades distintas se tratara queda retratada en el libro a través de una rocambolesca trama donde aparecen políticos, periodistas, policías y gente 'bien': los ricos, encumbrados en la sociedad, con la mirada puesta en escapadas a Miami, en el confort de una vida lujosa y en el riesgo de un entorno donde los secuestros y la inseguridad son el pan nuestro de cada día.

Cinco esquinas no es una novela negra ni propiamente un thriller, aunque haya acción y su dosis de intriga. Es muy especialmente un reflejo de sentimientos básicos, de pasiones e intenciones, de principios morales, de reflexiones políticas, de afectos, de fidelidades e infidelidades que afectan al ser humano y más concretamente a una parte de la sociedad peruana. No estamos en Shakespeare con sus dramáticas incursiones en el alma humana. La disección de Vargas Llosa es más mundana. Tampoco sus personajes son reyes ni grandes señores. En Cinco esquinas volamos a ras de tierra, en medio de una sociedad desencajada y llena de turbulencias, aunque como ocurre en la realidad a algunos les va mejor que a otros. Unos nadan en la abundancia y otros en la puñetera miseria.

Recuerda mucho el planteamiento de Cinco esquinas, e incluso su tono, a El héroe discreto, novela de la que hemos hablado aquí. Vargas llosa desciende a lo más inmediato, a los diálogos entre los personajes, al tono de las palabras, al trato de los unos con los otros, a los afectos, a los engaños y a los miedos. Se diría que El héroe discreto y Cinco esquinas son retablos contiguos de un mismo díptico -por el momento- que retrata a la sociedad peruana en el curso de episodios que tienen en común algunas situaciones excepcionales, que ponen a prueba a las personas y que se resuelven en un tono positivo, esperanzador.

Pero he hablado de situaciones excepcionales y por ahí es por donde Vargas Llosa quiere enviar un mensaje. No son excepcionales. O mejor, no fueron excepcionales porque lo que Vargas Llosa saca a la luz es una violencia anclada en la sociedad, atizada por la guerrilla, el narcotráfico y las altas esferas del estado que han destrozado la convivencia y han corrompido la vida del país para hacerlo casi inhabitable.

Como señala el autor, Cinco esquinas se centra en un período de la historia reciente de Perú que afortunadamente pasó. Es un pasaje de una obra -la historia de un país- mucho más extensa que se va escribiendo con el paso de los años. Pero este pasaje, de dureza singular, pone a prueba a la sociedad. Marca las reglas de un juego tenso y peligroso, donde el día a día se desarrolla con la normalidad que afecta a lo cotidiano. Con esa normalidad que quienes la viven acaban por confundir con la vida misma y a la que acaban por rendirse.

Vargas Llosa nos da un paseo por Perú y lo cuenta en un tono que nos parece conocido, con sus matices y con sus sorpresas bien administradas para el entretenimiento del lector. Sea por tratarse de la última obra del Nobel más famoso, sea por seguirle la ola al marketing editorial, la lectura de Cinco esquinas parece obligada para quien no quiera quedarse fuera de onda.

Leer más…

martes, 8 de marzo de 2016

Una zona de oscuridad. El descubrimiento de la India

Una zona de oscuridad

V.S. Naipaul
Debate, 2015
294 pp.

'Una zona de oscuridad' seguramente pillará al lector con un pie cambiado porque la India de la que nos habla Naipaul ha perdido en este relato la condición de virtuosa y se enfrenta a un catálogo de miserias de las que casi nadie ha querido hablar.


V.S. Naipaul
Debate, 2015
294 pp.






Es éste un libro curioso que merece la pena leer con cuidado. No es un libro al uso y seguramente pillará al lector con un pie cambiado porque la India de la que nos habla Naipaul ha perdido en este relato la condición de virtuosa y se enfrenta a un catálogo de miserias de las que casi nadie ha querido hablar. ¿Pero es que no es el autor un indio de los pies a la cabeza aunque haya nacido en Trinidad, a orillas del Caribe?¿Es que su familia no ha conservado sus raíces, y su misma piel no es del color de la de los indios?

El libro que ahora se publica por primera vez lleva fecha de 2015 tanto en la versión española como en la de lengua inglesa. Aparece hoy pero es el resultado de un viaje efectuado por Naipaul en torno al año 1963, cuando visita la India y lo hace bajo la influencia de su educación familiar pero también de su mirada de occidental: de la mirada de quien ha visto otros mundos y no se deja arrastrar por los efluvios de la mística o de la veneración romántica de una vieja cultura.

Éste "era un viaje que no debía haber hecho -dice Naipaul-. Partió mi vida en dos". La India que encuentra es, en pocas palabras, un horror, alejada de las bondades que se esforzaban en destacar quienes hablaban de ella desde la literatura. 'Mi India no era como la de los ingleses (...). Mi India estaba llena de dolor (...). De modo que, a pesar de ser escritor, yo no iba a la India de Foster o de Kipling".

