lunes, 25 de agosto de 2014

Los perros de Riga

Los perros de Riga

Henning Mankell
Tusquets, 2002
336 pp.

Una lectura de verano, fluída, con las intrigas propias de la novela negra y situada en el Báltico es lo que ofrecen Mankell y sus perros de Riga.



Henning Mankell
Tusquets, 2002
336 pp.





Una lectura de verano, fluída, con las intrigas propias de la novela negra y situada en el Báltico es lo que ofrecen Mankell y sus perros de Riga.

Hablamos de puro entretenimiento, de tramas oscuras, de corrupción, de inconfesables intereses que mantendrán entretenido al lector mientras contempla cómo Wallander trata de manejarse por la tela de araña que le envuelve y que cubre el secreto que necesita desentrañar. Como en el resto de novelas de Mankell, Wallander es el policía solitario y humano, dotado de esa normalidad tan palmaria que acaba por convertirse en el rasgo de su personalidad más sobresaliente. Dudas, pequeños afectos, frustraciones, inseguridad, obligaciones...  todo un repertorio de sentimientos y de rasgos de carácter acompañan el quehacer del policía de pequeña ciudad que debe enfrentarse a retos aparentemente simples y que crecen a medida que la novela avanza para exponerlo a los mayores riesgos.

Dos muertos, en un bote salvavidas que llega a la costa sueca, llevan a Wallander a Letonia a donde conducen los hilos de la trama. Y Letonia, la Letonia que emerge a través del embrollo policial, es el tema que interesa a la hora de hablar de Los perros de Riga en este momento, más de veinte años después de su publicación.

De las capitales Bálticas poco queda que recuerde al viajero el pasado soviético. Barrios de casas sencillas en la periferia del centro histórico son testigos de una época que duró hasta la caída del muro de Berlín. Pero la mayor parte de las ciudades han sido repintadas, arregladas con esmero, adornadas y rehechas de modo que ya no es fácil reconocer las señas de un pasado oscuro y reciente.

Los perros de Riga es un regreso a este pasado. Pero a un punto muy particular de él. Es un regreso a cuando la Unión Sovíética comienza a desmoronarse y, manteniendo todavía su imperio, empieza a levantar la bota que mantiene sujetos a los países sobre los que ha ejercido su dominio. Letonia es uno de ellos y en ese momento no se ha escrito todavía -del mismo modo que no está del todo escrito aún- el devenir de los países de esa frontera que Churchill bautizó como el 'telón de acero'.

¿Qué vemos en la Letonia hoy que nos parece tan natural? Vemos el resultado de una aventura política que termina con las repúblicas bálticas mirando a occidente y dentro de la Unión Europea. Pero cuando Mankell escribe, casi toda la partida está aún por jugar y las partes mueven sus peones en la sombra. La URSS ha perdido fuelle y en los países de frontera es donde se hallan los eslabones más débiles de su administración, de la fidelidad del pueblo y también de la resistencia frente a occidente. El futuro de Letonia, además, es especialmente lábil y puede ocurrir cualquier cualquiercosa. Ni tiene los lazos de hermandad que tiene Lituania con Polonia, ni tiene los de Estonia con Finlandia. Letonia bascula hacia Rusia con mayor naturalidad y Mankell, desde su observatorio en Suecia aventura una conspiración, en formato de novela negra, que desvela  las corrientes que decidirán la deriva de las repúblicas bálticas en una u otra dirección.

Cuando en el sur de la línea que separa históricamente el imperio ruso del resto de Europa se produce un incendio como el que afecta a Ucrania, volver la mirada al norte tiene un indudable interés. Y hacerlo desde la ficción para soslayar por un momento la gravedad del problema es un excelente remedio que asegurará un buen rato de entretenimiento al lector durante el verano y le permitirá hacer volar la imaginación sobre lo que fue y lo que pudo haber sido.

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martes, 12 de agosto de 2014

Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo

Sangre y pertenencia

Michael Ignatieff
El Hombre del Tres, 2012
311 pp.

Ignatieff analiza los nacionalismos, un fenómeno teóricamente anacrónico en los tiempos de la globalización pero que se mantiene con una fuerza que es imposible ignorar.



Michael Ignatieff
El Hombre del Tres, 2012
311 pp.





Cuando sale de su casa, el viajero necesita claridad para comprender lo que tiene ante sus ojos. Claridad para compensar una realidad cuyo idioma desconoce y cuyas claves no posee. Por eso, los estados tienen tanta significación. Francia, la India, Chile o Filipinas están claramente definidos. Sólo llegar, los funcionarios que regulan las fronteras, debidamente uniformados, muestran al viajero que está pisando una tierra distinta de la viene. Pero la realidad es más compleja. ¿Qué busca el viajero cuando desea conocer otros países y otras gentes?

Seguramente busca, en eso que llamamos país y que tiene una identidad superficial clara, un contenido más complejo que le permita compartimentar, hallar similitudes y diferencias, en definitiva distinguir dentro del conjunto y encontrar y conocer las piezas que componen la totalidad. Comunidades, pueblos, poblaciones, etnias, razas, naciones, países, estados… forman configuraciones diversas de la población de una región, de un país o de un continente. Y dado que los miembros que componen cada una de estas unidades comparten entre ellos tradiciones, rasgos culturales, modos de vida, lenguas, formas de trabajo y las expresiones vitales más diversas, el viajero precisa identificarlas si no quiere pasar a su lado sin reparar siquiera en su existencia.

De ahí el interés de entrar en un tema, el del nacionalismo, que se ha convertido en polémico y además en un asunto absolutamente incomprensible para muchos. El autor de Sangre y Pertenencia, Michael Ignatieff, canadiense, de madre británica y de abuelos rusos, que ha vivido en los lugares más diversos, expresa su ingenua sorpresa de ciudadano del mundo ante el fenómeno del nacionalismo. Un fenómeno teóricamente anacrónico en los tiempos de la globalización pero que se mantiene con una fuerza que es imposible ignorar.

¿Por qué del auge del nacionalismo? Unas breves páginas de análisis introducen las pautas esenciales para entrar en el fenómeno y empezar a comprenderlo. Nadie debe esperar de estas pautas una claridad meridiana, porque bajo el nombre de nacionalismo son numerosas las fuerzas que actúan y que agitan los hechos con resultados muy distintos.

Pero Ignatieff sabe de lo que habla. Nació en Canadá y es profesor de Derechos Humanos en la universidad de Toronto, como lo fue de las universidades de Cambridge, de Oxford y de Harvard. En Canadá fue el lider del partido liberal, ocupó un escaño en el parlamento y tuvo que vivir de cerca el fenómeno secesionista de la provincia de Quebec. Con este bagaje Ignatieff recorre los fundamentos del nacionalismo y busca la explicación a seis casos del presente separados por la geografía, por las condiciones en que se desarrollaron, por sus orígenes y por el desarrollo que tuvieron.

Seis casos, que se concretan en seis viajes para tocar la realidad, además de haberla estudiado, y para hablar con la gente que pudiera expresar los sentimientos y la forma de ver la situación desde ángulos diversos.

Los países -no necesariamente estados- que componen este ‘viaje’ al que hace referencia el subtítulo del libro, son además lugares en los que ha vivido el autor y por consiguiente sobre los que él mismo tiene opinión. Serbia y Croacia, Alemania, Ucrania, Quebec, Kurdistán e Irlanda del Norte componen los distintos capítulos del libro y sirven para comprobar la complejidad, las contradicciones y los ingredientes tan particulares que han animado el poderoso sentimiento nacionalista que se ha desarrollado en todos ellos.

El nacionalismo está ahora de actualidad. Aunque el libro se editó por primera vez en 1993 y aunque situaciones como las de la antigua Yugoslavia han cambiado desde entonces, la base del conflicto se mantiene y sin que haya ahora un estado de guerra como había entonces la confrontación entre comunidades se alimenta de las mismas raíces. Y si el ambiente en Yugoslavia se ha serenado y el problema parece haber perdido gravedad, no ocurre lo mismo en el caso de Ucrania en el que Ignatieff entra mostrando el potencial explosivo que encierra.

Europa, América y Asia son los continentes a los que apunta el autor eligiendo sólo unas pequeñas muestras y poniendo de relieve que el problema no tiene fácil solución. Aunque no sea un libro de viajes, la lectura de Sangre y pertenencia ayudará a conocer mejor el mundo en el que nos movemos. Será una lectura aleccionadora e interesante que dará al lector indicaciones sobre estas corrientes subterráneas a veces y más explícitas otras que configuran la población y el discurrir de los países.

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