Todo lo que Naipaul encuentra es cochambrez, suciedad y degradación. Nada hace pensar en un verdadero progreso. Hasta lo nuevo parece falso porque, a poco que se rasque, la India moderna lleva un lastre que condiciona cualquier proyecto de modernidad y lo corrompe. La India está gravemente enferma. Parece al principio del libro que el autor se deja llevar por la decepción de encontrar un país demasiado pobre y por el rechazo a una miseria para la que busca culpables y los encuentra en los propios indios.

Pero no es así, el ojo experto del autor pretende hacer un diagnóstico y hallar las causas profundas de tanto desastre.  En el aparente progreso de la India, lo que él ve es un resultado estrafalario en el que nada es lo que parece. Lo que se ve por fuera, lo que los indios muestran con sus gestos, no es más que la cáscara de una realidad cuyo interior contiene las semillas del fracaso. La profunda cultura india, esa tradición milenaria que ha penetrado en cada persona y que sigue viva en ella, acaba siendo el veneno que impide a la sociedad avanzar. La obsesión por la jerarquía es uno de sus componentes. Es una parte de ese complejo entramado que mantiene vivas a las castas y que encierra a cada persona en un papel sin salida posible.

La prisión en la que viven los indios es profunda y hace a su sociedad inmóvil y declaradamente ineficaz. Del que barre se espera que coja la escoba, no que limpie como se entendería en el mundo occidental. El destino de cada persona es ponerse en el lugar que le toca, no que realice una función práctica ni que la realice bien. De acuerdo con la tradición, el indio sólo es responsable de ocupar el lugar que tiene asignado. Por ello a nadie molesta que mantener una escalera precise de un operario con un cubo de agua, otro apartando hojas y otro barriendo para colocarlas en el cesto que lleva en la mano un cuarto. Todos ocupan el papel sumiso que les corresponde y ninguno de ellos se siente responsable del resultado de su labor. Y todos -la sociedad entera- están de acuerdo en dejar el espacio natural para que cada cual se sitúe en el lugar donde debe.

En la India el trabajo es degradante, de modo que el rico, para ocupar el lugar que en el complejo cosmos de la sociedad le corresponde, tiene que demostrar que está por encima del mundo laborioso de los pobres. El comerciante rico en la India es un personaje gordo como corresponde a quien desea mostrar que lo suyo es hacer dinero pero no es agacharse para trabajar como los demás. Por ello para Naipaul la cultura India es, a pesar de las apariencias, todo lo contrario a una cultura sutil. Y no se corta en poner ejemplos brutales. “Los indios -cuenta- defecan por todas partes. Defecan sobre todo junto a las vías del tren, pero también en las playas, en las montañas, a orillas de los ríos, defecan en la calle…”

Llevado de la mano de Naipaul, al lector lo más interesante le será descubrir que hay otra lectura de la India que contradice a la que resulta de una mirada superficial: que las apariencias de progreso encierran un engaño. Los modernos ejecutivos, aunque rezumen modernidad y hayan vivido en el extranjero, se siguen casando a través de anuncios en los periódicos y mediante arreglos hechos por las familias. Los que se acercan a los pobres y hacen con ellos alguna obra de caridad no están guiados por la compasión puesto que los desprecian, lo hacen por cumplir con los mismos mandamientos que justifican que los pobres no salgan de su pobreza. Los sastres indios engañan a sus clientes con prendas de baja calidad porque lo suyo es hacer trajes de cualquier manera y colocarlos con sonrisas y reverencias a sus clientes en lugar de ofrecerles un auténtico servicio como se considera en occidente. Los santones que aparentan dedicarse a dios son en realidad unos profesionales del no hacer nada y del vivir de las limosnas.

Naipaul habla de la India de los años 60 y cuenta cosas de las más diversas. La guerra fronteriza con China, que casi nadie recuerda ya, aparece en el libro y sirve también para mostrar las inconsistencias de la India y las dificultades para afrontar el reto de su papel en un mundo moderno. Es verdad que mucho ha cambiado desde entonces. Que lentamente la India ha ido virando hacia el futuro. Pero la mirada de Naipaul sacando a flote el enorme lastre que supone la cultura tradicional y sus antiquísimos libros sagrados sigue siendo válida al día de hoy. El auge de los partidos nacionalistas que buscan reafirmarse en las esencias más profundas de los valores dravídicos muestra que el tema sigue siendo actual y que el enfoque de Naipaul abre un valioso camino para aquellos que desean comprender lo que se cuece en esta India que alcanza la categoría de subcontinente y de la que se espera una presencia cada vez más relevante en el mundo.

Leer más…